4. Sueños más que Dulces
Esa noche, el sueño llegó rápido, pero no fue pacífico.
Sunghoon cayó en un estado donde la frontera entre la realidad y la fantasía se desdibujaba. A pesar de intentar enfocarse en cualquier otra cosa, su mente lo arrastró de vuelta a Jake.
Su aroma, su presencia, lo habían invadido por completo, como una dulce maldición que no podía sacudirse.
Se encontraba en la mansión, pero algo era diferente.
Todo tenía un brillo dorado, como si la luz del sol estuviera atrapada en las paredes y los muebles.
Caminaba por los pasillos, guiado por un impulso que no podía explicar, su cuerpo respondiendo a un deseo que había intentado negar durante todo el día.
Al girar una esquina, lo vio.
Jake estaba de pie en la cocina, pero esta vez no decoraba su tarta favorita ni preparaba macarons.
En su lugar, lo esperaba con una expresión suave, sus ojos fijos en los de Sunghoon. Su ropa era distinta también: una camisa ligera, casi transparente, que dejaba ver el contorno de su piel acaramelada y un pantalón de mezclilla que marcaba su delgada y delicada figura.
El dulce aroma que Sunghoon asociaba con él llenaba el aire, pero ahora era más intenso, envolvente, casi hipnótico.
Sunghoon sintió su cuerpo moverse por voluntad propia, acercándose lentamente, incapaz de resistirse.
Sus pasos eran silenciosos, pero cada uno parecía resonar en su mente, como si estuviera caminando hacia algo inevitable.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Jake levantó la mano, y sin decir una palabra, tocó suavemente el pecho de Sunghoon.
El contacto fue como una descarga, un fuego que recorrió su cuerpo, haciéndolo sentir vivo de una manera que nunca había experimentado antes.
Era como si su piel hubiera estado esperando ese toque, como si todo en su vida lo hubiera llevado a este momento.
—Sunghoon... —Jake susurró, su voz suave y cálida, casi un eco en la habitación dorada.
El alfa cerró los ojos, dejándose llevar por esa simple caricia. Nunca había sentido una necesidad tan intensa, tan abrumadora. En su vida, siempre había controlado todo: sus decisiones, sus emociones, incluso sus deseos.
Pero ahora, frente a Jake, todo ese control se evaporaba como el humo, dejándolo vulnerable, expuesto.
—¿Por qué me haces esto? —preguntó Sunghoon, su voz ronca por el deseo que ardía en su interior.
Jake sonrió, una sonrisa que parecía contener todos los secretos que Sunghoon jamás entendería. Se acercó más, hasta que sus labios estuvieron a un suspiro de distancia, el calor de su aliento entrelazándose con el de Sunghoon.
—No lo sé... —susurró Jake, con los ojos brillantes de un deseo reflejado en el alfa—. Tal vez porque tú también lo deseas.
Sunghoon no podía negarlo. Su cuerpo respondía a cada palabra, cada movimiento de Jake, como si hubiera estado destinado a esto desde el principio.
Su mente intentaba resistirse, recordando las palabras de su familia, las expectativas que siempre había seguido al pie de la letra: los omegas eran para alfas que buscaban compromiso, estabilidad, una familia.
Pero nada de eso tenía sentido ahora. Lo único que importaba era Jake y esa atracción que lo estaba consumiendo por dentro.
De repente, el espacio entre ellos desapareció, y sus labios se encontraron en un beso lento y profundo.
Sunghoon sintió que el tiempo se detenía, que todo el mundo se desvanecía, excepto ese momento. El sabor de Jake era tan dulce como su aroma, y Sunghoon se perdió en él, enredando una mano en el cabello suave del omega, tirando de él con una desesperación que no podía contener.
El beso se intensificó, cada segundo empujando a Sunghoon más y más al borde del deseo.
Las manos de Jake se deslizaron por su pecho, su tacto ligero pero ardiente, dejando una marca invisible en su piel.
Sunghoon quería más. Necesitaba más. Pero justo cuando sus cuerpos parecían fundirse en uno solo, todo cambió.
El calor del momento se desvaneció, y la cocina dorada comenzó a oscurecerse.
El rostro de Jake se desdibujó, sus manos alejándose lentamente hasta que Sunghoon ya no pudo sentirlo.
Intentó alcanzarlo, pero era como si el aire se lo arrebatara, llevándose consigo esa sensación de necesidad que lo había consumido.
—Jake... —murmuró en la oscuridad, tratando de aferrarse a él.
Pero el omega desapareció completamente, y la oscuridad envolvió a Sunghoon.
Despertó con un jadeo, el corazón latiendo furiosamente en su pecho.
Estaba cubierto de sudor, sus manos apretadas en las sábanas como si intentara anclarse a la realidad. El sueño había sido tan vívido, tan real, que le costaba creer que no había sucedido de verdad.
Se pasó una mano por el rostro, tratando de calmarse, pero el recuerdo del beso seguía ardiendo en su mente.
Jake. Ese aroma, ese contacto... todo se sentía como una marca indeleble en su piel. Era como si cada fibra de su ser clamase por el omega, y eso lo asustaba.
Miró el reloj en la mesita de noche. Apenas eran las cuatro de la mañana, pero sabía que no podría volver a dormir. No después de ese sueño.
Sunghoon se levantó, caminando hacia la ventana de su habitación, abriéndola para dejar entrar el aire fresco. Sin embargo, el aroma del jardín no pudo borrar el dulce rastro de Jake que aún permanecía en su mente.
—Esto es una locura —murmuró, apoyando la frente contra el cristal frío.
Sunghoon siempre había sido alguien práctico. No había espacio para impulsos o emociones descontroladas en su vida.
Las relaciones, especialmente con omegas, debían ser estratégicas, planificadas. Pero todo lo que sentía por Jake desafiaba esa lógica.
El omega no solo lo atraía físicamente; había algo en su presencia, en su vulnerabilidad y fortaleza combinadas, que lo fascinaba. Y eso era peligroso.
"No puedo dejar que esto siga", se dijo a sí mismo, intentando convencerse.
Pero en el fondo, sabía que era inútil.
Jake había despertado algo en él que no podía controlar, algo primitivo y visceral. Y, aunque intentara negarlo, sabía que encontraría una manera de acercarse a él de nuevo.
Porque ahora, más que nunca, Sunghoon sabía que no podía resistirse al omega con el aroma más dulce que jamás había conocido.
Hoonie se la voló con ese sueño🤭
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