2. Trazos sobre papel, humo de cigarro
Mientras caminaba por el pasillo, algunos estudiantes observaban a Oliver con burla. Se sintió intimidado y bajó la cabeza. Al llegar a su pequeño dormitorio, se contempló a sí mismo en el pequeño espejo: parecía el loco del pueblo. Sin un zapato, pijama y la chaqueta torcida. Quizás por eso todo mundo lo observaba. Intentó arreglarse lo más decente posible, pero no tan decente como para llamar la atención. Todo estaba calculado: colores opacos, zapatos genéricos, y sólo una bufanda grisácea alrededor del cuello para el frío. Antes de irse, echó a la mochila una de sus posesiones más preciadas: una cajetilla de cigarros.
Fue directo a la cafetería, a esperar a un lado de la máquina expendedora a Allen. No tenía las agallas de ir por ahí con Lenny rondado. No tardó en distinguir al pelirrojo de entre la multitud, siempre lo distinguía así.
—Hola... —murmuró Allen, mantenía la mirada baja, porque aunque lo quería evitar pensaba en como el bully podría usar sus creaciones contra el mismo.
—¿Todo bien? —preguntó, primero sonriendo, y luego no tanto— ¿Te lo encontraste?
Había ya un pequeño desastre de ruido y gente en la cafetería. Y extrañamente, Oliver se sentía invadido por esa sensación de estar solo. Como perdido en un país extranjero en el que todos hablan una lengua y se ven diferentes. Él llevaba ahí un considerable tiempo, y sin embargo, la sensación era la misma. No tenía amigos además de Allen. Quizás se deba a su compresión corporal, que era un poco escuálida y de estatura inferior al promedio... O a otra cosa. Sí, eso. Eso en lo que estaba pensado.
—No aún sólo... —Allen dudó por un momento. Tal vez eso no era lo más importante, tal vez si no le daba importancia entonces Lenny no lo atacaría con ello. Sí, esa debía ser la solución. Podría dibujar y escribir otras cosas más adelante, así que no debía preocupar a Oliver— Solo estoy pensativo, tal vez algo ansioso. ¿Ya comiste?
—Intenta relajarte un poco. No nos puede hacer nada aquí, enfrente de todo mundo. Y no, no he comido. Mis padres siempre me dicen que comer antes que la compañía no es de buenos modales o una mierda de ese estilo.
Comenzaron a caminar hacia donde servían la comida. Tuvieron que atravesar todo el comedor, y por ese momento, el cuerpo de Oliver se puso tenso, como si estuviera conteniendo la respiración. Se pusieron en la fila y se asomaron para ver que servían.
—Ensalada de brócoli, huevo a la mexicana y sándwiches. Qué horror. Pero supongo que estamos condenados.
—Supongo que sí... Creo que no voy a desayunar hoy. Pero te acompaño de todas formas— dijo Allen con una mueca.
Sorprendentemente a diferencia de días anteriores la fila avanzó con más fluidez. Allen estaba algo perdido entre todos hablando, pero una conversación llamó su atención, al parecer la profesora de química no podría dar clases ese día, por lo que había una pequeña posibilidad de que tuvieran esos periodos libres.
—¿Oíste eso?
—¡Por supuesto que escuché eso! —contestó Oliver y tendió los brazos hacia el techo—. ¡Gracias! —al llegar su turno, pidió un simple sándwich de pavo sin cebolla. Repitió dos veces la oración «sin cebolla»—. Hay que irnos de aquí. Uh..., ¿te parece si vamos a las gradas del campo de fútbol? ¿O es mejor ir a buscar un buen árbol fuera del campus?
Recibió su sándwich y comprobó rápidamente que tenía cebolla. Frunció el ceño, pero de todos modos dio las gracias a la amable cocinera que quizás, quería pensar Oliver, tenía sordera.
—En busca de un buen árbol, necesito aire fresco —contestó Allen.
Se disponían a salir, pero antes Allen decidió comprar un jugo de la máquina expendedora. Después caminaron juntos a las afueras del lugar.
No era de extrañar que hubiera gente dispersa por todos lados, lo extraño era que habían encontrado justo lo que necesitaban, un árbol solitario y grande, lo suficiente como para tener buena sombra.
—Ese sin duda grita porque nos acerquemos.
Oliver dio una mordida al sándwich, asintió energéticamente. El clima era frío, lo que indicaba el establecimiento del otoño y que avisaba por un invierno gélido. El muchacho se sentó justo a la sombra del árbol, en el césped. Volteó a ver al cielo, estaba hermoso. Por un segundo se olvidó de Lenny y toda esa mierda:
—Algún día, Allen, me voy a fugar de aquí. Nunca nadie más me encontrará. Será fabuloso —dijo y volvió a dar otra mordida.
Acostumbraba a referirse al internado como si fuera una prisión, porque así se sentía, encerrado. Allen sonrió con cierta melancolía de solo pensar en ese momento:
—Sin dudas me alegrará mucho cuando pasé, serás libre. —Sí, Oliver era lo único que hacía pasable ese lugar y sabía que estaría triste cuando eso pasara, pero también sabía lo infeliz que Oliver era allí, por lo que a final de cuentas se sentiría feliz por él—. Hace un buen clima. Esta sería la oportunidad perfecta para echarme una siesta —dijo con una no muy común, gran sonrisa—. Pero prefiero terminar mi tarea de química, nunca se sabe que pueda pasar.
Oliver soltó una pequeña risa, dobló las piernas de manera que quedó casi con las rodillas pegadas al pecho y comenzó a hablar:
—No desperdicies tu vida haciendo tareas de esa y aquella materia. Al final de cuentas, cuando te mueras, ¿habrá valido la pena? ¡Por supuesto que no! Ni un minuto de tu vida invertido en ello habrá valido la pena —fijó la vista en Allen—. Y no lo digo para justificar mis pésimas calificaciones en todo, claro. Lo digo para que te relajes. Y si tu cuerpo quiere echarse una siesta, pues tómalo.
A continuación, lanzó el resto de su sándwich lo más lejos que pudo. Aún con la cebolla fuera, sabía a cebolla. Allen frunció el ceño y luego negó a la par que reía:
—Entiendo tú punto, pero yo necesito hacerlo, de otra manera no podré dormir con ello inconcluso —dio un sorbo a su jugo y luego sacó sus cosas de la mochila— Pero te aseguro que cuando termine esto no me haré responsable de los ronquidos.
Con aquello dicho comenzó a leer la actividad que le habían dejado.
Oliver intentó quitar los mechones de cabello que le caían sobre la frente, pero fue inútil porque volvieron a su sitio. Miró como el chico sacaba los libros. Puso los ojos en blanco.
—Uh, me siento ignorado, rebajado y menospreciado. Eres terco —dijo con intencional exageración. Era fan del dramatismo—. Pero bueno, si tú quieres desperdiciar una hermosa mañana de otoño como esta, es tu responsabilidad.
Puso la mochila de almohada y se acostó en la hierba.
—Deberías ser actor —opinó Allen con una pequeña sonrisa mientras comenzaba a responder la actividad.
—Actor. Que tonterías dices.
Pasaron alrededor de treinta minutos cuando Allen terminó de responder lo que le faltaba, pensó en tomar una siesta, pero sintió que era mejor no bajaba la guardia. Por lo que optó por dibujar cualquier cosa que se le viniera a la cabeza en ese momento, ya después arrancaría la hoja y vería qué hacer con la misma, por el momento era mejor sólo concentrarse en lo que hacía. De vez en cuando inspeccionaba la zona, las personas que iban y venían, no podía confiarse.
Oliver cerró los ojos, solo escuchaba el ruido del lápiz arrastrándose contra el papel. Volteó a ver un momento, y verificó que ya no se trataba de apuntes escolares, sino que estaba dibujando algo
— ¿Qué dibujas, Allen? ¿La siguiente Mona Lisa?
Evidentemente, él no estaba nervioso ni mucho menos al pendiente de que en cualquier momento pudieran ser emboscados. Tan solo como había dicho, disfrutaba de la mañana sin primera clase.
—Depende, si no eres alguien que se espante con facilidad entonces podría ser cualquier cosa, nada en específico. Pero si eres mi madre sería una razón evidente de que necesito un psiquiatra. Claramente no eres mi madre, así que la respuesta es, cualquier cosa que se me venga a la mente. —Sin que el dibujo estuviera listo se lo mostró, era una cabaña simple si no era detallada, pero si tenías buen ojo podrías notar los detalles por el momento ocultos—. Es algo bastante normal, ¿no crees? Me inspiré un poco en un libro que leí hace un tiempo.
—Demonios, Allen —examinó el dibujo con los ojos entrecerrados—. Estoy seguro de que tienes más talento que toda nuestra clase junta. —Y ni siquiera estaba terminado. Pero estaba impresionado por la habilidad que tenía de retratar cualquier cosa sin tener una referencia enfrente. Quizás Oliver se impresione fácilmente con cualquier cosa, pero este era un tipo más profundo de fascinación. Allen mostró por segunda vez en el día una gran sonrisa.
—¿En serio crees eso? Normalmente dicen que es una pérdida de tiempo por mi parte, pero me alegra que te guste —mencionó volviendo a dibujar. Aquello le había inspirado a seguir con lo que hacía, suponía que en algún momento se encontraría con más personas a las cuales les gustara su arte.
—No es una pérdida de tiempo. Dibujar es algo que te hace feliz de verdad, te da una felicidad muy diferente a hacer tarea de química, ¿no es así? Y hace que automáticamente valga la pena —apenas recordó que en la mochila tenía su cajetilla de cigarros. En un rápido movimiento tomó uno y lo encendió. Se acostó de nuevo con el cigarro entre los labios. De cualquier forma, no había maestro a la vista—. Te desafío a dibujarme a mí, ¿crees que puedas retratar mi tremendo nivel de belleza?
—Acepto el reto —mencionó girando la página con entusiasmo—. Haré mi mejor esfuerzo.
Con la idea en mente comenzó el boceto inicial. La pose del dibujo era una donde Oliver se recargaba del árbol, mantenía una pierna estirada y otra recogida verticalmente, en la misma posaba un brazo mientras que con el otro lo mantenía suspendido en el aire para así darle lo que sería una calada al cigarrillo.
Al no tener una referencia clara Allen fue a ciegas por esa opción, pero mantenía la idea en su cabeza. Se veía sereno, una que otra vez fruncía el ceño cuando algo no salía como esperaba y también dirigía algunas miradas a su compañero para estar al tanto de ciertos detalles.
Por su parte, Oliver siguió centrado en disfrutar su cigarro. Después de todo, era muy difícil conseguir una cajetilla y también lo era encontrar un momento para fumar. De vez en cuando se quedaba quieto para asegurarse de que Allen pudiera retratarlo bien. El entusiasmo de Allen le contagió y a su vez se entusiasmó más:
—Quiero que dibujes todas mis pecas. Las tengo contadas eh, así que me daré cuenta si falta una —dijo medio riéndose. Por solo un momento sintió un poco de vergüenza. Allen hacía un retrato a lápiz mientras él estaba ahí, fumando. Frunció el ceño y luego sacudió la cabeza.
Allen dejó escapar una risa ante su comentario. El tiempo pasaba lento en ese momento, hacer lo que más amaba le llenaba de felicidad. Luego de que el dibujo estuviera prácticamente listo se fue a hacer las líneas finales, aquellas que al sobresalir sobre las demás le darían su brillo al dibujo en sí. Una vez terminadas comenzó a perfeccionar los detalles, esa solía ser su segunda parte favorita de dibujar, la primera claro eran las líneas finales.
Mientras Allen estaba enfocado en los trazos, Oliver volteaba a verlo de vez en cuando, por cortos períodos de tiempo. Le gustaba la expresión concentrada pero a la vez serena de su compañero, pero claro, mirar fijamente a una persona es raro, por lo que lo hacía disimulando. «Es como un artista de verdad. Bueno, él es un artista de verdad», pensó.
Luego de unos minutos más, Allen podría dar por terminado el dibujo, borró aquello que no necesitaba, resaltó alguna que otra cosa y listo, para cuando planeaba darle la noticia a Oliver escuchó sonar la que sería la tercera campanada de la mañana, lo que indicaba que pronto se acabarían los tres primeros períodos. Allen sin dar más vueltas arrancó la hoja y se la pasó a Oliver.
—Te debo el coloreo, pero eso aún me cuesta un poco —se disculpó. El dibujo se podría creer difícil, pero para Allen no le parecía así, al menos aquel no, ya que los mayores detalles estaban en el rostro y por supuesto las manos, que solían ser el martirio de muchos artistas.
Oliver tomó la hoja entre sus manos y examinó en silencio, como si estuviera calificando. Después, volteó a ver a Allen con incredulidad, como diciendo «¿de verdad lo dibujaste tú?». Tragó saliva y las palabras le tardaron en salir. Por supuesto, había visto sus dibujos antes. Muchas veces en realidad, pero nunca un retrato de ese estilo...
—Es..., demasiado bueno. Fabuloso, quiero decir. Y no sólo porque sea yo el que está dibujado, sino que... —hizo una pausa como para organizar sus comentarios. Pero le pareció más adecuado simplificar—. Soy tú fan y deberías de cobrarme por esto.
—Te agradezco, me contenta que te guste —confesó—. Pero ve esto como un agradecimiento de mi parte por las veces que me has ayudado. —Era cierto que Allen le debía mucho a Oliver, por más que él mismo insistiera que no era para tanto, el chico no podía evitar sentir que debía devolverle el favor, tal vez aquel dibujo no era suficiente, pero vería con el pasar del tiempo cómo pagar el resto—. Debería guardar mis cosas, seguramente en poco tiempo será la hora del descanso y esto estará peor que en la mañana.
La campana y el último comentario de Allen reventaron la burbuja de tranquilidad que había crecido en ese breve periodo de tiempo. La realidad seguía existiendo, y Lenny también. Oliver guardó cuidadosamente el dibujo en su mochila, se levantó y después de sacudirse la ropa, ofreció la mano para que Allen se levantara.
—Y después toca clase de deportes —dijo lentamente y en voz baja— Esperó que no juguemos quemados otra vez.
Recordó vagamente que Charles London fue atacado por Lenny en los vestidores del gimnasio, después de la clase de deportes. Y se preguntó si no se repetiría la cosa con ellos.
Allen aceptó la ayuda y se levantó.
—Gracias —murmuró. Una vez de pie sacudió de igual manera su ropa—. Si es voley, me destacaré.
Ambos caminaron a los adentros del internado, por la aglomeración chocaba una que otra vez con diversas personas. Cuando estuvieron en la cafetería la cosa estaba peor, una cierta cantidad de alumnos no desayunaba por lo que a la hora del almuerzo la cantidad de personas era increíble. Varios discutían con aquellos que se colaban en la fila, otros reían por aquellos que se quejaban.
Oliver entrecerró los ojos. Él nunca se destacaba en ningún deporte, y siempre lo elegían de última a la hora de hacer equipos, porque era bajito. Y cómo olvidar que justamente se volvió blanco de burlas por su inexistente habilidad para el basquetbol. «Quizás por eso empecé a existir para Lenny» pensó. Chocó con una estudiante, pidió disculpas y siguió avanzando.
—Es un jodido caos. Estoy cansado de pelear por mi comida cada que es la hora del almuerzo.
De todas formas, fueron a formarse. Las máquinas expendedoras eran igual de demandas, así que daba igual. La fila era larga y lenta, muy lenta. Podrían morir ahí esperando.
—Hoy tuve un sueño raro. Cuando estábamos durmiendo en el piso del...., eso —Oliver bajó el volumen de voz—. Soñé que tú..., olvídalo.
—¿Qué soñaste? —preguntó intrigado. Sin resolver una respuesta inmediata se vio obligado a avanzar de golpe.
En las filas podrías acabar mal de dos formas, la primera era tener que esperar demasiado, la segunda era el daño físico al estar por momentos todos tan apretados. Inevitablemente Allen se quejó por recibir un codazo en sus costillas. Odiaba las horas de comida allí.
—Bueno, ¿sabes? Los sueños nunca significan nada, por supuesto —sintió que la cara se le ponía roja—. Soñé que me golpeabas. No recuerdo mucho, solo que me dabas un puñetazo acá —señaló el ojo izquierdo—. Y luego decías que me lanzara de la azotea o una mierda de ese estilo. Pero sólo son sueños, claro. Y me pareció curioso que fueras tú y no Lenny, es todo.
—Vaya eso... Eso sí que es extraño —levantó las cejas y dejó una risa algo incómoda, no quería pensar que su amigo desconfiase del—. Pero es como dices, al final es solo un sueño...
Su turno llegó y pidió algo simple, un poco de arroz y la carne que servirían ese día. Intentaba mantener los pensamientos intrusivos de lado, repitiéndose mentalmente la frase «sólo fue un sueño», a final de cuentas darle vueltas a ese asunto no le traería nada de bueno.
—Exactamente. Sólo un sueño. Y los sueños sólo son vómito del inconsciente o algo así.
Mantuvo la vista abajo. Para comer pidió a la cocinera con sordera un poco de ensalada y arroz. Gracias al cielo, esta vez no se equivocó con el pedido. Recibieron las charolas y por suerte pudieron apoderarse de una de las mesas. Quizás había mucho ruido ahí dentro, pero por ahora Oliver no tenía ganas de ir a caminar a ningún lado. Después de todo, la clase de deportes lo ponía nervioso, más bien, tenso siempre.
—Hoy Dios nos ha mirado a los ojos —exclamó Allen para justo después comer su segundo bocado. Al principio apenas y conseguía comer las comidas del lugar, pero a esas alturas estaba acostumbrado—. No está tan mal. Tal vez falta algo de sal, pero está bien.
Oliver ahora estaba un poco desganado. Apuñaló al arroz con el tenedor varias veces antes de siquiera dar el primer bocado. Quizás era el ruido del comedor, lo desabrido del arroz, la depresión pos-cigarro, la clase de deportes, o la sensación de que algún día Allen le daría una paliza, pero se sentía un poco desganado.
—Oye Allen, me he preguntado, ¿qué carrera quieres estudiar?
Allen dirigió su mirada hacia él, extrañado de su repentino comportamiento.
—Supongo que sí pudiera, Artes. No pienso mucho en eso, ¿sabes? —miró su comida y comenzó a juguetear con la misma—. Es extraño...
Siguió comiendo, aquel día la comida estaba extrañamente apetecible, o solamente tenía tanta hambre como para comer cualquier cosa.
—¿A qué viene esa pregunta? —Allen le miró nuevamente expectante.
Oliver siguió apuñalando su arroz. No había supuesto que Allen escogería Artes, después de todo, de acuerdo con sus propios padres, las carreras relacionadas a las artes no eran carreras de verdad. Tomó aire:
—Solo te lo pregunto porque quiero obtener ideas. Mi padre es cirujano y mi hermana es enfermera. Digo, quiero escoger una carrera igual de respetable, pero no me interesa ninguna de esas —«y tampoco tengo la capacidad para escogerlas», pensó—. No me interesa ninguna, de hecho. Supongo que tendré que vender drogas en un puente. —Apartó el plato de sí cuando se dio cuenta de que no tenía hambre— O considerando mi apariencia, cómo luzco dos años menor, creo que ni siquiera me conviene ser narco.
—Quién sabe todo es posible —dijo para levantarse a llevar a su plato—. Mientras más pienses en ello será peor.
Le hizo una seña para ir a dejar las sobras en un bote y luego los platos en su lugar. Continuó hablando:
—La única desventaja son las expectativas, que todos estén esperando algo y no sea así, puede ser muy bueno como puede ser muy malo.
Ya habían comenzado a caminar hacía las afueras del comedor, calculaban que no les quedaba mucho tiempo antes de la clase de educación física.
Oliver daba pasos más cortos de lo usual. Las expectativas, sí. Su padre no tenía expectativas de él desde que sus calificaciones mostraron una tendencia al declive. Pero su madre y Casey..., bueno. Ellas si esperaban algo. Y Oliver no podía dar ese algo. Lo sabía perfectamente.
—No entiendo cómo puede ser bueno —dijo con mal humor—. Iré a ponerme el estúpido uniforme de deportes. Te veo allá.
Ni quince minutos transcurrieron desde que Oliver se puso aquella maldita bermuda deportiva y la camisa de mangas cortas. Se había cambiado realmente rápido, para no tener tiempo de pensar en esto o aquello. En esto o aquello..., esto o aquello. Pero querer evitar pensar en ello lo había llevado a distraerse. Ahora se encontraba a un lado de la puerta del gimnasio, los estudiantes apenas ingresaban. Todos hombres, por supuesto. Ya habían llegado a ese nivel educativo en el que los hombres y mujeres toman la clase de deportes separados. Y el maestro ahí estaba, con su cara de mal humor que era comparable a la de Oliver.
Allen sin entender su repentino cambio de humor lo dejó ir adelante. Junto a los demás entró a cambiarse. Había elegido una esquina fuera de la vista de los otros chicos, sabía cómo eran y lo que menos quería era aguantarse otra inseguridad. Tardó un poco más al notar que sus cosas no estaban completas, faltaba la camisa. Se dejó la que llevaba y se asomó a ver si no estaba la otra por allí. Luego de casi salir del lugar se topó de cara con Lenny y sus fieles amigos. Estos le hicieron retroceder.
Uno de los chicos inspeccionó el lugar. Luego volvió y se acercó al cabecilla:
—Nadie —una palabra simple que anunciaba el peligro inminente.
Inmediatamente la palabra fue dicha, la puerta fue cerrada por el otro. Una retorcida sonrisa se asomó con una lentitud escalofriante en el rostro de Lenny:
—Así que me encuentro con Allen, el novato Allen Taylor. Sin duda este es mi día de suerte —presumió tronando sus dedos—. Vigilen la puerta.
Oliver miraba para todos lados del gimnasio. ¿Dónde diablos estaba Allen? No estaba dispuesto a tener que pasar por la clase de deportes solo. Pero justo cuando se estaba por escabullir, el entrenador sonó el silbato y fue a reunirse al centro de la cancha.
Mientras tanto, Lenny se dispuso a manejar sus asuntos.
—Mira Allen, eres novato en este jodido pozo. Es predecible que cometas idioteces como ir a abrir la boca con los profesores, o como hacerte amigo de escorias como Oliver Wade —lo miró con aires de aburrimiento—. Lo que estás a punto de experimentar es para recordarte que no puedes cometer errores como esos, y mucho menos cuando tienen que ver conmigo.
Hubo un silencio que tomó un instante. En ese segundo Lenny puso una expresión indescriptible, como quien está a punto de descender por la pendiente de la montaña rusa. Sin previo aviso, se acercó a Allen tan rápido que la mera acción pudo tomar por sorpresa a cualquiera; lo tomó por el cuello de la camisa y posteriormente lo tumbó al suelo de los vestidores.
—¡¿Estás asustado?! ¡¿Tan pronto?!
Los otros dos chicos permanecieron detrás de Lenny, uno de ellos medio riéndose y el otro como buscando algo en el techo
Sin saber qué hacer y efectivamente tomado por el miedo, Allen se arrastró hacia atrás. Buscó una salida, hacia donde correr, pero las siluetas le cerraban el paso. Todas sus opciones se redujeron a tirarle una mochila a la cara, y acto seguido levantarse tan rápido como pudo. No tuvo resultado. Fue pasmado por un golpe en el estómago. Sin aire Allen cayó sentado al piso, no podía pensar en nada más que en el dolor, llevándolo inconsciente a lagrimear un poco.
—Creer que puedes escapar es patético. Oh, ¿está llorando?
Mencionó mientras se acercaba nuevamente a él para luego dejar su pie sobre su pecho, dejándolo inerte en el suelo. Antes de poder decir algo, Allen se llevó una patada en las costillas.
Formen equipos para jugar voleibol. Eso había dicho el entrenador. Y ahí estaban los capitanes seleccionando a los que querían que formaran parte. Oliver, como siempre, se quedó de los últimos. Oliver pensaba en esto y aquello, estaba bastante ansioso.
«¿Dónde carajos está Allen? Pues él no dijo que iba a faltar. Entré mucho antes que él a los vestidores. ¿Seŕa qué...?», pensaba.
El estómago se le revolvió y se puso pálido. Quiso pensar que no, pero de cualquier forma fue a excusarse con el entrenador y fue directo a los vestidores. Antes de abrir la puerta, se preguntó: ¿Qué haré si realmente Lenny está ahí? No puedo decirles a los maestros. Pero tampoco voy a dejar que le den una paliza. ¡Mierda! Cállate y fíjate.
Había perdido la cuenta de cuántos golpes y patadas recibió. Su cuerpo dolía y ardía, su mente no podía procesar nada más allá del sufrimiento que estaba siendo aquello. Sus ojos ya no simplemente lagrimeaban, ahora estaban inundados por las lágrimas que se esforzaba en retener.
Quería verle fin a todo lo que pasaba, pero Lenny y los suyos demostraron estar apenas comenzando. Por un momento, fue levantado y apoyado en la pared, desvió su mirada dando con su reflejo en el espejo, lleno de sangre, moretones que estaban poco a poco haciendo acto de presencia junto a la hinchazón. Su rostro fue dirigido al frente, allí estaba él, disfrutando de su tortura, en ese momento pudo razonar algunas preguntas, "¿Cómo? ¿Cómo alguien disfrutaba lastimar a otro?"
Por una ligera línea que se formó en la puerta entreabierta, Oliver pudo observar parcialmente. El alma se le fue a los pies. Primero hubo un shock tan intenso que creyó se iba a morir, pero inmediatamente después vino el golpe de adrenalina. Se llenó de rabia, se olvidó del miedo y las ansias. ¿Qué importancia tenía esto y aquello ahora? Abrió la puerta de un azote y entró.
—¡Están dementes, todos ustedes son unos jodidos psicópatas! —gritó, la garganta le dolió. El único pensamiento claro que transcurrió por su mente fue "esperó que afuera alguien me escuché" — ¡Te juró que no hay día en el que no desee que estés muerto!
Estaba ahora en medio del vestidor. Tan enfurecido que tuvo las agallas suficientes como para abalanzarse contra Lenny. Y lo logró derribar, solo por pura suerte. Oliver tuvo el privilegio de dar algún que otro puñetazo y otro rasguño. En ese momento poseía una fuerza desmesurada que nunca había sentido. Sin embargo, eso no duró ni quince segundos, porque una tercera persona lo quitó de encima y lo puso contra el suelo, como si de un policía arrestando a un criminal se tratase.
Allen presenciaba todo, presenciaba el horrible espectáculo. Pensó en hacer lo único que podía en el momento: gritar por ayuda, gesto que le costó ser tirado, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza. ¿Quién había sido? ¿Por qué con tanta fuerza? No importaba. A los pocos segundos se estaba quedando inconsciente, mientras sus ojos se cerraban, veía como ahora era Oliver quién era golpeado. Cuando no pudo más cerró sus ojos...
Y mientras tanto la existencia de Oliver se reducía a un golpe, otro golpe en la cara. En esos breves segundos en los que el puño lo aturdía veía chispas de colores y después todo negro. No supo cómo, pero logró acertar un golpe con la rodilla en la entrepierna de quien sea que lo estaba atacando. Corrió a gatas a un lado de Allen.
—¡Despierta, Allen! ¡Por favor! —sacudía violentamente el cuerpo de Allen, lo cual no tuvo ningún resultado porque había perdido el conocimiento.
Oliver abrió mucho los ojos, hipnotizado, incapaz de procesar que tan lejos había escalado el asunto. Una mano lo tomó del brazo y le obligó a pararse. Sin dudas, Lenny no era el tipo normal de matón escolar. Pudo ver a uno retorciéndose en el suelo, y al otro examinando a Allen a la distancia.
—¡Dime por qué! ¡¿Qué demonios te hicimos?! —le gritó.
—¿No lo entiendes? —Lenny retrasó el puñetazo que estaba por lanzar —. No hay punto, este es el maldito punto.
La mirada de Oliver fue terror puro. Pero antes de que pasara algo, el maestro de deportes ya había llegado.
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