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3

La boda es lo que Montserrat siempre había imaginado para ella. Sabía que los ricos son exagerados pero eso es poco para lo que ven sus ojos. La fiesta se llevó a cabo en el salón de baile del enorme castillo de la familia de James, una compañía se encargó de construir un salón anexo, en un espacio verde completamente equipado y acondicionado. Las telas que lo visten por dentro son de ensueño.

—Wow menos mal que vine.

Dice Abigail, que ahora que la mira con atención, puede una belleza latina, sin duda alguna. Sabe que es latina, porque en el auto que le ha contado que nació en colombia, pero estuvo viajando por Latinoamérica mucho tiempo y vivió bastante años en México.

—Definitivamente esto es algo que solo verías por televisión —dijo.

—¿Dónde nos sentamos?

—Mesa 4.

Para su desgracia bien cerca de los novios, con las estúpidas de las amigas de Hannah, más sus parejas. Ella recibió su invitación de dos personas, a la cual Abigail llegó como anillo al dedo.

Se acercan a la mesa con algunos de sus primos, logrando cambiar con sus primos dos lugares, tener que soportar a las amigas de su hermana, iba a terminar de arruinarle el día y tía abuela medio sorda es una buena opción de compañía. Mira a James y le levanta la copa para brindar por ellos, él hace lo mismo. Le cae mejor que su propia hermana, pero le da mucha pena, ella no lo ve a él, ve lo que su apellido y posición conllevan.

El primer baile de los novios transcurre luego de las fotos protocolares, saludan a todo el mundo. Abigail y Montserrat están fascinadas por la fiesta, aunque luego de un rato la rubia solo mira hacia afuera, el jardín de flores, la fuente y el pasto verde. Ahora antes del baile oficial de la pareja recién casada, es el turno del ramo de flores. Ella no se para, pero no es algo que le pase por alto a su madre.

—Montserrat —se para a un lado y se agacha susurrándole al oído, para no llamar mucho la atención— ve a ponerte con el resto de las mujeres solteras.

—¿Para qué? —la observa desafiante— ambas sabemos que no voy a casarme y si lo hago ¿Quieres correr el riesgo de saber si te toca un yerno o una nuera?

—No hagas un papelón ahora, levántate y ponte ahí.

A punto de responderle, Abigail toma su mano y la arrastra hacia el grupo que se forma. Ella está muy emocionada y parece no haberse percatado de la discusión con su señora madre, ella solo le sigue la corriente, y se mantiene entre la multitud con una copa llena de champagne en la mano, no agarrará ese ramo ni aunque se lo den servido.

  Margot está de espaldas a ellas, ella levanta una ceja «termina con esto, así vuelvo a sentarme o mejor aún, así me voy» .

—Uno... dos... y

Algo le golpea en el rostro, provocando que la copa derrame su contenido en su vestido.

—Perdón, perdón no fue queriendo.

—Se lo largaste directo al rostro Hannah ¿Cómo que no fue queriendo? —dice entre dientes su madre— vamos a verte al baño ¿Puedes abrir el ojo?

—Te voy a matar imbécil.

—Está todo bien, solo iremos a chequear que mi hermana esté bien. Ya volvemos.

Llegan al baño y entra  las tres. Su madre le ve el ojo mientras eleva la mirada hacia arriba.

—Parece que no...

—Se suelta y toma a su hermana por el cuello, llevándola hasta la pared— Lo único de que te salva de una paliza, es que es tu boda y saldrías marcada, pero vuelves a agredirme y serás lo último que hagas.

No es un secreto que se llevaban mal, pero hacer esto en su boda traspasa algunos límites de su paciencia, ni siquiera quería venir. Siempre ha existido una rivalidad entre ellas. Ella era y es la rebelde y Hannah la perfección, todo lo que sus padres esperan y más. Montserrat había llegado de sorpresa y ella fue buscada. El día y la noche, y no solo porque ella es una rubia teñida de piel trigueña bronceada y ella una castaña de tez pálida. Ambas son muy diferentes, desde lo físico hasta en las formas de ser.

—No puedes dejarme ser protagonista en mi propia boda —escupe con rabia— todos voltean a verte a ti y a tu amiguita.

—¿Será por que soy más bonita?

—Será porque eres más lesbianita —se acerca y la abofetea y su madre a ella— jamás sorportaste ser mi sombra, es un error que hayas nacido, ni siquiera que ahora existas fue buscado.

—Prefiero ser la oveja negra que vivir conforme a lo que otros piensan o quieren de mí. Al menos no soy un títere, ni uso a otros como tú lo haces. Las tres aquí sabemos que no amas a James —ninguna refuta esa verdad.

—Son hermanas por Dios santo, ya córtenla —su madre está en medio de ambas, mientras se miran con odio— no pueden verse con la ira que lo hacen.

—De hecho si podemos. Y por cierto felicidades mamá, veremos que te toca en la ruleta rusa de mi vida, como mi pareja, espero que asistan a la boda.

Salgo del baño con James parado frente a la puerta a punto de tocar.

—¿Estás bien? —James la mira con preocupación e intenta acercarse pero se aparta, no lo quiere cerca— sí, solo casi me saca el ojo, pero no tuvo tanta suerte —exhala tratando de calmarse— será mejor que vuelva, necesito maquillarme de nuevo y un trago doble.

—¿Todo bien? —pregunta Abigail preocupada cuando llega a la mesa— tienes el ojo rojo.

—Perdona a mi hermana, es una imbécil, debí decirte antes ¿Te molesta si salgo un rato? Necesito aire.

—Te acompaño —toma sus cosas y salen al jardín exterior que miraba desde que llegaron— por cierto, guardé tu premio —la mira extrañada— el ramo.

—Ríe sin gracia— No, gracias, no lo quiero, quédatelo, tíralo o préndele fuego, me da igual. No pienso casarme.

Caminan un rato en silencio, al llegar al pasto se saca los zapatos, necesita sentir la hierba fresca bajo sus pies, ella hace lo mismo y camina a su lado. En ese momento se percata que no sabe nada sobre ella, excepto su nombre, que nació en Colombia y vivió muchos años viajando por toda América latina. Pero ella ya sabe bastante sobre Montserrat como que se odian con su hermana, que es una oveja negra o la marginada de la familia y que no encaja entre ellos y quizás jamás lo haga.

—¿En que trabajas?

—¿De que tengo pinta de trabajar?

—Ay no me pongas en ese compromiso de adivinar y decir algo que te ofenda —ella sonríe ladina.

—Robo autos —la mira seria— es mentira, ya no hago eso —le guiña un ojo y no sabe si creerle o no—. Soy ingeniera automotriz, especializada en motores de alta gama, y seguridad antirobo —levanta una ceja sin entender— soy mecánica. Por cierto, tu auto tiene un ruido raro de rulemanes de la rueda derecha delantera y no estaría mal que le revisaran el tren delantero ¿Tú en que trabajas?

—¿De que tengo pinta de trabajar?

—Mmmm bueno, una blanquita como tú, teniendo en cuenta que no tienes cayos en las manos, pero si de vivir a costa de una dieta que incluye café, demasiadas tazas de café al día y no haber tomado sol, porque estás pálida. Supongo que si no eres pariente de los Cullen, podría ser algún trabajo de oficina. Ves a mí no me da miedo sonar ofensiva, si yo te hago una pregunta es porque estoy preparada para escuchar la respuesta, así que no tengas miedo de responder.

—Bueno al parecer ya tienes un prejuicio sobre mí.

—¿Tú sobre mí, no?

—Touché. Igual creo que los prejuicios son necesarios, sino te verías orillado a probar todo y es imposible probar todo y también exhaustivo, aparte que un prejuicio en algunos casos hasta puede salvarte de una situación de peligro, como ver la pinta de alguien y saber si es bueno o no, tomar ese callejón oscuro por más que sea corto.

—Ves, seguro eres muchas cosas menos alguien común. Pregunta, pero algo interesante. Ahora cuál es tu respuesta.

Llegan a una fuente, se sientan en la orilla y se suben los vestidos hasta los muslos, metiendo los pies al agua. Se siente tan bien la sensación de lo fresco en este calor infernal.

—Trabajo en el departamento de Marketing en un empresa. Dime quien eres, sin decirme tu profesión, ya me la dijiste —reímos ambas— y que te gusta.

—Sonríe satisfecha— Un reto, me gusta, me harás pensar —se toma un momento para responder su pregunta— soy el tipo de persona que... —comienza la frase pero se detiene un momento más a pensar— se para en la calle a acariciar un perrito, que inicia una conversación con desconocidos en la parada del autobús, que sonríe y regala los buenos días, aún cuando mi día va pésimo y por supuesto el tipo de persona tan puntual que llega un día antes a la boda de su mejor amiga, se queda por la comida y se lleva la sorpresa de que la chica junto a la que se sentó, es mucho más interesante de lo que aparentaba —asiente satisfecha con su respuesta—. Me toca —piensa un momento— si esta es la última vez que nos vemos, dime una verdad incómoda que jamás le hayas contado a nadie.

—Mira sus pies bajo el agua— Siempre he sentido que no encajo en ningún lado,
. No del todo, no siento que tenga un lugar al cual pertenezco, me siento más como una espectadora, que como la actriz secundaria de mi propia vida. Sobre todo no siento  que encaje con ellos, mi familia —. Traga despacio y suelta el aire contenido en sus pulmones, es algo que pensaba desde hace mucho, pero jamás lo había dicho en voz alta y menos a alguien más. Me toca —no quiere dar paso a su compasión.

—Montse...

—Estoy bien. Si tuvieras una sola opción ¿Elegirías un vistazo al futuro en 5 años y las oportunidades que perdiste, saber quien es tu alma gemela y dónde encontrarla, o los números ganadores de la lotería una vez por año? —ella sigue mirándola por su última respuesta— por favor Abi, solo responde mi pregunta y sigamos.

—Está bien —suspira— me has dado opciones difíciles —intenta alivianar la atmósfera— y todas son tentadoras, pero también traerían grandes consecuencias. Creo que elegiría la del alma gemela.

—¿De verdad te perderías la oportunidad de ganarte la lotería cada año?

—¿Amor sobre el dinero? Creo que la respuesta es clara. Podría tener todo el dinero del mundo pero de que me serviría si no tuviera con quien compartirlo. Me toca. Si te dieran un año de vida ¿Qué harías?

—Me mudaría cerca de la playa, me gusta el mar; tendría ovarios para enfrentar a mi jefe abusivo, le dió un puesto para el que me postulé a un inoperante; haría algo que me de miedo, como saltar en paracaídas.

—¿Qué te detiene de hacer todo eso? Digo, estás viva y sana, por lo que se ve —se encoje de hombros—. La vida se va muy rápido Montse, casi que en un parpadeo, lo veo con mis sobrinos, crecen tan rápido —se da vuelta, le sonríe y algo en Montserrat se mueve—. Si esperas el momento perfecto, quizás nunca llegue, así que créalo.

Montse le sonríe, y descubre como se siente diferente con una extraña y en el buen sentido, se siente escuchada y comprendida.

—Me toca. Dime un momento embarazoso que hayas tenido.

—Disculpen pero no pueden estar aquí —interrumpe un hombre de seguridad con traje.

—¿Ni aunque sea la hermana de la novia? —se ve dubitativo un momento— tranquilo ya nos vamos, podrías mostrarnos un camino para salir adelante sin tener que pasar por la fiesta... Disculpa ¿Te importa si nos vamos Abi? La verdad es que ya se me agotó la batería social.

—En realidad yo tampoco tenía ganas de quedarme, vine por la comida y ya me llené —soba su abdomen— vamos ¿Podrías dejarme en el centro? Así puedo tomarme el autobús, tengo que ir a casa de Simba, es un compañero de trabajo.

—Te llevo, me has ahorrado que se me rompa antes el auto. Vamos —la toma de la mano y siguen al guardia.

Ambas se miran con complicidad, de un error se conocieron. Si su hermana hubiera elegido otra fecha, u otra iglesia como tenían previsto, o si esta mañana hubiera decidido finalmente no ir a la ceremonia religiosa, para ir directamente a la fiesta, luego de haber pensando en alguna excusa lo suficientemente convincente, no se hubieran conocido. Pero aquí estaba Montese, más cómoda con una extraña que con su propia familia y ahí estaba Abi de colada a una boda y conociendo a alguien bastante interesante.

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