23
Abigail va llegando a la ciudad cuándo recibe una alerta y la aplicación del chip se activa abriendo el GPS. La señal se mueve, y entra una llamada de Sharon.
—¡ABIGAIL SE LO HA LLEVADO! Perdón, no sé cómo pasó, pero vi cuándo se lo llevaba, no puede hacer nada.
—Lo sé —dice ella acelerando mientras su auto cambia al formato deportivo—, me acaba de entrar la señal. Comunícate con Montserrat, la tenemos que mantener al tanto, dile a Simba que llame a Úrsula, que le preste el avión de la compañía y le explique la situación. En una hora recupero a Demian.
Corta y corre por la autopista a toda velocidad, claro que sus maniobras llaman la atención de la policía que la sigue por las calles, ella con la ubicación del GPS se acerca a dónde la señal se detuvo, un barrio dónde ni siquiera Dios se atreve a entrar. Llama a su gente para pedirles el favor de perder a la policía, autos y camiones le cortan el paso a los vehículos. Dos motos la siguen delante una vez que les explicó la situación en la que está, si hay niños de por medio y más siendo el hijo de ella, su gente la va a ayudar a llegar a él, sea como sea. Estaciona en un garaje, y se sube a una de las motos mientras guía al piloto siguiendo las indicaciones, el auto es demasiado vistoso y la moto se puede meter por cualquier lado.
Llegan a un complejo de apartamentos en prácticamente ruinas, se baja con diálogo de la mano y un arma en la cintura atrás de la espalda. Sus acompañantes llegan hasta la puerta y la dejan, ya están haciendo demasiado al meterse en territorio rival, no pueden entrar ahí y desencadenar una guerra.
Entra luego de pelear con tres imbéciles que se interponen a su paso, no tiene tiempo para estas estupideces de territorio, tienen a su hijo.
—Hola —el niño tose— ¿Demian?
—¿Abigail?
—Sí, campeón soy yo ¿campeón puedes decirme dónde estás? —noqueo al tipo con diálogo, el que tenía la señal GPS, pero no ve a Demian— no te encuentro. Puedes ver por una ventana y decirme que ves —Montserrat le había pasado el número por el cual le llamaba el niño hace tiempo.
—Mi mamá me encerró Abigail, yo quiero volver con Sharon.
—Volverás campeón. Pero ahora necesito que te acerques a una ventana y me digas que ves —el niño llora— estoy yendo por ti.
—Hay humo Abi —él tose— no llego a la ventana, está muy alta en el baño.
Ve una casa en ruinas quemándose, mientras le sale humo por todos lados, Abigail baja corriendo del edificio por las escaleras, si quitarle la vista de encima a la casa.
—Demian sácate la remera, ponla debajo del agua, tapate la boca y la nariz. Ya voy, no me cortes cariño sigue hablándome, cuéntame algo ¿que han comido ayer? ¿Cuál es tu dibujito favorito?
—Ella sigue corriendo— No sale agua Abi ¿Qué hago? La puerta está caliente, no puedo abrir.
—Ya llego campeón, ponte la remera en la nariz y boca —entra a un departamento de una patada, sin importarle quiénes están adentro, se saca la remera y campera metiéndola bajo el agua, quedando en brasier— llama a los bomberos, mi hijo está ahí adentro ¿Demian? ¡Demian!
Le dice a la mujer que le grita intentando sacarla mientras amamanta a su bebé, cuando ella le dice esto y ve el humo salir de la casa, toma su teléfono y llama a los bomberos. Abigail corre, de una patada deriva la puerta principal, y una llamarada de fuego sale, todo arde adentro llama a Demian a los gritos.
—El baño.
Entra pateando todo a su paso, abre una puerta y para su desgracia ve una persona ardiendo bajo las llamas. Pega otra patada y ve a Demian tirado en el piso del baño con la remera en la boca, lo cubre con su campera mojada, y le cubre la boca con su remera mojada y como puede sortea todo a su paso con él en brazos. Un pedazo de madera caliente toca su hombro y brazo, haciéndola trastabillar, pero sigue corriendo hasta casi alcanzar la puerta, una viga se desprende del techo cayéndole en la espalda, tira a Demian hacía afuera y su pierna derecha queda atrapada bajo la viga, la patea con su pierna izquierda y la saca de un tirón rasgando piel y ropa a su paso, se incorpora, alzando de nuevo al niño. Y caminando hacía el pasto largo de la entrada. Arrodillada corrobora que respire antes de caer a su lado.
El amigo que se quedó con su auto llega en otro auto, corroborando que el niño respira, y escondiendo el arma de Abigail de la policía. También ve las quemaduras de ella y toma su cinto haciendo un torniquete dónde sangra su pierna a borbotones.
—Yo no, él primero.
Le dice a su amigo antes de desmayarse. Los bomberos, más ambulancias y la policía llegan al lugar. Ambos son trasladados al hospital. Abigail presenta quemaduras de tercer grado en el hombro, brazo, espalda y pierna, que además tiene una herida con algunos puntos. Damián tiene una intoxicación por el humo, el niño no quiso despegarse de Abigail en ningún momento, se quedó abrazada a ella en la misma cama y no pudieron sacarlo, aunque lo intentaron.
—¡Más les vale que mi cuñada y mi sobrino tengan la mejor atención porque hundiré este hospital! —se escuchan los gritos desde afuera— como que no podemos pasar a verlos. Son mi familia, mi hermana es su mujer y la madre también del niño.
La puerta se abre de golpe y entra Montserrat llorando en estado de pánico, con una mujer parecida a ella, muy embarazada atrás. La rubia se acerca a abrazar a Abigail que se queja del dolor soltándola y Demian salta a sus brazos llorando.
—Hola un gusto soy Hannah, tu cuñada —la mujer le estira la mano—. Dime ¿Los han tratado bien? ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo?
—Estoy bien, gracias.
—Este debe ser mi sobrino —se acerca y lo mira— hola pequeño soy la tía Hannah y acá está tu primo —señala su vientre— que el muy desgraciado no deja de patear a su madre ¿Quieres ir conmigo a vaciar la máquina de dulces o quieres quedarte con tus mamás?
—¿Mamás?
—¿O qué? ¿Aún les dices por el nombre? ¿Ya lo han adoptado verdad?
—Ay Hannah aún no le decíamos —dice Montserrat—, que bocona eres —Demian sonríe muy feliz y festeja también.
—Pero que niño tan guapo es, mira esos ojos. Vamos ven con tía Hannah, vamos por dulces, mamá y mamá te dejan. Vamos —le extiende la mano y el niño se baja para ir con ella.
—No le des porquerías Hannah, ya va a nacer mí sobrino y voy a vengarme.
—Sí, si lo que digas. Vamos guapo.
Al fin las dos solas, Montserrat se sienta a la orilla de la cama y le toma la mano, la ve toda vendada. La acaricia con miedo, como si pudiera lastimarla, no puede dejar de ver sus vendajes, los que se ven bajo su bata.
—Te aseguro que se ve peor de lo que es —la rubia llora de nuevo— amor estoy bien y nuestro hijo también. De verdad.
—Pude haberlos perdido a ambos. Mataré a esa mal nacida.
—Pero nos salvé a tiempo y estamos bien. Quizás ahora estoy un poco más cocida en diferentes partes.
—Basta no es gracioso.
—¿Te gusta más crocante? —Se le escapa una risita— vamos es gracioso, no me digas que no, creo que mi cocción fue dispareja igual —entonces logra que la rubia se ría, secándole las lágrimas—. Tu hermana es simpática y brava.
—Bueno así es Hannah. Tu familia y amigas viene en camino ¿Algo que deba saber antes de que lleguen?
—Tienen el mismo sentido del humor dañado que yo —ambas sonríen— y te van a querer tanto como yo. Así que no tengas miedo.
—Tienes un concepto raro de ir despacio.
—Bueno dado que casi termino siendo una brocheta humana, tengo algunos permitidos, ahora tendrás que vivir conmigo para cuidarme al menos, es una excelente excusa —la mira esperando una respuesta—. Sé que huelo a costillitas a la parrilla, pero ¿Me das un beso? Mi arma mortal no se ha quemado y me encantaría mucho recibir unos besos de mi mujer.
—Está bien mi carnecita ahumada.
—Un poco más de amor, le hace falta al apodo estúpido —se besan despacio.
—¿Carnecita ahumada del amor? Es lo suficientemente cursi y empalagoso —a punto de besarse de nuevo escuchan risas desde la puerta.
—¿Cómo está la carnecita ahumada del amor de la familia? —se ríe su padre y su madre le da un codazo— ¿suficiente cocción o te dejamos un poco más al horno? —se sigue riendo.
Montserrat se quita de la cama y mientras padre e hija intercambian palabras en español que Montserrat apenas entiende, Abigail no la suelta de la mano.
—Ella es Montserrat. No la atosiguen.
Sus padres entusiasmados, la saludan y su madre la abraza efusiva, provocando que Abigail se de una face palm, olvidando que la postrada en la cama herida es su hija, toca los brazos de la rubia y le habla a Abigail diciéndole que está muy flaca, que tienen que ir por la casa así ambas comen mejor. Hannah entra nuevamente con Demian de la mano y una bolsa de papitas, se presenta y a su sobrino. Los padres de Abigail, sobre todo su padre está fascinado al fin tiene un nieto.
—Esta está guapa y se ven mejor que la otra que te dejó por teléfono. Me pone muy feliz que al fin alguno de mis hijos me haya dado un nieto.
—Yo pensé que estarías feliz, porque no sé, estoy viva quizás.
—Mija pero si en el cielo no te querrían ni aunque sobornaras un ángel —hablan en inglés por respeto a las presentes. Lo que se dicen causa que Montserrat y su hermana se ría.
Pronto la habitación se va llenando cada vez más de gente. Llegan de a poco Sharon, Úrsula con sus hijos y esposas, Simba y Madox, sus otros hermanos, Margot, James esposo de Hannah, y algunos empleados del taller, también amigos de las calles, su amigo le entrega las llaves de su auto y le dice que guardó a diálogo adentro con su arma. Montserrat ve lo querida que es Abigail, ella la ha presentado a toda su gente y a Demian, sus hermanos juegan con el pequeño, y él pese a la situación ríe feliz de tener una enorme familia y personas que al fin lo quieran.
Una vocecita resalta entre el murmullo de gente y la pregunta queda impregnando el aire, dejando a todos los presentes con la mirada fija en la recién tostada Abigail y la rubia a su lado, que ríe un poco incómoda con la situación.
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