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14

Es fin de semana y Abigail medio dormida entra al baño con los ojos cerrados, anoche salieron con Montserrat y llegó tarde porque hoy no trabajaba, no es la chica de fiestas nocturna que era antes y esto le pasa factura. Al entrar al baño ve un pentagrama demoníaco dibujado en la pared del baño y medio asustada cuándo logra abrir los ojos, va a hablar con Simba que está desayunando en la cocina.

—¿Qué carajo hace un pentagrama demoníaco dibujado en la pared del baño?

—¿Cómo que, qué hace? Es lo que me pediste, limpia el baño con algo demoníaco.

—¡¿ERES IMBÉCIL?! —respira hondo— te dije con algo de amoniaco —separa bien las dos palabras— ¡PENDEJO!

—Ya me había parecido raro que pidieras eso, pero —se encoje de hombros— no quise preguntar de nuevo. Ya lo limpio ¿Vas a tomar algo?

—Chocolatada fría sin azúcar —él voltea a prepararle su bebida, mientras ella se soba las sienes—. A veces pienso que un preservativo esto —lo señala— se podría haber evitado.

—¿Y perderte de mi presencia?

—Era la idea. Dios tengo que recordarme que ya no soy un animal nocturno —apoya su cabeza en el mármol dejando caer ambos brazos al costado.

—¿Cuándo conoceremos a tu mujer? —ella lo mira y levanta una ceja— hace mucho que no estabas interesada en nadie y cuando lo estás, se te nota —hace una pausa— y mucho.

Abigail sabe que le gusta pasar tiempo con Montserrat, sabe que cuando están juntas el tiempo se evapora, que muchas veces no puede parar de mirarla y que el tono de su voz la emboba, que le encanta su risa y de los 3 meses que lleva aquí, encontrándose con ella, sabe que necesita verla aunque sea un día a la semana, porque hablar todos los días por mensaje o escuchar su voz, no le es suficiente.

Abigail no sabe que se está enamorando de Montserrat, no quiere admitirlo, ni a ella misma y menos aún a la rubia. Pero nunca se había sentido así, con nadie, bueno nadie no, solo con una persona. Tes, Tessa, ella pensó que había encontrado finalmente a la persona correcta, quería casarse con ella, quería pasar el resto de su vida con ella, Tessa era todo lo que había soñado y más, tenían una conexión profunda.

Pero Tessa tenía sueños, Tessa era libre y bohemia, y Tessa amaba a Abigail, como ella también la amaba, pero más amaba su libertad y sus sueños. No está mal, por un tiempo estuvieron bien, bastante bien, pero Abigail sabía que ella era como el agua entre las manos, si tratas de estrujarla con fuerza se escapará, por esl jamás la presionó en nada, ni siquiera cuándo ella la amó primero fue capaz de decírselo, asi que esperó que ella lo hiciera.

—Es mi amiga y no tienen porque conocerla, no les presento a todas mis amigas.

—Solo tienes cuatro Ling, Úrsula, Margot y Bianca. La primera no me cae bien, tiene demasiadas ínfulas de niña rica mimada y la última me cae excelente —en efecto lo es—, y a las cuatro las conocemos. Aparte ninguna de tus amigas te tiene sonriéndole al teléfono cada vez que te llega un mensaje.

Si Simba se ha dado cuenta, su hermano y amigas no tardaran en notar también lo que ella no admite o no quiere admitir.

—No es Tessa ¿Lo sabes verdad?

—Lo que no sé, es que hago teniendo esta conversación contigo. Eres el mejor amigo de Madox, por favor mantente al margen de mi vida, que te puedo querer como un hermano, pero no tolero que la gente se meta en mi vida, ni siquiera mi familia.

Se levanta tomando su taza de chocolatada fría y se marcha a su habitación, cerrando de un portazo. Abigail no es buena para hablar de sentimientos con nadie, menos aún consigo misma. Tiene algo en claro no puede enamorarse de Montserrat, ella se irá en unos meses y la rubia va a quedarse, después de todo es el puesto que tanto había querido y por el cual ella misma la alentó a tomar. Lo que ella no sabe es que si pudieras frenar el momento en el te que enamoras de alguien, sería todo más fácil o si pudieras elegir de quién enamorarte, sería lo ideal. Pero este no es un mundo idílico, el destino le está jugando a favor y no se dará cuánta hasta que tenga que tomar una decisión.

—Hola —responde secamente— ¿Tienes toda la información? Bien ¿Se puede hacer algo? —le responden del otro lado— Bien. Pásame todo a mi mail, ya te giro el dinero. Gracias Mick.

La puerta se abre y entra Madox con Mushu en brazos tirándose encima de ella en la cama.

—Hola renacuajo, hola hijo mío de mamá —abraza a su gato atigrado, quien se deja dar mimos.

—No puedes tratar mejor al gato que a mí.

—Si puedo. Vamos a comer algo ¿A dónde quieres ir?

—A la costa claro, quiero probar un lugar que tiene muy buenas recomendaciones en instagram.

Los tres van a comer, al subir al auto Madox habla entusiasmado sobre la uni y un congreso que hubo sobre su carrera, dónde conoció a una eminencia. Simba apenas habla, y Madox no tarda mucho tiempo en darse cuenta que algo pasa, porque el clima es denso.

—Almuerzo con ustedes y tengo que ir a resolver unos asuntos al taller —comparte una mirada por el espejo con Simba—. Es el pistón sobre que hablamos esta mañana Simba.

Saldrá con Montserrat y no quiere que Madox sepa, no quiere responder preguntas y menos aún que la shipee con ella, no quiere hacerse ilusiones, no quiere sufrir de nuevo, es más fácil mantener una relación de amistad a la distancia, que amorosa. Porque eventualmente le llamará un día en madrugada con la voz más serena, tranqui y suave del mundo, le dirá que conoció a alguien, que no ha hecho nada, pero que le interesa, que necesita estar con alguien y el calor humano, aún cuándo ella es quién se fue dejándola atrás y cuándo la idea de seguir con la relación a distancia fue de ella, aún cuándo fue ella quién le dijo primero que la amaba, sabiendo que tenía que irse.

No definitivamente no se hará ilusiones con alguien más que la dejaría con el corazón roto, se niega a caer primero y más fuerte rendida al amor ¿La quiere? Sí ¿Desea verla cada día? Sí ¿Está dispuesta a enamorarse? No y si puede evitarlo, lo hará. Aunque en realidad no, no puede evitarlo.

—Hagan lo que hagan, dejen la casa ordenada y tengan cuidado cuándo salgan.

Terminan de almorzar juntos, y por lo menos disimulan llevarse mejor en el almuerzo. Simba ya sabe que línea no debe cruzar, aunque se quieran mucho, Abigail no habla de sentimientos o cosas profundas con nadie... nadie que no sea Montserrat y tal vez le tome un tiempo darse cuenta de ese hecho.

—Si adivinas que llevo puesto te invito lo que quieras —es un juego que tienen, de si no se vieron llegar, la otra tocando y tiene que adivinar que tiene puesto, si acierta en al menos tres cosas, gana.

—Montserrat sentada hace la mano hacía atrás— Jean ¿Blusa? —toca su estómago y la pelinegra suspira bajo, con la piel erizada.

—Sin preguntar, no seas tramposa.

—Jean entonces, no estoy segura de si es una blusa —baja la mano por la pierna y toca sus pies— botas —lo piensa— no, borcegos.

—¿Algún otro dato que quieras agregar?

Montserrat se muerde el labio inferior, no solo por pensarlo, sino que también por imaginar la ropa interior de Abigail, no puede sacarse de la cabeza que una vez hablaron que a ella le gusta usar más el encaje y el solo hecho de la imagen visual de ella en ropa interior, desconfiguró el cerebro de la rubia, haciendo que se ahogara tosiendo cuando le dio un trago a su bebida.

—Ropa interior negra abajo y arriba gris.

—¿Me viste mientras me vestía Montserrat? —ambas ríen y la rubia se ruboriza <<ojalá te hubiera visto vestirte, aunque mejor sería que te quedaras sin ropa, de seguro>>.

—Se sienta frente a ella— Jean y borcegos, bien ahora mi ropa interior es toda gris, así que ganaste con lo justo —la rubia traga con dificultad bajando la vista, por la imagen mental de la morocha en ropa interior —Te tengo novedades sobre lo de Demian —se sienta y ponen serias— Demian McCarty Wilson, 7 años, su cumpleaños es el 15 de enero —Abigail desvía la mirada a su teléfono y prefiero mandarle el archivo así lo ve ella misma—. Te mandé el archivo, prefiero que lo leas tú.

—¿Tan malo es que no quieres decirme?

—La respuesta de ver hacía otro lado por parte de la morocha le dice bastante— La madre tiene denuncias hechas por maltrato, le quitan al niño un tiempo pero siempre vuelve a ella. He visto esto muchas veces Montse, la verdad es que el sistema está colapsado, hay más niños en adopción que adoptantes, las casas de acogida no siempre son las mejores —suspira y baja ka mirada, la verdad es que sabe mucho más de lo que quisiera saber—. Mi contacto habló con vecinos y con un chico que vivía al lado, dónde él pasa la mayor parte del tiempo... —hace una pausa— Demián es un buen chico, es lo que puedo decirte.

—Lo sé, lo sé —apoya los codos en la mesa y se toma la cabeza—. Es un gran chico, esta semana hablamos 5 veces —sonríe y se entristece también, porque si hablaron significa que su madre no estaba o estaba inconsciente— ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudarlo? Jamás me plantee tener hijos —juega con la servilleta—, jamás se presentó la oportunidad de pensarlo —aunque desde que Demian apareció en su vida la idea ha rondando su mente— ¿Tú que harías?

Abigail sonríe incómoda, la situación no es fácil y dar una opinión tampoco, pero si ella le ha preguntado, es porque está dispuesta a escuchar una respuesta honesta.

—Haría todo lo que estuviera a mi alcance para sacarlo de ahí, se lo llevaría a Shannon tal vez, y quizás en un futuro posible, no muy lejano, lo adoptaría —recién ahí la mira a los ojos—. Las cosas pasan como deberían pasar, no como nos gustaría.

Hay que tener cuidado con lo que se dice en voz alta, tal vez le toque tragarse sus palabras.

—¿Entonces debo adoptarlo? Esa es tu solución —sentencia un poco molesta— ¿Acaso soy una mala persona por estar viviendo cerca del mar, lejos de él, en el puesto que tanto me costó conseguir?

—Una mala persona ni siquiera se hubiera molestado de dirigirle la palabra, hacerle el desayuno antes de irse y no se hubiera pegado la vuelta y no se hubiera vuelto acordado nunca más de él —le toma la mano y besa el dorso, algo demasiado íntimo para ella que no está acostumbrada a demostrar afecto, pero quiere darle calma a la rubia—. No dije que eras mala persona, dije lo que yo haría, pero soy una impulsiva que hace muchas cosas sin pensar primero, así que si quieres mi ayuda y decidas lo que decidas, te ayudaré.

Montserrat no pasa por alto el gesto que la morocha ha tenido con ella, en un acto tan pequeño como besarle el dorso de la mano, logró calmarla y aplacar la tormenta comenzaba a bullir en su interior.

—¿De verdad me ayudarás? Porque sé, que quiero sacarlo de ahí, no sé cómo hacerlo, ni siquiera sé que hacer cuándo él logre salir de allí.

—Podemos ir viendo en el camino, lo importante ahora es que él salga de ese lugar.

¿Podemos cómo? Es la pregunta que le retumba a Montserrat en la cabeza ¿Cómo amigas? ¿Cómo futura pareja? ¿Cómo buenas conocidas? ¿Cómo qué? Montserrat sabe hace un tiempo que le gusta Abigail, quizás lo sabe desde el primer encuentro, cuándo se sintió cómoda con ella, cuándo le confesó una verdad o varias que jamás había compartido con nadie, quizás cayó primero cuándo se dio cuenta que ella lejos de juzgarla como ahora, la entiende y la calma. Se dio cuenta primero y cayó primero, la pregunta es quien caerá en el amor más fuerte.

—Hablando de ir viendo en el camino —Abigail trata de descomprimir un poco el clima— ¿Te molesta si pasamos por mi casa primero antes de que te deje en tu departamento? Necesito buscar un paquete para mandar por correo.

—Claro no hay problema.

Terminan de merendar juntas y van hacia su casa, dónde se supone que los chicos no estarían. Al llegar se encuentran con una escena literalmente de película, Madox y Simba interpretan al rey león cuándo presenta a su cachorro. Simba tiene la cara pintada con dos rayas azules y una remera blanca en la cabeza, arriba de la isla de mármol cargando a Mushu entre sus manos, con una línea roja en su frente.

—Laaaa cigüeñaaaaaa chimanbanbi chimbanbaaa, la cigüeñaaaa uuuuuu —Grita Simba a todo pulmón mientras Madox lo filma desde abajo— Laaaaaa cigüeñaaaaaa —pega un grito de mujer agudo al ver entrar a Abigail de golpe y se toma el pecho.

—¡¿Qué carajo creen que hacen con mi gato?! —recuerda que va con Montserrat y se contiene, un crimen no debe tener testigos. Simba y Madox tartamudean sin poder hablar— denme a Mushu.

—Hola chicos —dice la rubia— es la mejor interpretación del Rey León que haya visto.

—No los alientes —le dirige una mirada seria y ella ríe—. Ella es Montserrat, Montserrat, Simba y Madox, y el príncipe león aquí —su gato maulla ronroneando— es Mushu.

—Así que tu eres Simba, un gusto.

—Por ti baby sería Batman —Abigail le dedica una mirada de adentro cuchillo, afuera las tripas y él traga en seco—. Disculpa, sí, soy Simba, un gusto. Tu eres la amiga nueva de Abigail —le informa a Madox que no sabe quién viene a ser la rubia—. Ansiabamos conocerte.

<<Cuándo Bianca sepa que te estás tirando a una rubia. Nos cagaremos de risa juntos, claro>> piensa Simba.

—Madox —dice su hermano— soy el hermano del rambo de jardín, aunque seguro tú si sabes quién soy —hace hincapié en ese detalle, ya no sabía nada de Montserrat— un gusto. ¿No te apellidas pistón verdad?

—Mmm no.

—Ma imaginaba. Ya se nos hace tarde, nos tenemos que ir con Simba —si quieren seguir respirando—. Beso a mi sobrino —besa en la cabeza al gato y salen rápidamente ambos. El semblante oscuro de Abigail cambia en cuanto se van.

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