12
—¿Saldrás esta noche?
—Sí.
—¿A dónde vas?
—No sé.
—¿A qué hora llegas?
—No estoy segura.
—¿A dónde vas?
—Ya me preguntaste eso —termina de colocarse los aretes—. Me llevo mis llaves y no me esperes despierto. Por cierto, ten cuidado con el Coco —sonríe maliciosa y se va.
—No existe —ella le hace una cara—, no existe ¿Verdad? —ella no responde— ¿Verdad? ¡ABIGAIL!
Ríe y se sube al auto. Deja el vehículo aparcado y camina entrando a un restaurante, ella sabe cuidarse sola y le gusta más andar sola. Come en un restaurante de la costa y luego va a dar una vuelta por el lugar, entra a un resto bar, las ganas de ir al baño no tardan en llegar, así que va antes de sentarse a pedir algo.
—¿Me das tu número?
—No estoy tan borracha y a esta hora, todavía soy hetero —le responde a una chica que entra detrás de ella, que evidentemente tiene novia— aparte si mal no recuerdo tu novia está afuera.
—Pero aquí estamos tú y yo, linda.
La novia de la sujeta no tarda en entrar al baño, discute con su novia y empuja en el forcejeo a Abigail hacía la puerta de un baño que se abre, con ella cayendo a los pies de quién está en el mismo haciendo pis. Las mujeres salen discutiendo y la dejan sola tirada en el baño.
—Lo lamento, perdón —intenta disculparse.
—De verdad se te está haciendo costumbre. Si no mal recuerdo te pedí la última vez que no te me aparecieras en el baño.
—Dijiste que no me metiera en tu baño —mientras se para, la rubia a sus pies se sube la ropa interior entre su falda— cuando te estuvieras bañando, no dijiste nada de cuándo estuvieras haciendo pis, yo le llamo vacío legal.
—Yo le llamo acoso ¿Te parece si salimos?
—Es la tercera vez que nos vemos y ya me pides salir... no estoy lista, ni siquiera viene preparada para la ocasión.
—Hablo salir de aquí, comediante, del baño, me quiero lavar las manos —salen ambas y se ponen a conversar mientras se lavan las manos.
—Te invito a tomar algo.
—¿Porqué estás demasiado sobria aún para ser gay? —ambas ríen— espera —la toma del brazo— dame tu número, ya me dió miedo la forma en la que el destino te hace aparecer.
—Bueno no quedan muchos lugares más ¿No?
Habiendo pensado que el próximo lugar podría ser en la cama, ambas intercambian una sonrisa y sus números. Salen del bar y van a dar un paseo por la playa con el sonido de las olas, se sientan en los escalones del puesto del guarda vida y miran a una pareja a lo lejos discutir, justo dónde el puesto de guarda vida tiene un grafiti, la chica pelinegra se enoja y está por irse pero pronto la otra mujer la hace cambiar de opinión y ambas caminan por la costa, pasando cerca de ellas, escuchan su conversación.
—Te extrañé Julia —le dice la que luce más joven y siguen caminando.
—Yo también Victoria.
Las mujeres se marchan tomadas de las manos y la escena les parece tierna. En ese momento Abigail se percata de la bolsa de regalo con un moño que lleva Montserrat.
—¿Qué es? —señala la bolsa.
—Es un regalo para alguien que conocí, se llama Demian. Ni siquiera sé porqué lo compré en realidad.
—¿Hace mucho que sales con él?
—No, no salgo con él. Tiene como unos 6 años, lo conocí de casualidad un día —le comienza a contar, todo hasta antes del almuerzo incómodo con su familia— entonces no sé que hacer. Cualquiera diría que no es mi problema, pero ser indiferente es lo que todos hacen a su alrededor —mira al suelo— yo no puedo, ni quiero hacerlo. Veré que puedo y...
—Puedo ayudar —interviene la pelinegra— conozco a unas personas que pasan por la misma situación y sé que podrían ayudarme.
—¿Porqué? ¿Porqué me ayudarías, apenas nos conocemos y... ?
—¿Porqué no? Quieres ayudar a alguien a quién apenas conoces, yo estoy haciendo lo mismo. Bueno aunque nos conocemos bastante más. Aparte —toma su mano dejando la palma hacia arriba y pasando el índice entre los surcos de sus manos— al parecer no vamos a escapar de tener que seguirnos viendo. Dime que tan probable era que ambas estuviéramos aquí, en el mismo bar.
—¿Muy poco probable?
—Exacto —mira sobre su hombro— mira aquella pareja ya están en buenos términos —ven como una acorrala a la otra bajo la torre del guarda vida— mejor les damos privacidad ¿Te llevo? —comienzan a caminar de vuelta a sus autos.
—En realidad, yo te llevo —le extiende la mano— me prometiste que me dejarías conducirlo. Traje mi auto pero...
—Quedemos para comer, paso por ti y me llevas a hacer turismo, estás hace más tiempo que yo aquí —la toma enrollando su brazo en el de ella— ¿Qué me dices? No querrás tentar al destino y a su imaginación para volvernos a encontrar.
—Está bien, me parece perfecto.
—Por cierto, fui por tu apartamento y no estabas y luego le quise pedir tu número al casero que ví porque no se lo habías dado.
—Yo quise buscarte por tu empresa, pero no me sé tu apellido y hasta pensé en ir por la casa de Simba, pero no recordaba bien como llegar porque todo el camino me guiaste y nos íbamos riendo. Este es mi auto —le saca la alarma al mini cooper y la traba— entonces nos vemos pronto —Abigail le abre la puerta para que se suba— que damalleresco de tu parte.
—Jamás había escuchado el término.
—Lo acabo de inventar.
—Montserrat le acomoda un rizo detrás de su oreja— Aunque hayas aparecido cuando hacía pis, me encantó verte esta noche —se acerca y la besa en la mejilla. Al separarse ve como la morena la mira con sus ojos que parecen traspasarla.
—Bueno supongo que tengo maneras originales de aparecer en tu vida, no puedes quejarte —ambas ríen— entonces coordinamos para vernos esta semana —se acerca y deja un beso en su mejilla que dura un poco más— ve con cuidado y por favor avísame cuándo llegues bien a tu casa.
Se despiden y Abigail aún descalza sube a la vereda y la despide con la mano. Algo se está gestando entre ambas, y ya es imposible de detenerlo, porque para el caso ninguna de las dos quiere detenerlo tampoco.
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