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EPÍLOGO

150 Años después.

El paso del tiempo hizo olvidar a los pueblerinos de Afrobos los acontecimientos sobre el dragón negro. Así como en la época de Eve, que eran tan solo cuentos de hadas, así volvió a suceder una vez más. Por supuesto, solo unos pocos sabían lo que aquella noche de tormenta había sucedido y, lo más importante del cómo Afrobos se libró del guardián que aterrorizaba mundos. Después de todo ¿Ya se respiraba la paz? La respuesta sería sí, pero la paz no dura por siempre.

Mientras tanto, en algún lugar de las tierras mágicas de Draconian Eve estaba junto al jardín de rosas rojas y a su lado otra especie de flores que crecían cercas de los lagos rojizos. El sol estaba por caer y las hadas pequeñas volaban cómo pájaros por las flores. El cantar de ellas traía paz a la Reina de Draconian. Los años habían pasado como si fueran un suspiro. Después del nacimiento de Alí, la magia que guardaba en su interior cubrió su cuerpo revelaron su verdadero ser, aunque mestiza como su ancestro Aurora, seguía perteneciendo al mundo de Alkor y así, otorgándole la inmortalidad. Aunque no es muy poderosa para una guerra, su magia la utiliza para el bien de los demás seres.

Rupert murió en la guerra contra Alkor al igual que muchos de los soldados de los Jinetes Reales. La corona no quiso saber más del tema por lo que la persecución contra Alkor cesó permanentemente. Al poco tiempo de haber nacido Alí, Brandon se marchó del castillo con el corazón roto y en ocasiones visitaba a Eve, el tiempo todo lo cura y consiguió casarse con una muchacha de alta alcurnia con quién tuvo dos varones y sus hijos le dieron nietos, y los hijos de sus hijos más descendencia. Lo que podemos decir es que Brandon vivió tranquilo lo que le quedaron de años al lado de su esposa.

—Pareces ocupada, amor— Esa voz ronca le hizo erizar la piel.

Los brazos de Alkor la abrazaron por detrás y besó la frente de la rubia. Su compañero la adoraba, no podía vivir una vida sin ella. Eve estaba enteramente enamorada de su Dragón. Ciento cincuenta años no han sido fáciles pues ambos tuvieron que aprender mucho del uno con el otro. Y pese a que el tiempo transcurría, ambos ya se veían más maduros, y es lógico por los años que tenían. Alkor trabajó infiernos para poder controlar su ira, aunque aún sigue trabajando en ello hay proceso de por medio. Eve aprendió a tratarlo con amor y muchísima paciencia.

—No lo suficiente, querido—Se giró hacía él y lo besó tiernamente en los labios. —¿Y los niños dónde están?

La rubia llevaba puesta su corona y una larga capa blanca, su cabello recogido la hacían ver como la Reina que era. Hermosa, valiente y muy bondadosa. A comparación de Eve, a él no le gustaba usar la Corona de Rey más que en eventos sumamente importantes. El motivo por el cuál Alkor insistía en que Eve usara la suya es para que los demás no olvidarán la posición de su humana, como solía llamarle aún, en el reino que ahora era suyo. Gagoras se había retirado cincuenta años después de los acontecimientos en el mundo de los humanos para después morir tranquilamente, al menos, vio nacer a su nieto y pasó buenos momentos con él. Reconciliándose con Alkor y aceptando a Eve en la familia.

—Jara está jugando con Lupus y Alí fue Afrobos a desahogar su mente, últimamente está muy irritado.

— ¿Me pregunto a quién se parecerá? — Dijo Eve mientras sonreía — ¿Crees que le esté pasando algo?

— No sé, pero tiene deberes que cumplir.

Eve rio y Alkor la cargó en alto.

—Te pareces a tu padre. Y tanto que dijiste qué nunca te parecerías a él. — Alkor la acercó a él y olfateó su cuello — Amo que hagas eso...

— Eso y otras cosas más —Eve golpeó su brazo y éste soltó una carcajada.

En la puerta que daba salida al jardín estaba Grek observando a la feliz pareja. Estaba contento por ellos, eran dichosos y sabía que su relación no había empezado muy normal, pero terminaron superándolo, pero él, al que le preocupaba en realidad era su sobrino Alí. Sabía de esos sueños que tenía recurrentemente, Nyla y Lupus estaban al tanto de ello y se convirtieron en sus guardianes por órdenes de Alkor.

—Tío Ge....— Una voz dulce lo había sacado de su mente divagante.

Sintió una pequeña mano jalar su capa roja con mucha energía. Bajó su mirada y no pudo evitar sonreír. Grek cargó a la pequeña Dragona en sus brazos mientras está rodeaba su cuello con sus pequeños bracitos.

— Jara, ¿Qué haces aquí? ¿No estabas con Lupus?

La niña de largos cabellos rubios, ojos ámbar y piel rosada como las flores se reía de la travesura que había hecho con el pobre de Lupus. Sus ojos brillaron y movía sus manitas en dirección del rostro de su tío.

— Salió corriendo a la cocina porqué su cabeza se incendiaba. Se cansó de juga... Dice que no le guta que le escupa fuego.

Grek soltó una carcajada con ganas, Jara sacó el sentido del humor de su tío y la amabilidad de su madre, que a comparación de Alí, el carácter lo heredó de su padre al cien por ciento. Los hijos de Alkor eran excepcionales.

Eve y Alkor se acercaron a Grek y la niña estiró los brazos a su papá. Jara estaba muy consentida con Alkor y Alí siempre se ha consentido con Eve. ¿Quién diría que Alkor terminaría siendo un excelente padre y rey?

—Grek, no me gusta ser sobre protectora, pero deberías de ir por Alí. Me preocupa que esté fuera del castillo tanto tiempo. — Eve era una excelente madre, jamás ha sido hostigadora y siempre busca darle espacio a su hijo mayor. Pero últimamente su instinto de madre estaba en alerta. Jara tiene tres años de haber nacido por lo que su atención está dividida entre sus hijos. Cuidar de un joven dragón y un bebé era agotador.

— Yo le traeré de vuelta, no te preocupes Eve. Deberías preocuparte de qué este — Señaló su dedo hacía Alkor — No te dé gemelos en unos meses. Te va a convertir en la coneja de todo Demonian.

Alkor gruñó en dirección a Grek. Y Eve no hacía más que reír nerviosamente.

— ¿No te encargó Eve algo, lagartija? — Grek le sonrió a su cuñada que estaba roja como un tomate.

Asintió hacía Alkor y este comenzó a jugar con su niña mientras la alzaba y volvía a sus manos. Eve vio cómo Grek se convertía en Dragón y volaba en dirección a Afrobos.

—Alkor, tengo un mal presentimiento sobre Alí.

Alkor dejó de jugar con Jara y miró fijamente a Eve.

— No quería decírtelo porqué sé que te preocuparías — Eve puso total atención a su marido — Pero he tenido sueños... sueños extraños sobre él y una mujer, en mis visiones parece ser una hechicera o algo por el estilo. Se lo comenté a Nyla y ella dice que eso no puede ser bueno.

—¿Y qué hacemos? No lo podemos mantener encerrado.

— Ya me adelanté Eve —dijo para que su mujer estuviera más tranquila —Lupus y Nyla son sus guardianes. Y está protegido por un hechizo, aparte... Es hijo mío, un poderoso Dragón ninguno como de otra raza.

Eve no muy convencida recargó su cabeza en el hombro de Alkor mientras le daba besitos en la mano a su bebé.


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Observaba un gran claro que le traía a su cuerpo asombrosa tranquilidad, más allá de los árboles, de las montañas y del pueblo de Afrobos. Alí, el hijo mayor de Eve y Alkor se escapaba de Draconian solo para tener un poco de paz. Últimamente había estado muy irritado y no sabía de las razones. El joven Dragón había heredado el carácter de su padre y un poder dentro de él que lo hacía tan único.

Se recostó en el pastizal y respiró profundamente, en esos momentos él se sentía libre. No entendía porque su padre y su madre se oponían a que él visitara la tierra de los humanos, por lo que a él respectaba eran los más inofensivos de todos. Y sospechaba que ellos sabían algo que él no, por supuesto que conocía la historia, pero no entendía porque tanta paranoia de su parte. Pero no quería abrumarse la cabeza con esas tonterías. Se sentía bien estar lejos de casa, aunque fueran dos horas. En su pecho existía un anhelo desesperado, pero no sabía de qué.

Cerró sus ojos y de nuevo pasó.

Cada vez que lo hacía veía unos preciosos ojos color miel, una sonrisa blanca preciosa, labios de un rosado natural, cabellos rubios oscuros que lo miraban directamente hacía él. Repetían su nombre y él la seguía con devoción, sin voluntad y con el deseo de protegerla. Era una chica humana, lo sabía por su piel y la forma de sus orejas. No era nada a lo que él hubiera visto antes, ella era hermosa, era maravilloso y desde entonces, sueña con verla. Tenerla frente a frente y pedirle que se casara con él.

—Hola.

Levantó su cabeza en alerta y dirigió una mirada encolerizada a una chica de cabellos castaños que se encontraba a unos metros de distancia de él, su mirada recaía en sus ojos avellana. Era una chica linda y muy joven comparada con su edad. Frunció su ceño y chasqueó la lengua. Sentía su cuerpo arder en ira por haberlo interrumpido de su siesta.

— Humana torpe... ¿Quién eres? ¿Y Qué quieres? — respondió a la defensiva.

No olvidaba que así era como su padre había caído en la trampa de un hechicero y estado maldito por culpa de una casi humana. No odiaba a los humanos ya que su madre de cierta manera era una, pero no por eso no les dejaba de tener desconfianza. Era una historia que incluso antes que él naciera se contaba en la ciudad de Afrobos y de su mismo reino. El viento revoloteo su cabello azabache y su mirada estaba fija en la humana.

—Me llamo Valerie... ¿No eres un humano? — La chica intentaba ser amable.

Parecía no temerle. Pero para Alí algo no tenía sentido algo.

— ¿Y eso a ti que más te da? — los ojos ámbar de Alí se intensificaron, casi podía sentir su poder abrazarlo y estar preparado para cualquier situación. —¿nunca te han dicho que es malo hablar con los extraños?

Era tan irónica aquella situación. Era cómo volver a empezar una historia con un ciclo sin fin. El mismo lugar, diferentes personas y un tiempo diferente.

— Pues yo me he presentado, por lo que para ti no te soy del todo extraña. — la chica veía con interés al Joven Dragón con hermosas facciones.

Alí se levantó dispuesto a marcharse. Su piel era tan blanca como la de su madre, pero tenía la cornamenta y el color de cabello de su padre. Tenía que alejarse de ella o habría serios problemas. No era un cobarde, pero tampoco era un bravucón.

—Alí...—Y se dio la vuelta — El Dragón Místico.

Cuando estaba por irse se detuvo de golpe y solo le bastó unos microsegundos para lanzarle una bola de fuego. La mujer había esquivado el ataque con suma rapidez.

—Pero eso ya lo sabías, no temiste de mí porqué ya antes habías visto un Dragón... ¿Estoy en lo cierto? Reencarnación de Aurora. — Suspicazmente le miró del hombro para abajo — No soy mi padre y tampoco seré su juguete. Sé que aquel hechicero muerto está detrás de todo esto.

La chica se levantó con una sonrisa siniestra en el rostro. El flujo de magia que había estado oculto comenzó aflorar. No había necesidad de que se pusieran máscaras ni fingir demencia.

— Tan astuto como tu padre muchacho —Acarició su rostro y le sonrío— Ya nos veremos las caras de nuevo, joven Príncipe.

Desapareció aquella mujer. ¿Qué si dejarían las cosas así? Por supuesto que no. Él podía percibir el rastro de magia que había dejado en el aire. Cuándo Alí iba alzar el vuelo escuchó algo caer. Rápidamente enfocó su mirada en dónde provenía el ruido. A unos metros de distancia una joven de cabellos dorados oscuros veía con temor al Dragón Místico. Sus ojos miel lo cautivaron en el acto a pesar de que ella se estaba muriendo del miedo, la joven se abrazó a sí misma y no dijo palabra alguna. El viento sopló y a él llegó el aroma de su perfume natural, era como un campo de frambuesas y jazmines. Su corazón latió con fuerza y en ese momento supo de qué se trataba. Se olvidó de perseguir a la mujer. Todo a su alrededor desapareció, ahora solo estaba enfocado en saber más de ella.

— E-Eres tú... — Apenas y podía hablar de su asombro. La mujer le veía con miedo, y era algo que él quería cambiar en el acto —Ven acércate, no te haré daño.

Su compañera.

FIN

© J. ZARAGOZA

N/A: Pendientes Capítulos extras.

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