CAPÍTULO 8
Aurora no podía dejar de ver al Joven Dragón estar de pie frente a ella, a tan solo unos metros de distancia. Era alguien que imponía miedo y respeto, lo había visto tan solo en su manera de dirigirse a los demás, o al menos con ella, su manera de erguirse y su orgullo que lo hacían levantar siempre la cabeza. Tenía miedo cuándo se encontraba con él pero eso no producía en ella ganas de salir corriendo, si no de quedarse tan solo un poco más a su lado.
—Nunca te había visto por aquí antes ¿Cómo llegaste a nuestro mundo? Solo existen las historias plasmadas en papel acerca de la magia, pero jamás supe que fuesen ustedes reales—La chica era curiosa por naturaleza. Tanta pregunta estaba abrumando a Alkor quién ya comenzaba a perder la cabeza debido a sus inquietudes personales que sufría la joven humana.
—No tengo que contestarte eso tampoco. Llevas un buen rato siguiéndome ¿Por qué lo haces? —Le gruñó y ésta retrocedió unos cuantos pasos. Aun así, era terca y valiente.
—Nunca había conocido a un Dragón y creo que eres interesante —Respondió ella con timidez en su voz.
Alkor estaba a segundos de quererla descuartizar, pero no lo hizo. Se calmó por su propio bien.
Hacía unos cuantos días que la había conocido siempre encontrándose en el mismo lugar y a la misma hora. Se creería que fuese casualidad, pero en realidad, Alkor no había dejado de ir. Lo que nos lleva a decir, si tanto fastidio era para Alkor soportar a la muchacha ¿Por qué no alejarse de aquel campo? Esa sería la solución ¿no?
Pasó el tiempo, aunque Alkor odiara a los humanos aquella chiquilla estaba logrando un efecto en él para tranquilizarlo, una magia asombrosa que emanaba de ella.
Sus encuentros eran cada vez más seguidos y algo en la chica crecía dentro de ella, se había enamorado de él cuando menos se lo esperaba y Alkor era bien consciente de ello, no comprendía las razones, pero tampoco es como si se lo preguntara.
Alkor despertó de golpe sin expresión alguna mientras gruñía por su detestable sueño con Aurora. No había oído nada sobre ella desde hacía ya cien años. Gracias a ella ahora todo estaba jodidamente mal con su vida. Fue el principio de sus desgracias y se odiaba a sí mismo por haber creído que ella era un humano diferente. "Grave error para una criatura como él poner su confianza en manos de un mortal". Como decía su madre.
Se puso de pie como alma que lleva el diablo y salió de su habitación y fue hasta la de Eve. No sabía la razón de su arrebatamiento, pero necesitaba verla urgentemente. Era una especie de calmante... De vez en cuando en las noches lo hacía y desde la primera vez que lo hizo no pudo dejar de ir. ¿Qué si parecía una locura? absolutamente ¿Qué si alguien más lo sabría? Jamás. Entró con mucho cuidado de no hacer ningún ruido, cerrando la puerta detrás de él. Se acercó cautelosamente a un lado de su cama y fijó su mirada en el cuerpo de la muchacha.
Su cabello rubio estaba disperso por la almohada, tenía una respiración tranquila, sus pestañas negras tocaban suavemente sus mejillas y sus labios curvaban una sonrisa involuntaria. Alkor la miraba con adoración. ¿Por qué ella había llegado a su vida? ¿Por qué tenía el presentimiento de estarla protegiendo de algo? ¿Por qué existían tantas preguntas sin resolver?
Ella giró hacia el otro lado de la cama aun dormida, dejando a la vista una espalda desnuda. El pulso de Alkor se disparó como nunca antes lo había sentido. Y su aroma lo llenó por completo. Cerró sus ojos perdiéndose en lo que ella lo ofrecía. En ese preciso momento una bestia que en él dormía despertó. Su mano izquierda fue hasta el hombro de Eve, pasando suavemente sus uñas mientras cerraba sus ojos y se perdía en su piel. Su cuerpo comenzó a calentarse más de lo debido y eso lo frustró tanto, que comenzó a sentir algo extraño en su entrepierna que lo estaba molestando grandemente.
—Alkor...
Retiró su mano de pronto reprendiéndose por haber perdido el control esos segundos. Sin embargo, dejó de preocuparle ahora estaba más concentrado en saber por qué Eve lo había llamado aún dormida. Después de todo ¿Será que lograría significar algo para Él? ¿Qué estaría soñando a todo esto, como para querer llamarlo? Fue su suspiro ajeno y dulce que lo hizo despertar de su ensoñación. ¿¡Qué mierdas estaba pensando con él!? ¡Era un idiota, él más grande todos! Apretó la mandíbula y se alejó de su habitación y de su castillo con cólera. Alzó sus alas en su balcón y sintió como su cuerpo se volvía a transformar y volaba los cielos. El aire golpeaba su rostro, hoy definitivamente habría tormenta. Le encantaba volar sobre las tormentas y que los rayos golpearan su lomo, le daba energía y más magia de la que él podría describir.
Cuando Eve despertó tuvo un presentimiento, como si alguien la hubiese estado viendo durante un buen rato, pero tan solo se encontró con la noche casi llegando a su fin. Se colocó una bata que encontró hace días en aquel fascinante ropero y se asomó por el gran ventanal. La lluvia caía furiosamente y de pronto algo capto su atención. A lo lejos, por encima de las nubes los relámpagos alumbraban el cielo y escondido sobre ellas, una figura enorme volaba como si fuese transparente. El corazón de Eve se aceleró, un Dragón negro, brilloso como el mismo sol volaba haciendo movimientos con suma gracia. Era Alkor.
Esa criatura fascinante la había atrapado, cuando menos lo esperaba Alkor volvía su habitación. Un balcón que se encontraba del otro lado de ella. El castillo era majestuoso y te daba efectos ópticos, pareciendo que todas las habitaciones están unidas, pero en realidad están más separadas de lo que se cree. Serían quizás las seis de la mañana.
Arregló su aspecto y bajó a la cocina para hacer el desayuno. Por muy curioso que pareciese, había bastante comida y ella misma no lograba recordar de dónde había salido aquello. Se despreocupó y comenzó a cocinar e inventar platillos para cuando Alkor estuviese preparado para almorzar. Al cabo quizás de una hora preparó la mesa la cual, -gracias a su esfuerzo tenía toda la planta baja limpia- estaba adornada con un lindo florero. Cortó flores la mañana pasada saliendo al jardín trasero del bosque y llenó de alegría el castillo. Colocó el plato de mármol más grande enfrente de la silla más alta y elegante que sobresalía del comedor, suponiendo que Alkor se sentaba así. Puso los jarrones con agua en medio, panecillos, carnes y unos huevos cocidos. Ella esperaba que Alkor bajara a comer junto a ella.
¿Qué dijo?
Sacudió su cabeza y se dirigió a la habitación del Joven Refunfuñón y atractivo Dragón.
Llamó a la puerta con dos toques. No tardó mucho en asomar la cabeza de un adormilado Alkor. Él le frunció el ceño y se dirigió a ella algo molesto.
— ¿Tan temprano y fastidiando?
Bien, ella ignoraría su mala educación.
—Buenos días, Alkor. Es temprano, pero el nuevo día comienza ya. Baja para desayunar, he preparado el desayuno. —Ella le sonrío entusiasmada por qué Alkor aceptara bajar con ella a comer.
—No me interesa...
—Te va interesar —Dijo ella entre dientes con una ahora, falsa sonrisa —Si no bajas para el desayuno, el desayuno irá a ti.
Él bufó mientras habría más la puerta y dejaba ver su torso desnudo. Eve lo examinó en cuestión de segundos y se forzó a subir la mirada a su rostro.
—No quiero ¡Y punto!
Ella asintió.
—Seguro que a Lupus no le importará compartir el desayuno conmigo.
—Desde luego —Le cerró la puerta con mucha fuerza.
Volvió a la cama a punto de cerrar los ojos, pero recordó algo importante. Lupus no se encontraba en el castillo, fue para con Nyla y no volvería en otros diez días al menos. Se levantó de la cama y corrió en dirección a donde Eve se dirigía. Ella estaba a punto de abrir la puerta cuando la mano de Alkor tomó el brazo de la chica.
—Vamos a desayunar, Lupus está muy agotado como para bajar o tan siquiera comer. ¿Y no queremos despertarlo verdad?
Ella no lo vio venir, pero caminaron juntos hacia el comedor. El aroma de la comida llegó a las fosas nasales de Alkor que pronto se sentó emocionado en su silla.
Eve comenzó a servirle buenas proporciones de todas las clases de panes que había en la mesa. Alkor comenzó atragantarse como si no hubiera un mañana y fijó su mirada en la muchacha que lo veía asombrada por su ferocidad.
— ¿Podrías al menos fingir que no te repugna? —Alkor bajó el trozo de carne y lo dejó en su plato.
— ¿Por qué debería importarme de todas maneras? Es tu forma de ser, no la pienso cambiar —Contestó con dulzura Eve mientras se disponía a comer. Pero antes de hacerlo oró por los alimentos dándole las gracias a Dios por la comida. Alkor frunció el ceño ¿Qué cosa? —Provecho. Espero que disfrutes de la comida.
Comieron ambos en silencio, pero aun así Alkor no podía despegar sus ojos de ella. Su cabello estaba atado en una coleta de lado y comía tranquilamente. Ella levantó su mirada y observó a Alkor que la veía demasiado mientras comía. Se sonrojó y sintió que su cuerpo estaba caliente. Alkor no quería que ella le siguiera temiendo, y a regañadientes se dijo que debía empezar a ser cortés con ella.
— ¿Cuántos años tienes? —La pregunta la sorprendió. ¿Alkor quería entablar conversación con ella?
—Veintidós años. ¿Y tú?
Bien, ahora que estaba hablando con una cría, para él, prácticamente no podía simplemente contestarle de mala manera.
—Cuatro siglos. —Contestó por lo bajo mientras daba otro bocado a su comida.
Eve abrió sus ojos como platos ¿Cuatrocientos años? ¡Por Dios!
—Debe de ser asombroso vivir tanto tiempo.
Él sonrió triste.
—No es lo que te imaginas. Vivir mucho tiempo suele ser aburrido.
Eve no podía creer que Alkor y ella por fin estén hablando como gente civilizada. Estaba ahora intrigada sobre el pasado del Joven Dragón. Esto era un gran cambio en su forma de relacionarse.
— ¿Es cierto que pueden vivir hasta mil años? En los antiguos escritos dicen que...
—Estás haciendo muchas preguntas ahora, humana.
De pronto un desagradable Déjà vu llegó a él. Alejó eso de su cabeza y se concentró en la mortal. Le gustaba hacerla enojar, pero de repente él mismo se dejaba ir por la ira cuando menos se daba cuenta. Eve se acomodó en su asiento algo incomoda y él no pudo evitar apartar su vista de sus grandes pechos. Él se movió en su mismo lugar también por estar pensando en cosas totalmente lujuriosas.
—Eve, me llamo Eve —dijo en voz baja, sintiéndose intimidada de nuevo.
—Como sea... —Pero al ver que Eve ya no le miró y siguió comiendo, se mordió la lengua y se forzó a continuar con lo que ya había iniciado —Respondiendo a tu pregunta, podemos vivir más de mil años. Eso si no nos cazan antes. Es por eso que mi pueblo dejó de hacer acto de presencia en el mundo de los humanos.
Alkor sentía ahora la necesidad de entablar una charla. Después de todo tenía que alejar a Eve de Lupus mientras él hacía el encargo. Tenía que averiguar todo sobre lo que dejó Aurora cuando partió de éste mundo y de lo que el otro parasito estaba planeando. Eso sin mencionar a los enemigos que se ha echado al bolsillo en los últimos siglos. No olvidaba que aún hay un precio alto por su cabeza. Eve ahora estaba interesada en todo lo que se refería a Alkor.
— ¿Hay gente que los caza aun?
—Todos los de mi especie, mi pueblo se fue a la tierra de la magia, Draconian. Yo solo estoy aquí... impidiéndoles el paso.
—He oído que estás maldito Alkor, ¿Por qué? ¿Qué fue lo que hiciste para que todos los hechiceros te hicieran quedar aquí en Afrobos si tanto miedo les provocabas? Suena muy ilógico.
Alkor frunció su entrecejo. Estaba bien que conversaran un poco, pero eso no le daba el derecho de que ella quisiera saber todo lo relacionado con él. Su historia estaba muy limitada y todo lo que decían los antiguos pergaminos era lo que él quería que solo se supiera. Si tan solo descubrieran toda la verdad de lo que había sido del Dragón Negro de La Era, el último Dragón Mítico.
Maldita maldición, aun recordaba cómo había arriesgado su pellejo aquella vez que lo sentenciaron a proteger el portal de ambos mundos. El último que quedaba. No diría Alkor que valió la pena por qué no fue así, perdió a su madre en aquella estúpida batalla. Maldecía a los humanos por haberle arrebatado a su madre de la manera más cruel y sin piedad. Maldecía a esos, que los seres celestes guardaban de todo mal, cuando lo único que hacían era esparcir su maldad a cada rincón de la tierra. Decían que él era una bestia cuando existían bestias peores como ellos.
Se levantó de la silla sin decir una palabra de nuevo. Eve se levantó junto con él y se posicionó hasta estar frente a frente. Con la esperanza de que todos sus comentarios no lo hayan hecho molestar. Realmente, ella estaba cansada de pelear.
—Lo siento... crucé la línea.
¿Se estaba disculpando? ¡Ja! Tan solo eso hizo molestar aún más a Alkor.
—No necesito tu compasión humana. Nunca he necesitado nada de nadie, así que no creas que esto, sea por ti.
—Está bien entonces, ¿estemos a manos sí? te contaré todo sobre mí. —Ella sonaba esperanzada de poderle mostrar a Alkor que no todo en este mundo necesita ser una mierda. Hay cosas buenas, no es como si su vida fuera de color de rosa, pero al menos quería contarle los buenos momentos que ella ha tenido. Las cosas que a ella le gustaba y actividades que disfrutaba realizar.
¿Qué intentaba aquella chiquilla? ¿Demostrar algún jodido punto?
—No te lo pedí —contestó fríamente, buscando alguna otra intención por parte de Eve.
—Lo sé. Pero te lo he sugerido. —Sonrió mostrando una hermosa sonrisa, totalmente encantadora. Sus ojos azules tomaron un brillo especial y Alkor no supo qué hacer al respecto. — ¿Qué dices? Si me voy a quedar unos días más aquí en el castillo, al menos llevemos la paz lo que queda de mi estadía ¿no lo crees?
Paz.
Qué palabra tan significativa y con tanto peso de por medio. Pero más significativo era el hecho de que Eve se tendría que ir... Ya no estaría más rondando su castillo y lo entristeció un poco. Así que no podría desaprovechar una oportunidad como aquella.
—De acuerdo. —dijo resignado.
Ambos se dirigieron a la biblioteca en silencio una vez que Eve lavó los trastos sucios y recogió la mesa. Alkor tan solo la veía haciendo el quehacer, no es como si fuera a mover un dedo después de todo él era el dueño del castillo. Eran esos momentos, en los que los ojos de Alkor podrían ver descaradamente a Eve sin que ella lo notara. Y tan solo eso, le hacía sentir bien. Se sentaron frente a frente, Eve un poco nerviosa por estar por primera vez en paz con Alkor. Será que ¿las cosas progresarían al fin entre los dos?
—Bien no sé por dónde comenzar... Soy una pueblerina de Afrobos. Mi familia proviene o provino alguna vez de una rama generacional de la realeza, los Storm. Creo que te sonará por los años que tienes —Rio tímida, algo que Alkor sintió como melodía a sus oídos, y se sorprendió al saber que los Storm todavía pisaban la tierra, lo cual lo dejó inquieto— Eso se acabó hace ya varios años. Nací en marzo 3. Mi color favorito es el azul y las rosas son mis flores favoritas por excelencia. Sé hacer muchas cosas, tejer, peinar a las chicas del pueblo, cocinar, estudié en casa hasta los diecisiete años. Mi mejor amigo se llama Brandon Stanford el cual es como un hermano para mí, no lo he visto desde el día que me escapé de mi boda —Decía con tranquilidad. Alkor, en verdad que le estaba prestando atención no quería perder detalle de ella—Amo pasar tiempo junto a los ríos sin preocuparme de nada a mí alrededor eso, y los días de campo junto a ellos. Siempre he soñado con nadar en un río, mis padres jamás aprobarían que yo nadará en ríos, para ellos no es propio de una dama. Yo creo que es una estupidez. Desde pequeña me han gustado los cuentos de hadas, magos y dragones en realidad... los adoraba cada noche al irme a dormir—Su timidez era adorable.
Alkor podía ver que atrás de aquella mirada había algo creciendo en ella. Pero ¿qué era? No era mucho lo que ella creía que sería bueno contar, no era una persona muy interesante ni de aventuras, pero al menos creía que podía simpatizar con Alkor.
— ¿Ibas a casarte? —Sabía lo que significaba para los humanos el término "Casamiento". Atar tu vida de por vida a una sola persona, serle fiel hasta la muerte. Pero, sin embargo, los humanos pueden ser infieles y no mueren en el intento de engañar a tu pareja. Se pueden casar las veces que sean. En el mundo mágico era algo más complicado de decir.
Cuando un ser sobrenatural encuentra a su alma gemela es un lazo que nada ni nadie puede romper. Solo una vez amarás de verdad, solo existe un compañero para cada ser mágico. Ellos se toman muy enserio eso del "Amor verdadero".
—Me querían casar a la fuerza —Aun sentía como si estuviese en el día de aquella boda. Creía que jamás se libraría de Rupert. Ese desgraciado, siempre la quiso para él. Alejaba a los chicos del pueblo de ella. ¿Qué cómo le pidieron matrimonio? Rupert llegó con una bolsa de oro y compró a los padres de Eve por la promesa de liberar deudas. —Pero escapé... Él, no es un buen hombre. El día que me encontró en el bosque volví a sentir miedo de ser presa de ese desgraciado. Corrí y me adentré a dónde ningún humano se hubiera atrevido a pisar.
También había oído hablar sobre los casamientos a la fuerza. Otra de las razones por las que Alkor creía que la humanidad estaba perdida, por esas estupideces.
—Fue el día que llegaste aquí ¿cierto? —Ella asintió.
No lo podía creer. Alkor comenzaba a sentir algo de compasión por primera vez en su jodida existencia. Él comenzó a moverse involuntariamente hacia ella y la abrazó. Sorprendiéndose también él. ¡POR LOS INFIERNOS DE Draconian! Cuándo la estrechó en sus brazos algo palpito tan fuerte que sentía que se estaba saliendo de su cuerpo.
Era su corazón.
Pero aun así no podía evitar que la sensación de su cuerpo con el de ella fuera totalmente agradable. Su aroma lo estaba embriagando. Se sentía tan correcto tenerla cerca, era semejante a la sensación de magia en el aire. Le sorprendió más que Eve no opusiera resistencia, lo cual lo hizo sentir un tanto feliz. Eve se dejó abrazar por él y sus brazos lo rodearon por debajo de los suyos. Cerró sus ojos y comenzó a llorar en silencio, su cuerpo se sacudía sin su consentimiento. Desde que había llegado no había sentido consolación de ninguna manera, y más extrañada se sentía de qué, precisamente Alkor fuera el responsable de su calma.
Los instintos de animal salvaje se apoderaron de Alkor de un momento a otro, lo que había iniciado con la más pura de las intenciones lo corrompió el poder de su carnalidad; Y la llevó sin que ella se diera cuenta a un sofá y la recostó, poniéndose él encima de ella. Cuando Eve abrió los ojos, Alkor estaba llevando su cabeza a su cuello, totalmente perdido del mundo, observaba como su respiración estaba algo agitada. Su pulso se aceleró, pero no tuvo miedo de lo que pudiera pasar, lo dejó ser por ésta vez. El aliento de Alkor era caliente, las manos de ella viajaron a los brazos de él, acariciándolos torpemente.
—Alkor ¿Qué haces? —Su voz sonó débil y perdida en una nueva sensación poderosa que la quería mantener calmada y sumisa. En cambio, cerró sus ojos y la sensación de estar tan cercas a Alkor la abrazaron. El Dragón colocó sus brazos alrededor de la cabeza de Eve y éstos se tensaron con el toque que ella provocaba.
—Humana... Dime que me aleje de ti—Gruñó. Sus ojos se volvieron de un amarillo intenso y su piel comenzó a ponerse caliente. Quería, lo deseaba con todo su ser, pero al mismo tiempo no podía permitirse hacer esto.
Eve tampoco no podía razonar del todo. La presencia de Alkor la estaba mareando de manera sabrosa. La voz de Alkor era gruesa, varonil, pero joven. ¿Qué clase de encantamiento tendría Alkor que la tuviese tan mal? ¿Tan pronto había olvidado el mal del Dragón? Por supuesto que sí, Eve era un alma comprensiva... demasiado.
— ¿Y si no quiero que te alejes? —Sus palabras salieron inconscientemente sus labios, pero de pronto se reprendió. ¿Por qué dijo eso? ¡Dios! —Alkor, no... no es correcto, por favor aléjate.
No quería, pero su moral iba primero que sus deseos.
Como si Eve quemará a Alkor éste se alejó con rapidez, y no le volteo a ver en ningún momento. ¿Y ahora como rayos arreglaba lo que acababa de hacer?
—Lo lamento, esto nunca debió pasar. Yo fui el culpable, no sientas que esto es culpa tuya ¿De acuerdo? Me retiro... amm tomate el día libre. Ve y paséate por el bosque hay un río cercas... —Sí. Alkor había perdido totalmente la cabeza. No sabía ni lo que decía.
Salió de la biblioteca con la respiración agitada dejando a Eve tirada en el sillón con temblor que no había conocido en ella.
Se encerró en su habitación prohibida... necesitaba relajarse, alejarse de Afrobos. Tan solo unas dos horas en Demonian no le causarían mal se encaminó escaleras abajo pensando y pensando en esa mortal. Lo estaba volviendo loco.
Eve por otro lado se quedó en la habitación aun acostada tratando de controlar a su corazón y tratando de entender por qué se orilló a estar tan peligrosamente cercas de Alkor. Enojada consigo misma fue hasta dónde Alkor estaba y sabía dónde estaría. Era obvio que se estaba atando una soga al cuello, pero valdría la pena o eso creía ella ya que no tenía una justificación válida por la cual hacer esa estúpida. O quizás, solo quizás era una tonta excusa para estar de nuevo con Alkor. Y de la misma manera en que Alkor había salido de la biblioteca ella salió disparada a su habitación prohibida. No llamó, si no que deliberadamente entró y bajó las escaleras en dónde –tenía que haber una chimenea –existía un hueco.
Al bajar un buen tramo y con algo de tiempo, vio la capa de Alkor entrar a un extraño pórtico de luz verde. Mordió su labio y se atrevió a entrar, Alkor estaría del otro lado y tal vez, volverían juntos en ese mismo momento. Cuando se encaminó y expuso su cuerpo, un dolor le atravesó el cuerpo de Eve. Era el ambiente algo como gelatinoso, caliente y que le provocó electricidad en el cuerpo. Pasó por ese extraño túnel y al momento de pisar del otro lado su corazón se detuvo. Había una cueva, y aun Alkor bastante cabreado. Cruzó sus brazos sobre sus pechos y literalmente, le vio escupir fuego por su nariz.
Había sido un error haber seguido a Alkor.
—¿¡QUÉ!? ¿¡AHORA QUÉ!? —Gritó Alkor —¡Joder Eve, necesito un respiro!
Esa era la primera vez que Alkor la llamaba por su nombre y se emocionó por cuestiones que desconocía.
—Yo solo necesitaba... necesitamos hablar de lo que pasó hace unos minutos.
Negó con su cabeza y la tomó de su muñeca.
—Te llevaré a casa, no puedes estar aquí. Es peligroso y si alguien te ve eso realmente va a ser algo malo.
—Estás paranoico Alkor...—La calló de golpe con su mano.
Alkor se tensó, mierda algo no andaba bien. Dio un rápido vistazo a su alrededor y hacía atrás.
A lo lejos la selva de color rubí se asomaba con su exótica fauna. El olor a azufre era un aroma permanente. De hecho, todo estaba bastante quieto. ¿Por qué? Cuando el pisó Draconian los animales y la algarabía permanecían en su habitual estado, pero cuando Eve llegó todo se silenció.
—A casa, ¡ahora!—Ordenó.
—¡Maleducado como siempre, mi querido Alkor!
Gruñó Alkor en respuesta. Soltó maldiciones como ya era su costumbre.
No ahora.
—Ya nos íbamos...
—De ninguna manera —El Dragón de melena roja observó a Eve y Alkor de manera burlona ¡Nunca se cansaría de eso! —¿Por qué no nos presentas? Yo soy Grek, dulzura.
Alkor miró a los ojos a Eve y cerró los ojos con fuerza.
—Ella es Eve.
—Encantada —Dijo no muy convencida.
—¡Bienvenida a Draconian!
© J. ZARAGOZA
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro