Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 6

Eve comenzó con un bastón largo a remover las telarañas que se encontraban en una de las esquinas del techo, mientras estaba en la parte superior de unas escaleras de madera. Estiraba lo más que podía sus extremidades para poder deshacer esas terribles cosas pegadas en sí en las paredes. ¿Cómo es que han vivido en este lugar durante un siglo? O si no, hasta más. La chica llevaba su cabello recogido y llevaba puesto un vestido sin crinolina, por no decir que es algo que usaría la servidumbre. Era de color caoba que arrastraba tan solo un poco. Ella era de estatura mediana y sumamente dulce. Las repisas, los grandes estantes, todo, absolutamente todo estaba cubierto por un polvo demasiado difícil de sacar con una sola pasada. No podía creer lo que sus ojos miraban.

Los baldes con agua estaban aún lado de las escaleras, escobas y trapos que luego los usaría para limpiar las demás habitaciones. Esa misma mañana había decidido que limpiaría toda la planta de abajo y tan solo le estaría tomando dos días acabar. Al menos ya llevaba de pie doce horas haciendo la limpieza sin comer y sin nada.

El lugar era alto, con un estilo barroco, pero a la vez tan gótico que de solo mirar sentías miedo. Las cortinas negras caían desde lo alto hasta estar un centímetro de tocar el suelo. Había terminado con una de las paredes y se encontraba totalmente polveada, y con muchas ganas de darse un baño de pies a cabeza.

— ¡Por todas las legiones de Draconian! ¿¡Qué mierdas crees que estás haciendo!?

Eve se tambaleo un poco al escuchar la voz de comando de Alkor llamarle con ira notable desde abajo. Ella lo observó por encima de su hombro achicando sus ojos. Él estaba de pie esperando una respuesta de su parte, con la capa negra rozando el suelo que el otro día le ofreció y un rubor se quedó en sus mejillas y volvió de nueva cuenta a poner toda su atención en limpiar. Sentía su rostro arder. Con sus labios haciendo una mueca y el pulso acelerándose por tener que tratar con él.

Jodido imbécil.

Se decía así misma mientras movía un poco más furiosa el bastón hacia su objetivo. Respiró profundamente mientras fruncía su ceño. Ahí iban de nuevo.

— ¿Eres ciego acaso? —Respondió Eve descaradamente en un tono pastoso que solo hizo que el señor del castillo hiciera sus puños y se tornaran de un color blancoso. —Limpiando, Lupus no puede salir de cama al menos durante otros cuantos días y dudo que su Majestad vaya a mover un dedo.

Sí, llevaba encerrada en el castillo otra semana y su único entretenimiento era limpiar. Últimamente Eve y Alkor "Conversaban" más a menudo en sus encuentros "accidentales", o algo así como insultarse, molestarse y entrar en cólera rápidamente el uno con el otro. Ya iban progresando. Eve había entendido que ese Dragón amargado ya no la lastimaría, pero eso no quitaba el hecho de que la intimidara a niveles colosales. Aún tenía ese efecto palpable en ella. Y lo que era peor, él sabía que ella lo sabía.

El joven Dragón rugió y sintió salirle humo de su nariz. Muchos adjetivos despectivos surcaban en la cabeza de Alkor, pero a lo único que podía limitarse a formular en una oración era:

Muchacha imprudente y malcriada.

—Deberías caerte de esa escalera y quebrarte una pierna por bocona. —Dijo mordaz mientras no quitaba su vista de ella.

Vio como ella se tensaba al mencionarle eso, Eve bajó rápidamente de las escaleras hecha pólvora y se encaró hasta donde Alkor estaba con sus brazos cruzados. Aquella joven había sacado las uñas en más de una ocasión ante el temible Señor de Afrobos. Lo cual solo hacía que Alkor quisiera ver más a esa fierecilla salir, era un tanto reconfortante. Sus ojos se encontraron y daba la impresión, como dos fuerzas de aire chocaban; La mirada de Eve reflejaba un suave aire fresco mientras que Alkor era aire caliente, que no cedería ante los hechizos que provocaba su mirar. Muy en el fondo, adoraba molestarla nunca se había sentido antes así. Verla ponerse roja del coraje le parecía divertido, y no olvidemos sus patéticos insultos.

— ¿Qué te he hecho? Lo único que haces es insultarme desde que me conoces. Sé que no me pondrías una mano encima... no de nuevo. Y tampoco me toleras, pero he tratado de ser lo más amigable y educada posible, pero no puedo hacerte entender que no soy tu enemiga.

Su voz era tan dulce y potente que no sabía cómo tratar con ella en ocasiones como ésta. Sin duda alguna, su actitud lo confundía. Ver sus rasgos contraerse en un casi inexistente enfurecimiento le hacía sentir dentro de sus venas algo extraño. ¿Cómo era posible que después de todo lo que ha hecho no la haya ahuyentado? Alkor mordió su lengua y se frenó a sí mismo de lo que quería hacerle en ese mismo momento. Debía alejar todos esos pensamientos que no le ayudaban para nada a controlarse. Sin mencionar lo que estar cerca de ese aroma de sangre era ya casi imposible resistirse, pero por simple orgullo y negación no se permitía ponerle una mano encima.

—Cierra la boca, ¿Tú que vas a saber de lo que soy o no soy capaz de hacer? Sí yo quiero, puedo echarte de mis aposentos cuando se me de la real gana. —Gruñó y sintió sus ojos arder.

Eve entreabrió sus labios y luego se cruzó de brazos aun con el bastón en su mano derecha.

—Yo no soy la que se afectará en lo más mínimo. A mí nadie me tiene atada aquí...

Eso pareció picarle las costillas a Alkor, pues se acercó ferozmente a ella. Estaba ahora sí hecho una dinamita. ¿Cómo se atrevía a presumir de su libertad cuando él se la podía quitar cuando quisiera?

—No tientes a tu buena suerte, humana. Llegarás a mi límite un día de éstos si sigues de respondona.

Ella enarcó una ceja y curvó una sonrisa que lo desestabilizó un momento. ¿Qué demonios? ¿Cómo lograba hacer aquello? ¡Maldita hechicera!

—Es lo que menos deseo, Alkor. Créeme, por mí propio bien. Ahora si me lo permites estoy limpiando ésta sucia biblioteca por lo que tu presencia me estorba.

Alkor subió una ceja y soltó una carcajada cargada de burla. Eve sintió sus vellos erizarse tan de pronto que no supo porque de la reacción. No supo cómo reaccionar ante ello.

— Quisiera irme, enserio, pero me quedaré solo para ver cómo te rompes la cabeza y llegas hasta allá — Apuntó con su dedo índice hacia el techo donde se encontraba un candelabro de plata, donde se podía ver con claridad que ni en sueños Eve podría limpiarlo — Será divertido.

Y era enserio. Por primera vez en lo que él recordaba nunca se había divertido tanto como lo estaba haciendo en estos momentos. El retarla le provocaba una satisfacción que hace tanto tiempo no experimentaba.

Eve parecía que se iba a ir para atrás cuando notó que Alkor tenía razón. Pero ella era terca y testaruda. El que creyeran que por ser mujer podía hacer menos cosas era una abofeteada a su orgullo. Ella le dio la espalda y le habló por encima del hombro.

— No importa.

Sonrió siendo sincera. Al cabo lo único que quería era distraerse.

Alkor vio como volvía a esa escalera y ella sola la cargaba hacia el otro lado de la biblioteca. Atrajo una silla y se sentó para observar a la humana complicarse la existencia. No habían hecho más conversación desde hacía rato. Pasaron las horas, y lo único que hacia Alkor era seguir los movimientos que Eve realizaba. Aun y cuando fuera lo más mínimo él la seguía. Hubo ocasiones en que Eve casi se caía, Alkor estaba a punto de levantarse en más de una ocasión para ayudarle, pero ésta cada vez se recuperaba de su equilibrio, sin darse cuenta que Alkor comenzaba a preocuparse por ella. Cuando eso sucedía Alkor se reprendía así mismo, no dando crédito a lo que él mismo hacía.

El Joven Dragón salió de la biblioteca al darse cuenta que ya era de noche. Abrió la puerta y salió por ella, dejando a la humana bajar por la escalera para irse a descansar. Había sido un largo día para ella, en realidad, toda la semana había pasado su tiempo de rodillas, oliendo a suciedad, agua con tierra y demás. Aunque ella no se diera cuenta, Alkor de vez en cuando pasaba cercas de su baño, tan solo para oler como su cuerpo desprendía ese aroma dulce que lo inquietaba. Escuchar como el agua la salpicaba, como caía en el suelo, era tortuoso. Por no decir que él era un masoquista de lo peor.

Caminó por ahora, por un limpio pasillo, de los que había limpiado toda la mañana Eve y esbozó una pequeña sonrisa la cual borró al instante y frunció el ceño.

¿Qué demonios te está pasando Alkor?

Era una interrogante que ni el mismo podría descubrir. Se detuvo detrás de una puerta y dio unos leves golpes, escuchó una voz decirle que pasará y así lo hizo. La alcoba era algo pequeña a comparación de la de él y bastante más iluminada en tonos beige y blancos.

— ¿Cómo te sientes, Lupus?

Aunque no pareciera, Alkor verdaderamente se preocupaba por su vasallo... su niñera, como él mejor lo llamaba. Ha estado con él desde pequeño, que más que un simple sirviente, todos estos años le cogió cariño genuino. Quizás el único y verdadero amigo que tenía en toda la vida.

Lupus estaba cruzado de brazos y lo miraba mal. Pero claro, que para Alkor solo eran berrinches sin repercusión alguna para él.

— Aburrido ¿Cómo más debería sentirme? — Replicó Lupus con un deje de fastidio.

Alkor se sentó a un lado de la cama y se vio en un reflejo del espejo que Lupus tenía colgado en una pared. Se observó, su cabello estaba algo crecido y su fleco le iba a cubrir sus ojos azufre. Su piel gris ahora había adquirido un extraño color más oscuro. No entendía porque éstos cambios físicos tan repentinos, ya que antes no los había sentido.

— ¿Y estás molesto por eso? —Preguntó Alkor mientras se seguía mirando.

— Estoy molesto porque no me dejas decirle a Eve que no tengo nada grave. La pobre ha venido a visitarme cada que puede y luce bastante preocupada por mi salud — Bien, ese detalle no tenía por qué saberlo Eve. — Y la pregunta aquí es ¿Por qué la retiene si ya le había concedido la libertad? ¿No era eso lo que querías?

Alkor molesto por la pregunta de Lupus se levantó como alma que lleva el diablo. No era la pregunta lo que le molestó en realidad, era porque ni él mismo tenía la respuesta a ello. Aunque bien, Lupus podría quizás conocer la raíz de sus problemas, consideraba que la prudencia debía ser una virtud, y hasta no saber más, poderle decir a Alkor lo que tal vez le ocurría.

— Veelo como un grato descanso y te prohíbo que ella se entere. Es una orden.

Era temible, era una verdadera bestia. Lupus asintió no muy convencido y Alkor se retiró de la habitación de su vasallo dándole las buenas noches. Sopló un poco de fuego al darse cuenta de lo irritado que se encontraba y cerró sus ojos, acariciando el silencio que lo abrazaba. Las palabras

¿Por qué lo estaba haciendo?

¡Maldita sea! No lo entendía.

— ¡Hey, ten cuidado! Limpié toda la planta baja ésta mañana como para que quieras hacer de tus fechorías.

Él abrió sus ojos y su mirada voló a una molesta humana que se dirigía a él y lo enfrentaba. La mujer ahora estaba recién bañada, lo sabía pues sus cabellos estaban húmedos y sus mejillas rosadas. Probablemente por el agua caliente. De pronto, se dio cuenta que estaba pensando en ella desnuda en la ducha. Maldijo todo lo vivo y se reprendió por ello.

No podía evitar ver sus ojos como zafiros desnudarle la mirada. Su blanca piel era perfecta para marcarla y esos labios de dónde salían palabras de retos lo estaban traicionando. No olvidaba su cabellera rubia que se paseaba por toda su espalda y esas pestañas largas y negras. Tenía que reconocer que era una bella criatura. Era hechizante a su bello mirar.

— Es mi castillo. — Dijo con ganas de querer iniciar una pelea.

La mortal abrió sus ojos no creyendo lo que la bestia estaba diciendo. ¿Acaso seguía ciego y no veía su trabajo? ¡Tremendo mal educado!

— Y es mi tiempo al que dedique cada rincón de ésta planta.

Cansado de cierta manera le cogió la mano y la llevó arrastras por el castillo mientras ella pataleaba y lo maldecía. Reconocía su esfuerzo, su hogar parecía como estar en aquellos tiempos de gloria que corría por todas las habitaciones. Era grato vivir en ese castillo y de vez en cuando, pasear de la mano con su madre por todo el patio trasero y jugar a las escondidas en el bosque. Tiempos que ya no volverán y milagros que no lograría revivir.

Llegó a su habitación en la planta alta sin darse cuenta que llevaba a Eve sobre sus hombros, últimamente divagaba demasiado y no se daba cuenta de las cosas que hacía, porque para ser sinceros, todo esto comenzó desde que ella llegó.

Abrió la puerta y dejó a Eve en el suelo con delicadeza. Desde lejos escuchaba su corazón latir por mil y eso le hizo despertar algo en su interior. Cerró la puerta con su mano sin despegar sus ojos de los de ella. La tenía acorralada. Eve no podía pensar en otra cosa más que malas intenciones.

— ¿Q-Qué vas a hacerme? —Eve se reprendió por estar tan débil enfrente de él, aun cuando le quiso recalcar lo más posible que ella no cedería ante su aura imponente.

Su voz ahora estaba sumisa y no solo eso, si no todo su cuerpo estaba tenso y su esencia desprendía algo sumamente exquisito para Alkor. No entendía que era lo que provocaban esos cambios de actitud cuando a cierta distancia que había entre ellos, resultaban ser distintos a los que ya se había acostumbrado.

Le gustó escucharla estar a su merced. Ella sabía que estar en el territorio y privacidad de él era delicada. El tener cuidado con el dragón era vital.

— Hum, ¿Debería hacer algo contigo, de todas formas?

Ella llegó hasta la pared golpeando suavemente su espalda en ella. Alkor se había acercado bastante, más de lo que otras veces lo había hecho. Dejó caer su capa en el suelo y fue un ruido algo fuerte. Eso hizo desestabilizar las emociones de la humana. El aroma que Alkor desprendió fue embriagador. Era la esencia de un hombre dominante, sumamente masculino. Acercó su rostro al de ella sintiendo un calor cubrirle el cuerpo y ella vio su pupila dilatada cual serpiente hipnotizando a la presa.

— ¿T-te burlas de mí, Alkor?

— Para nada — Fue sincero — Pero necesito algo de ti...

Ella pasó saliva duramente por su garganta. ¿Algo de ella? ¿Qué podría querer alguien como él de ella?

— ¿Y qué es lo que necesitas de mí?

Sí antes sentía miedo, ahora, con lo que estaba sintiendo no podría decir que era miedo. Algo totalmente diferente llenaba cada parte de su cuerpo y mente. Era un calor muy extraño que se estaba formando desde su cadera hacia el sur. Ver la piel gris de Alkor era... bello, algo que simplemente no podías ver todos los días. Debajo de esa armadura de odio y amargura se hallaba alguien lleno de amor y felicidad. Sus ojos eran como una ventana del alma, pero lo que ahora veía era un deseo creciente. ¿Pero de qué?

— Córtame el cabello, humana.

Eve lo observó un minuto sin poder reaccionar.

— ¿Cortarte el cabello? ¿Eso era todo lo que querías? — En su voz, Alkor notó decepción, por lo que una casi e inexistente sonrisa se formó de medio lado.

— ¿Querías algo más de mí? —Preguntó haciéndola sonrosar.

Ella ahogó un grito de frustración y apartó su mirada de la de él.

—No...


© J. ZARAGOZA

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro