CAPÍTULO 24
El viejo hechicero estaba ansioso por cumplir la profecía a la que había estado encadenado tanto tiempo. Sobre el caballo, observaba a cada uno de los soldados que se le fue encomendado, la Corona ofreció una buena cantidad de hombres, mientras que, por su parte, Dramus se había encargado de agregar a su causa a los Jinetes Reales que quedaban con vida. Los soldados llevaban catapultas para atacar de lleno del Castillo Negro. Los arqueros se movilizaban por las partes más altas de las montañas, mientras que la caballería se acercaba y rodeaba el área.
—Es la hora, maldito —dijo —ya he esperado Alkor cien largos años —Dramus se encontraba en uno de los peñascos con vista al castillo de Alkor.
Explicar lo que él sentía incluso era algo sombrío. Tantos años esperando éste momento que no lograba salir de su entera emoción, la desesperación por ver correr la sangre de Alkor lo motivaba a seguir de pie. Después de su destierro en Draconian, no solo quería matar a Alkor por haberlo expulsado y frustrado sus planes, sino que además de derrotarlo volvería su juventud con la sangre de su linaje, que era lo suficientemente poderosa para lograr sus cometidos y solo entonces podría intentar apoderarse de ambas dimensiones: La dimensión de la magia y de los humanos.
Los ejércitos de los Jinetes Reales, no solo eran para mantener un equilibrio en esta guerra, había tardado años en envenenarlos con la cizaña de que Alkor era una amenaza para los humanos, el coraje y el rencor que él mismo tenía por aquel Dragón Negro lo llevaron a tal punto de engañar los corazones que había comenzado como una noble causa, como lo eran los Jinetes Reales. Sabía a quién se enfrentaba, el segundo Dragón más grande, fuerte y poderoso que había existido, y se atrevía a reconocer que incluso más que el dragón original.
Rupert había esparcido a los hombres y fue hasta Dramus montado en su caballo y le señaló con su dedo índice un punto en específico del bosque.
—Algo está pasando ahí abajo —Rupert no entendía que pasaba, aun no iniciaban con los ataques y ya había problemas con el plan —Los soldados avanzaron, pero de la nada han desaparecido.
Dramus, alterado le miró fijamente. ¿Desaparecido? Él no había detectado ningún flujo de magia. Al parecer, no era el único que iba a jugar sucio en éste juego que por tantos años prolongaron. Rupert se veía nervioso y fue entonces que Dramus notó que Alkor había hecho un perímetro mágico para que ningún ser vivo del exterior entrara a su territorio. No creía que Alkor recurriera a ese tipo de planes, el dragón negro solía hacer trampas de otra naturaleza, creyó que con conocerlo sabría cada movimiento, pero estaba equivocado. Con su mano alzándola los soldados que le acompañaban comenzaron a movilizarse rápidamente, y luego Dramus hizo otro movimiento con su mano, bajándola abruptamente, las catapultas comenzaron a lanzar rocas bañadas en petróleo y fuego. Los objetos de batalla surcaban el cielo a gran velocidad y al momento de entrar en el territorio de Alkor, éstas desaparecieron sorpresivamente. Haciendo que todos los soldados que habían visto eso, temblaran de miedo.
¡Maldición!
Algo no le estaba agradando, ese maldito Dragón Negro de la Era siempre iba dos pasos más adelante que él. Incluso, casi se mofó de que las cosas hayan empezado con el pie izquierdo para él. Pero eso ya no era importante, si Alkor estaba jugando sucio, él podría jugar también el mismo juego. De pronto, detrás de ellos escucharon un sonido estruendoso. Voltearon sobre sus caballos y notaron que las bolas de fuego aparecieron en el cielo y estaban por tocarlos. Dramus como pudo, desvío el ataque con su poder y cayó cerca de una guarnición de soldados, pero afortunadamente no afectó a sus tropas.
—Nos ha acorralado, y al parecer hay alguien poderoso de su lado también.
Dramus declaró ese hecho con tanta seguridad, que podría sospechar de quién se trataba. La única persona con suficiente poder que ayudaría al príncipe de Draconian. Esa maldita bruja estaba del lado del dragón negro. Maldijo para sus adentros y sus hombres volvieron a prepararse para atacar.
— ¿Y ahora qué hacemos? Estamos a ciegas.
—Eso déjamelo a mí. Por ahora, mi querido Rupert... A darle muerte a ese maldito Dragón.
Éste asintió y bajaron con los caballos velozmente para unirse a la batalla.
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Alkor salió del castillo con el humano detrás de él. Nyla y Lupus se encontraban unos metros más adelante con extrañas hierbas, y un pentagrama en el suelo. Había actividad sobrenatural en todo el terreno, de eso no había duda. El primer golpe que había recibido Dramus había sido el de la desaparición de mil hombres al frente. El cielo se cerró y miles de nubes oscuras aparecieron formando un agujero en el cielo y un gran resplandor verdoso cayendo en el pentagrama golpeó el suelo de manera potente. Los murciélagos salieron de su escondite y se hicieron en torbellino hasta llegar a la presencia de Alkor.
Los ojos ambarinos de Alkor se pronunciaron más y se quitó su capa negra. El color de su piel comenzó a cambiar a más oscura y sus escamas sobresalieron. Sus cuernos comenzaron a brillar y a atraer a los murciélagos para que entraran en ellos.
—Nyla, tal y como lo planeamos, atacarás a los soldados que se encuentran en los costados. —Ordenó mientras las alas negras aparecieron. —Lupus, tú te encargaras de los que rodearan el castillo en la parte trasera —Se giró quedando de frente con el castaño que no dejaba de temblar ante la nueva apariencia de Alkor —Protegerás el Interior del castillo con tu vida.
Se alejó mientras la neblina verde lo rodeó y dio un paso a un poderoso Dragón Negro. Rugió y la tierra tembló ante el poder de Alkor. Éste alzó el vuelo y sintió cada fibra de su ser experimentar la adrenalina.
Eve, prometo que pronto volveré a ti mi amada.
Se dijo Alkor a sí mismo una promesa en secreto. Dramus no había sido más que una gran astilla en la pata durante tantos siglos. Y se encargaría de exterminarlo a como diera lugar por amenazarlo a él, por haberlo engañado hace años con Aurora, por lo que le hizo a su madre, por haberlo maldecido, por a ver amenazado a su compañera y a su bebé. El sentimiento de la venganza lo comenzó a dominar y las ganas de pulverizarlo con sus garras consumió todo su ser. Jamás había sido alguien débil, no lo es y no lo sería nunca. No se dejaría doblegar por lo que los humanos y el estúpido de Dramus intentaran hacer. Se detuvo en el cielo y llamó a la Oscuridad, sombras que comenzaron a pegarse en él y sus ojos ámbar se volvieron rojos y sus garras crecieron más de lo usual. Pegó un gruñido que hizo eco en todo el pueblo de Afrobos y más allá.
Las tropas de los Jinetes Reales se detuvieron, cien años de entrenamiento generacional y el rugir del Dragón les hizo temblar y querer retroceder. Los enormes árboles comenzaron a mover sus robustas ramas y empezaron a atacar a los soldados una vez más. Alkor se dejó caer y escupió fuego contra todos ellos. Buscando a su objetivo...
Dramus.
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El viento sopló haciendo que los árboles rojizos se movieran. Eve se encontraba recogiendo algunas flores extrañas para irlas a llevar a su habitación. Todos habían sido amables, pero extrañaba a Alkor. Su vientre estaba más pesado que hace unos días, y la rubia se encontraba emocionada con conocer a su bebé. Esperaba que fuera una niña y la ilusión la envolvía. Después de días de lo sucedido con Samara, no volvió a escuchar la voz de esa mujer en su cabeza. Por momentos creyó que todo eso terminaría, pero la realidad era muy diferente. Grek estaba cercas del río viendo su reflejo mientras pensaba en lo atractivo que se veía. Eve estaba caminando en dirección de Grek, pero de pronto sintió que alguien la estaba observando y en más de una ocasión durante toda su estadía en aquel valle de flores levantó la vista, buscando entre los grandes árboles alguna amenaza, pero sus ojos no lograban ver mucho. En su pecho sentía la necesidad de correr, estaba amenazada en su entorno.
—Grek algo anda mal —Eve llegó hasta él.
Abrazó las flores contra su pecho y no dejaba de ver en dirección de los árboles y el viento alborotó su cabello. Grek le prestó atención a una Eve asustada. Ciertamente tenía un largo rato sintiendo una presencia extraña, pero él tampoco identificaba de dónde provenía y él no quería poner de los nervios a Eve. No sé había despegado de la chica desde hace días. Se había vuelto su sombra y prioridad. El pelirrojo de cejas pobladas y larga cornamenta miraba con atención a su alrededor. Eve soltó un quejido y se acarició el vientre.
— ¿Qué pasa?
—Me siento extraña —A Eve se le dificultó la respiración — Cómo si algo dentro de mí quisiera salir.
—El bebé ha estado inquieto es normal que...
—No —Era aquí dónde las cosas se dificultarían —No es el bebé es...alguien que está viviendo dentro de mí, antes de que el bebé llegara.
Y la verdad es que nadie le había dicho a Eve sobre la existencia de Aurora dentro de ella. Ni mucho menos Eve había mencionado que durante su desmayo en la tina había intercambiado un par de palabras con una extraña mujer. Los secretos al final de cuenta eran un peligro. Grek estaba a punto de hablar, pero en ese preciso instante pudo sentir diferentes flujos de energía mágica llegar al lugar donde se encontraban. La piel de Grek cosquilleó y colocó a Eve detrás de él. Sin dar aviso a Eve se transformó en Dragón y estuvo en alerta todo el tiempo. Era ella, era Samara sentía su energía. Grek rugió y lanzó una cortina de fuego delante de él, eso podría distraer un rato al hada. Eve volteaba a ver a todos lados. Hasta que Samara apareció, pero no estaba sola. Un aquelarre de fuertes brujas la acompañaban. Grek frunció su ceño y rugió.
—Samara, ¿Qué pretendes hacer? —Escupió de nuevo fuego en su dirección, pero éstas, se protegieron detrás de un escudo.
Eve dejó aquellas flores y se escondió detrás de una de las patas de Grek. Su corazón comenzó a latir rápido. Algo dentro de ella comenzaba a suceder y la respiración comenzó a dificultarse. El bebé estaba moviéndose más de lo usual. Samara tenía el cabello recogido y sus ojos plateados estaban fijos en la humana, en su mano llevaba algo oculto. El ambiente se volvió pesado, y el fuego que Grek había levantado se había caído con los conjuros de las brujas.
—Venimos por ella y por la cría que lleva dentro.
Eve se alteró y como pudo pronunció:
—No te atrevas...—rugió Eve.
El interior de Eve era un mar salvaje, un dolor se instaló en su vientre y la hizo caer de rodillas al suelo. El bebé comenzaba a moverse cada vez más, era como si estuviera alterado y sintiera la preocupación de Eve. Entonces fue momento en el que Grek se preocupó, temía que el bebé fuera a nacer justo en esos momentos. Debían salir de ahí antes que esas brujas intentaran algo peor. Samara sonrió con maldad e hizo una señal y las brujas, vestidas de rojo empezaron hablar en una lengua extraña. Grek volvió a escupir fuego en su dirección, pero fue repelido fácilmente, entonces rugió y aves de fuego aparecieron del cielo y comenzaron a atacar a las brujas mientras Grek tomaba en su hocico a Eve y se la llevaba volando. Casi pudieron asegurar su huida, pero sus planes se vieron frustrados cuándo Grek cayó al suelo por una cadena invisible que Samara ató a él.
Eve soltó un sollozo y el Hada Samara la paralizó con un encantamiento antes de que tocara el suelo. Grek se removía con violencia al notar que el cuerpo de Eve iba en dirección de Samara. Sus peores pesadillas se volvían realidad, estaba por perder la custodia que su hermano le había encomendado.
Samara no creía que esto hubiese sido tan fácil. Se acercó a Eve y sonrió.
—Es hora de que salgas, Aurora.
Eve no podía moverse, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos al sentir las manos de Samara en su vientre.
Mi bebé.
Era en lo único en lo que Eve podía pensar.
© J. ZARAGOZA
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