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CAPÍTULO 20

De vuelta a su guarida, Rupert se encontraba inquieto, se había desatado una tormenta, pero la verdad es que todo era un tanto diferente a cualquier otra tempestad, había un flujo de magia pesada que solo le hacía erizar la piel. Rupert notaba que Dramus estaba particularmente callado después de esa visita a los territorios del dragón negro. ¿Qué estaría pensando? Su mayor enemigo y el de todo el pueblo estaba cercas, sí por él fuera lo atacaría ahí mismo.

—Hay algo detrás de esa fortaleza, algo grande está pasando. El Rey Dragón se atrevió a cruzar los límites entre Afrobos y Draconian—Dramus podía sentir la presencia del viejo dragón azul.

Aunque hayan pasado siglos reconocería el poder de Gagoras y del maldito de Alkor en donde quiera que fuera. Todavía recordaba cómo Alkor lo había echado de Draconian. Él se encontraba traficando magia oscura al mundo terrenal, gracias a Dramus, las brujas tuvieron un papel muy importante en la tierra hacía más de doscientos años. Dramus no era un simple hechicero, no. Él tenía ciertos privilegios que otros de los de su clase no podrían gozar. Le quitaron su cargo en el consejo del rey a causa de su traición y crímenes; Fue exiliado a vivir y vagar con los humanos lo que le quedase de vida. Juró vengarse de Alkor, pero para recuperar la magia que alguna vez tuvo en Draconian necesitaba de la poderosa sangre de Alkor. No había una mejor fuente, sí que había otras alternativas, pero no tan poderosas como la de un dragón y más la de la clase de su enemigo. Pensó que matando a su madre recobraría las suficientes fuerzas para destruirlo, sí le dio poder, pero no el que Alkor le pudiera brindar. Eso sin mencionar, que los restos de la Reina de Draconian eran custodiados celosamente por su hijo mayor, el haber obtenido un poco de su sangre le dio el tiempo suficiente para preparar una nueva forma de rematar a Alkor. Haberla hecho salir de los dominios del dragón azul fue complicado, pero como buena madre, él sabía que ella no rechazaría el llamado de emergencia de uno de sus hijos.

— ¿Qué crees que en realidad sea eso? —Rupert si bien estaba informado desde pequeño sobre los seres sobrenaturales, pero no podía saber más que el gran hechicero Dramus — ¿Tanto esas criaturas influyen en nuestro mundo?

Dramus soltó una carcajada seca. El viejo en ocasiones podía ser una piedra en el zapato, pero no se podía dar el lujo de echar en saco roto la sabiduría del hechicero. Estaba por demás decir que no era alguien agradable, su mera presencia era pesada y hostil. Sus ojos negros eran similares a una caída a la oscuridad. Sus facciones grotescas, las arrugas consumiendo su ser y ni qué hablar de sus fuerzas. Era alguien hábil.

—Más de lo que crees. —Sus palabras eran como veneno e incomodaban a más de uno —Dentro de poco terminaremos con este problema de raíz y ustedes podrán tener control sobre su pueblo y la corona. —mencionó —Y desde luego, yo obtendré lo mío.

En parte era cierto, pero lo que en realidad Dramus quería era hacer pagar a Alkor por haberse entrometido entre sus planes.


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Alkor se quedó en la cama con Eve, esperando porque ella pronto despertara. Su cabeza seguía siendo un lío, ahora es que apenas había salido de su aturdimiento, el cuerpo de la muchacha descansaba en los brazos del dragón. Éste no dejaba de observar el vientre de Eve.

"¿QUÉ VOY HACER?", "¿CÓMO DEJÉ QUE ESTO PASARA?".

Esas eran las palabras que más bombardeaban a Alkor. Tenía miedo de ser un mal compañero para Eve, pero peor aún de ser mal padre para su futura cría. Por todos los infiernos él no quería hijos, solo quería ya no estar solo pero ya había metido la pata ya no podría hacer nada. Otra de las razones por las que tenía miedo, era por la vida de Eve y su pequeño. Tenía que protegerlos, y la maldición tarde o temprano regresaría a Alkor por las malas a Afrobos. La muchacha se despertó de golpe y se inclinó hacía el frente mientras sus ojos eran clavados en el ahora, creciente vientre. Le latió el corazón a mil por hora. Se tocó instintivamente creyendo que todo eso era un mal sueño. El dolor había desaparecido y perdió la noción del tiempo. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente, y quién la había traído hasta la cama? También recordaba que estaba desnuda y ahora vestía con un vestido azul grisáceo y encima de ella la capa de su refunfuñón Dragón. Confundida era la palabra que describía en esos momentos a la humana.

— ¿Qué? Mi vientre está... —Dejó la palabra en el aire, ignorando todo a su alrededor —Estoy, parece que estoy... —la palabra de por sí ya era dficil de pronunciar —¿Embarazada? No, esto es un sueño Eve. Cuándo despiertes estarás en la cama con Alkor.

Asintió ella misma tratando de convencerse de sus palabras. Alkor no había dicho ni una palabra y ahora le estaba dando hasta pena tener que decirle a Eve que no se trataba de un mal sueño, y por los infiernos, lo que él daría porqué fuera uno.

—No estás soñando Eve. Creo que te e embarazado sin querer.

La joven miró rápidamente hacia su acompañante el qué hasta ese momento, no había visto. Después de escuchar las palabras de Alkor sus ojos se cristalizaron. El dragón sabía que era lo que iba a suceder a continuación. A la muchacha las lágrimas se le acumularon en sus bellos ojos, sus mejillas se tiñeron de rosa y Alkor la acercó a él, mientras se fundían en un abrazo tan tierno. ¿Cuándo Alkor se hubiera visto siendo amable, tierno y amoroso con alguien más? La llegada de Eve lo había debilitado, estaba perdido. Alkor quería hacer sentir bien a Eve, pero no sabía cómo hacerlo. Nunca había tenido la necesidad de hacerlo por alguien más.

—Siento que esto te esté ocurriendo. Perdón, todo fue demasiado rápido entre nosotros. —Alkor de verdad lo decía enserio. Eve se tocó el vientre y sintió movimiento en él — Cuando supe que eras completamente para mí, juré que nunca más te haría llorar y soy toda una bestia desagradable.

Eve alzó su mirada azul hacia su Dragón. No sabía en qué momento se había enamorado, en qué momento lo había querido con tanta intensidad. Su relación no fue normal y al parecer nunca lo sería. Como él dijo, todo fue demasiado rápido, pero aun así estaba segura que su felicidad era a su lado. No era lo que planearon, probablemente jamás debió pasar, pero ahora estaban unidos y con un bebé en camino.

—No lo eres, tú eres una Dulce Bestia. —Eve miró tiernamente a Alkor mientras sus manos tocaban el rostro de Alkor —Me haces sentir plena, sé que el tiempo que convivimos no es el ideal o no fue el normal como el que pasa cualquier pareja, pero hay que admitir que nada de esto es normal o al menos no para mí. Pero ya no hay nada que hacer, las cosas pasan por algo, es el destino. Y también es cierto que me aterra ser madre. Me preparé toda mi vida para atender a un futuro marido, estoy preparada para estar contigo y si éste bebé —Llevó una de las manos de Alkor a su vientre—; Nos une más adelante será recibido con amor. Tengo miedo, no es un humano y no es un Dragón. Tengo miedo que cuando nazca sea señalado por otros.

Él era su Dulce Bestia.

Esas dos palabras alborotaron el corazón del Dragón. Ella era tan perfecta, comprensiva y sería una grandiosa madre con ese corazón tan lindo. No podría arrepentirse jamás de las decisiones que lo llevaron a conocer a Eve. Alkor jamás se había puesto a pensar en ello, pero sin embargo no podrían decir mucho, él era su padre, una temible máquina de guerra. Respetado en distintos mundos y temido por ejércitos enteros. Ese mismo respeto pasarían a su hijo y su amada Eve, él no permitiría a nada ni nadie poner en duda una posición tan alta como lo era su sangre. Alkor se levantó de la cama mientras tenía una idea en su cabeza.

Eve lo miró fijamente. Algo había cambiado el semblante de su dragón, pero no sabía muy bien de qué se trataba.

—Ven, quiero llevarte a un lugar. —Alkor le tendió la mano.

—Espero que no sea con otro doctor. —Aceptó su mano y se levantó con cuidado de la cama.

Intentó reír, pero en cambio una lágrima resbaló por su suave mejilla. Alkor la limpió mientras le daba un casto beso en los labios.

—Nada de eso.

Tomó a Eve de la mano y se dirigieron al balcón. El viento era cálido y la noche comenzó a ponerse, salieron dos lunas una de color carmesí y la otra de un azul celeste. Eve estaba más que maravillada con lo que sus ojos estaban viendo. Alkor vio cómo su mirada estaba puesta en el horizonte, y fue dónde lo supo. Ella, pertenecía a Draconian. Más allá, detrás de unas colinas las luces del pueblo alumbraban el territorio de los Dragones. Los bosques eran rojizos de día, y de noche se tornaban de un zafiro tan bello que no creía que fuera real. Alkor saltó del balcón e inmediatamente Eve volteó para abajo llena de miedo, pero se calmó al ver como se convertía en un Dragón Negro. Éste voló pegado al balcón y miró a Eve. Sus ojos ámbar brillaban esa noche de manera especial, Eve no perdió ningún detalle sobre el cuerpo de Alkor, su piel negra brillaba como piedra preciosa y su larga cornamenta imponía miedo.

—Súbete, apuesto que no quieres perderte de esto.

Su voz estaba distorsionada y a oídos de las demás personas, creerían que son las voces de mil demonios gritando al unísono. Con cuidado, mientras con una mano se acariciaba el vientre se acercó a la orilla del balcón, dio un pequeño salto en el cuello de Alkor y se sujetó de uno de sus cuernos. Alkor se elevó a la altura de las nubes azules y grises. Volaba tan tranquilo, sintiendo en su pecho una felicidad irreal, su compañera no perdía detalle de todo lo que veía, todo era nuevo y creía estar viviendo una aventura fantástica como las que su madre solía leerle cuando niña. Alkor tenía planeado algo que esa misma noche decidió hacer. La llevaría al lugar al que solía ir cuando era más joven, su lugar secreto.

Pasaron por el pueblo mientras Eve reía y sentía como el viento le acariciaba el rostro. Alkor era hermoso. No podía creer que él hiciera algo así por ella, soñó toda su vida con volar y que su dragón tuviera ese gesto con ella la enterneció. Después de un buen rato, Alkor descendió en un valle cercas de unas montañas que parecían estar cubiertas por la nieve, pero no era nieve. Era antiguo polvo de hada que se había quedado en aquella tierra antes de la guerra de Duendes y Hadas hace muchísimos años atrás, incluso antes de qué el mismo dragón azul naciera. Alkor tocó suelo y se acostó para que a Eve no se le dificultara bajar. Cuándo Eve bajó de él, envuelto en humo verde tomó su forma humanoide.

—Eso fue increíble, Alkor —Ella sonreía, y Alkor sintió que moría de amor cada vez que la rubia curvaba sus labios y que él fuera la razón de ello, ahora le enorgullecía —Gracias, siempre soñé con volar y que fueras tú el que cumpliera mi sueño, es algo que jamás terminaré de agradecerte—Ella miraba con asombro a su alrededor.

Jamás se había encontrado con tal paisaje de la naturaleza. Estaba dentro de un cuento de hadas. Su sonrisa hacía que se derritiera. El dragón negro miró a su alrededor, y coincidía con su humana.

—Volar es maravilloso. —dijo — Pero nada es más maravilloso que tenerte a mi lado. —Estaba siendo totalmente sincero.

En esos momentos, todavía se martirizaba con recordar los golpes que le había propinado a la joven cuando la conoció, pero en el fondo, sabía que su humana ya lo había perdonado. Sus deseos y objetivos ahora eran otros, haría olvidar a Eve todos sus errores, rectificaría y la haría feliz. Eve se emocionó con las palabras que Alkor había dicho. No había escuchado en su vida algo más romántico hacía ella. El cielo estaba estrellado, y el viento con suaves danzas recorría aquellas montañas y blancos pastizales levantando el polvo de hada, creando de esta manera un ambiente sumamente romántico. Las luciérnagas originarias de la tierra de Draconian volaron alrededor de ellos. Los nervios, por unos instantes invadieron la mente de Alkor.

Sabía que la decisión que él había tomado no sería para echarse atrás, esperó ese momento toda su vida, sabía lo que quería decir, pero al ver a Eve era como sí todo lo que ocupó su mente las últimas horas no era algo que ensayar, su corazón mismo debía hablar. La joven observó a Alkor, era como sí él quisiese decir algo, pero no quería presionarlo. Después de unos eternos segundos de observarla Alkor tomó la mano de Eve mientras se arrodillaba delante de ella. El corazón del Dragón latía con violencia, un Dragón de Guerra que nunca había estado nervioso por ninguna situación y ahora lo estaba por tener a su mujer a solas en esa atmosfera romántica.

—No somos tan diferentes a los humanos. Al menos no en este aspecto. —rio nerviosamente.

Ella no comprendía que era lo que Alkor intentaba decir. Pero por la posición que había adoptado comenzaba a sospechar.

Cuando Alkor era niño, soñaba la manera en la que uniría su vida a su futura compañera. Claro, de una manera totalmente inocente, conforme fue creciendo su perspectiva no cambió mucho, sabía en dónde quería decirle a su compañera que era la razón por la que él nació. Y en ese preciso instante, su sentir se intensificó, aquella idea con la que soñaba superaba sus fantasías.

—Eve, fuiste como un ángel caído para mí. Duré mucho tiempo solo, mi compañera fiel era la soledad. Las noches fueron largas a tu espera. Pasé los días, los meses y los años soñando con conocerte. Preguntándome en ¿Cómo serías? Mi amada, eres mejor de lo que pude haber imaginado alguna vez. Ahora que te he encontrado, no voy a dejarte ir. —Los ojos de Alkor estaban mirando intensamente a Eve que parecía que se le quería salir el alma —El hijo que llevas dentro, es mi prioridad al igual que tú. No pensé en hijos, pero al verte descansar en mi cama ésta tarde me di cuenta que es fruto de lo que mi corazón siente al verte, y eso es amor. Yo no sabía que era el amor hasta que llegaste a mi vida. Eres la razón por la que yo esté esta noche arrodillado delante de ti.

El rostro de Eve estaba sonrojado y su cuerpo temblaba con el impacto de esas palabras, no podía creer que Alkor tuviera un lado demasiado sensible. Sus ojos ámbar, su piel gris oscura, sus cabellos negros y su cornamenta, lo hacían endiabladamente hermoso. Una criatura que jamás podría comparar. Un ser de la oscuridad, pero qué a su vez, iluminaba todo a su paso.

—Eve, eres mi compañera por naturaleza. Fuiste escogida para mí desde el momento en el que naciste —Le dio un pequeño apretón a su mano —No quiero que solo sea eso, quiero que seas mi compañera porqué en verdad quieras serlo. Mi mundo sin ti no tiene sentido y jamás lo volverá a tener. Te amo Eve, te necesité, te necesito conmigo. Por eso, Eve Storm...Sé mi esposa, sé mi todo, porqué yo estoy dispuesto a enfrentar mil infiernos por ti.

La joven estaba que no se lo creía. Su corazón palpitaba con violencia, por minutos sintió que el aire no le llegaba sus pulmones. Ver a Alkor arrodillado y desnudando su corazón era algo que era impactante, y en esos momentos ella sabía que esto era por lo que ella había nacido, supo que era él su destino y así cómo llegó a su vida, no estaba dispuesta a estar un segundo más sin su amor.

—Sí, acepto —Eve derramó un par de lágrimas —Soy tu compañera, seré tu esposa porque te amo Alkor, te amo.

Los grillos cantaban y Alkor se levantó con el corazón alborotado y besó los labios de su compañera. Sus labios eran el dulce del que nunca se cansaría de probar. Se fundieron en un abrazo mientras Alkor escuchaba como otro corazoncito latía rápido. Sonrió con felicidad y se arrodilló de nuevo delante del vientre de Eve.

—Pequeño, tu mami acaba de hacerme el dragón más feliz de todos los mundos.


© J. ZARAGOZA

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