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CAPÍTULO 2

Dolía.

La manera en que él la tenía sujeta era agonizante. Le hizo arquear la espalda un poco más dejando su cuello algo expuesto. Apenas y podía verlo, pero lo que no pasaba desapercibida para ella, era su mirada era ámbar intenso, jamás había podido apreciar unos ojos tan más llenos de maldad y hermosura a la vez. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo escaparía del castillo? Al parecer él estaba marcando su destino. Tener que ser una esclava era impensable. No había huido de su boda con Rupert, para que ahora tuviera que pasar el resto de sus días limpiando polvo y muriendo del miedo cada vez que la bestia apareciera.

— ¿O te quedas o te descuartizo? —La bestia dijo tajantemente —Para serte sincero, prefiero comerte mientras sigues con vida.

Era cruel. Una lágrima resbaló por su mejilla y éste apretó más el agarre del cabello escuchando como ella reprimía un gemido, uno que le hizo fruncir el ceño. Era un ser tan débil y el solo acto lo hizo enfurecer más. Ni siquiera ella trataba de dar pelea. No era como los humanos que había enfrentado en el pasado. La olfateó y sintió aquella bestia renacer, como sus colmillos pedían saciarse de aquella sangre limpia e inocente. Algo estaba descontrolándose dentro de él y eso, tan solo lo hacía sentir más furioso por que odiaba sentirse aturdido por algo tan banal, odiaba no poder entender que era lo que le estaba pasando. Eve debía de decidir, tenía la cabeza de aquel monstruo sobre ella y verdaderamente no quería ser su cena. Ya encontraría luego la manera en la que escapara del castillo maldito. Por ahora debía ser inteligente. Enfriar sus ideas y hacer lo que había estado haciendo hasta la fecha, sobrevivir a cualquier costo. Aunque le costara más pensar con él a su lado.
Se sentía realmente intimidada, él la veía como si fuera una serpiente hipnotizante, como aquellas que solía leer en sus libros de cuentos de hadas.

—Está bien me quedaré, pero por favor no me hagas daño.

Escapar por el camino fácil no era la opción que él había creído. Cualquiera que fuera más listo que ella habría pedido que lo mataran, en vez de tener que estar en la guarida del dragón. Él se separó bruscamente de ella llevándose en su memoria la esencia de aquella mortal. Su sangre parecía ser deliciosa, lástima que no se la pudiera comer, Lupus le había rogado misericordia a cambio de ayudarle en sus deberes. Aunque él tenía razón, en verdad necesitaba ayuda con el castillo. La misericordia solo era debilidad. O eso era lo que él se decía.

La vio del hombro para abajo, dándole una última mirada, se perdió en la oscuridad de un pasillo. Dejando tras de él, un rastro de azufre.
Cuándo Eve fue dejada por aquel demonio se echó a llorar desconsoladamente mientras se resbalaba por la pared llevándose con ella un poco más de tierra y telarañas sueltas. ¿En qué lío se había metido? En esos momentos, deseó haber huido con Brandon. Su cabello rubio cayó a cada costado, abrigándose con él. Sus manos atrajeron sus piernas, que se encontraban flexionadas. Colocando su frente en las rodillas, tratando de respirar calmadamente. Definitivamente había sido un error haber entrado en ese lugar. Cuando hubo acabado de llorar delante de ella, aquella pequeña criatura la veía con ¿ternura? O acaso sería ¿lástima?
Pero pareció ya no temerle mucho, él la había salvado, entonces técnicamente no podía ser tan malo como su aspecto daba a entender. Pero no podía sentirse tan segura de igual forma.

—El amo Alkor puede ser un cabeza hueca en ocasiones. —Intentó justificarlo. Pero la terrible experiencia que vivió ¿Quién se la iba a borrar de la cabeza? — Lamento lo de hace un momento. Él es algo iracundo, pero eso no lo hace malvado como se mira.

Ella frunció su ceño. ¿Acaso la pequeña criatura era ciega? Daba la sensación de que era una bestia sacada del infierno. Y su carácter no era algo que elogiar. Pero de cierta forma, comprendió los pensamientos y la actitud de la criatura. Había vivido con él, ya que de otra forma, ¿cómo seguiría vivo?
Era natural que el hombrecillo intentara justificar las acciones de aquel que casi le arrebata la vida. Pero no entraría en una discusión innecesaria.

—Eso es más que ser una bestia —se atrevió a hablar y carraspeó un poco, sentía que las marcas que su mano palpaba en su cuello no se quitarían por un largo tiempo —Gracias, por no dejar que él me comiera.

Decir aquellas palabras en voz alta le había hecho sentir un cosquilleo en sus manos. No quería volver a vivir nunca más en su vida algo como eso. Había mejores formas de morir, en su opinión, ser comida viva no era una de ellas. Y sí, estaban en una amistosa conversación en medio del pasillo. Ella había dejado temerle y no era para menos, comparar a ¿Lupus? Con esa cosa era enorme, por lo que ya veía que no había peligro.

—No podía dejar que te mataran. No has hecho nada malo. Eres inocente, pero no podemos culparlo, los humanos no son sus criaturas favoritas —eso en definitiva no la confortó —Soy Lupus, el vasallo del temible amo Alkor.

Ella sorbió su nariz y pasó su mano derecha por ella. Lo vio y le tendió la mano estrechando la otra ¿Cómo era posible que tuviera mejores modales que el otro animal? Al menos, ella creía que no estaba tan sola. Después de todo, ahora era una prisionera, pero podría tener alguien con quien hablar y no morirse del miedo.

— Soy Eve, Eve Storm.

—Mi nombre es Lupus —sonrió y le hizo una seña para que se levantara.

Entonces la observó y la vio sucia.

—Extraña vestimenta. —La tomó de la mano —Vamos, necesitas comer algo, ducharte y descansar, mañana empezaremos con lo más sencillo en el castillo. No puedo creer que al fin podré tener la morada limpia. Cuando limpio algo y voy a hacerlo con las demás habitaciones se empolva de nuevo. A todo esto ¿Por qué llevas puesto ese vestido tan extraño?

Se levantó y siguió caminando detrás del duendecillo.

—Hui de mi boda... —sintió que vomitaría al recordarlo —al menos sé que él jamás me encontrará aquí. Todos le temen al bosque prohibido.

— Y tienen razón en hacerlo. Hace cien años que no entra ningún humano, el amo Alkor no ha salido de este castillo durante todo este tiempo.

Eso era bastante tiempo. Eve escuchaba atentamente a la criatura, era muy simpática y parlanchina. Se dirigieron directamente a la cocina. Eve estaba que se moría del hambre, y necesitaba calmar sus nervios que estaban a flor de piel.


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Más adelante frente a un gran ventanal, Alkor estaba observando más allá del bosque. Observando con demasiado detalle. Afuera llovía con furia, y los relámpagos iluminaban la oscura noche. Para un humano, salir y poder ver con tanta tempestad, era imposible. Pero la visión para el dragón negro no era problema alguno, veía todo con claridad. No entendía como esa mortal había atravesado su barrera, no entendía peor aún como había encontrado el maldito castillo. Duró cien años refugiado, exiliado de todo contacto con el exterior ¿Qué había sucedido? ¿Su poder se debilitó? ¿Si quiera era acaso una posibilidad? Negó con su cabeza, mientras sus manos se aferraban en la vidriera.

¡No, imposible!

Él seguía siendo el amo y señor de éstas tierras. Era la criatura más poderosa que existía sobre todos los mundos. ¿Entonces qué sucedió? Era extraño, pero más que eso, era la mujer que la había atravesado. Se veía común y corriente y no había percibido en ella nada fuera de lo usual. Se dio la media vuelta y resopló con frustración. Por unos momentos, se perdió en ver la vieja estructura o lo que quedaba del castillo oscuro, era gigante y temerario, escuchó unas voces en la primera planta del castillo. Se acercó a la barandilla de la tercera planta, sus manos se aferraron a ella y observó a la mortal seguir a Lupus con rapidez. Frunció el ceño y maldijo una y otra vez el tener que retener a una mujer en su fortaleza. Parecía un chiste y uno de muy mal gusto. Tenía cien años sin probar carne humana, y aunque no era algo que él solía comer, a diferencia de algunos de los de su raza, ciertamente comenzaba a perder la cordura con ella deambulando por los pasillos del castillo. Dejando su perfume impregnado en cada sala que ella pisaba.

Cerró sus ojos y apretó la barandilla, tratando de controlar su ira una vez más. Volvió a fijar su vista en las afueras, recobrando su fuerza y volvió a visualizar la gran barrera. Refunfuñó y soltó un par de maldiciones antes de alejarse del gran ventanal y caminó en dirección de sus aposentos. Con la mente nublándose de un sinfín de suposiciones. Tratando de encontrar de una forma lógica lo que acababa de suceder. Lo que menos había querido en cien años, ahora se encontraba en su territorio. Tanto estrés le provocó un leve dolor de cabeza.
Escuchaba a lo lejos las voces de Lupus y la humana aun, poco a poco acercándose a su posición. No sabía cuánto tiempo más resistiría la situación, y eso que apenas la humana llevaba unas horas desde que había llegado. Chasqueo la lengua y se dirigió a su habitación, ahí se encerró y se quitó la capa. Tenía noches sin dormir y con todo lo que acababa de pasar lo único que quería era olvidarse de todo.


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Una vez que Eve se sació de comida, su nuevo y pequeño amigo, decidió que sería buena idea que ella se familiarizara con todo el castillo. Lupus tenía a Eve entretenida, le estaba mostrando cada rincón del castillo. Para qué en un futuro, ella no lograse perderse y en caso de quedarse sola, saber exactamente en dónde estaba. El castillo era un lugar enorme, y el ambiente lúgubre no ayudaba mucho. Ahora Eve no estaba tan asustada como al principio, siempre y cuando no pensara en Alkor el Amo y Señor de Afrobos y del castillo oscuro, comiendo su cabeza.
Respiró profundamente y sintió que sus pies no daban más. Se detuvo y se sentó en un pequeño banquillo que vio por ahí. Se quitó los tacones blancos y sintió descansar. Lupus volvió a ella y se llevó su mano a la nuca.

—Creo que estás cansada. De la emoción de tener a alguien más aquí me nubló. Ven te llevaré a tu habitación.

Eve sonrió y pudo sentir que volvía a respirar.

—Gracias. La verdad es que los zapatos me están matando — Ella le regaló una débil sonrisa y él le indicó que lo siguiera.

Para los ojos curiosos de Eve, no pasaban desapercibido un par de cosas. Cada que iba caminando veía retratos colgados en las paredes. Había retratos por todos lados, en especial el de una mujer que inmediatamente captó su atención. No podía evitar ver un cabello negro, labios rojos y ojos ámbar. ¿Quién sería? El suelo de la tercera planta estaba hecho de una madera muy vieja, pero maciza. Poco más adelante pinturas de un gran dragón negro con ligeros tonos en amarillo, se hallaba representado volando sobre un castillo negro. Era el mismo en el que se encontraba. Era una extraña fascinación inquietante, ver cosas tan antiguas. Para Eve, ver y escuchar todo lo que le rodeaba era un lujo, que no cualquier persona jamás podría presenciar. Paseaba su mirada por cada espacio, cada pintura, cada reliquia colgada en las paredes o en muebles. Y luego vio un hombre en un retrato o bien, eso parecía. Tenía ojos rojos y el cabello más verde que haya visto alguna vez y de piel azulada.

—¿Quiénes son? — La voz de ella era baja y llena de inquietudes.

Pero, así como su atención estuvo puesta en el retrato breves segundos. Una gran puerta negra se alzaba. Lupus se giró rápidamente, viendo como Eve estaba por entrar a una habitación que él sabía, estaba sumamente prohibida la entrada incluso para él. ¿Cómo había llegado a los dominios prohibidos de su señor? Estaban muy cercas de despertar a la bestia de Alkor si no se iban en ese preciso instante.

— No puedo responder, al menos no aún. Pero te lo voy a advertir, por nada del mundo entres a esa habitación. El amo Alkor se la comería sin siquiera escucharme. Ni yo sé exactamente que hay en ese lugar, pero no quieras averiguarlo. Él es muy receloso de sus pertenencias.

Ella alejó su mano de aquella manija. No entendía por qué había hecho aquello si ella normalmente no es tan entrometida, pero la curiosidad la mataba lentamente. Caminaron unos pasos más, alejándose de la habitación prohibida de Alkor.

El dragón había escuchado lo que había sucedido. Su habitación no estaba muy lejos de su dominio prohibido. Le irritó en sobremanera lo que la humana estaba haciendo. ¿Y sí era ella un espía? No podía darse el lujo de caer en una trampa humana otra vez, así que era mejor tener de cercas al enemigo. Eve y Lupus iban absortos en una plática sobre las reglas que hay que seguir en el castillo.
Se dieron ambos la vuelta cuando escucharon el estruendo de una puerta abrirse con brusquedad. Lupus temió por la joven, al amo Alkor no le gustaba mucho el ruido. Eve se quedó paralizada al ver a Alkor sin su capa, tan solo con aquella camisa y sus pantalones negros. Él la vio detenidamente, si quería estarla vigilando, literalmente, tenía que tenerla cercas.

— Lupus — Dijo con voz potente y autoritaria llamando a su vasallo para una orden.

—¿Señor? — Lupus dio un paso al frente con la cabeza hacia abajo.

Pero Alkor no separaba la mirada ámbar de aquella humana de ojos azules, parecía una batalla de miradas, que al último Eve perdió, pues desvió su mirada de la de él. Había tensión en el aire.

— Ella dormirá enfrente de mi habitación.

Eve sintió que la piel se le erizó y su corazón se le aceleró más de la cuenta. En su cabeza se repetía que eso no podría ser cierto ¿por qué la quería cercas? ¿es que acaso no la odiaba demasiado? Lupus levantó su rostro y asintió hacia él. Desobedecer una orden de él era algo impensable. Así que no tuvo de otra más que ver a una Eve nerviosa y temerosa.

— Ven, Eve. —le dijo un tanto incómodo— Dormirás donde el amo ordene.

Lupus no comprendía porque de tan repentino cambio en su amo. No era un secreto para nadie que él los odiara a muerte. Pero, ¿quererla tan cercas de él? Lupus en realidad esperaba que Eve durmiera en la primera planta, lo más alejada de su amo. Eve pensaba exactamente igual, pero no comprendía las verdaderas intenciones del joven dragón. Alkor sintió que la sangre le hervía cuando escuchó como se llamaba la mortal.

Eve, lo recordaría.

La vio perderse en la habitación cruzando el pasillo, una vez que ambos entraron, Alkor se quedó de pie resoplando y soltando un sinfín de maldiciones. Se encerró en su alcoba sintiendo que volvía a respirar. Se dejó caer en la cama como si nada más importara, torturándose por oler la sangre de Eve. Se sentía un maldito masoquista, teniendo a tan pocos metros la medicina a su problema, pero no atreviéndose a probar de ella. Cien años ya fue mucho tiempo de abstinencia. No había deseado la sangre de un humano tanto como esa noche y era algo ilógico. Él planeaba infiltrarse en la noche, a sabiendas de que probablemente sea el peor de todos sus errores, pero el hecho de pensar en él en la habitación de ella y beber tan siquiera un poco de la humana, hacía que su piel se erizara con la idea. Si lo que acababa de pasar hoy en su bosque volvía a pasar no se lo volvería a permitir. Debía tomar medidas. Se estaba debilitando y solo con sangre podría fortalecerse para guardar el castillo y parte del bosque.

Pero de algo estaba seguro, que ella sería únicamente de él.

Solo de él.


© J. ZARAGOZA

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