CAPÍTULO 19
Problemas, grandes y fuertes problemas. Alkor no podía encontrar paz con lo que sus ojos veían.
Eve comenzó a jadear y sus manos viajaron directo a su vientre, el dolor se estaba haciendo insoportable. Se olvidó por completo de que estaba metida en una bañera, y poco le importó que ahora todos pudiesen verla desnuda. Pues el dolor la estaba ahogando ¿Qué le estaba pasando? Sus manos estaban temblorosas y su piel se volvió más pálida que de costumbre y las ganas de vomitar ahora se habían hecho presentes con gran intensidad. La cólera del dragón estaba a nada de estallar, pero el ver a su mujer tan indefensa le hizo reprimir su instinto.
— ¡Alkor! —Gritaba con el dolor palpable en su voz— ¡Duele, duele mucho!
Alkor con todas sus fuerzas de se obligó a sacar a su compañera de aquella tina, aun cuando su corazón casi se le saliera del pecho, tenía que cuidar de su humana. Era imprescindible que la mantuviera a salvo y le ayudase ahora más que nunca. Quería cortar cabezas, definitivamente alguien saldría demasiado dañado por las manos del dragón negro. El agua con colores de la poción chorreaba por las piernas y brazos de la joven que no paraba de gruñir ni de patalear del dolor tan intenso que estaba sintiendo. Alkor quitó se quitó su capa y cubrió a Eve para después salir de ahí y depositarla en la cama. Samara le seguía de cercas.
Gagoras y Grek también se habían quedado sin palabras al ver que tanto como Samara y Alkor se les notaba la preocupación. Eve todavía no dejaba de gritar y Samara intentaba que ese dolor tan repentino que le dio se le esfumara. Quiso acercarse a Eve, pero un Alkor encolerizado se le interpuso. Su aura era aplastante.
— ¿¡Qué le hiciste, Samara!? —A Alkor le cambió la mirada y sus ojos comenzaron a tomar un brillo totalmente fuera de sí. Su cuerpo comenzó a calentarse y a despedir cierto vapor con el aroma del puro azufre.
Apoyó toda su fuerza en la mano con la que tenía al hada sometida del cuello. Ésta al no saber qué estaba pasando, le fue imposible acudir a su magia para protegerse de la ira del Dragón Negro. Alkor cegado por la ira comenzó a estrujar su garganta mientras que Grek y Gagoras intentaban tan siquiera poder aflojar su agarre. Pero era casi imposible, estaba totalmente cabreado. Sus ojos vivos como el fuego estaban a nada de desprenderle la vida a Samara.
—¡Alkor, suéltala ahora mismo, te lo ordeno! —Gagoras tiraba de sus brazos, pero Alkor parecía estar clavado en el suelo.
Su mirada se oscureció y comenzaba a deformársele la voz.
—Cállate basura, si no fuera por ti esto no habría pasado —Escupió sus palabras mientras que sentía la sangre del hada empezar a estancarse en sus arterias y venas.
Grek intentando que su hermano se separara del hada, comenzó a lanzar llamas de fuego hacia el Dragón, pero era inútil, el poder de Alkor sobrepasaba a cualquier poder que tuvieran su padre y su hermano juntos. No por nada era una leyenda en su mundo, un Dragón de Guerra, un implacable líder de ejércitos.
—D-Déjame... e-explicártelo —era lo único que Samara podía articular.
Alkor no podía darse el lujo de permitir que todo el mundo le quisiera hacer daño a Eve. De mala gana la soltó y ésta comenzó a toser frenéticamente, tratando de retomar el aire que se le había escapado del cuerpo. Aterrada era la palabra con la que se podría describir a la pelirroja, por breves segundos sintió que no la contaría. Ésta se acarició el cuello mientras sus ojos desprendían lágrimas y su cuerpo se sacudía ante la respuesta del aire en sus pulmones. Alkor se acercó a Eve y el coraje lo tenía guardado en su garganta. Eve estaba...
—¡Habla ahora! No hagas que me arrepienta por perdonarte de momento la vida. — Eve se quejaba y gritaba y Alkor se sentía inútil al no poder hacer nada. Tomaba las manos de su compañera y las besaba con desesperación—Samara eso no está bien, para nada se ve bien.
Su mirada estaba fija en el vientre de su compañera. Maldijo por momentos la hora en que sucumbió al deseo de tenerla dentro de él. Samara como pudo se levantó, aun tocándose el cuello.
—Alkor, yo sé que no se ve bien y a ciencia cierta no puedo decirte que demonios fue lo que pasó, pero mi teoría es que ella pueda que no sea del todo humana —Alkor giró abruptamente su cabeza hacia Samara —ella parece ser un ser mágico, algo así como una especie de híbrida, al momento de que sus cuerpos se fusionaran, explicaría el por qué ella pudiese ser la compañera que los antiguos espíritus han elegido para ti, quizás en Afrobos hubiera tardado más en darse cuenta de lo que a su cuerpo se iba preparar, tener contacto con Draconian fue la abertura que el cuerpo de Eve necesitaba y entonces como resultado tenemos esto. —Dijo por último el Hada mientras se levantaba del suelo.
Con dolor vio como Eve tenía el vientre de ahora una mujer humana embarazada de cinco meses, y ésta no dejaba de sollozar. Alkor apretó sus puños. Por todos los infiernos, no podía creer que esto le estuviera pasando precisamente a él.
—Naturalmente es imposible, aun y para nuestra clase, Samara —dijo mientras rechinaba los dientes — Un Dragón se gesta en el huevo tres meses, Eve parece que tiene cinco meses humanos, no comprendo cómo es que sí quiera se haya podido embarazar de ésta forma y mucho menos en tampoco tiempo que hemos estado juntos—Alkor se acariciaba la cabeza con pesadez, ¿cómo le explicaría a Eve que su mayor temor era ahora una realidad? Resignado y tocándose el puente de la nariz suspiró cansado —¿Cuándo nacerá?
Gagoras y Grek no paraban de pensar y pensar en todo lo que estaba ocurriendo.
—Eso no lo sabemos. —contestó Samara— Es la sangre que ella tiene. Nunca había visto algo así en mi vida, el poder que lleve dentro de ella debe ser muy poderoso como para engendrar lo que sea que lleve adentro.
Ahora Alkor tenía más porque preocuparse, ¿Cómo pasó eso? Bueno, en realidad sabe cómo, pero ¿por qué tenía que pasar justo en este tiempo? Si tan solo se hubiera cuidado y de no haber actuado como un loco posesivo, si tan solo la hubiera esperado esto no estaría pasando.
Gagoras se aproximó a Alkor y le apretó el hombro. Éste ya tenía la mirada perdida.
—¿Ahora lo entiendes? No vienen por ti Alkor, vienen por ella y por tu cría. —eso no consolaba en absoluto al dragón negro. Alkor no podía estar más tiempo en Draconian —Déjala aquí, vuelve tú y termina con toda esta mierda.
Grek se acercó a Eve y le consoló mientras la arrullaba con un canto Dragoneum propio de sus ancestros. Alkor miraba como Eve poco a poco quedaba dormida y sin quejarse. Ni siquiera ella sabía que ocurría. La cabeza de Alkor era un mar en caos, debía de tomar una decisión. Necesitaba velar por ella y por su cría, porque si algo le pasaba a su mujer nunca en la vida podría perdonárselo. ¿Qué era lo mejor para ella? ¿Qué él se quedara a su lado? ¿O apartarse de ella por un tiempo en lo que encontraba a Dramus y lo mandaba a la otra vida? Viendo con tristeza a su mujer supo lo que tenía qué hacer, aun y cuando eso resultara para él lo más doloroso que ha hecho en toda su vida y esta vez, dejando de lado sus deseos, viendo por alguien más que no fuera él. Se acercó a Eve y acarició su cabeza, la cual estaba sobre el pecho de Grek. La veía dormir plácidamente, y su mirada viajó a su vientre, lo acarició y creyó que esto era un mal sueño. Miró a su hermano, y lo que vio Grek no lo podía creer ¿qué era lo que se le estaría pasando por la mente a su hermano mayor?
—¿Estará segura aquí? Grek —Su hermano no creía lo que Alkor decía — ¿Si me voy la protegerías? —Le estaba confiando ahora sus más grandes tesoros.
Grek puso su mano en el hombro derecho de Alkor y lo apretó. No le fallaría, no ésta vez. Sí una vez le dio la espalda, éste no sería el momento para hacerlo. Alkor jamás había recorrido a la ayuda, pero en su interior y aunque a él le costara aceptarlo, sabía que con su familia estaría más a salvo que con él. Dramus era peligroso, y él lo reconocía.
—Con mi vida —Afirmó su hermano.
—Me iré, pero no ahora, tengo cosas que hablar con mi mujer. —Grek se levantó con Eve en brazos y se la tendió a Alkor — Necesita que le explique lo que va a pasar de ahora en adelante.
Gagoras asintió y pidió a Samara y a su hijo menor que salieran de la habitación de Alkor.
Éste se quedó solo con su ahora bella durmiente. Quitó la capa de su cuerpo, la vistió con algo que Samara le mandó traer y la observó en silencio. Sus ojos viajaban por cada curva y cada parte de su cuerpo. Sus cabellos rubios cubrían sus pechos que ahora se habían vuelto más grandes, sus manos estaban encima de su abultado vientre y comenzó a acariciarlo con lentitud.
—Alkor, eres una completa bestia —Se dijo a sí mismo, la atrajo hacia su pecho y la abrazo fuertemente, colocando su mejilla derecha en su cabeza —Pero no dejaré que nada les pase, Eve. Los protegeré con todas mis fuerzas. Nadie dañará a nuestro hijo, no sin antes desatar el infierno.
╭══════•>✾<•══════╮
Él recordaba, casi a diario como un tormento vívido la noche en la que todo había terminado para él, en cómo es que Alkor, el Príncipe guerrero y heredero al trono había llegado por sorpresa a la frontera de Tarthus y junto con él un ejército de dragones; Aquella noche de neblina incesante y densa, de luna azul. Recordando cómo el gran dragón negro de ojos ámbar había sobrevolado los cielos y caído con la intensidad de los rayos impidiendo que él siguiera con su contrabando que le habían hecho acreedor de una innumerable fortuna. En cómo lo atrapó sin más, albergando con él carretillas repletas de materiales mágicos, escritos sagrados de su mundo en Draconian, prohibidos a los ojos de los humanos y cómo algunas flotillas se dirigían en dirección a la Provincia de Nembris, para ir a Afrobos. Dramus se había hecho de mucho poder. No lo habían podido detener antes, pero desde que Alkor tomó las riendas de la guardia real, todo se había complicado para el hechicero más antiguo de todos los tiempos.
Alkor y toda su guardia quemaron los barcos en el mar, reduciéndolos a cenizas. Después de muchísimos años, el rencor vivía dentro de su corazón como una viva llama. Dramus lo sentía en su ser, su tiempo se agotaba y todavía no conseguía del todo bien su objetivo.
Rupert y Dramus llevaban capuchas puestas y en todo momento, en estado de alerta. Habían decido espiar el castillo del Dragón debido a que el clima había cambiado. Pero aun así no podían emprender la marcha del todo bien hacia esa fortaleza de Alkor. Una muralla mágica se había alzado como si nada en menos de un minuto. Dramus aunque era un hechicero con años de experiencia y fuerza, no entendía el porqué de tanta fuerza mágica era concentrada ahí. Rupert quién seguía en el caballo observando como la tormenta seguía quieta encima del castillo de aquel Dragón, recordó como Alkor había defendido con fuerza a su ex prometida.
Dramus se debilitó como nunca aquella vez, que le permitió a Eve entrar al castillo de Alkor. Sin duda alguna todo había estado planeando desde hace bastantes años. Cuando descubrió que el alma de su nieta Aurora residía en el cuerpo del alma de la hija de los Storm casi hizo una jerga. ¿Acaso el destino aún no había sido escrito? Después de todo, ¿Se le permitiría consumar su venganza contra el dragón?
—¿Qué crees que esté pasando ahí adentro? —Preguntó Rupert.
Dramus tosió y observó sus manos mancharse. Sus ojos negros miraban el castillo negro con mucha atención. Conocía a ese maldito dragón, sabía que algo había perturbado su paz y rogaba al mismísimo demonio que fuera lo que él sabía que ocurriría.
—Malas noticias, alguien está demasiado cabreado.
—¿Cuándo atacaremos?
Rupert veía de reojo a Dramus y aunque entendía la historia entre esos dos, jamás podría comprender por qué desgastar sus últimas fuerzas en darle muerte al dragón negro, porque si bien se lo preguntaban, Dramus estaba viviendo demás, su hora de morir era algo que él debía aceptar, pero la obsesión que tenía el hechicero por ser eterno le nublaban la lógica.
—Pronto, joven Charles. —se dieron la vuelta en los caballos, no sin antes echar un último vistazo al castillo de Alkor—Pronto...
© J. ZARAGOZA
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro