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CAPÍTULO 13

Alkor estaba encima de Eve sujetándola de las caderas, moviendo su cuerpo una vez más dentro de ella. El dragón negro no se había separado de ella por horas, no desde que se dio cuenta que Eve era todo lo que él necesitaba. Había crecido en él la necesidad de satisfacer de todo aquello de lo que se había privado durante cuatrocientos años. Sus caderas se mecían a gran velocidad y con demasiada fuerza. El gruñía cada vez que Eve gemía. La rubia de ojos azules se sentía mareada por tanta intensidad por parte de su ahora, compañero. Cuando ambos llegaron al clímax sintieron sus cuerpos vibrar. Alkor se detuvo de nuevo para tomar un respiro, besó dulcemente a Eve en los labios, con la respiración agitada, pegó su frente a la de ella y veía como su pecho subía y bajaba, se despegó de ella sin dejar de mirarla con adoración. Él creía que jamás dejaría de acostumbrarse a tener a Eve a su lado.

La pareja seguía en la cama tomando un descanso. Alkor atrajo el cuerpo de Eve y la abrazó, mientras su respiración la intentaba recuperar. Sentía el temblor del cuerpo de Eve por el agotamiento, y con toda la fuerza de voluntad se dijo así mismo que intentaría ir más despacio con ella, después de todo era una humana. Lo más gracioso de todo esto, es que ni siquiera habían hablado desde que él irrumpió en su habitación y la besó tan apasionadamente. Todo se había desencadenado a complacer a sus deseos primitivos. Eve se sentía como en pedestal del cuál no se quería bajar, pero, aun así, había cosas de las cuáles hablar, una conversación pendiente, no sabía si era el momento, pero debía aprovechar que Alkor se encontraba tranquilo.

—Alkor... creí que me odiabas. Creí que era demasiado detestable para ti. —Entrecerró sus ojos viendo a Alkor quién estaba observando el techo.

Eve se sentía tan avergonzada por lo que acababan de hacer. ¿Cómo había dejado enrollarse por sus instintos carnales? Aunque, a decir verdad, ella se sentía en calma, estaba avergonzada más no arrepentida. Estaba más que confundida con Alkor, pero no podía alejar de su mente ni de su piel cada beso, cada caricia que la hicieron elevarse al cielo por primera vez en toda su vida. Era como el fuego abrasador, la chispa que necesitó toda su vida, la llave a una cerradura invisible. Estaba claro que ahora ya no podría vivir una vida sin el Dragón refunfuñón. Alkor ahora estaba más que feliz. Esto era lo que su soledad tanto deseaba, pero que él no lo quería aceptar.

Una compañera.

Aunque pocas veces pensó en su compañera, no le había tomado mucha importancia. Sus aficiones, sus objetivos personales siempre lo habían llevado al poder, es decir, comandar ejércitos, conquistar territorios, no el corazón de una mujer. Para él, hasta ese momento no había existido algo tan importante que le hiciera reconsiderar sus metas sanguinarias. Y ahora todo había cambiado. Con él había nacido un nuevo deseo. De ahora en adelante, se encargaría de proteger a su humana a toda costa, nadie tocaría ni un pelo de su cabellera, absolutamente nadie. Mataría a todo aquel que quisiese hacerle daño, haría desprender de él, las más grandiosas de las iras, porque con su mujer nadie se metería.

Tal vez esto era un extremo que jamás se hubiese planteado en hacer por alguien. Pero al haberse unido en cuerpo y alma a Eve, su conexión se había incrementado, se había formado incluso antes de que ambos lo descubrieran. Esto era nuevo para los dos, pero correrían el riesgo de guiarse por lo que sus corazones deseaban y sentían.

Alkor cerró sus ojos unos momentos y respiró profundamente antes de hablar.

—Intenté odiarte, Eve. —Reconoció el joven Dragón atrayéndola más a su cuerpo y acariciando su cabellera con suma delicadeza. Desprendía el aroma de todo un jardín de rosas que comenzaba a volverlo totalmente loco y con muchas ganas de estar de nuevo dentro de ella —No pude hacerlo. También quise deshacerme de ti, alejarte lo más que pudiera de mi castillo, tu sangre me estaba volviendo loco, pero cada vez que lo hacía era como si un imán me atrajese de nuevo a ti. ¿Cómo esperabas que me tomara el hecho de que he odiado a los humanos toda mi existencia y ahora no pueda dejarte ir? Era en contra de todo lo que había formado por siglos. Llegas tú y rompes mis fortalezas.

Eve levantó la vista hacia Alkor. Sus ojos ambarinos brillaban con una emoción que él mismo desconocía, y el sentimiento de dulzura se quedó en su rostro. Estaba más diferente de lo que Eve pudiera recordar. ¿Qué era eso nuevo que había en él? Era como si fuera totalmente otro. Y eso sin mencionar que lo conocía de hace apenas pocas semanas.

— ¿Qué es lo que me haces Alkor? No puedo entenderte aún. Te temía, pero siento que aquí es a dónde pertenezco. —Eve acarició un mechón de su cabello —No puedo mantenerme alejada de ti o de las cosas que haces. Tu mundo... todo lo que está alrededor de ti me sujeta de la mano y me pide que lo siga.

Alkor estaba atento a cada palabra que decía Eve. ¿Era una señal? O mejor dicho ¿una confirmación?

—Eve, tú me perteneces ahora —Eve miró sus pupilas dilatarse, pero sin perder ese brillo especial —Ésta marca. —Alkor acarició el nuevo sello personal en la piel blanca de Eve y se sintió satisfecho. —Te reclama como mi compañera. Todo ser sobrenatural o mortal que te vea sabrá que yo soy tu protector, soy tu compañero.

Eve sintió sus vellos erizarse. ¿Enserio Alkor estaba marcándola como ganado? Aunque la comparación fuera algo estúpida se sentía reconfortada.

Se levantó un poco de la cama, cubriendo sus pechos con las sabanas, y con su mano palpo el lugar dónde aun ardía aquella mordida. Su cabello cubrió la piel desnuda que quedaba de la joven y eso solo provocó que Alkor sintiera de nuevo esos deseos de bestia que lo dominaran una vez y otra vez hasta sentirse de nuevo saciado de ella.

— ¿Esto es correcto, Alkor? Tú eres un Dragón y yo soy solo una humana. ¿No se ve mal? ¿Acaso eso no va en contra de las leyes naturales? —La humana se encontró acongojada.

Había sido de Alkor y el tan solo pensar en no volver a sentir sus caricias o su presencia en su vida comenzaron a crecer en ella una ansiedad. Sin embargo, Alkor bufó y el humo salió de su nariz.

— ¿Y a quién coños le interesa si es algo correcto? —Levantó medio cuerpo al igual que Eve y tomó con su mano la barbilla de la joven — ¿Sientes qué esto es correcto?

Vio en los ojos de Eve algo que ni él mismo pudo explicar cuando mencionó si era correcto. La mirada de Eve se suavizó y se dejó caer en la mano del dragón. Su corazón latió con rapidez, sintió la fuerza del mar adentro de ella cuando Alkor la hacía suya. Era lo más correcto que sentía, no había duda al respecto.

—Sí, siento que es correcto —Eve besó la mano que la sostenía.

Y aunque todo en ello era inocente, motivó al dragón negro a permitirle a su humana que hiciera más que besarle la mano. Alkor se posicionó enfrente de ella, estudiándola con devoción, mientras paseaba sus largos dedos por los labios entreabiertos de su compañera, se acercó con lentitud y el cuerpo de Eve reposó de nuevo en el colchón y almohadas, mientras Alkor la asechaba de nuevo. Su piel era de un gris hermoso, Eve paseaba los dedos por la piel de Alkor. Observaba cada parte de él, su corto cabello negro como la oscuridad, un cuerpo de infarto y su larga y gruesa cornamenta.

—Entonces deja que el mundo se joda. Porque no planeo dejarte ir nunca más—Alkor reposó su cabeza en el pecho de Eve con sumo cuidado —Cuando te vi... Eras tan irreal que tenía que cerrar los ojos para ver que eras de verdad.

Alkor no entendía que era de repente éste arranque de confesarle sus sentimientos, sobre sus más escondidos secretos y deseos. Y es qué, lo que decía era cierto, en su momento se planteó muy en el fondo que Eve era hermosa, tan diferente a todo lo que conocía, a pesar de qué, odiaba a los humanos y la quería fuera de su castillo, no podía alejarla, aunque él mismo tomara acción, algo le hacía detenerse. Más que su misma sangre llamándolo urgentemente, era toda ella la que había hechizado la voluntad del dragón. Eve se quedó sin palabras. ¿Eso era lo que de verdad Alkor sentía? Se preguntaba la humana sin dejar de mirar al Joven Dragón que se encontraba mimándose en sus brazos. Ésta acarició con cuidado su cabeza y observando su cornamenta.

—No quiero ser tu juguete, Alkor. No permitiré que te burles de mí de nuevo. No te aproveches de que estoy con la guardia baja...

—No eres un juego, no lo eres. —Afirmó con convicción.

¡Mierda! ¿Desde cuándo sus defensas bajaron? El Alkor malvado y despiadado había sido aplacado por una chica buena y piadosa.

— Alkor ¿Me quieres? ¿Existe algún sentimiento sincero que tengas para conmigo? —Eso era muy importante para la humana.

Alkor besó su mejilla y después posó sus labios en los de ella aun un poco torpe, pero con el corazón estallándole. Alkor no podía creer que Eve dudara o se cuestionara acerca de lo que él mismo ya le había dicho. Quizás no había sido del todo claro, pero no tenía problemas en repetirle a Eve lo que ella era para él.

—Te he querido siempre. Aún y cuando no me di cuenta de ello, te he querido toda mi existencia. Te he estado esperando por mucho tiempo y ahora que estás aquí, jamás dejaré que nadie te alejé de mi lado. Y sí tú lo permites, y me aceptas cumpliré con mi promesa que te hago en estos momentos, estar a tu lado por el resto de nuestras vidas.

Se sentía un maldito romanticón humano. Pero ahora que había encontrado a su compañera no podía evitar que todo el amor que cerró con llave en lo más oscuro de su alma, saliese y le diera el amor que solo ella podría merecer. Volvió a acariciarla y se hundieron de nueva cuenta en la pasión. Encerrados en cuatro paredes los gemidos eran incesantes. Era como la misma magia en el aire. Eve se sintió reconfortada, saber que ahora pertenecía a quién su corazón había elegido era la mayor de todas sus dichas.

—Quiero que cumplas tu promesa, porque —Alkor se hundía de nuevo en ella, mientras ella hablaba entrecortadamente —quiero estar contigo toda mi vida, mi dragón.

Eve y Alkor estaban amándose en cuerpo y alma, pero cómo dicen por ahí, la felicidad es un instante y dura poco, porque ambos no sabían lo que estaba por pasar, los días tranquilos pronto se convertirían en una tormenta.


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En la cabaña de Nyla, hacía horas que el joven noble, Brandon, había abandonado a la bruja en busca de Eve. La motivación había crecido en él desde que supo que Eve no estaba muerta como Rupert había presumido. Pero, algo inquietaba al mejor amigo de Eve, y es que la bruja le había mencionado que estaba con la leyenda de Afrobos, Alkor el dragón negro. Él ni siquiera podía imaginar la situación o la posibilidad de que una criatura tan temible y voraz tuviera retenida a Eve. En su lógica, él debía ser aquel caballero de armadura dorada que rescataría de las fauces del dragón a su doncella amada. Pero por supuesto, las cosas no eran como él pensaba. Y para ser sinceros, a Brandon no le había caído demasiado bien las palabras de Nyla "Está con el dragón negro, Alkor su compañero de vida", delirios de una bruja, era lo que él se decía.

Ya había amanecido desde hacía rato, pero eso parecía no ser inconveniente para la bruja y el vasallo del Dragón Negro. Lupus se encontraba todavía en busca de una explicación lógica a lo que estaban viviendo. Sabía perfectamente lo que sus ojos viejos habían visto en aquel libro, pero no comprendía con exactitud la gravedad del asunto. Nyla y Lupus se preparaban pronto para emprender camino al castillo negro que se encontraba en los dominios de Alkor, pero para ello, necesitaban lo necesario.

—La humana que tiene Alkor en su castillo, es su compañera. —Decía Nyla por décima vez mientras rodaba sus ojos.

Lupus exasperado asiente.

—Sí, sí. Lo sospechaba, pero ¿Cómo es eso posible? Los compañeros de vida son para seres mágicos y por si no te has dado cuenta ¡ella es humana! —Lupus volvió a su asiento y tocó su sien —Y lo más importante ¿Cómo es que Eve está relacionada con Aurora?

Nyla asintió y le tendió la carta que había estado flotando.

— Todo tiene su explicación, Lupus. —Nyla se acercó a él —¿Ves esto? Ésta carta es... complicada, y jamás la había utilizado en mi vida, para empezar, ni siquiera sabía que yo la tenía —confesó la bruja —Te lo voy a explicar, el espejo es el estuche, o sea, es un cuerpo humano. Las dos estrellas son almas que han sido disparadas hacia y por el cuerpo. De alguna manera u otra, Aurora vive dentro de la humana. No es una reencarnación, el alma de Aurora convive de cierta manera con la de Eve.

—¿Pero que acaso eso no es lo mismo?

Nyla negó con su cabeza.

—Aurora en sí no existe más y no tiene conciencia como tal. Su alma y la de Eve coexisten dentro de un mismo cuerpo. Jamás en todos mis años de existencia creí que eso fuera posible.

—¿Lo qué quiere decir...? —Preguntó dejando al aire la respuesta que la bruja le pudiera brindar.

Nyla se levantó de la silla y abrió una de las cortinas para que la luz saliera.

—Eve en cierto modo es un ser mágico, pero está opacada por el alma de Aurora. En parte es bueno, pero es malo. —Lupus cada vez entendía menos —Los Jinetes reales hace cien años amenazaron a Alkor a la muerte. Dramus, principalmente fue él que lo condenó con su ayuda. Ahora, pasa algo muy curioso, y es que Eve es quién puede salvar a Alkor de la maldición con la magia que ella posee, porque si Aurora vive, por así decirlo, dentro de Eve, la humana al ser la dueña del cuerpo canaliza los poderes espirituales que alguna vez Aurora tuvo, pero quién sabe cuánto más resista el alma de Aurora en ella, debemos conocer en sí porqué Aurora se relaciona con Eve, y ahora otra cosa a tratar, no estamos seguros de su inmortalidad. Y dudo mucho que Alkor quiera hacer la prueba.

—Sí Eve, está sellada ¿Cómo es que absorbe los poderes del alma de Aurora?

—¡Ay, es tan complicado explicar éstas cosas! —Y era cierto, Nyla no sabía con exactitud cómo explicarlo —Al estar sellada Eve, es como una bomba de tiempo, entre más tiempo permanezca el alma de Aurora en su cuerpo, más poder tendrá Eve, pero al tener las dos almas, tal poder no puede salir, y debemos averiguar cómo sacar el alma de Aurora.


© J. ZARAGOZA

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