
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO CON ESCENAS (+18)
Alkor estaba inquieto. Las palabras de Grek resonaban en su cabeza como un panal de abejas agitado. No sabía en qué momento su cuerpo comenzó a moverse en dirección de buscar a Eve. Una fuerza involuntaria le hacía moverse, la desesperación dentro de él crecía con cada paso que daba. Rogaba para sus adentros que no se haya ido. Le aterraba la idea de que ya no la volvería a ver jamás. Porque si eso pasaba, ¿Qué haría él? Aunque él dijera que no la quería en su castillo, la presencia de ella en su hogar se volvía cálido, trajo con ella la sensación de no estar solo. Por momentos, se reprendía por siquiera estarlo pensando. ¿Por qué la humana le hacía acrecentar extraños sentimientos? ¿Por qué no simplemente la ignoraba como al resto de los humanos? ¿Por qué tenía que ser precisamente ella? Divagó todo ese tiempo, su cuerpo andaba con un tanto de rapidez. Y de pronto, se encontraba afuera de la habitación de Eve. A todo esto ¿Por qué estaba tan nervioso? Sólo tenía que entrar y listo ¿Cuál era lo complicado? El recordar sus ojos humedecerse, ver su rostro contraerse de lo herida que resultó a causa de sus palabras. No podría resistir hacerle daño, no otra vez.
La luz del nuevo amanecer se filtró por los grandes ventanales del pasillo y se maravilló al ver como la cerámica que pisaba era brillosa, y olía a limpio. Sonrió, verdaderamente lo hacía, esa chiquilla humana había limpiado mejor de lo que Lupus lo había hecho en años. ¿Dónde estaría su vasallo a todo esto? ¿Habría llegado ya con Nyla? Necesitaban resolver éste jodido problema. Sí lo que Lupus le había dado a entender era cierto ¿Qué haría? ¿Estaba preparado para todo lo que se venía? Él no esperaba que todo ésta mierda se fuera a desequilibrar tan pronto.
"La castaña de ojos miel le miró firmemente con un arco en su mano. En ellos se encontraba la tristeza y la furia desbordando desde el fondo de su alma. El Dragón tenía las manos llenas de sangre y la cólera lo abrazaba. ¡Tan desgraciada! Era una maldita y vil mentirosa. Todo a su alrededor era un caos, la guerra se había desatado en Afrobos.
Eran corrientes fuertes de magia las que se liberaban entre ambos seres. A su alrededor, una fría batalla entre seres de Draconian y la caballería del rey Fernando VI intentaban debilitarlos con todo su armamento, pero era inútil. Habían liberado la ira del Dragón Negro, habían hecho lo peor que le pueden hacer a un joven Dragón...Matar a sangre fría a su madre, la poderosa y soberana reina de Draconian, Mallae.
— ¡Te maldigo, Alkor! ¡Maldito seas hoy, y toda tu maldita existencia! —Gritaba Aurora, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Su rostro estaba rojo del coraje, en ella, la traición se olía. Sus palabras taladraban en la cabeza de Alkor. Al fin y al cabo, se había roto su amistad, algo que él creía que era puro. Porque fue ella la culpable de todo lo que estaba ocurriendo. Su madre, ¡oh, maldita sea! Su madre yacía muerta en el campo de batalla.
Alkor frunció el ceño y gruñía en dirección de Aurora quién no dejaba de lanzar flechas en su dirección.
— ¡VOY A MATARTE, ZORRA RASTRERA! —Alkor estaba más que roto... mucho más — ¡He sido un descuidado y un iluso al pensar que eras diferente que el resto de los demás!
El choque de las espadas a su alrededor, el aroma de la sangre caída y de los altos vuelos de sus compañeros le daban a entender que él tendría la victoria, no había nada que pudiera hacer para que esto cesara. Las llamas del fuego barrían con el pueblo de Afrobos, los jinetes reales cayendo a los pies de los Draconianos, las explosiones comenzando por derribar el castillo en dónde ella vivía.
— Tú... ¡Manipulador y mentiroso!
Dejó salir una flecha cargada de magia y veneno.
¿Cómo es que Alkor no lo vio venir antes? En ella corría la sangre de Hada, y no de cualquier tipo, sino de un Hada purificadora. ¿Cómo es que no veía las señales? Era una maldita hada a medias, que vivía entre los humanos y era mestiza. Era uno de ellos, al fin y al cabo, de esa sangre tan sucia y que tanto rechazaba ¿qué podía esperar? Por qué eso eran ellos, sucios y cazadores de los de su raza. Siempre queriendo exterminar a los de su mundo por ser diferentes, por querer creer que son superiores cuando no son más que mugre entre sus uñas.
Alkor había logrado esquivar la flecha con velocidad sobrenatural. Desapareció de los ojos de Aurora y se colocó detrás de ella arrebatándole el arco y trozándolo por la mitad..."
Se quedó tieso al tener que recordar aquella fatídica noche en dónde por unas horas, el infierno se desató sin piedad en Afrobos. La noche en que su maldición existiría y estaría encadenado a cumplirla. Se sorprendió ante aquellas imágenes que llegaban a su memoria como bombas cayendo sin piedad. ¿Por qué recordar a Aurora? ¿Por qué ahora? Sonrió de medio lado con tristeza al recordar como ella había muerto algunos tres meses después de la batalla. Mientras ella moría, él sentía una conexión ligada a ella, que al momento de su partida dejó de sentirla. Al principio se entristeció, pero eso fue olvidado rápidamente cuando esas cadenas invisibles lo ataban a Afrobos, cuando él lo único que quería era desaparecer de la tierra del hombre. Toda tristeza se borró cuando recordó la ira que él albergaba. En fin, esa era historia vieja, y ahora lo que le preocupaba era su presente. Lupus se encargaría de recolectarle la información que requerían. Puso atención de nuevo en la gran puerta de madera, respiró profundamente. Se halló dubitativo. ¿Sería correcto? ¿Qué esperaba en realidad? Se dejó de rodeos y tocó la puerta esperando a que Eve abriera.
— ¿¡QUÉ QUIERES!?—Gritó Eve desde el otro lado con la voz algo quebrada. — ¡No quiero verte!
Alkor se dio cuenta. Maldición ¿Y ahora qué hacía? Escuchaba su voz mal y sintió algo sofocante en su pecho.
—Déjame entrar humana —Su voz sonó potente y siniestra.
Bien, eso no sonó como él esperaba que se escuchase. No entendía porque no la llamaba por su nombre. Había sido muy brusco. Rápidamente se arrepintió y en ese momento deseó darse un fuerte golpe en esa cabezota. Colocó su frente en la madera y luego la alejó esperando por su respuesta.
—No quiero...
Frunció el ceño e hizo puños sus manos. Insolente. Era una insolente, chiquilla y malcriada. ¿Cómo se atrevía a negarle la entrada a él, el amo y señor del castillo?
Pero una Insolente de la que probaste en la madrugada.
Su mente se repitió con aquello y éste gruñó. Ahora un calor lo comenzaba a invadir cuando recordaba el sabor de Eve, en cómo sus manos se aferraban a su cabello y... ¡Oh no!
— Nuevas noticias querida... ¡Entraré de todas formas! —Le gritó haciéndole entender que ahora estaba molesto y él era quién mandaba.
—¡Oh! lo olvidaba su majestad ¡Entonces solo hazlo! —Dijo Eve mientras se sentaba pegada al respaldo.
El corazón se le oprimía de solo pensar en cómo él la había visitado a una habitación y se había apoderado de su voluntad, sus sueños, de su primer beso, de su primer deseo ¡por todos los cielos! ¿Estaba realmente preparada para verle la cara a Alkor? No habían entablado una conversación cómo tal desde que salieron de Draconian. Lo que más le dolía en esos momentos era el desprecio con el que escupió sus palabras hace tan solo un rato.
Alkor entró sin más rodeos, armándose de valor no esperando en realidad algo, tan solo quería ver que ella estuviera bien. Al cruzar el umbral de la puerta se quedó quieto. Sus ojos viajaron a su pequeño cuerpo. Estaba abrazada de una de las almohadas con el rostro viendo hacia la ventana, ignorándolo a él. Sin embargo, podía escuchar como su corazón se había acelerado, pero no lo entendía ¿acaso temía de él? No supo cómo reaccionar ante su indiferencia así que optó por enojarse. Toda la habitación estaba impregnada de su aroma y comenzó a sudar en frío. La habitación cada vez se hacía más pequeña y eso le perturbaba más. Sus ojos estudiaron todo su alrededor, desde lo más sencillo como su cepillo para el cabello, como el vestido café que llevaba puesto hace horas, que estaba tirado en el suelo y solo llevaba puesto una bata de color blanco que dejaba ver sus pies blancos y desnudos. Sus cabellos rubios llegaban hasta el colchón y éstos se movieron dejando ver un rostro triste. Unos ojos hinchados y su boca escondida en la almohada. En ese momento, toda esa ira, se desarmó.
—Yo... —Por primera vez Alkor no podía pronunciar palabra —L-Lo... —Jamás en su vida se había disculpado verdaderamente y no sabía cómo hacerlo. Carraspeó para intentar corregir lo que en el fondo quería decir, pero que por ningún motivo parecía salir de su boca —Es decir... me equivoqué.
Eve levantó una ceja incrédula. Su boca se abrió y la volvió a cerrar. ¿Se equivocó en qué? ¿En retenerla en ese castillo desde el principio, en golpearla y humillarla? ¿en querer entrar en su círculo de la confianza, en confundirla, en besarla y tocarla, en creer que estaba cambiando? ¿Equivocarse en qué? No esperaba ese discurso de arrepentimiento por qué para empezar, necesitaba sentirlo. Eve suspiró y se abrazó más a la almohada, como si éste fuera su escudo contra el dragón negro que no dejaba de observarla con intensidad.
—No te comprendo Alkor. Dime que es lo que me quieres decir —veía a Alkor extraño, pero después pensó que no los llevaría a nada su conversación —... ya está amaneciendo y tengo mucho trabajo que hacer.
Alkor no podía dejar de ver su debilidad en su máximo esplendor.
—Yo no quería lastimarte. —Era cierto.
Deseaba, pero no podía. Admitía que era un imbécil, que su falta de tacto en todo sentido la lastimaba, y para ser sinceros, Alkor ya estaba harto de ser el causante de su desdicha e infelicidad. Ella era tan frágil y lo había comprobado, era irreal toda ella, un sueño sin un final. Se estaba convirtiendo en una adicción tenerla tan cerca. Cuando la recostó en aquel sofá en la biblioteca, él mismo se sorprendió de que su cuerpo reaccionara así. Y es que, entre más la veía, más cómodo estaba con ella por ahí rondando.
Grek afirma que él ama a Eve, pero no lo quiere admitir.
Eve dice cosas que para él no tienen sentido.
Lupus le dice que la joven y él probablemente tengan algo como una conexión, una atracción.
¿Esto era un complot en su contra? ¿¡Habían perdido el juicio!? ¡Bola de dementes! Sin embargo, parecían todos saber algo que él no.
Estaba enfrente de la puerta de Eve aún sin poder acercársele del todo a ella, pero ¿Para qué? Tenía desde la noche de ayer hasta la mañana que Eve no salía de su alcoba. Él se decía así mismo que las humanas eran tan sentimentales. Otra de las razones por las que los repudiaba. Aunque con esa relación que estaban llevando veía difícil poder odiarla. Ahora podía comprenderlo, no podía odiarla por más que quisiera, no podía odiarla no cuando él simple y sencillamente no quería dañarla y eso jamás le había pasado. Eve notó que Alkor se comportaba extraño.
—Eso sería tan bueno de creer, Alkor —le respondió Eve —Dime una cosa ¿Recuerdas lo que pasó anoche?
No.
Definitivamente esa sería la respuesta que él mismo debería de contestar. Por el bien de ambos, eso era lo que él tenía qué hacer. Bajó la vista no sabiendo que responder, y al momento de levantarla vio en Eve algo que nunca antes había visto. Sentía emanar de ella una desesperación por que él contestara a su pregunta. Sus bellos ojos azules lo tenían asombrado, su mirada era como un hechizo paralizante ¿Cómo es que esos lindos ojos azules lo tengan tan sumergido en ella? Eve se veía un tanto desesperada por la respuesta de Alkor.
—No, ¿Pasó algo interesante?
Un nudo en la garganta, eso fue lo que Eve sintió cuando desinteresadamente Alkor contestó. Se sintió peor de cómo había llegado. Eve se levantó de golpe de la cama, sorprendiéndose a ella misma de sus actos y fue hasta él, furiosa y de nueva cuenta humillada. Alkor no se esperaba aquel arrebato de la humana, veía su rostro contraído de la desilusión, sus ojos brillaron, anunciaban que quería llorar. Al momento de estar frente a frente sabía que debía de rescatar la situación.
— ¿Cómo puedes no recordar nada? — El llanto estaba tan cercas de salir de ella — Alkor, no soy un objeto, no soy un juguete y mucho menos soy tu burla.
—No recuerdo — Dijo frunciendo el ceño y acercó su rostro a ella— pero en estos momentos me ayudarás a recordar.
Eve abrió su boca para contestar y al momento de quererle reclamar, él atacó sus labios sin pudor. Su bestia interior le dominó, no pudo controlarse cuando la vio en aquella bata, todo su ser llamaba a gritos que la besara, y es que no paraba de pensar en que su cuerpo era una obra maestra que nunca se había puesto a apreciar con detenimiento. Sus pechos eran grandes, tenía una cintura estrecha y unas enormes curvas que en este momento se atrevería a tocar. El primero en hacerlo. Estaba decidido que la haría suya no importando las consecuencias de sus actos. Ardía en deseos y ya no podía seguir controlando a la bestia que le quema la piel cuando Eve está cerca.
Eve tardó un poco en reaccionar, pero al momento de sentir sus suaves labios contra los de ella, no lo resistió y siguió el beso. Lo odiaba en esos momentos por no haberla escuchado, pero sus labios eran como droga, una adicción que nunca se atrevería a abandonar. Alkor la tomó del rostro, su mano bajó a su nuca y la pegó más a él. Y tal como en la madrugada, él la guio hasta topar con una de las paredes. La espalda de Eve se pegó un tanto brusco a la pared, pero no le importó en absoluto, Alkor la estaba besando. Bajó sus manos lentamente por toda la silueta de ella y acarició sus curvas, guardando en su memoria todo de ella, Eve llevó sus manos al rostro del Dragón. Lo acarició con suma ternura, la cual Alkor jamás había sentido nunca en su vida, el tacto de ella lo tranquilizaba y al momento de que sus manos le tocaban decidió ser más generoso con ella. Se reprendió así mismo por ser tan intenso con ella. Tan solo era una doncella que no había conocido a un hombre y para él era lo mismo, jamás había estado con una mujer y ésta sería la primera vez, lo había decido en estos mismos instantes.
Cargó a Eve y ésta enredó sus piernas alrededor de su cadera y la llevó a la cama mientras la dejaba sobre el colchón, como pudo se separó de sus labios y se fue a corriendo en dirección de las cortinas para ponerlas y quedar a oscuras. Escuchaba los jadeos incesantes de la joven, la dejó tan afectada que sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios hinchados. Sonrió con orgullo, después de todo ella no le era indiferente.
Volvió a la cama y se colocó encima de ella, besándola con ternura y comenzó a desabrochar el listón de la bata de la joven. Eve se agitó por el acto del joven dragón negro.
— ¿Qué... qué haces Alkor?
Besó el cuello de ella y ésta suspiro placenteramente.
— ¿Qué crees que hago? —Alkor sonrió y soltó una casi inaudible risa — Te dije que me ayudarías a recordar.
Eve se sonrojó y levantó su mano, lo quería abofetear por fingir inocencia. Pero Alkor detuvo su mano, cruzaron unas miradas eternas y comenzó a besarla con lentitud, sin despegar su vista de ella, haciéndole erizar los vellos y esa fue la señal que necesitaba el Joven Dragón. Fue subiendo hasta llegar al hueco entre el hombro y el cuello de Eve. Lo besó, sintiéndose el amo y señor de su cuerpo, los ojos de Alkor obtuvieron un color más intenso, la sangre de Eve lo estaba llamando, entonces la mordió y ésta dio un pequeño grito. La marcaría, su alma y su cuerpo decían que la marcaran. Eve se retorció en su lugar, pero éste la sometió inmediatamente. Comenzó a beber de su sangre y se sentía enloquecer. Al momento de separarse de ella los tribales, apenas visibles, comenzaron a tomar forma de un dragón en el lugar de la marca que Alkor había dejado en su cuerpo. Sonrió satisfecho y se dispuso a terminar lo que había comenzado.
Se alejó un poco de ella y se deshizo de su capa y su camisa. Eve volteó su mirada.
¿Era correcto? Quizás.
¿Sentía cosas por él? Era evidente.
¿Lo deseaba? Indudablemente.
Miró hacía otro lado completamente avergonzada. Ayer apenas habían intentado acercarse y ya estaban por unir sus cuerpos.
—Mírame...
Pidió Alkor. Los ojos azules vieron con deseo los ojos ámbar de Alkor que comenzó a desvestirla con desesperación. Su corazón comenzó acelerarse. Éste ya se encontraba totalmente desnudo esperando ver a Eve expuesta ante él y así fue. Sus ojos la admiraron. Detallando cada curva pronunciada. No era el deseo lo que lo dominaba, sino qué, sentía una dicha inexplicable. Hermosa, bella, una diosa caída para él.
—Eres perfecta. —Suspiró. Estaba estupefacto, ¿Cómo podía ser tan bella y tan pura? ¿Cómo estaba a punto de hacerla suya?
—Alkor yo nunca...
—Shhh... —silenció mientras la abrazaba y besaba en el cuello — sólo mírame todo el tiempo ¿de acuerdo?
Ella asintió pérdida por sus caricias.
No sabía el joven Dragón exactamente qué hacer, así que comenzó a besar su cuerpo. Masajeó uno de sus pechos gentilmente y con la otra mano libre acarició la mejilla de Eve que comenzaba a desprender más calor y a soltar pequeños gemidos que no eran suficientes para él. Necesitaba escuchar más de ella. Tenía que saber quién era el que la va a tomar para que fuese únicamente de él. Llevó sus labios al otro pecho libre y comenzó a succionar, su lengua pasando suavemente por sus pezones, mientras que Eve comenzaba a gemir y comenzó a mordisquearlo. La mano que se encontraba en el pecho descendió hasta su parte más íntima y comenzó a masajearla, sintiendo como Eve empezaba a humedecerse y moverse desesperada por las nuevas sensaciones que estaba sintiendo. ¿Cómo podía sentirse tan bien ser tocada? ¿Cómo podía Alkor llevarla a esos límites?
Introdujo uno de sus dedos al interior y ésta quiso retirarse un poco al sentirse invadida, pero éste la besó calmándola por unos segundos con toda la pasión cargada y Eve comenzó a relajarse, pero sin quitarse esa extraña sensación a la que no se acostumbraba. Alkor se separó de ella al sentir que su erección ya no podía más, necesitaba descargarse. Abrió las piernas de la muchacha y se colocó entre ellas para que le diera la bienvenida.
—Sé gentil por favor...
—Lo seré... mírame —Él le habló de forma tierna y Eve obedeció a su orden.
Se acomodó entre sus piernas, la delgada línea entre ambos estaba a punto de ser rota. Su miembro comenzó a introducirse lentamente, sintiendo como estaba estrecha, mientras que Eve cerraba sus ojos con fuerza y sentía un ardor en su parte íntima.
—Abre los ojos cariño —pidió de la forma más tierna tratando de tener autocontrol—mírame... Eve mírame.
Difícilmente podía verlo cuando sentía el dolor desgarrarle por dentro. Eve llevó sus brazos al cuello de Alkor para sostenerse, porque sentía fuego emanar de él e introducirse en ella. Éste pegó su frente a la de ella y comenzó a darle pequeños besos en la mejilla. Siguió entrando, sintiendo cada vez como su miembro era abrazado por las paredes de ella. Cuando terminó por entrar juró por todos los infiernos que nada se comparaba a estar dentro de ella. Su misma bestia anhelaba que gozase de ella y así lo hizo, comenzó a embestirla suavemente una y otra vez, sintiendo el espacio tan estrecho que lo excitaba de sobre manera. Eve empezó a sentir que el dolor desaparecía y la daba lugar a una sensación de placer que comenzó a llenarla. Siguió entrando y saliendo de ella, subiendo la intensidad, Alkor veía las reacciones de Eve. Quien había cerrado sus ojos, sus labios se abrían y cerraban con cada embestida, de su garganta sus gemidos eran una melodía para sus oídos, y ella no paraba de llamarlo. Alkor, Alkor, Alkor era lo único que decía, el dragón sentía que flotaba en el cielo, lo había hecho volar más allá que cualquier límite, hasta que ambos llegaron al orgasmo. Para Eve fue hermoso para Alkor fue darle toda su alma a ella.
Estaba enamorado de Eve y ahora lo podía admitir. Se había enamorado de una humana, su humana.
El corazón de la bestia es de quién lo dome.
© J. ZARAGOZA
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