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I

La historia siempre es la misma, "Érase una vez un valiente caballero que blandió su espada en pos de proteger a la dulce princesa que necesitaba de su ayuda" lo sabe de memoria, ha leído tantos libros de cuentos de hadas, todos y cada uno con un honorable caballero de por medio, pero ante la visión que tiene al frente no duda ni por un segundo en meterse en medio, el bravucón de la escuela, que parece un mastodonte a comparación de cualquiera que esté en su mismo año se ha metido con un pobre chico, y no con cualquiera, con uno que conoce muy bien, mira de reojo a la gente que les ha rodeado, frunce el ceño ¿Qué carajos les pasa? ¿Acaso no ayudaran? Mira a los hombres que solo están ahí parados sin parecer querer ayudar, a algunas chicas que cuchillean entonces comprende algo que le ha devuelto a la realidad, los príncipes azules y valientes caballeros solo son parte de los libros que tanto amo y solo en ellos pueden existir.

Da un paso al frente, todos hablan de la locura que está haciendo, un par de chicas tratan de detenerla, comprende que es risible la situación, lo sabe, ella solo es una chica, la diferencia de fuerzas y tamaño es visible para cualquiera, pero en una pelea no importa mucho eso sí se sabe usarlo en contra del oponente.

–¡Oye tú! –habla firme, es tan extraño escucharle hablar de tal forma ante su apariencia, –¿Acaso eres tan poco hombre para no meterte con alguien de tu tamaño? –ríe de lado, los murmullos se hacen presentes, Ushio, autonombrado representante de la moral del instituto Milenio le mira, deja de lado al chico que al parecer ya es nada para él, suelta una carcajada ante el comentario, le es tan graciosa la situación, una chica tratando de hacerle frente, debería de estar enojado, es más ahora mismo debería de desquitar su ira pero no es así, la mira de arriba para abajo, no es muy alta pero su color de ojos y cabello rubio le hacen ver como un buen trofeo para él.

–¿Comprendes que es inútil que le defiendas siendo un debilucho como tal? –se acerca con una sonrisa socarrona, extiende su mano derecha y toma su mentón –No por tener un bonito rostro dejare pasar tus palabras –empieza– aunque...

–Lo mismo digo –se separa de él, suelta una risa burlona– ¿Crees que por ser estúpido lo dejare pasar? Que toda esa panda de cobardes te teman no es mi problema, solo eres un imbécil con un ego dañado.

–¿HA? –gruñe, pero al final ríe, la chica tiene agallas y eso es de respetar, en su mente le recorre el pensamiento de que las extranjeras son más divertidas.

–Oh vamos ¿Ahora todo te hace gracia? ¿Acaso eres un payaso? No me hagas reír, hasta para serlo se necesita tener un poco de materia gris y en ti solo veo aire dentro de esa excusa de cabeza que tienes, para colmo nada agraciada.

Un par de risas se escuchan, Ushio comprende que solo lo está tratando de sacar de quicio, pero ante las risas y murmullos no puede evitar perder un tanto la cabeza, no se dejaría humillar por nadie, él mandaba después de todo ahí.

Lanza un puñetazo, poco le interesa verse aún peor de lo que ya es visto, no quiere ser querido, prefiere ser temido y así seguir gobernando lo que cree pertenecerle, sin embargo el movimiento es usado en su contra, la chica lo supo desde un principio, no tenía forma de ganar la pelea si se trataba de fuerza bruta pero eso es nada cuando se usa la fuerza del oponente en su contra, desde que ha tenido razón su abuelo le ha inscrito en defensa personal, no por nada es cinta negra en Karate, ahora mismo ha tomado su mano y con la fuerza e impulso de su agresor le ha tirado a espaldas en un hábil movimiento.

El silencio se establece, todos quedan en shock, ella sonríe victoriosa, comprende que no debe de usar lo que ha aprendido en peleas con tipos como él, pero esta vez lo cree necesario, odia las injusticias y a falta de héroe pensó en serlo ella misma, poco le importan las miradas de los demás, se acerca al chico que ha protegido pero cuando extiende su mano ve lo que menos espera ver, su rostro es de horror, poco después sale corriendo del lugar dejándola sola ante las miradas que aún le ven un tanto indignadas por el actuar de la susodicha.

Se gira mientras mira a todos mal, poco le interés la opinión ajena, en su corazón sabe que su actuar no está mal, lo sabe por eso se aguanta las lágrimas por el hecho de ver a la persona que protegió huir de ella con horror, a paso firme va por el lado contrario, no piensa en ir tras él, el circulo de chicos y chicas le abre paso para que pase dando inicio la tan mala reputación que le acompañara desde ahora.

Pero aquellos son solo recuerdos, toma sus lentes de la mesita de al lado, mira la luz del sol meterse por su ventana, un nuevo año escolar empieza.

Deja de lado la piyama color rosa para ir a cambiarse, mira la vieja foto que aún conserva de ambos, se pregunta si se volverán a ver pero hasta ella comprende que aunque eso pase la impresión que le ha dado nunca se borrara, ya han pasado tres años desde aquel incidente, pero aun en la mente de sus compañeros como la de ella siguen presentes los hechos.

Después de una refrescante ducha, se cambia de ropa, toma el cepillo del cajoncillo izquierdo de su mesa de noche, si bien reconoce que nadie se fijara en ella por su mala reputación de Yankee no puede evitar tratar de lucir lo más impecable posible.

(__)

El instituto Milenio, uno de los más reconocidos en el mundo como para tener una cede no solo en América, Alemania, Francia y Japón sino que es de los pocos institutos que manejan sus puertas abiertas desde preescolar hasta preparatoria siendo así que la mayoría de los estudiantes que asisten dentro del plantel se conocen desde que dejaron de usar pañales, por lo que los grupos de amigos desde hace tiempo que se han formado, Rebeca Hawkins, chica de cabellera rubia larga, ojos azules, tez blanca debería de sobresalir ante su apariencia delicada pero eso dista mucho de la razón que le hace notar al sentir las miradas atentas de los demás siendo que es catalogada como una busca pleitos sin remedio.

Poco le interesa, mira al frente sin remordimiento, no comprende las reglas sociales de los japoneses ni quiere hacerlo, comprende que es una mujer, pero eso no amerita que si puede hacer lo correcto no lo hará solo por su género.

Avanza sin detenerse, su primer clase es literatura en el segundo piso del bloque A, suspira al ver al grupo de perezosos que como de costumbre usan las escaleras como bancas personales bloqueando el paso de los demás.

–Muévanse –habla firme, uno de ellos de cabellera rubia le mira para después bufar.

–¿Sabes que hay formas de pedir las cosas?

–Katsuya –le mira– ¿Comprendes que este lugar no es para su reunión personal sino para que los estudiantes transiten libremente?

El rubio se levanta y se cruza los brazos –Lo sé, pero no estamos haciendo nada malo, además en el pedir está el dar, no te mataría ser un poco amable con los demás –señala– además no deberías de fruncir tanto el ceño, eres una chica –sonríe.

–¿Y qué que sea una chica? –le confronta– ¿Acaso por ello debo de ser dulce y tierna?

–¿Ha? ¿Quién ha dicho...–Pero es interrumpido por la mano del chico moreno y de corte militar que le cubre la boca.

–Vamos Rebeca no le hagas caso –se hace a un lado, ella resopla, siente la mirada del pelinegro que está en el otro extremo de las escaleras.

–En lugar de perder el tiempo deberían de estudiar más –sigue mirando al frente– además tú Otogi–Kun que vas bien deberías de hacer algo por ellos si es que eres su amigo –sin más se marchó.

(__)

Llega a su salón, la misma gente, las mismas palabras que creen que ella no logra escuchar y aquel silencio estridente que se blande cuando entra en el salón.

Mira aburrida por la ventana esperando a que el profesor llegue, piensa en sacar los auriculares, pero antes de proceder a tomarlos escucha la puerta abrirse, resopla, si bien no se le da mal la materia conoce a la profesora Ishtar y su carácter un tanto estricto.

–Me alegra volver a ver a cada uno de mis queridos alumnos –sonríe la mujer de piel morena, como de costumbre trae el pelo suelto que ondea entre su andar hacia el escritorio– esperemos que este año sea aún mejor que el anterior por ello les pido dar su mejor esfuerzo –la chica mira de reojo las miradas cancinas de sus compañeros, es el mismo discurso de siempre, a veces su profesora podía ser un tanto tediosa, deja de prestar atención a su discurso mientras vuelve a retomar la vista hacia la ventana, ve al profesor de deportes con su grupo, sus cejas se arquean siente pena por el grupo que en su primer día de vuelta a clases les toco con Karita, sin embargo sus pensamientos son detenidos al escuchar el "sobresalto" de su clase, entonces retoma el hilo de las palabras de su profesora – les presento a su nuevo compañero de clases –la mujer de piel morena mira al chico– vamos no seas tímido preséntate –sonríe afable.

El chico asiente, pero antes de poder decir algo una chica de pelo castaño se levanta de su pupitre –¿Yugi? ¿Eres tú? –pregunta, no puede creer que sea esa persona, por otra parte la joven rubia se ha quedado de piedra ante las palabras de Anzu Masaki, presidenta del salón que sigue a la expectativa de una respuesta.

El chico ríe nervioso, se rasca la mejilla con el índice –¿Acaso he cambiado tanto?

El revuelo no se hace esperar y ante el abrupto la profesora Ishtar carraspea, el chico se disculpa por la conmoción y hace caso de la petición que había sido hecha –Mucho gusto, tal vez algunos me recuerden y otros no –ríe– me llamo Yugi Mutou, tengo 17 años, estuve viviendo en el Cairo los últimos tres años con mi abuelo, espero que nos llevemos bien.

Parpadeo tres veces al verle, se pellizco el brazo pero al parecer estaba despierta, miro a su alrededor, como su profesora hablaba con él, con la persona que no creyó jamás ver, si esto era una burla de los dioses no lo sabía, pero de algo estaba segura y es que sin importar que no le perdonaría.

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