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XXXIX: Hogar de todos.

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   Kaira pasó sus manos temblorosas sobre su cuello, el collar de Jolly con el que Meena le había propuesto casamiento siempre le tranquilizaba. No se apresuró, sintió la arena tibia bajo sus pies descalzos y escuchó lo que las olas rompientes del mar intentaban decirle. No escuchó ninguna advertencia, ninguna señal de escape. Observó a Lilith sentada junto a la única fuente de luz en toda esa isla, y no pudo evitar sonreír. Todo estaba a oscuras, pero aquellas dos abejas que parecían inmortales danzaban frente a los ojos de quien había sido su única esperanza y Kaira no pensaba marcharse otra vez sin hacerle saber que siempre la amaría.

   Caminó lentamente y se sentó junto a Lilith, quien observaba Vulpes en la lejanía. Frente a ella un fogón apagado y el cabello más largo que Kaira había visto jamás. Tanto, que incluso ella se preguntó cómo Lilith caminaba sin problema.

   Kaira se sorprendió cuando Lilith no reaccionó ante su presencia, pero supuso que era mejor que la reacción violenta que había recibido incontables veces cuando su unión murió.

   —Lilith... hola —susurró Kaira arrodillada mirándole, no sabía qué decir.

   —Kaira... Creí que jamás regresarías.

   Kaira sonrió, Lilith se giró a mirarle con seriedad. Las dos abejas del Corazón comenzaron a revolotear sobre sus cabellos. El zumbido de sus alas sonaba como los recuerdos en la taberna, cuando solo eran dos niñas jugando con fuego, soñando con rebeliones y libertad eterna.

   El que con fuego juega, las manos se quema. Y la libertad tiene un precio.

   —Eres la única razón por la que he vuelto, aún tengo esperanza por nosotras, Lilith...

   —Deberías abandonarlas, ya somos parte del pasado —respondió Lilith con el ceño fruncido—. Tienes otra vida ahora, y yo no soy parte de ella... Y eso está bien, no estaba destinado.

   —Lilith... —rogó Kaira, no supo qué decir, observó el rostro calmado de Lilith—. Estás tan diferente, ¿me has perdonado?... ¿Te has perdonado?

   —Oh, no, no lo he hecho —admitió Lilith con una sonrisa, dulce y sincera—. Te he olvidado, que es muy diferente. Ya no estoy enojada, tú y yo no pudimos ser y listo.

   —Me niego a aceptarlo —dijo Kaira sentándose a su lado, le tomó la mano con toda la suavidad que fue capaz—. He recorrido el mundo entero y lo más gracioso es que siempre quise hacerlo... Quería huir. Esta vez buscaba un hogar, ¡pero no hay lugar que se sienta correcto sin tí!

   —Estamos muertas, Kaira —susurró Lilith con una sonrisa enternecida, como cuando uno le explica la muerte a un niño.

   —¡No! Habíamos prometido no tener un final.

   —Se nos acabó el tiempo de todas maneras.

   —Eso no fue un final, fue una separación. Yo me fui y...

   —Te fuiste, Kaira —le interrumpió Lilith con calma—. No tenías que volver. Ese era el final...

   Una brisa las envolvió, Kaira soltó un escalofrío. Lilith sonrió y el fogón frente a ellas se encendió de pronto. Kaira se volteó sorprendida, suspiró y se arrojó en la arena rendida. Pasaron los minutos, el fuego chispeaba junto a ellas, la máscara de Lilith ardía en el fogón frente a ellas.

   La viajera susurró:

   —¿Me extrañas?

   —Cada día.

   —¿Y por qué no me dejas volver a tí?

   —Por qué tu rostro son los gritos de Wilhelm cuando creí muerta a Sao... —Kaira se dio la vuelta ante esas palabras, Lilith observaba su máscara en las llamas frente a ella con tranquilidad—. Mataste a tu familia y nos condenaste con aquel acto... Podría haberte perdonado si no hubiese sido testigo del hundimiento del Olympe de Gouges. Podría haber vuelto contigo a pesar de que mataste a tu familia, pero tuve que ver morir a la mía por tus acciones.

   Kaira suspiró y volvió a rogar disculpas, Lilith se giró a mirarle y sonrió. Ahora, las dos abejas revoloteaban sobre las manos de Kaira como si de una flor se tratara.

   —En estos años he tenido tiempo de sobra para pensar... —exclamó Lilith, observando cada detalle en el rostro de Kaira—. ¿No es bonito pensar que todo este tiempo, desde el día que nacimos, un hilo nos guiaba para que nos encontráramos?

   »Que las Diosas interfirieron con el único propósito de que nuestras almas Despertaran juntas, nuestros mundos colisionaron, juntas curamos nuestras heridas... —La llama del fogón se extendió de pronto al cielo, estallando. Kaira se asustó, quiso apartarse de Lilith pero esta agarraba sus manos con fuerza—. Solo para amarnos de manera imposible, teniendo el peor final de todos... ¿No son bonitos los planes de las Diosas?

   —Lilith, me lastimas —susurró Kaira asustada.

   El rostro de Lilith se suavizó ante aquellas palabras, relajó sus manos y acarició las palmas de Kaira. El fuego volvió a la normalidad. Es por esta misma razón que Sao y yo no podemos ser, pensó Lilith.

   —Lo siento. Todo está en el pasado, lo prometo —susurró Lilith con tranquilidad—. Tú también... y deberías irte.

   —No quiero irme sin tí. Tengamos un futuro juntas, Lilith —exclamó Kaira con una enorme sonrisa—. No volveremos jamás a lo que fuimos pero podemos construir algo mucho más grandioso.

   —Kaira... —Lilith frunció las cejas y la observó apenada—. No puedo irme, por más que quisiera... Y no quiero hacerlo.

   —¡Ya no hay peligro, Lilith! Te prometo que Camila estará bien —sollozó Kaira, las lágrimas comenzaron a limpiar su rostro. Lilith la observó con ternura, secó la lluvia de su mirada con tranquilidad.

   —No puedo irme, Kaira, ya lo he intentado... —se explicó Lilith—. Antes de que te marcharas, intenté acabar con todo... Te juro que salté, caí y el agua me envolvió. De alguna manera Wilhelm me detuvo. ¿Pero cómo detienes la caída de alguien que ya se ha estrellado contra el suelo?

   Kaira frunció el ceño y negó confundida, Lilith se rió de sus propias palabras y negó con la cabeza.

   —Son las Diosas, soy de ellas y no puedo escaparme... Soy parte de la brisa, de los árboles, estoy en cada animal. No puedo salir, Kaira. —Con esas palabras y una sonrisa, las lágrimas recorrieron el rostro de Lilith.

   Kaira se acercó a ella, sus manos entrelazadas, sus frentes tocándose. No lo entendía, jamás lo había hecho y no podía hacerlo por más que se quedara cada noche sentada a su lado.

   —No puedo quedarme, este lugar es mi mayor pesadilla, Lilith... lo siento mucho —susurró  Kaira.

   —Lo sé, y te ruego que no regreses nunca más —respondió Lilith.

   —No estoy lista para dejarte ir, no creo estarlo nunca. Estaría muerta si no fuera por ti...

   —Puedes quedarte un rato más si así lo deseas, las noches son mucho más largas desde aquel entonces.

   —¿Me dejas quedarme? —susurró Kaira alejándose un poco y sonriendo con ilusión.

   —Solo hasta que el fuego se extinga.

   Por lo que les quedó de historia, danzaron en el limbo. Era casi como la llama eterna de la esperanza, la madera no ardía pero el fuego no flaqueaba. Las chispas se elevaban al cielo con cada carcajada, y no fue hasta que rieron, hablaron y extrañaron cada momento juntas, que su gran fuego final comenzó a morir.

   Cuando la oscuridad comenzó a envolverlas, Kaira se acurrucó junto a Lilith y le tomó la mano con desesperación, mientras esta la rodeaba con su brazo y apoya su cabeza contra la de ella. Se quedaron en silencio hasta que solo quedó el carbón rojo ardiente.

   —Nunca podré querer a alguien como te quiero a ti, Lilith, espero que sepas que eres digna de un amor grandioso.

   —Lo sé, pero no lo quiero, Kaira. No he podido sacarme el duelo de encima, el dolor, la venganza, la sangre, mi traición propia y todas las veces que ustedes me rompieron el corazón. Lo sé, lo sé porque desde que me llamaste tu alma gemela aquella noche en el Estanque Congelado supe que era digna de amor, por que si alguien como tú que aprendió a amar entre montañas de odio había sido capaz de elegirme... No podía ser una broma de las Diosas, tenía que ser real.

   »Ahora lo sé todo, lo entiendo más de lo que debería. También sé que si nunca hubiese dudado de ustedes, de los planes del Bloque Negro y de tu arrepentimiento, Knglo jamás podría haberse metido en mi cabeza como lo hizo. Yo abrí la puerta, la culpa es mía. Tu error me dio la llave, pero la decisión de dejarlo entrar fue mía. Y no quiero volver, no me merezco volver. No quiero ser la sombra que siempre fuí sobre ustedes... Quiero que tengan el final más grandioso y la vida más aburrida que el mundo puede ofrecer. Quiero que se enamoren, que juren, que lloren y sueñen sin miedo. Yo no puedo hacerlo, y mi perdón hacia ustedes es volverme solo un recuerdo.

   »Prefiero que el dolor sea no tenerme.

   —Supongo que cruzamos los pasillos equivocados, por que podía jurar que atravesaríamos una puerta muy diferente juntas —respondió Kaira después de meditar las palabras de Lilith. Y esperó, y esperó... pero la respuesta jamás llegó. Se incorporó y observó a Lilith, sus ojos no reflejaban ninguna llama.— ¿Este es el final verdad?

   Lilith asintió lentamente, y no se sorprendió cuando Kaira la estrechó entre sus brazos con urgencia. La antigua Princesa sollozó, aferrada al recuerdo de Lilith.

   —Este es el final, Kaira. El tiempo se terminó, debes irte.

   Kaira sorbió su nariz, tomó el rostro de Lilith y besó su frente. Se puso de pie y la observó, Lilith le sonrió y la saludó con la mano. Sus ojos desaparecieron en una sonrisa infantil. Kaira sonrió, casi parecía la niña que había conocido en ese mismo lugar. Kaira elevó su palma al cielo, las abejas danzaron sobre esta dando círculos como en un vals. La antigua Reina le susurró unas palabras, las abejas se alejaron hacia Lilith, la rodearon y llenaron de polen para luego volver a la palma de Kaira. Brillando como el oro, Lilith soltó una carcajada.

   —Espero que encuentres paz, Lilith —exclamó Kaira, deseando ser parte de la brisa y de los árboles como Lilith, corretear como cachorros de zorro en el Lago de los Poetas Muertos con ella.

   Lilith rió, descartando sus palabras.

   —El caos es mi paz, Kaira... Tú lo has logrado después de todo, luces como alguien nuevo.

   Kaira soltó una carcajada y con el revés de su mano se secó las lágrimas.

   —Nunca te gustaron los cambios, de alguna manera pareces la misma pirata anticuada de siempre....

   Lilith soltó una carcajada, Kaira la imitó, las estrellas brillaron. Pandora sobre sus cabezas y las constelaciones que contaban miles de historias parecidas. Las abejas aún danzando sobre Kaira. Esa noche no había Luna.

   —Logramos nuestros sueños después de todo —dijo Lilith entre risas.

   —Pero perdimos todo en el camino —respondió Kaira con un suspiro.

   Lilith asintió con una sonrisa, observó el horizonte. En la lejanía se veía el Olympe de Gouges, en Verum siempre podías verlo.
   Kaira entiendo que esa era su final, ya no había más, esa era la despedida que tanto había anhelado. Se dió la vuelta, llevando a las abejas consigo. Sin embargo, el viento le susurró:

   "Adiós Kaira... Confiaré en que no le dirás a nadie que me has visto por aquí."

   Kaira se dio la vuelta dispuesta a responder, pero Lilith ya no estaba. La antigua Reina bajó la mirada, en su palma las dos abejas perdían su brillo. Sus cuerpos descansando sobre la piel de ella y sus alas dejaron de agitarse.

   Habían muerto.

• ────── ☼ ────── •

   En el laberinto de historias en el Palacio de los Cuervos, Camila caminaba en la oscuridad con una vela blanca en su mano. Estaba sola, y se abrazaba a "Petricor Eterno".
   Caminó hasta el final de la biblioteca, donde en un atril descansaba el libro prohibido de las Diosas Olvidadas que Lilith le había dado a Kaira y Kaira a ella. Continuó sin rumbo, acariciando los lomos de cada manuscrito, cada historia...

   Sus pasos silenciosos la llevaron a un hueco en las estanterías. En silencio observó el lugar vacío donde "Petricor Eterno" debería estar. Suspiró y con una sonrisa abrió el libro, dentro descansaba la hoja que Kaira había encontrado en la alcoba de Farkas. Un poema que él había creado con los apuntes de Camila al margen de las hojas.
   La Emperatriz soltó lágrimas y una carcajada, con su risa apagó la vela sin querer.

   Le dio un beso al libro y lo colocó en su lugar.

   —Siempre fuiste mi refugio en la tormenta, Farkas —susurró en la oscuridad—. Donde sea que estés, espero que me recuerdes de la misma manera.

   Sonrió tristemente. La vela se encendió otra vez por sí sola, Camila bajó la mirada hacia la vela que tenía tallada el nombre de Farkas. Soltó una carcajada y supo que por más que él se hubiese marchado, ella continuaría viviendo por la esperanza de todo.

• ────── ☼ ────── •

   Tenía que cumplir esa promesa, había roto muchas otras. Así que dos días después, Kaira se despidió una última vez de su familia y se subió a Porto d'Oro, a su nave de hielo, construida por su amor perdido.
   Suspiró pesadamente y tomó la mano de Meena, quien charlaba con su madre entusiasmada. Kaira acarició a Costus a su lado y observó a Sao de pie debajo del enorme ciruelo que La Capitana había plantado.

   Zheng Yi Sao se sentó en los escalones del porche, llevaba su sombrero de siempre y observaba el impresionante barco hacerse pequeño. Su tecnología ya no parecía tan futurista. Incluso parecía anticuada.
   Oyó un ruido de ramas, estas se agitaron y las flores blancas cayeron sobre ella. Sus ojos se elevaron con una sonrisa, faltaban dos ciruelas, las tenía contadas.

   Bajó la mirada, a su lado descansaba en la madera del suelo un mechero de cristal de miles de colores.

   Cada día Lilith le visitaba en silencio, le robaba ciruelas y dejaba mecheros en su puerta. Lilith ya no fumaba hace tiempo.

   Sao se llevó un cigarrillo a la boca, tomó el mechero y lo encendió.

   —Gracias, mi pequeño sol —susurró La Capitana sin barco, soltando el humo por la nariz. Una enorme sonrisa se dibujaba en sus labios, la extrañaría por siempre.

   Con el viento, le llegó la canción que Kaira recitaba para su corazón enmendado mientras en las olas se escapaba una vez más, de unas tierras que ya habían dejado de existir. Sus estrofas le llegaron con una historia que jamás moriría:

"Sabes que no quería tener que perseguirte, pero que escena tan fantasmal.

Llevas las mismas joyas que te dí, mientras me entierras.

Y si para tí estoy muerto, ¿por qué estás en el velorio?
Maldiciendo mi nombre, deseando que me quede.

Mira como rebotan mis lágrimas...

Y puedo ir a donde quiera, a donde quiera. Pero no a casa.

Y puedes apuntar a mi corazón, ir por sangre.
Pero todavía me extrañarías en tus huesos.

Y todavía te hablo, cuando le estoy gritando al cielo.

Y cuando no puedes dormir por la noche escuchas mis canciones de cuna robadas...

No tenía en mí misma la fortaleza de irme con gracia...
Y así los acorazados se hundirán bajo las olas.

Tenías que matarme, pero te mató de todos modos.
Maldiciendo mi nombre, deseando que me quede.

Te convertiste en tus peores miedos.

Y estás echando la culpa, borracha por este dolor,
tachando los buenos años...

Y estás maldiciendo mi nombre, deseando que me quede.

Mira como rebotan mis lágrimas..."


   Y esa es la historia, de la viajera solitaria con la estática ordinaria...

   A Lilith le gusta pensar, asegurar y maldecir, que la piedad y empatía son algo de lo que carecemos. Pero supongo que es lo normal del ser humano... Aman con demasiada furia y cuando sus corazones se rompen al ver que la realidad no es como su mente la construyó, le echan la culpa de sus lágrimas al objeto de su amor. Cuando la verdadera responsabilidad de su dolor y su incapacidad de respirar viene de ellos mismos.
   Jamás despreciaríamos una devoción como la de Lilith, y sabíamos que tarde o temprano su amor hacia nosotras sería odio y resentimiento. A veces sentíamos un poco de lástima, pero su legado, su sangre... no podíamos desperdiciar algo así. Ella vengaría nuestro nombre ante Knglo.

   Desde el momento que Okoye rezó nuestro nombre, sabíamos que le daríamos un regalo... para luego arrebatárselo tarde o temprano. La pobre niña no merecía semejante carga y dolor.
   Camila jamás estuvo en los planes, pero de alguna manera ella lograba interferir con nuestra historia una y otra vez. Admito que al principio me enfadé, lo hago muy seguido, pronto entendí que ella era la primera de su legado.

Y no empecemos a hablar de Will...

   De Kaira tengo mucho que decir, pero la verdad es que siempre fue la favorita de Makra. Enamorada de su voz, aseguraba que era perfecta. Esperaba con ansias el día que finalmente vengara su propio nombre.

   Yo, Durga, siempre fui más partidaria de Lilith... Lastima que ella nunca entendió que cada amor quemado era necesario. Admito que me aferré a ella, siempre la encontré fascinante, las descendientes de Aela siempre lo son.

   Makra está orgullosa de sus creaciones y yo de las flores que brotan a través de las cenizas y la sangre...

   Que Grimn contagiara a Lilith de rabia en el Baile de los Cuervos fue el último intento desesperado de Knglo por detenernos... Fue una sorpresa inesperada cuando Egot nos ayudó a curarla. Podría decirse que le hizo justicia al nombre de sus tierras, pero ahora son nuestras.

   Si, quizás somos egoístas porque exigimos la guerra, somos egoístas por no dejarla marchar... Pero mientras Kaira canta en cada rincón del mundo, extendiendo nuestra religión y domando a la naturaleza. Lilith, con la furia de mil bestias, tiene que proteger nuestra historia. Su lugar está en Hiraeth, necesitamos sus lágrimas.
   Jolly se lo advirtió, ella no quiso escuchar. Ahora que se atenga a las consecuencias.

   Lilith fue grandiosa, pero no fue la primera... Tampoco la última.


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⊱ ☽   Fin de la última parte: La balada del Diablo y la muerte.   ☾ ⊰

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