XXVIII: La Piedra Negra de las Diosas.
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Las calles estaban desiertas, a excepción de algunos que pasaban corriendo agarrando sus faldas o cabalgando velozmente. Todos se dirigían al Palacio de los Zorros y nadie quería perderse la supuesta canción que Kaira cantaría. En los últimos meses todos habían oído su voz y habían quedado enganchados a la peor de las drogas.
Okoye insistió que esto era una clara conexión con sus supuestos antepasados: las sirenas. Ahora entendía por qué Lorenza se lo había prohibido, y eso no hacía más que demostrar que la difunta Reina siempre supo la verdad sobre sus raíces y temía el poder que Kaira pudiera desatar en su interior con la vibración de sus cuerdas vocales.
Cuando el Bloque Negro se enteró de la difusión de Lorenza, nadie preguntó qué había sucedido, no era necesario hacerlo... Los astros se habían alineado finalmente, la Princesa melancólica ya no existía, había sido asesinada por Kaira.
—Entonces... espera, no entiendo —dijo Heba, pasaba la mano por su frente confundida.
Ella y Okoye caminaban de la mano por las calles tranquilamente, la niña rió y con paciencia volvió a explicar pacientemente. Marina y Ana María las seguían, las acompañarían hasta La Piedra Blanca de las Dioses y luego partirían hacia el castillo.
—Las habilidades que tenían nuestros antepasados fueron perdiéndose de generación en generación, con la pérdida de la religión de las Diosas y el tabú que se generó en el Arte Oscuro —explicó la niña con una enorme sonrisa, pensando en el morado que Octubre había mencionado que se había formado en sus dedos—. Sin embargo, seguimos siendo sus descendientes ¡Está en nuestra sangre! Y cuando el conocimiento llega a nosotros, nuestro cuerpo recuerda lo que no vivimos y el legado perdido vuelve a nosotros ¡¿No es sensacional?!
—Si, lo es —rió Heba mirando a la niña que saltaba con emoción—. Entonces, la Magia Antigua ha Despertado en ti.
—Si, según Jolly, si.
El grupo llegó finalmente al hostal, donde Marina y Ana María se despidieron y marcharon rápidamente. Heba y Okoye ingresaron, estaba desierto a excepción de Ajax.
—Hola —dijo este con una sonrisa al verles. Sus mejillas se tornaron coloradas cuando Heba le sonrió y Okoye corrió a abrazar al enorme muchacho.
Heba abrazó su propio cuerpo, mirando la enorme estatua que se erguía sobre ella. Ajax le daba los últimos retoques a la escultura que había creado sobre la antiguamente destruida por Rekjo.
Durga estaba arrodillada en el suelo, se inclinaba hacia adelante con una mano sobre su regazo donde descansaba una representación del libro que Lilith había obsequiado a Kaira, esta a Camila y que ella había leído a cada doncella del palacio. Su otra mano se extendía hacia adelante, lo suficiente para que todo el que quisiera pudiera tocar su palma. Su rostro era tranquilo y gentil, su mirada sonreía maternalmente. Llevaba un sostén que resaltaba sus atributos y una falda larga. Un bindi morado brillaba en su frente.
Makra estaba detrás de ella, con una mano en su hombro. Con la otra sostenía una flor de belladona que acercaba a su rostro para oler. Vestía una túnica de mangas amplias y un escote en V, su cabello estaba cubierto por una capucha y sobre la piel de su pecho brillaba con un amuleto morado, de una estrella de siete puntas. Sonreía inocente, casi infantil.
A excepción de los dos elementos de piedra morada brillante (que en realidad era la sal rojiza pintada) la estatua entera era negra. Detrás de ellas se alzaban cajas y más cajas de mosquetes nuevos con sus respectivas balas de Piedra de Centinela.
Ajax había creado cada detalle con sus propias manos, colocándola en su lugar esa misma noche. El lugar estaba listo para arrancar la historia de las Diosas del olvido. El dueño del Hostal se había alistado en la Rebelión no mucho tiempo antes del día de Serendipia, y había estado encantado en ceder el lugar para crear el primer templo de las Diosas Olvidadas en Vulpes. En especial cuando su hijo, Boris, fue reclutado en la Guardia Real y su hija Aggie le había llenado la cabeza de ideas sobre la Liberación. Era lo mejor para honrar a la madre de sus hijos, quien había desaparecido una noche sin dejar rastro.
Los devotos jamás volverían a esconderse, y ahora tenían un lugar seguro para rezar y sanar.
—Ajax, has reinventado el significado del arte —susurró Heba.
Él suspiró encantado, pensando en que ella había reinventado el significado de la belleza. En su lugar dijo:
—Quería estar a juego con la canción de la Reina...
Heba sonrió encantada, no respondió, se limitó a observar al hombre mientras este tomaba a Okoye entre sus brazos y la alzaba hacía las estatuas para que la niña pudiera recorrerla con sus manos y crear una imagen en su mente.
La joven caminó lentamente hacía él y cuando Ajax se giró a mirarle le dio un pequeño beso en los labios. El primero de muchos, rezó. Ajax abrió los ojos sorprendido cuando Heba se alejó, y una vez más no le quedó duda de lo enamorado que estaba.
—Gracias —exclamó.
—¿Gracias? —rió Heba.
—Si, ¿que se supone que debo decir? No lo sé, eres tan bonita —dijo él riendo emocionado.
—¡Puaj! —chilló Okoye.
Heba y Ajax soltaron una carcajada mientras entrelazaban sus manos y Okoye se aferraba a la mano de Durga, siendo la primera en encajar su palma con la Diosa.
Y ninguno de ellos lo sabía, pero en Aszus se la consideraba un símbolo de destrucción. La clase de destrucción necesaria, que sus ruinas se transforman en arte y de las cenizas resurgía la mejor de las posibilidades... y Durga estaba más que lista para el inicio de una nueva dinastía.
A excepción del Bloque Negro y la Rebelión, todos habían consumido el vino de Kaira y ahora se paseaban por el gran salon con enormes sonrisas y bailes que parecían interminables. Expresaban a cada segundo lo mucho que adoraban al Rey y la Reina, sin saber que Kaira estaba a punto de seguir los consejos de Jolly. Como un conjuro cantaría para ellos y Grimn jamás podría luchar con semejante adoración.
No estaba segura si era lo correcto, sabía que los estaba manipulando, pero había descubierto magia en su voz. Haría lo necesario para compensar las vidas que se habían perdido en el Olympe de Gouges por su culpa.
Además, sabía que su canto no era una maldición como la de las antiguas bestias, eran un porcentaje mínimo comparado al poder que sus antepasados tenían. Y ella se había ganado el corazón del pueblo con las acciones que Camila había ideado, simplemente ahora necesitaba una devoción fiel para unir fuerzas y acabar con los Centinelas. Una devoción más grande que el miedo.
Las doncellas comenzaron a apagar las velas, solo dejando encendida la araña sobre el piano de Kaira, el que habían pintado de negro con flores moradas, como un prado nocturno de Belladonas. La multitud se cayó al instante, y todos con copas en sus manos observaron cada movimiento de Kaira. Deseando e implorando ser bendecidos con la magia de sus palabras, contuvieron la respiración y siguieron las yemas de sus dedos temblorosos que acariciaban las teclas del piano sin llegar a tocarlo.
La Reina se sentó en su taburete, su cabello cayendo por su espalda y esparcido en el suelo. Farkas se paró a su lado con una enorme sonrisa, apoyó sus codos en el lomo del piano de cola, donde descansaba una vela rosada con el nombre de Jolly grabado en esta. No estaba encendida.
Meena apareció por el otro extremo con pasos tranquilos, Kaira elevó la mirada y sonrió, tiró del brazo de Meena para acercarla a ella y como si de pronto la posibilidad de morir por amar no le diera miedo: dejó que sus labios rozaran los de ellas bajo la mirada atenta del pueblo. Se oyeron susurros conmocionados, Kaira acarició la primera nota sin apartarse de Meena y la vela de Jolly se encendió por sí sola.
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Freyja estaba apoyada en la pared, de brazos cruzados observaba a Lilith en la celda continua que caminaba de lado a lado abriendo y cerrando sus manos. Finalmente se oyó el sonido de unas llaves, Lilith se arrojó a los barrotes aferrándose a estos.
—Espero que esto valga la pena —se quejó Valeria, abriendo la celda de Lilith y entregándole un bolso con sus pertenencias.
—Lo hará, Ingrid será vengada —susurró rápidamente Lilith, tomando a Aela y Selene.
Valeria suspiró pesadamente y liberó a Freyja.
—Gracias por tu ayuda —dijo Freyja con tranquilidad, estirando su espalda y brazos.
—Da igual —respondió esta, elevó los hombros con indiferencia y se alejó para liberar a las Belladonas.
Lilith pasó a Selene sobre su hombro con urgencia, se puso de pie y se dispuso a correr a destino. Freyja le agarró del brazo.
—Ey, primero dame un beso.
Lilith soltó una carcajada y se arrojó a sus brazos, cargada de emoción y sed de venganza.
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—¡Esto es escandaloso! ¡peligroso! —gritó Suscitavi, caminaba por La Corte gesticulando con sus manos teatralmente—. ¡Los Dioses se enfurecerán si esto sigue por el mismo sendero!
—Al diablo con eso —exclamó Mare Turtur con tranquilidad, recostado en su silla—. Necesitamos que Vulpes sea superior; si las comarcas nos igualan en economía, ¿cuánto tiempo pasará hasta que comiencen a exigir más? —El hombre se incorporó ligeramente y con el dedo comenzó a golpear la mesa frente a él—. Es la naturaleza misma del hombre, ¿sabes? Los más fuertes lideran, los débiles obedecen. Así son las cosas.
Apis estaba sentado en una silla frente a Mare Turtur, con la espalda recta y la boca cerrada.
—¡¿Al diablo con los Dioses?! —gritó Suscitavi—. ¿Es que has perdido la cabeza?
—Tú la estás perdiendo ahora mismo...
La gran puerta rechinante interrumpió la discusión, los tres se giraron a mirar hacia allí, pero solo vieron el oscuro pasillo. Se dieron la vuelta al oír la madera de una silla crujir.
Freyja estaba sentado en la punta de la mesa, con los pies sobre esta. Se hamacaba en su silla y los observaba con una sonrisa. Extendió una mano abierta hacia ellos y con tranquilidad dijo:
—No me hagan caso, continúen por favor.
Abrieron la boca para responder, pero Lilith ya estaba en el otro extremo de la mesa. Rió para ellos, de ellos. En su manos tenía un objeto que acababa de robar de los prototipos en los que Farkas trabajaba, lo colgó de su cinturón. Una caja de cristal con alambres de metal donde encajabas un rectángulo de cobre tallado de manera específica; conectados a un clave que se dividía hasta dos pequeñas almohadillas que colocabas en tus orejas, con medía ala de mariposa en cada una de estas. Lilith apretó un botón y los alambres se enredaron en el cuadrado de cobre. La música comenzó a sonar en sus oídos.
"El océano goteando de mis labios, una exhibición que gotea. El pueblo se reúne preguntando qué vemos."
Tomó el brazo de Suscitavi, tiró de él y golpeó su cabeza contra la mesa. El hombre gritó y cayó al suelo cuando ella lo soltó.
Apis tiró a su cuerpo hacia atrás con los ojos muy abiertos, pero no se movió. Al contrario de Mare Turtur quien se puso de pie y huyó hacia la salida.
"Vi lo que siguió, se parecía a mí. Los días inminentes deberían estar aterrorizados."
Lilith se dio la vuelta y con Selene enredó los pies de Mare Turtur, el hombre golpeó su rostro contra el suelo y sin éxito intentó aferrarse a las baldosas mientras Lilith tiraba de la cadena. Cuando lo tuvo enfrente, lo obligó a arrodillarse y comenzó a cortarle la respiración con la dorada cadena de Selene. Mare Turtur tiraba manotazos al aire, cuando fue el turno de Suscitavi de intentar huir. Sin soltar al primero, Lilith elevó uno de sus revólveres y disparó.
El cuerpo de Suscitavi cayó sobre la mesa, la sangre salpicó el rostro de Apis, quien abrió la boca ante la conmoción.
Los brazos de Mare Turtur cayeron finalmente hacia los costados, Lilith soltó el cadáver y se puso de pie. Freyja le observaba con una sonrisa, Apis reflejaba un terror oscuro en sus ojos. La certeza de la muerte.
"Miré el futuro a los ojos, es mío."
Se hizo el silencio. Lilith se quitó los audífonos y los dejó descansando en sus hombros, aún podía escuchar la música alterada. Le sonrió a Apis.
—Este es el final, ¿verdad? —susurró Apis finalmente, asustado. Lilith asintió, él imitó su gesto y continuó—: Solo quiero que sepas que siento mucho todas las cosas que hicimos en nombre del Rey Supremo.
—Las disculpas no devuelven a nadie a la vida, ¿no? —respondió Lilith con la respiración agitada.
—No, supongo que tienes razón... Haz lo que tengas que hacer, Angel.
Lilith le observó, Apis sonrió avergonzado. Antes de que pudiera arrepentirse, Lilith sacó a Aela de su funda y la arrojó hacia el consejero, la daga se clavó en su frente y la silla cayó hacia atrás. Lilith suspiró, cerró los ojos y sonrió. La Corte vibró por las olas en las ventanas, y el hermoso suelo de mármol se tiñó de rojo con la sangre del ahora extinto Consejo de Comarcas.
Lilith llegó al gran salón y pudo ver en el otro extremo como Kaira y Meena se besaban. Todos los invitados murmuraron sorprendidos, pero nadie las detuvo, no hubo hogueras ni orcas. Solo un beso inocente.
Lilith les observó entre la multitud, oyendo la primera nota que Kaira acariciaba, y comprendió lo que estaba por suceder. Recordaba todo lo que Jolly le había enseñado, y sabía a ciencia cierta que todos aquellos que tenían un lazo con Kaira eran inmunes a su canto. Si, tu pulso se aceleraba y sentías la adrenalina en tu corazón, pero no soñarías con él eternamente ni perseguirías esperanzas fantasmales en busca de algo igual de grandioso. Lilith estaba familiarizada con su canto y jamás había soñado con este... Eso cambió en el momento que el Olympe de Gouges se hundió en el océano. Ahora, la voz de Kaira poblaba sus pesadillas.
Observó a su alrededor, Sao y Vilkas estaban lejos, no la verían. Encontró a Ana María y Marina, al verla recordó que esta le había contado el plan del Bloque Negro y necesitaban entretener a Grimn. Distraída en sus pensamientos acarició el collar de zorro que descansaba sobre su pecho. Lo había destrozado desesperada ante la imposibilidad de deshacerse de él, había perdido su forma y había enganchado de la cadena la púa que había quitado de su bota. El piano llegó a sus oídos y entendió que con el Bloque Negro había tenido todo y con Kaira había perdido hasta lo que no tenía. Una grandiosa historia de amor que había acabado como amantes asesinados en su lecho... Ellos habían sido la experiencia más hermosa que podría haber imaginado, y a pesar de que ahora maldecía cada uno de sus nombres aún sentía que la sangre que su corazón bombeaba era negra.
Esa no fue la primera vez que Lilith dudo de las Diosas, y aquella sensación estaba lejos de acabar.
Los extrañaría eternamente. Jamás regresaría. Sin embargo... podía permitirse bailar una última canción con ellos. Se encargaría de Grimn. Esa era su despedida, como un último beso.
—Anoche, me quedé sola en la cocina... haciendo como si los muebles me escucharan —cantó Kaira con dolor, y la multitud se tensó al oírla—. No era la mejor de mis condiciones mentales, pero lo intenté.
Lilith se dio la vuelta buscando en la multitud, donde la mayoría comenzaron a bailar lentamente su canción en parejas. Parecían poseídos, clavando los dedos en la piel de sus amados, tirando la cabeza hacía atrás y cerrando los ojos. Aferrándose a sus copas que volvían a vaciarse una y otra vez. Entre faldas y sombras se encontró con dos rostros conocidos, no pudo evitar sonreír al ver a Will tirar de la mano de Victoriano hacia el centro de la oscura pista de baile. El hombre tomó la mano del Lord y le hizo girar, lo atrajo hacia sí rodeándolo con su brazo y comenzaron a bailar con sus frentes tocándose. Victor acarició el pecho de Wilhelm hasta llegar a su rostro, lo tomó de las mejillas y vergonzosamente le besó, sus labios se separaron y curvaron en una sonrisa. Las manos de Victoriano siguieron su curso y sus brazos se posaron sobre sus hombros, su rostro descansando en su cuello. Sin dejar de bailar, Wilhelm cerró los ojos y sonrió.
—Pensando en tí sin ningún dolor —viajó el canto de Kaira a cada esquina del salón—. Y perdí el aliento intentando consolarte, ¿no?...
Lilith suspiró pesadamente. No podía, no podía odiar a Will. Y a cada segundo le extrañaba más. Sin darse cuenta comenzó a considerar volver a él... Sin embargo, oyó murmullos en otra esquina y como aquel pensamiento se esfumó entre la gente, cazando a Grimn.
Se integró en la multitud al ver como muchos se apartaban al ver al Centinela caminar hacia Kaira. Casi llegaba hasta ella cuando alguien le agarró el brazo, se dio la vuelta y se encontró con Lilith. Grimn sonrió, ella permaneció seria.
—Estás aquí —dijo él, dándose la vuelta y agarrándola de los brazos. Ella no se movió, su rostro no cambió.
—¿Me estabas buscando? —susurró ella, recorriendo con su mirada el rostro de Grimn.
—Te he estado buscando los últimos tres años —respondió, cerrando sus manos con fuerza sobre la piel de Lilith.
La sonrisa de Grimn desapareció, sorprendido pestañeó lentamente al ver a Lilith regalarle una enorme sonrisa, acercarse a él y acariciar su pecho con sus manos.
—Y no sucedimos como se suponía que deberíamos... Solo bebí algo fuerte para intentar olvidar, pero no estaba bien.
Lilith fingió su sonrisa como mejor sabía, tratando de ignorar el hecho de que hace años Kaira le había confesado que en las noches le hablaba a los muebles de la cocina de su amistad. Suspiró pesadamente, recordando cuando todo era un secreto, cuando eran solo niñas.
Apartó aquellos pensamientos del pasado y se concentró. Su cuerpo y el de Grimn finalmente estuvieron pegados, él negó con la cabeza confundido.
—¿Qué es lo que haces? —preguntó mirándola con el ceño fruncido.
—¿Quieres que pare? Dime que pare —susurró ella, sonriendo a través de las náuseas que el tacto de Grimn le provocaban.
Como esperaba: él no respondió y ella, ignorando la mirada de Freyja sobre su persona, se puso de puntillas y cerró los ojos. Se concentró en lo que sabía que sucedía en las comarcas, sabía que sus Belladonas lo lograrían... Todo debía llegar a su fin, el plan del Bloque Negro necesitaba la canción de Kaira hasta su última estrofa, después de eso, los Centinelas no podrían jamás apagar el odio del pueblo hacía ellos. Por eso, Grimn no podía intervenir.
Con los ojos cerrados, Lilith imaginó la muerte que esperaba darle alguna vez al Centinela, y lo besó.
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✾ Créditos.
Canciones:
I Looked the Future in the Eyes, is Mine - Sofia Isella.
I should hate you - Gracie Abrams.
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