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XXII: Ahora que terminamos.


"Seis semanas respirando aire limpio

Todavía extraño el humo

¿Te estabas burlando de mí con alguna broma esotérica?

Ahora quiero vender mi casa y prender fuego a toda mi ropa

Y contratar a un sacerdote para que venga y exorcise mis demonios

Incluso si muero gritando... y espero que lo escuches."


The Black Dog - Taylor Swift


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   Wilhelm tuvo que encargarse de la navegación, Sao no se encontró capaz de tocar un timón que no fuera el del Olympe de Gouges. Con el Sol sobre sus cabezas cruzaron hasta Verum en un pequeño y veloz bote que Victoriano mantenía en el puerto disponible para ellos. El silencio los acompañó hasta la isla, Sao debatía en su mente si buscar a Lilith era buena idea. Pero no podía echarse atrás, su pequeño sol la necesitaba más que nunca. Por más que insistiera en lo contrario.

   Will acarició la madera del timón, mientras el motor se apagaba. Soltó el ancla y caminó lentamente hasta la barandilla. Volver a Verum se le hacía tan doloroso como a Sao volver a navegar.

   Cuando sus botas rozaron finalmente la arena rojiza, ambos se miraron y se dieron unos segundos antes de caminar hasta el centro. Minutos después, ya podían oír voces y música. Se escondieron detrás de la roca que una vez fue su escalera y se asomaron, siguiendo el agua que caía dentro del Corazón.

   Las Belladonas hablaban animadamente entre ellas mientras reparaban el lugar, y lo transformaban en lo que parecía un salón de arte. Las paredes estaban repletas de murales y las mesas llenas de altares. Sao no pudo evitar pensar en que se parecía al interior del Olympe de Gouges.
   Wilhelm observó su antiguo hogar, poco a poco recuperaba su brillo pero no había rastro de sus recuerdos. El sauce carbonizado y su cabaña destruida le rompieron el corazón. Sonrió tristemente al ver la pareja de abejas solitarias revolotear sobre los cabellos de las adolescentes. Solían ser miles de ellas... Lilith decía que eran nuestras conversaciones cargadas de esperanza las que las hacían brillar tanto. Pensó el hombre.

   —Vamos —susurró Sao.

   Saltaron al interior y todas las conversaciones pararon, las jóvenes les miraron atemorizadas. Segundos después los susurros comenzaron a circular entre ellas, les reconocían gracias a los relatos de Lilith. Ya no les temían, pero tampoco eran bienvenidos.

   Zheng Yi Sao comenzó a caminar por El Corazón, memorizando los rostros y buscando a Lilith. Todas se apartaban a su paso y en silencio le observaban, la música seguía sonando en algún rincón.
   Will se quedó en el centro, angustiado por lo extremadamente jóvenes que eran las Belladonas. De primera mano sabía lo que le pasaba a tu corazón cuando te metías en una guerra mucho antes de encontrar algo en la vida que te llenara de alegría. No pudo evitar pensar en que su historia se repetiría entre esas jóvenes, perderían a sus hermanas y amantes.

   Sao recorría la taberna, rodeó el árbol y evitó tocarlo, le daba mala espina. Voces susurrantes parecían brotar del tronco carbonizado. Caminó entre las mesas, una joven allí sentada no le quitaba la vista de encima y cubrían el contenido de sus papeles con las palmas de sus manos, cubiertas con sus guantes negros de ladrona. Dio la vuelta a un derrumbe y se acercó a la barra, de donde parecía provenir la melodía. Las Belladonas se apartaron, Sao frenó su avance y observó a Lilith.

   Esta estaba sentada sobre la barra, con un pie sobre esta y el otro balanceándose. Liaba un cigarrillo, la cadena Selene descansaba en la barra a su lado y un tocadiscos al otro. Su cabello en largos twists que caían al suelo, esos que las integrantes del Bloque Negro siempre le ayudaron a hacer, y ahora tenía que peinar ella sola.
   Un rayo de luz ingresaba a la cueva e iluminaba el pecho de Lilith, donde la camisa ligeramente abierta dejaba ver aquel collar que no podía quitarse por más que luchara.

   Lilith la miró con un suspiro de irritación, se colocó el cigarrillo en la boca y metió las manos en los bolsillos. No encontró su mechero, pero en una milésima de segundo una Belladona ya había encendido el cigarrillo con una cerilla. Sao observó esta acción sintiéndose extraña, caminó lentamente hacia adelante.

   Lilith estiró una mano temblorosa y elevó una ceja. La capitana frunció el ceño y se quedó quieta, viendo a su niña expulsar el humo por la nariz y levantar la aguja del tocadiscos, parando la melodía.

   —¿Es que no sabes cuando parar? —susurró Lilith sorprendida.

   Zheng Yi Sao estiró los brazos hacia los costados lentamente.

   —Estoy haciendo lo que siempre rogaste, dejé de rendirme.

   Lilith soltó una carcajada y asintió con la cabeza, paseó la mirada por las Belladonas, evitando la mirada de Sao.

   —¿Ahora que terminé con ustedes? —dijo al fin. El resplandor cínico que brillaba en los ojos de Lilith le destrozó el alma a Sao. ¿Dónde estaba su alegre chispa?

   —Estás lejos de terminar.

   —Eso es verdad —respondió Lilith levantando un dedo frente a su rostro, con una sonrisa—. Acabo de comenzar, tengo un largo camino que recorrer antes de quedar satisfecha. ¿Pero con cada uno de ustedes? ¿El Bloque Negro? Ya no quiero saber nada.

   Lilith soltó la última palabra como si fuera una flor marchita, a Sao le supo a mentira. Will bajó la mirada mientras oía la conversación, si no pudiera verlas juraría que aquellas palabras no eran pronunciadas por Lilith.
   Sao entrecerró los ojos y paseó la mirada por la joven.

   —Deja de buscar, no vas a encontrar lo que quieres —dijo esta riendo, mientras quitaba la ceniza del cigarro con unos golpes.

   —Esto, no eres tú —exclamó Sao con tranquilidad mientras la señalaba de arriba abajo.

   Lilith se puso de pie de un salto, se acercó a Sao con el cigarrillo en la boca y con el ceño fruncido la observó provocativa. Las Belladonas dieron un paso atrás.

   —No seas hipócrita, esto es lo que siempre fui. ¡Desgaste demasiada energía ocultandolo ante ustedes cada día!

—Eso no es verdad y lo sabes... has ocultado muchas cosas pero el ser puro y amable que eras, era real. —Sao tuvo que apretar los puños para no tomar su mano en ese momento. Lilith parecía tan distante y diferente, pero también parecía la misma niña asustada de siempre.— No me mientas en la cara.

   Lilith clavó la mirada en los ojos de Sao, desesperada por gritarle mil cosas pero sintiéndose incapaz de respirar. La capitana no se movió ni cambió su rostro, ni siquiera cuando el humo de Lilith ingresó en sus fosas nasales.

   —Era débil —gimió Lilith, sus cejas se arquearon y tuvo que hacer un gran esfuerzo para que las lágrimas no empapen su rostro.— ¡Era un maldito pedazo de porcelana!

   —Eras maravillosa... —susurró Sao apenada, deseando mostrarle a Lilith como la miraban sus ojos—. La luz te seguía allá donde fueras.

   —¿Mientes ahora o lo has hecho tu vida? —soltó Lilith desesperada, elevando las cejas.

   Sao la observó confusa, y no pudo evitar balbucear. Miro al cielo unos segundos para serenarse, entrelazo sus manos frente a Lilith como si rezara y exclamó:

   —No te menti-

   Lilith empujó a Sao, esta dio un paso atrás pero se mantuvo en calma.

   —¡Mientes! ¡Te he oído incontables veces! Tú y Jolly, diciendo que la desgracia me seguía allí donde fuera, un corazón roto eternamente y que todo lo que tocaba acababa marchitándose de tristeza ¡Lo he oído todo! ¡Incontables noches de fingir que oír lo que realmente pensaban de mí no me había roto el corazón!

   Lilith gritó las palabras, apretando sus puños frente a Sao. Quería decirle muchas cosas. Quería decirle que mientras más se sentía una decepción, más se esforzaba para llenarlas de orgullo y ser perfecta, sin importar que se rompiera en el camino. Que mientras más controlaba sus palabras y movimientos, más descontrolados se volvían sus pensamientos. Quería gritarle en la cara que siempre le creyó el antídoto y ahora comenzaba a pensar que era el veneno... Quería jurarle que realmente lo había intentado y se lamentaba cada día por haber fallado.
   Las Belladonas bajaron la mirada pero no se movieron. Wilhelm observaba la interacción apenado, podía ver el dolor de Sao en cada una de sus respiraciones. En ese momento negaba insistentemente con la cabeza.

   —¡Intentábamos sacarte de allí, Lilith! No era tu culpa haber nacido con la tragedia y la venganza en tu sangre. ¡Te amábamos y solo queríamos lo mejor para ti! —Sao gritó las palabras, intentando con ellas atravesar la coraza que Lilith había construido. Señalaba su pecho desesperada.— ¡Aún lo hago!

   —¡Me hicieron sentir como un fenómeno toda mi vida! —Lilith estiró los brazos hacia adelante, su voz se quebró y las lágrimas salieron al fin—. ¡Convirtieron mi nombre en susurros clandestinos y cualquier error cometido en un mal presagio! ¡Encerrada en mi propia cabeza! Me exigen que cure pero no me dejan sangrar. ¡Perdí incontables noches en las que no dormí por rogarle a las Diosas un milagro en mi persona!

   La mujer dejó caer sus manos, comenzó a comprender que gran parte de la culpa era de ella. Su amor y preocupación habían pasado los límites, había asfixiado a Lilith y la única parte de ella que había sobrevivido era la que intentaban matar... Lo que ella no sabía es que desde que se habían separado Lilith había aprendido que la lluvia no te hace daño cuando te estás ahogando. Había acabado por agarrarle el gusto a la incapacidad de respirar, al menos así se sentía en control. Era su decisión ahogarse y nadie podía convencerla de nadar a la superficie.

   —Tus palabras me duelen, comprendo que fallé —le dijo Sao con lentitud, con una seriedad que retenía la más grande de las penas y arrepentimientos—. Intenté arreglar tus grietas, a tal punto que ahora la luz no logra filtrarse, pero Lilith.... Eras una fuerza imparable.

   —¡Era una niña! —chilló Lilith—. ¿Que tan catastróficos podrían haber sido mis pies descalzos y mis palabras mal pronunciadas?... Era solo una niña y necesitaba que alguien me enseñara, ¡no era una maldita tormenta!

   Sao inclinó la cabeza ante esas palabras, frunció el ceño y negó. Miró a sus alrededores, comprendiendo muchas cosas. Lilith esperó, con las manos temblorosas piso el cigarrillo en el suelo. Se le había caído en algún momento y no tenía ganas de recogerlo.

   —¿Es que no lo recuerdas?

   El rostro de Lilith se suavizó, pestañeó lentamente y observó a Sao, temiendo sus próximas palabras.

   —¿No recuerdas las incontables veces que te encontramos desangrándote a través de tus muñecas? ¿No recuerdas que caminabas dormida y saltabas por la borda?... Hice lo que pude Lilith, tenerte recluida y demasiado protegida no era la mejor opción... —El rostro de Sao estaba en calma, pero una solitaria lágrima se escapó y recorrió sus mejillas. Apenada sonrió.— ¿Pero qué iba a hacer yo?

   Lilith la observó incrédula, frunció el ceño y cruzó los brazos enfadada.

   —¿De qué mierda estás hablando? —Lilith soltó una pequeña risa, observó a las Belladonas a su alrededor, como si ellas tuvieran las respuestas del pasado.— Nunca me he... yo no me haría eso.

   —¿Es que no ves las cicatrices?

   Lilith bajó la mirada lentamente y observó sus brazos, bajo sus tatuajes unas marcas blancas recorrían sus muñecas en diferentes direcciones. No eran visibles fácilmente, eran antiguas, pero ¿Cómo puede ser que nunca las había visto? Su visión se nubló, suspiró pesadamente y el miedo la invadió. Su garganta se cerró como lo había muchas veces y un mísero aire chiflaba en su garganta, no podía respirar. Sus ojos intentaron ocultar el pánico, pero poco ella sabía que Sao conocía esa mirada. La mujer dio un paso hacia adelante, pero Lilith se alejó. Estiró las manos temblorosas y comenzó a sentir calor en sus palmas, cerró los ojos, pensó en el fuego que crearía y acabaría con Grimn. Soltó un suspiro cuando sintió que su respiración se calmó.
Sao sonrió con ojos tristes al verla calmarse sola.

   Wilhelm dibujaba con sus pies en la tierra, el dolor de Lilith le destrozaba el alma. Haría lo imposible por ayudarle, renunciara a su propia paz si pudiera entregársela a ella. Levantó la mirada y observó los rostros afligidos de las jóvenes a su alrededor, a cada segundo comprendía mejor como Lilith había acabado por ser un símbolo.

   —¿Es que no les he dado lo suficiente de mí todos estos años? —susurró Lilith sorprendentemente calmada—. ¿Por qué no me puedes dejar ir? Deberías estar aliviada.

   —Perderte no es ningún alivio... y maldigo el día que te hice pensar eso.

   —Pobrecita de ti... —gruñó Lilith, estirando las manos con indiferencia hacia el dolor de Sao. Suspiró exhausta, rodó los ojos y levantó los hombros, aburrida—. Hubieses dejado que siguiera su curso, si tan desesperada estaba por irme... ¿o es que me ataste a ti por un capricho egoísta?

   —No lo entiendes... pude ver lo que eras debajo de todo ese trauma, y todos estos años lo lograste, Lilith. —La mujer estiró los brazos señalando El Corazón, se dio la vuelta y señaló a Wilhelm. Las Belladonas se apartaron para no obstaculizar la vista de Lilith.— Pudiste dejar todo eso atrás, y esos son los días que recuerdas.

   El corazón de Lilith pareció flanquear al encontrarse con la mirada de Will, quien de brazos cruzados le sonrió apenado... Le dolía perderlo pero gracias a Marina sabía que el hombre finalmente comenzaba a vivir sus más grandes sueños, Lilith no se metería a arruinar su vida. Las dos abejas cortaron su visión, su mágica luz brillaba débilmente. Parecían cansadas. La dulzura en sus ojos desapareció, apartó la mirada del hombre y con tranquilidad susurró:

   —¿Realmente lo logré? ¿Realmente es salir adelante si no recordaba nada de mi dolor? ¿Si ni siquiera fui capaz de notar las cicatrices en mis brazos? —Lilith observó el sauce que había calcinado.— Dime, Zheng Yi Sao, ¿realmente consideras una victoria que un corazón roto hace tanto tiempo siga latiendo?

   »Una fuerza imparable, la furia de mil bestias... perdiste tanto tiempo conmigo, intentando arreglarme. Quizás yo solo quería que me aceptaras como era.

   —Pero, Lilith...

   —La única que se rompía era yo, hubieses esperado a ver qué pasaba con los pedazos.

   Zheng Yi Sao no respondió, eso le extrañó a Lilith. Suspiró y volvió a mirar a la mujer, ésta asentía apenada.

   —Claro... debería haberlo supuesto. Si ni siquiera recordabas las heridas que tú te hiciste, ¿cómo la recordarías a ella?

   —¿A quién? —exclamó Lilith asustada. El rostro de Selene, su madre calcinada por su propio fuego, le sonrió en su mente.

   —La doncella que.... murió durante una de tus pesadillas.

   Lilith la observó, sintió como su sangre se congelaba. Su pecho tenía el peso de mil montañas y sus piernas la fuerza de un recién nacido. El vacío en su pecho pareció oscurecerse aún más cuando comprendió que realmente ya no le importaba. No, definitivamente no tenía ni idea de quien le hablaba. Y se había cansado.
   El silencio a Sao se le hizo eterno, y las mil miradas de las Belladonas se le hicieron acusadoras. La voz sombría de Lilith finalmente llegó a oídos de la mujer.

   —Deberías irte, y deberías olvidarme de una vez. Si no te gusta lo que soy ahora menos te gustará lo que seré.

   —¿Al menos recuerdas su nombre?

   —¡No me interesa oír esa historia! —Lilith frunció el ceño incrédula ante la insistencia de la mujer, su voz vibraba debido a la rabia que la consumía.— ¿Por qué no me oyes? ¡Vete ya! ¡Olvídate de mí! No me interesa seguir con ustedes, lograré lo que siempre soñé sin ayuda de ustedes ¡Y quizás ni de las Diosas!

   —¡Su nombre era Qaire! —gritó Sao visiblemente enfadada, desesperada. El rostro de Lilith perdió todo su color.— ¡Apenas había dejado de ser una niña cuando llegaste a nuestras vidas! Era de Vulpes, preciosa, gentil, con un hermoso cabello corto verde. Desde que llegaste te cuidó como si fueras su hermana pequeña... Ella... ella era la única capaz de calmarte. Mucho antes de que yo lo lograra.

   Sao permaneció en silencio, Lilith la observaba sorprendida. Al no obtener respuesta, la mujer continuó:

   —Con la pubertad tus pesadillas empeoraron. Una noche de tormenta... —La voz de Sao pareció quebrarse, así que se detuvo un segundo para calmarse. Aún sentía culpa por no haber oído los llantos, los gritos. El golpe.— Ustedes compartían camarote, ella te leía Petricor Eterno cada noche... Aquel libro y el vestido que traía puesto era lo único que se había llevado cuando huyó de su casa en nuestra búsqueda.

   »Fue una noche de tormenta cuando sucedió... Lo único que encontramos la mañana siguiente fue a Qaire en el suelo, se había golpeado la cabeza con la cama al caer. Jolly lo supo de alguna manera, supo que tú la habías empujado. Te encontramos en el mirador leyendo su libro, sin recordar nada.

   »Después de su muerte, comenzamos a darte marihuana medicinal para calmar tus pesadillas... de lo contrario comenzabas a llorar hasta convulsionar. Con aquella práctica, dejaste de olvidar.

   »Dime, Lilith. ¿La recuerdas? ¿Algo en el fondo de tu cabeza llora la pérdida de Qaire?

   Lilith le sostuvo la mirada con valentía, entrecerró los ojos lentamente. La capitana comprendió que estaba intentando recordar. Supe que Lilith había dejado todo atrás cuando negó lentamente con tranquilidad. Finalmente dijo:

   —Ella es tu fantasma, no el mío.

   —¿La vez en el fondo de tu cabeza? ¿En alguna de tus pesadillas? —insistió Sao.

   —¡No! —respondió Lilith asustada.— Ella...

   —¡Qaire! —interrumpió Sao—. Su nombre es Qaire, dí su nombre.

   Lilith negó con la cabeza con una pequeña sonrisa incrédula. No la nombraría... temía lo que podía desencadenar. Temía decir el nombre de Kaira en su lugar.

   —No necesito esto, no necesito esta historia. No es mía. No la conozco —susurró Lilith lentamente.

   Zheng Yi Sao sentía que estaba perdiendo la batalla más importante de su vida, la desesperación comenzó a florecer en su pecho cuando sintió la mano de Will en su hombro, invitándola a rendirse.

   —¿Que tiene de fantástico Freyja que te hizo creer que somos tus enemigos? Hemos estado a tu lado toda la vida, de repente aparece y en pocos días se vuelve todo para ti. Abandonas todo por alguien que realmente no te conoce. —La risa incrédula esta vez salió de los labios de Sao.— ¿Te parece normal?

   Algo pareció complacer a Lilith, sonrió enseñando todos los dientes y sus ojos brillaron. Con tranquilidad caminó hacía atrás, apoyó su cuerpo en la barra donde se había sentado hace unos minutos. El Sol ya no le iluminaba. En sus pensamientos rondaba un claro sentimiento: alivio. Alivio de que su libro Petricor Eterno, aquel que no había sido siempre suyo, se hubiese perdido en el hundimiento del Olympe de Gouges.

   —Quizás porque él fue el único que no me hizo sentir que el enemigo soy yo... Y comprendí que lo que no era normal era no ser capaz de respirar por mi misma. Me moría sin ti, eso no estaba bien ¿era eso lo que querías? —Lilith elevó una ceja esperando una respuesta, pero cuando Sao abrió la boca, continuó soltando palabra tras palabra, con una enorme sonrisa ladeada.— Freyja llegó y me aceptó, no intentó cambiarme. Creí poder tenerlo todo... ingenua yo. Cuando regresé después del hundimiento, entendí que habían elegido a Kaira.

   »Ustedes no vieron lo que yo vi, y sabía que si regresaba el dolor me iba a consumir y acabaría encajando en el papel que ustedes prepararon para mi. Finalmente perdería la cabeza, y ustedes hubiesen tenido la razón sobre mí todo este tiempo. —Lilith negó con la cabeza, no iba a cumplir todas las maldiciones que habían puesto en sus hombros, al menos no frente a sus ojos.— No.

   —Sao, es mejor si nos vamos... —murmuró Wilhelm, agarrándola del brazo.

   La capitana se soltó de su agarre con el ceño fruncido, y acusadora señaló con el dedo a Lilith dando dos pasos hacia adelante.

   —¿Entonces marcharte con alguien que sólo parece ver de ti lo que más odias era la mejor opción?

   Lilith soltó una carcajada.

   —Finalmente lo entiendes... Freyja me veía. Y sí, caí enseguida pero es que la perfección de su anatomía y la calidez de sus ojos me sumerge en la misma agonía, puede que esté mal, pero se siente tan bien. —Lilith observó con detenimiento a Sao, como si no la conociera. Sonrió y exclamó de brazos abiertos—: Es como un maldito infierno, pero uno en el que soy bienvenida.

   —Nada bueno va a salir de ustedes dos —murmuró Sao.

   Lilith negó con la cabeza, le regaló una pequeña sonrisa y levantó los hombros, mostrándole lo poco que le importaba. La capitana ejecutó un movimiento rápido, clavando a Aela en la barra donde Lilith descansaba. La joven observó la acción con tranquilidad, perdida en sus pensamientos, tristeza en sus ojos.

   Sao se alejó y negó con la cabeza desilusionada ante la insistencia de Lilith en destruirse. Suspiró para serenarse, su rostro se relajó y se preparó para seguir insistiendo en el regreso de su niña, sin embargo, una voz le interrumpió.

   —Deberían estar orgullosos —soltó de pronto Freyja detrás de ellos—. Cada día se vuelve más fuerte, más elocuente...

   Wilhelm se giró a mirarle con resentimiento, Sao simplemente observó el rostro de Lilith iluminarse al verle. Sintió que el tiempo para ellas dos se había terminado mientras Lilith extendía la mano hacia Freyja y la atraía hacia sí. La forma en que Freyja le miraba, como devorando cada centímetro de su cuerpo con su mirada... y Lilith, con su mirada se entregaba.
    En ese momento más que nunca Sao comprendió cuánto había fallado y no culpaba a Lilith por no perdonarle.

   Freyja besó los labios de Lilith y la rodeó con un brazo, con una sonrisa gentil y un brillo de burla en sus ojos, observó a Zheng Yi Sao.

   —Creo que es momento de que se marchen —anunció, dejando en claro que no tenían opción.

   Sao comprendió que no podía detenerles cuando las Belladonas se interpusieron en su camino, la melodía volvió a sonar y Freyja y Lilith comenzaron a trepar por una tela, alejándose a la salida. La letra de la canción le llegó como la sentencia de su final. Su pequeño sol ya no existía, Qaire no le importaba. Sao tampoco.


"Como una fiebre, como si me estuviera quemando vivo.

Como una señal...

¿Crucé la línea?"


   La capitana se esforzó, intentando seguirles gritó sus nombres. Las Belladonas se aferraban a sus ropas y bloqueaban la salida, le gritaban blasfemias y le exigían paz. Podía apartarlas si quería, ¿pero realmente quería seguir dañando a más niñas?

   Finalmente les dejaron marchar, ya no había rastro de Freyja ni de Lilith. Cuando emprendieron el viaje de vuelta comprendieron que no había atisbos de los sueños construidos y las promesas dichas en aquella isla. Todo se había hundido con el Olympe de Gouges, ya no quedaba nada para ellos allí. Y con cada lágrima derramada, Sao comprendió que cada rincón del mundo que contenía un recuerdo de ellas dos estaba ahora embrujado. Se sintió una estúpida por haber empujado a una niña a ocultar un dolor como aquel cuando ella ahora no podía ni respirar.
   Wilhelm la abrazó, ambos sentados en el bote a medio camino entre Verum y Vulpes. La dejó llorar hasta que sus sollozos se transformaron en suspiros.

   Extrañaría para siempre lo que habían sido. Will entendió que Lilith te entregaba la clase de amor que no podías olvidar cuando se marchaba, porque con cada persona que amaba, dejaba un pedazo de ella. Ahora Lilith era un cascarón vacío y había dejado a su familia entera con cálidos recuerdos, un corazón roto y pedazos de ella... no tenía intención de regresar por ellos.

   Por primera vez, Wilhelm maldijo la brisa constante de Verum que borraba todo a su paso y se llevaba consigo todo lo que habían vivido en El Corazón.


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⊱ ☽   Final de la tercera parte: El alivio de perderte, la agonía de amarte.   ☾ ⊰


Créditos.

Canción:
Wildflower - Billie Eilish

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