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XV: Caída libre.

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   Lilith permanecía sentada en la costa de Verum, con los brazos apoyados en sus rodillas. Apenas comenzaba a anochecer, la arena aún estaba caliente. Frente a ella una torre de rocas de colores que había recolectado, en la punta de esta dos velas: una anaranjada, otra de un verde menta suave. Ambas velas estaban prendidas y entrelazadas por un hilo negro.
   Lilith apretaba los puños. Estaba sentada exactamente donde había visto sus recuerdos hace algunas noches... donde conoció a Kaira. Intentaba romper el lazo de una vez por todas y seguir adelante, pero el hilo que envolvía las velas se negaba a arder en las llamas.

   Poco sabía ella que en dos madrugadas las Diosas le darían la respuesta en sueños.

   Finalmente, el hilo comenzó a arder, separando las velas. Lilith llenó sus pulmones de aire con gran alivio, casi quiso sonreír. Sin embargo, ambas velas parecieron perder estabilidad y caer una sobre la otra. La cera derretida las volvió una sola vela y el hilo en llamas no hizo más que atarlas juntas.

   —¡No! —exclamó Lilith, tirando la torre de rocas con una patada furiosa.

   Las velas cayeron a la arena, el agua del mar las cubrió. Lilith maldijo por lo bajo y negó con la cabeza. Jolly se hubiese enfurecido muchísimo por aquella acción.
   De pronto Freyja sostuvo a Lilith por debajo de los brazos y la hizo ponerse de pie. Lilith se dio la vuelta y sonrió.

   —¿Cómo está tu brazo? —preguntó mirándole directo a los ojos.

   —Curando, demasiado rápido diría yo —aseguró Lilith confundida y mirando su brazo enyesado. Le picaba todo el rato.

   —Cariño, tu sorpresa me ofende —respondió Freyja con una sonrisa ladeada. Lilith le devolvió la sonrisa.

   Freyja la rodeó con sus brazos y le besó la frente, luego su mirada se desvió al ritual roto de Lilith. Lilith siguió el curso de su mirada, un poco avergonzada por su rabieta. Sin embargo, segundo después Freyja tiraba de ella, alejándola de aquel punto que Lilith consideraba maldito.

   —Se acerca una tormenta —dijo Freyja observando el cielo negro en altamar.

   Lilith asintió, observando hacia la misma dirección. Sin embargo, ella miraba el Olympe de Gouges de humo que navegaba fantasmal en la lejanía.


   En el Puerto de los Viajeros Perdidos, Freyja rascaba sus ojos y bostezaba. Permanecía con la espalda apoyada en la pared y una capucha que cubría su cabeza. Lilith vestía igual que él, a su lado sentada sobre un barril, vigilante observaba La Choza.
   La puerta de la cabaña se abrió, Heba y Okoye salieron de la mano y charlando animadamente se dirigieron a Marítima Regio. El estómago de Lilith se revolvió y quiso arrebatarle a Okoye a aquella desconocida. Se limitó a observarles. Freyja y Lilith bajaron la mirada cuando ambas pasaron a su lado, evitando ser reconocidas.

   —Esto se está volviendo aburrido, Lilith —dijo Freyja cuando la mujer y la niña se habían alejado.

   —Solo quiero ver si Okoye está bie- ¿Es que esta mujer está en todos lados?—dijo Lilith, interrumpiendo sus propias palabras. Seguía a Heba con la mirada enfurecida.

   —¡Vamos, Lilith! Me prometiste que nada de paranoia —bufó Freyja—. Vamos a lo que venimos o nos regresamos.

   Lilith suspiró y se puso en marcha.

• ────── ☼ ────── •

   Con ambos codos en una mesa de piedra, Yong pasaba sus manos por su rostro. Somnoliento suspiró y observó a Porto d'Oro sobre su cabeza. El barco se le hacía un poco espeluznante fuera del agua, le hacía sentir demasiado pequeño, la clase de sentimiento que el humano detestaba.
   Pestañeó con pesadez y se obligó a continuar su trabajo. Bajó la mirada hacia el plano del Palacio de los Zorros que Boris le había obsequiado. Con un carboncillo tachó una de las cocinas donde ya había terminado de hacer copias de llaves. Volvió a bostezar y alisó el papel frente a él, levantó la mirada y se encontró con los ojos de Freyja al otro lado de la mesa. Su mirada sonreía, su rostro no.

   Yong volvió a pasar las manos por su rostro.

   —¿Qué haces aquí? —soltó con frialdad, mirando los planos.

   Freyja no respondió, se subió a la mesa y se sentó frente a él. Yong no pudo evitar levantar la mirada, Freyja finalmente sonrió.

   —¿Es que no puedo visitar a mi hermano?

   —No soy tu hermano —respondió Yong con cansancio.

   Freyja elevó las cejas y se llevó la mano al corazón con teatralidad.

   —Tu eres hermano de todos, Yong.

   —Bueno, pero no de ti. ¿Alguna vez te he llamado hermano, o hermana?

   Freyja abrió la boca, luego frunció el ceño al darse cuenta que tenía razón y asintió con sorpresa.

   —Qué curioso... ¿Por qué? Me siento discriminada.

   —No juegues el papel de inocente, que no te queda Freyja —Yong bufó y desvió la mirada a un costado, negando exclamó—: Quería muchas cosas, y ser tu hermano no estaba ni cerca.

   —Buen punto. Después de aquella noche en Apis sería un poco extraño que me llames así —dijo Freyja divertido.

   —¿Qué es lo que quieres?

   Yong se volteó a mirarle, la flota a sus espaldas, su figura recortada por la poca luz del taller. Freyja sonrió.

   —¿Es que no puedo visitarte?

   —Solo estás aquí porque necesitas algo.

   —Correcto.

   La sonrisa desapareció, Yong le sostuvo la mirada. Suspiró y elevó los hombros con aburrimiento, esperando. Freyja se limitó a sacar de su bolsillo unas ciruelas moradas, se las extendió a Yong. Esta aceptó sin muchas ganas.

   —Por donde empiezo... ¿Quién lidera la Guardia Real? —preguntó Freyja observando con detenimiento el rostro de Yong.

   Yong masticó la ciruela lentamente, tragó, tomó otra y la observó.

   —Wilhelm.

   Freyja asintió sorprendida.

   —¿Qué hacía Kaira la otra mañana caminando por la ciudad?

   —Buscaba una nueva ubicación para la Escuela de Niñas.

   —¿Así sin más? ¿Qué pasa con Grimn?

   —Está cazando al Bloque Negro, siguiendo pistas falsas.

   —¿Qué planean Kaira y Farkas?

   —No lo sé, no pregunto lo que no me conviene saber.

   —¿Qué planeas tú? —dijo Freyja elevando las cejas con una sonrisa y observando los planos.

   Yong no respondió, siguió comiendo con el rostro tranquilo. Extendió la mano para tomar otra fruta, Freyja apartó la bolsa con rapidez.

   —Suficiente —susurró con la nariz arrugada.

   Yong suspiró y se recostó en el asiento.

   —Agradecería que te marcharas —dijo Yong con tranquilidad.

   —Vulpes te ha vuelto frío.

   Yong rió, elevó las cejas y exclamó:

   —¿Vulpes?... ¿Sabes que, Freyja? Creo que es momento de que te marches. Dile a Lilith que la próxima preferiría que viniera ella a preguntarme lo que quiera.

   Freyja sonrió.

   —Lilith está ocupada.

   Yong conocía esa sonrisa, que parecía afilarse y apunto de morderte. Intentó ponerse de pie, Freyja lo tomó de los hombros y lo obligó a sentarse. La respiración de ambos se agitó.
   El muchacho abrió la boca para decir algo, sin embargo, sus oídos comenzaron a pitar y su mirada a nublarse. Miró a Freyja con la traición en sus ojos.

   —¿Otra? —preguntó Freyja levantando la bolsa de ciruelas con una sonrisa.

   Yong cayó hacia adelante inconsciente, Freyja atajó su cabeza y la colocó con suavidad en la piedra. Acarició su espalda y le besó la mejilla.

   —Lo siento, amor —le murmuró mientras se ponía de pie.

   Levantó la mirada, Lilith estaba de pie detrás de Yong, observaba la flota con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Freyja observó la pena en sus ojos mientras rebuscaba en los bolsillos de Yong.

   —¿Wilhelm es el nuevo sargento de la Guardia Real? —susurró sorprendida. Wilhelm era al único que Lilith se permitía extrañar.

   Freyja le arrojó las llaves, Lilith las tomó en el aire, ambas se miraron. Los ojos de Lilith estaban cargados de lágrimas. Finalmente, los brazos de Freyja la rodearon en un fuerte abrazo.

• ────── ☼ ────── •

   Farkas observó la puerta del Murmullo de los Duendes abrirse a la lejanía, una figura femenina ingresó con un impresionante silencio y comenzó a avanzar por los pasillos, directo hacia la alcoba de Grimn.
   Farkas dio la vuelta al salón, intentando interceptarla de frente. Tuve que trotar para alcanzarle, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no hacer ruido.

   La joven era extremadamente sigilosa, a veces Farkas la perdía de vista entre la oscuridad a pesar de estar de pie frente a él. Fue por eso que se chocó con ella torpemente. El joven resbaló hacia atrás, escucho a la joven respirar sorprendida. Finalmente le miró el rostro, pero lo único que pudo ver fue el puño cerrado de la joven. Cayó al suelo con un gemido, sosteniendo su mandíbula adolorida levantó la mirada. La desconocida ya no estaba.

   —¿Estás celoso o qué? —dijo una voz a sus espaldas con tranquilidad.

   Farkas se puso de pie y se dio la vuelta, Grimn lo observaba con una sonrisa tranquila, esperando una respuesta.

   —Podemos hacerte espacio si quieres, a ella le pareces "extremadamente apuesto" —continuó bromeando Grimn, imitando las palabras de su misteriosa amante.

   —Podría considerarlo si me dijeras quién es —respondió Farkas con cautela.

   Recibió una carcajada en respuesta.

   —Si, buen intento. —Su risa se apagó, Grimn entrecerró los ojos ante un pensamiento que cruzó su mente.— Ahora que lo mencionas... deberías seguir mi ejemplo. ¿No crees?

   —Definitivamente no —se apresuró a decir Farkas, confundido—. No tengo idea de que hablas pero lo que menos quiero es ser como tú.

   —Necesitamos un heredero al trono —susurró Grimn con lentitud.

   Farkas se quedó en silencio observándole. Pasaron los segundos, ninguno se movió.

   —No te comprendo, Grimn. ¿Por qué nos dejaste tomar el poder después de lo que hicimos?

   —Tienen el trono, no el poder: No te confundas.

   Farkas no se molestó en corregirle, era mejor que siguiera en la ignorancia de todo lo que pasaba a su alrededor.

   —Los Dioses nos dieron las tradiciones para guiar nuestro camino —comenzó a decir Grimn, su voz temblaba y parecía enfurecido. En la oscuridad se observaban—. Los Tábido-Vetusto han estado en el poder desde el inicio de la Tercera Era, Sauro te eligió a ti para concebir un varón en el vientre de su hija. Yo estoy aquí para asegurarme que no nos desviemos del camino y las tradiciones sigan su curso, siempre fue así para los Agares, desde la Segunda Era. Juega mi juego, y antes de lo que crees podrás marcharte en tu flota.

   »He oído lo que dicen de nosotros... "que olvidamos y recitamos historias falsas" pero hay tanto que no saben. ¿En serio crees que Kaira ha sido la primera en matar para que la corona llegué más rápido a ella? Los Tábido-Vetusto lo han hecho generación tras generación. Los padres de Sauro iban a morir de todas maneras aquella noche. La Resistencia acabó con ellos antes de que pudieran llevarse a la boca el venado envenenado... Los Agares estamos desde el comienzo de los tiempos guiando sus pasos. —Sonrió, con una dulzura venenosa.— ¿Esa historia no te la han contado?

   Farkas se removió inquieto ante la voz de Grimn y el odio que transmitía. Tragó saliva ante la historia del Centinela.

   —No puede importarme menos, Farkas —continuó Grimn, dando dos pasos hacia él—. No puede importarme menos la Escuela de las mocosas, la patética Guardia Real o lo que sea que planean en La Corte... Son solo unos niños ricos agregándole un poco de emoción a su vacía vida, lidiaré con ustedes cuando acabe con el Bloque Negro... ellos- —Gruñó y se corrigió—: Ellas son el verdadero peligro, no dejes que se te suba a la cabeza que ustedes no son más que peones en mi tablero.

   »Desde el comienzo de las Eras la realeza es un conjunto de muñecos de trapo controlados como marionetas... Los Agares controlamos los hilos desde siempre. Asi fue, asi será.

   Frente a frente se observaron, Farkas no pudo evitar pensar en donde se había metido la joven misteriosa. Grimn sonrió ante la falta de respuesta, elevó las cejas y abrazó a Farkas por los hombros, guiandolo por los pasillos le murmuró:

   —¿Listo para ser un hombre de verdad?

   Finalmente llegaron a la puerta de Kaira. Boris estaba frente a esta, abrió los ojos sorprendido al verlos acercarse y al moverse su mosquete golpeó la madera de la puerta.

   —Muévete —ladró Grimn.

   El guardia no supo qué hacer, miró a Farkas, este asintió brevemente. Boris se hizo a un lado, Grimn abrió la puerta. Kaira levantó la mirada extrañada, sentada en el borde de la cama con un libro a su lado.

   —¿Qué...? —fue lo único que salió de su boca.

   Farkas frunció el ceño ante su tranquilidad.

   —¡Su Majestad! ¿Cómo se encuentra? —le dijo Grimn a Kaira, dándole unos golpecitos en la espalda a Farkas—. ¡Cuanto me alegra verla despierta... y sobria!

   Kaira no se movió, los observó aburrida. Boris esperaba en la puerta, con el sudor frío cayendo por su rostro.
   Grimn empujó a Farkas con brutalidad, este cayó hacia adelante y acabó de rodillas frente a Kaira. Esta se incorporó en la cama y abrió los ojos sorprendida. Boris avanzó decidido, sin embargo, Farkas extendió la mano ordenando que se retirara. Un suspiro tembloroso se escapó de los labios de ambos.

   —Tienen hasta el próximo Día de Serendipia, realmente no quieren imaginarse las consecuencias de no hacerlo —exclamó Grimn con frialdad. Caminó hasta Farkas y lo tomó del rostro, obligándolo a mirar a la Reina. Con una enorme sonrisa le dijo a ella—: Vamos, Su Majestad, créeme que es bastante bueno. La pasará mejor que con su padre.

   Kaira bajó la mirada y observó el rostro de Farkas, la mirada de él se desfiguró ante esas palabras y quiso ponerse de pie, en sus ojos enfurecidos Kaira entendió que en aquel momento no le importaba nada y quería acabar con Grimn. Ella extendió la mano rápidamente y la colocó sobre la de él, Farkas la observó. Suspiró soltando sus males y se controló a duras penas.

   —Qué bonitos —se burló Grimn.

   Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, empujó a Boris, este cayó sobre una estantería de la habitación de Kaira. La puerta se cerró.
   Se hizo el silencio.

   Kaira y Farkas se miraron, sus manos aún entrelazadas. Meena apareció por el umbral de la habitación de baño, Farkas apartó su mano de la de Kaira.

   —¿Qué mierda, pyar? —exclamó Meena irritada ante la visita inesperada de Grimn, se acercó a ella y le acarició el cabello—. Este tipo está cada día más loco.

   Kaira se puso de pie y se acercó a Boris, este susurró que se encontraba bien y se marchó avergonzado, a seguir montando guardia en la puerta y maldecir cada una de las debilidades de su cuerpo y alma.

   —Lo estamos provocando cada día, Meena —respondió ella.

   Meena se sentó en la cama y observó confusa a Farkas, quien seguía en la misma posición.

   —¿Y tú qué haces aquí todavía? —preguntó realmente sorprendida.

   —Meena... —le regañó Kaira.

   —¿Qué? ¡No le hablé mal! —se defendió.

   Se enredaron en una pequeña discusión inocente. Farkas se puso de pie y se acomodó las ropas.

   —Es mejor si piensa que le estamos obedeciendo —soltó Farkas de pronto. Ambas lo observaron.

   Meena rió, Kaira asintió mirando a Farkas con detenimiento. Ante esto, Meena bufó, se giró a Farkas y exclamó:

   —Estarás contento.

   Farkas sonrió y levantó una ceja provocador, recibió un golpe en el hombro de parte de Kaira.
   Unos cristales estallaron a la lejanía.
   Los tres se enderezaron y se miraron alerta. Boris ingresó en la habitación y cerró la puerta a sus espaldas, se posicionó entre esta y la Reina, listo para luchar.

   —¿Qué ha sido eso, Boris? —preguntó Meena, ya con el arco en su mano, de pie junto a él.

   Boris negó apresuradamente ante su ignorancia.
   Meena y Farkas compartieron una mirada. Sin decir nada parecieron comunicarse. Meena se acercó a la pared y trepó por una de las columnas hasta las vigas del tejado, de allí arriba agarró la espada y el escudo ocultos. Se los arrojó a Farkas, quien en cuanto los tuvo en sus manos se posicionó para luchar.

   Meena ya comenzaba a girar el picaporte de la puerta, con su arco en mano.

   —¡Meena! —susurró Kiara preocupada, caminando hacia ella.

   —Boris —exclamó Meena mirando al muchacho, quien automáticamente cortó el paso de Kaira.

   —¡Sal de mi camino! —exclamó Kaira sorprendida—. ¡Soy tu Reina y debes obedecerme!

   —Mi mayor prioridad es protegerla, Su Majestad —respondió Boris, decidido.

   Kaira maldijo y dejó caer los hombros, gritó el nombre de Meena una vez más, pero esta ya había cerrado la puerta. Farkas y Meena se observaron en el oscuro pasillo, todo estaba en silencio.

   —Los has elegido bien... —susurró por lo bajo, señalando con la cabeza hacia la habitación de Kaira donde Boris la protegía.

   Farkas abrió la boca para responder, sin embargo, un Centinela soltó un gruñido al caer por el vacío desde los pisos de arriba.
   Meena se asomó por la barandilla al mismo tiempo que el Centinela caía sobre el trono. Se oyó un crujido, el hombre permaneció inmóvil en el suelo, su columna en una posición antinatural. Meena se dio la vuelta y miró hacia arriba, los ojos de Freyja la observaban sin emoción alguna.

   Freyja sonrió y desapareció.

   —Esta basura... —murmuró Meena.

   Se puso de pie en la barandilla y saltó, se trepó al siguiente piso y desapareció de la vista de Farkas. Este frunció el ceño, de pronto se encontraba solo.
   Grimn apareció a su lado y lo empujó, provocándole.

   —¿Qué has hecho? —le gritó.

   —Yo no he hecho nada... —respondió Farkas con una voz más aguda de lo que pretendía. Se aclaró la voz y con tranquilidad le murmuró—: Parece que te vienen a buscar después de todo.

   Grimn se enderezó y abrió aún más los ojos. Farkas oyó un ruido a su izquierda, se dio la vuelta y observó a Lilith de cuclillas en la barandilla. Llevaba su máscara de siempre. Lilith arrojó a Selene, ésta se enredó en el brazo de Grimn y tiró. Grimn chocó contra ella, la observó con sorpresa y emoción.

   —Te llegó la hora —murmuró entre dientes, Lilith.

   Lilith estiró su brazo sano hacia arriba, se agarró de la barandilla del piso de arriba y con fuerza levantó su cuerpo. Con ambos pies golpeó el pecho de Grimn. Este salió disparado hacia la puerta de Kaira, rompiéndola en pedazos y cayendo a los pies de la Reina. Boris cayó al suelo, empujado por el cuerpo de Grimn, golpeó su cabeza con el borde de la cama. Se desparramó inconsciente en el suelo, Kaira se agachó junto a él y tanteó su cabeza en busca de heridas. Sin rastros de sangre.

   Kaira observó a Grimn retorcerse frente a ella, mientras se ponía de pie confundida. Levantó la mirada y entre la oscuridad reconoció los ojos de Lilith.

   —¡Lilith! —exclamó sorprendida, no pudo evitar sonreír.

   Grimn se puso de pie entre ellas.

   —¿Lilith? —murmuró con una sonrisa.

   Grimn se dio la vuelta y agarró a Kaira por el brazo, la arrastró hacia el pasillo. Asustada chilló, Farkas se arrojó sobre ellos al instante. Pero no lo suficientemente rápido.

   Grimn empujó a Kaira por la barandilla, su vestido se agitó y desapareció en la oscuridad, cayendo al vacío como aquel Centinela había hecho antes de morir.


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 ☽   Final de la segunda parte: "A escondidas de la Luna"   ☾

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