X: El más profundo de los pozos.
⋅ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⊱∘──────────────∘⊰ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⋅
Victoriano estaba sentado en la barra, una taza humeante esperaba por él, aún intacta. Con la espalda recta tamborileaba con los dedos sobre sus muslos. El Pozo del Aguamiel era apenas iluminado por algunas íntimas velas, el lugar estaba casi vacío.
La puerta se abrió, Victor se enderezó en su taburete y sonrió.
La sonrisa desapareció al ver a una mujer desconocida saludar emocionada a otra que la esperaba con una guitarra. Sin embargo, no pudo dejar de observarlas. La manera en que sus miradas hablaban, el tacto de sus manos tan íntimo, los secretos a la vista de todos.
Finalmente tomó entre sus manos la infusión y la probó, mientras las mujeres se dirigían al escenario susurrando entre ellas entusiasmadas. La de la guitarra se subió al taburete, sobre sus piernas acomodó la guitarra; la otra alisó su fino vestido floreado y se sentó en el otro taburete. La primera tomó el taburete y tiró de este, dejando a su compañera junto a ella, con apenas centímetros de separación. Esta sonrió avergonzada, sus ojos enamorados soltaban chispas y Victoriano pudo jurar que producían música. Segundos después entendió que acariciaban las cuerdas de la guitarra.
Una tocaba el instrumento, la otra cantaba. No le hacían caso al público, su arte era solo para la otra.
—¿No estamos simplemente aterrorizados? —cantaba la joven de largo cabello—. Amartillada a la resaca. Los huesos, la sangre y los dientes erosionan. Con cada nudo que colapsa.
Victoriano suspiró y sonrió ante la escena. Una mano se posó sobre su muslo, el hombre se giró, sus cejas danzaron y sus ojos agradecieron volver a encontrarse con la mirada de Wilhelm.
—Hola, extraño —le susurró con una sonrisa ladeada.
Victor no pudo responder, enseñó su perfecta dentadura en una infantil sonrisa y sus ojos expresaron miles de cosas que Will ya sabía.
—¿Nos vamos de aquí? —murmuró Wilhelm inclinándose adelante para que solo él pudiera oír aquellas palabras. El aroma de la colonia cara del Lord le invadió, junto con otras sensaciones prohibidas.
Victoriano asintió y se puso de pie, resistió las ganas de tomarle de la mano. Se arregló el chaleco y caminó hacia la salida. Wilhelm lo siguió, rascándose la barba ocultaba su sonrisa.
—¿Cuándo se convirtió esto en un hogar mortal? —exclamó la cantante a su pareja mientras la guitarra guiaba las notas.
Salieron al exterior y la plaza los recibió, Victoriano miró hacia el cielo pensando a dónde dirigirse. Sin embargo, Wilhelm tomó su mano y tiró de él. En pocos segundo ya se escondían en un oscuro callejón.
Will rió, lo abrazó con fuerza. Victoriano depositó un dulce beso en su mejilla y suspiró como quien baja la guardia.
—Te extrañé muchísimo —exclamó Victoriano.
Wilhelm lo abrazó aún con más fuerza y lo hizo girar en el aire, el otro dejó escapar una carcajada y le depositó un beso en los labios. Dejaron de girar y se fundieron en un ardiente beso de amantes clandestinos.
—De repente no tengo frío —bromeó Will entre besos. Victoriano tiró la cabeza atrás en una carcajada, el otro le observó enamorado de cada uno de sus centímetros.
El Lord se alejó de él, con una sonrisa le tomó la mano y comenzaron a caminar por las sombras, asegurándose de estar ocultos en la oscuridad.
Entendieron que a pesar de que su amor era un pecado, era el más dulce de estos.
• ────── ☼ ────── •
Meena llegó finalmente a la ventana de Kaira, sus ilusiones se estrellaron en mil pedazos contra los barrotes de hierro que bloqueaban su entrada. La habitación estaba en penumbras, pero había una luz proveniente del baño de Kaira.
Suspiró y el cristal se empañó, no dejaría que algo así le arruinara lo que venía a hacer. Todavía colgada de la cornisa tanteó debajo de su falda, asegurándose de tener las ganzúas correspondientes en las ligas.
Con cuidado trepó por el tejado del castillo, se asomó a algunas ventanas más pero ningún barrote tenía siquiera cerradura para forzar. Saltó a una de las torres, le dió la vuelta y se asomó. Había un pequeño balcón de puertas de cristal, una puerta de barrotes de hierro la protegían. Meena saltó sigilosamente al Murmullo de los Duendes, el sonido del viento le erizó la piel con un nerviosismo espeluznante. Se apresuró y con la ganzúa entre los dientes inspeccionó la puerta. Frunció el ceño al entender que no le habían echado llave y la puerta de cristal estaba abierta de par en par. Lentamente abrió el picaporte, ingresó en el palacio y cerró la puerta a sus espaldas.
Una figura estaba apoyada sobre la barandilla del gran salón frente a ella, le daba la espalda a Meena y respiraba con tranquilidad. La joven se escondió en las sombras contra la pared, su corazón comenzó a martillar en su pecho al reconocer a Grimn. Sin embargo, estaba perdido en sus pensamientos.
Sin perderlo de vista comenzó a alejarse. De pronto, el Centinela se dio la vuelta.
Meena se quedó inmóvil y aguantó la respiración.
Las puertas por donde ella había ingresado se abrieron de par en par y una figura femenina se lanzó sobre los brazos de Grimn. Ella, besó su rostro emocionada. Él la recibió con un frío abrazo, un poco disgustado por la saliva en sus mejillas. Se apoyó sobre la barandilla y la acercó a él, ella le desató el cinturón mientras él levantaba su falda rápidamente.
Con pasos silenciosos y rápidos, Meena escapó por los pasillos, deseosa de no ser testigo. La joven desconocida soltó una carcajada, casi ronroneando, se oía el rose de las telas. Meena frenó el paso, le dolía el estómago. Su intuición le decía algo, pero Meena jamás había aprendido a hablar su idioma.
En la tina, Kaira abrazaba sus piernas desnudas. Su cabello húmedo flotaba alrededor de ella junto con algunas flores y hierbas. El agua ya se había enfriado, pero ella no lo había notado, observaba la llama del único farol hace más de una hora.
Oyó un click, pestañeó saliendo de su ensueño y tomó sus tijeras de oro (antaño pertenecientes a Zervus) que descansaban en la mesita junto a ella.
Inmóvil esperó.
Meena apareció por el umbral de la puerta, Kaira abrió los ojos con sorpresa. En silencio se observaron.
—¿Te has perdido, amor? —Fueron las únicas palabras que a Kaira se le ocurrieron. Supo que eran las correctas cuando una sonrisa se dibujó en el rostro de Meena.
Se acercó lentamente a ella y se arrodilló frente a la tina, impaciente Kaira se incorporó y extendió sus manos.
—Hola, pyar —susurró Meena mientras entrelazaba sus manos con las de la Reina. Las líneas doradas se conectaron y parecieron brillar.
—Tenía miedo que nunca vinieras por mí —murmuró Kaira con los ojos aguados, soltó un suspiró con esfuerzo y sonrió nerviosa.
Meena torció la cabeza y con suavidad le acarició el rostro.
—Te has equivocado incontables veces, pero esa sin duda es la más errónea de las suposiciones. ¿Te hice una promesa, recuerdas?
Kaira asintió, una lágrima se deslizó por su mejilla.
—Lo siento mucho, lo he arruinado todo.
Meena no respondió, tomó aire serenándose. El resentimiento luchaba por florecer.
—Podemos arreglar esto —respondió, desviando la mirada.
—¿Cómo? —soltó Kaira con un puchero, su voz temblaba—. No hay nada que pueda hacer para devolverlas a-
—No tienes que recordarme que han muerto —soltó Meena fríamente, observando la cálida llama junto a ellas.
Las manos de Kaira temblaron ligeramente, no respondió. Finalmente, Meena volvió a mirarla, en sus ojos vio dolor y entendimiento.
—Solo no hagamos esto sobre la culpa que sientes, sino sobre ellas —sentenció, con una frialdad que a Kaira le recorrió la espalda.
Se tragó las lágrimas y asintió.
—Podemos volver a empezar de ser necesario, para eso estoy aquí ahora. —Meena volvió a entrelazar sus manos.— Lo que pasó... sucedió porque estabas en peligro. Y eso es en parte mi culpa. Pero nunca es demasiado tarde para enmendar los errores, al menos algunos. Solo necesito que seas sincera, y hables ahora.
Kaira tragó saliva sorprendida ante lo que oía, la determinación en los ojos de Meena le decía que ya sabía todo. Pero quería oirlo a labios de ella.
Kaira había traicionado la confianza del Bloque Negro, susurrando su nombre y culpándoles de su propio crimen... en el camino había roto el corazón de Meena y probado otros labios, después de prometerle que Farkas jamás se interpondría entre ellas... ¿Gritar la verdad cuando una mentira ya había sido descubierta borraba la farsa y el engaño?
Bajó la mirada, pero Meena la tomó de la barbilla con suavidad y le obligó a mirarle. Kaira resopló.
—No sé que esperas que confiese... no sé cómo amar a un hombre.
—¿Entonces lo amas? —soltó Meena, entrecerrando los ojos.
—¿Cómo saberlo?
Meena torció el gesto, el silencio solo fue interrumpido por la brisa exterior.
—¿Cómo sabes que me amas a mi? —le preguntó Meena.
—¿Cómo no saberlo? —rió Kaira, jugando con los dedos de Meena y acomodándose en el agua fría.
—Realmente intentó comprender, Kaira, pero no me lo estás poniendo fácil...
—Lo siento... Pero es que esperas una verdad de algo que yo no sé. Tuve miedo, no quería perderlo... No pensé en las consecuencias.
Meena paseó sus ojos por el brillo de las llamas en el agua, pensativa. Finalmente asintió.
—Si hubiese sabido las consecuencias... no lo hubiese salvado. —Kaira soltó las palabras con un gran esfuerzo, no sabiendo si mentía.
Al no recibir respuesta, Kaira estiró la mano y acarició el rostro de Meena, su mandíbula y luego su cuello.
—¿Cuál es tu prioridad? —preguntó Meena.
—Tú —respondió Kaira con una sonrisa.
Meena soltó una pequeña carcajada, aquella no era la pregunta y Kaira lo sabía. Esta sonrió, observando sus labios.
—¿El Bloque Negro o los Torvar y su flota? —repitió la pregunta Meena, riendo con una ceja elevada.
—Donde sea que estés tú —volvió a afirmar Kaira, incorporándose para besarla.
Meena le observó acercarse a ella con el ceño fruncido por la pena. Kaira apoyó las manos en el borde de la tina, asomó su cuerpo y con un poco de miedo besó sus labios, mientras el agua de su cabello caía en dulces gotas sobre el suelo. A Meena se le hizo extraño el beso al principio, pronto esa sensación fue olvidada por el roce de los labios de Kaira. Ambas sonrieron, Kaira volvió a sentarse en su tina.
Lentamente las sonrisas desaparecieron, las cosas parecían aclararse pero aún había asperezas. Asperezas que Kaira pensaba borrar una a una con sus besos, Meena no tenía pensado impedirlo... También sabía que jamás le perdonarían por las muertes que había provocado, ella tampoco se perdonaría. Y sobre todas las cosas, respetaría a Meena: no quería hablar de eso con ella, y Kaira lo entendía.
Kaira suspiró y finalmente le preguntó:
—¿Qué problema tan grande representa que lo haya besado?
Meena frunció el ceño al instante ante la imagen que su mente le envió.
—¿Piensas volver a besarlo?
—Apenas estoy resolviendo si lo tolero.
Meena chasqueó la lengua, el enfado se dibujó en su rostro y apartó la mirada.
—Meena, sé que obré mal —soltó Kaira con tranquilidad, pero con una ligera irritación—. Pero debes envolver tu mente alrededor de la idea de que quizás si quiera volver a besarlo. Tú y Octubre-
—Mis besos con Octubre no han hundido ninguna flota.
Meena se giró a mirarla con el ceño fruncido mientras pronunciaba aquellas palabras, ahora el enfado viajó a la mirada de Kaira.
Sin decir nada se observaron.
Los ojos de Meena sonrieron antes que sus labios, Kaira frunció el ceño confundida, pero también sonrió.
—¿Qué?
—¿Te estoy perdonando demasiado rápido? —preguntó Meena.
—Quizás... ¿Necesitas más tiempo? —dijo Kaira, deseando que no fuera así.
—No creo que nos quede mucho más tiempo.
La noche corrió su curso, todavía en el cuarto de aseo Kaira permanecía sentada en un taburete. Vestía un camisón de cordero y unas medias de lana, Meena estaba de pie detrás de ella y con un peine de cristal peinaba su cabello con suavidad.
—Dime que tengo que hacer para enmendar lo que aún estoy a tiempo —susurró Kaira—. Desearía ser tan sabia como tú para resolverlo sola, pero ya has visto lo que sucede cuando la decisión recae en mis manos.
Meena rió, Kaira se dio la vuelta para mirarle, ligeramente ofendida.
—Has pasado demasiado tiempo con tu madre, pyar —aseguró Meena riendo.
Kaira elevó una ceja divertida y volvió a acomodarse en su asiento.
—Mucho más de lo que me hubiese gustado...
Meena acarició el cabello de Kaira, dejó el peine de cristal a un lado y se asomó a la ventana. Suspirando se apoyó en la pared para mirar la Luna. Kaira no se movió, se limitó a observar el perfil de Meena que tan majestuoso le parecía.
—¿Cómo está Camila?
—Bien, demasiado bien —aseguró Kaira.
Meena asintió con la cabeza, se acercó a Kaira para besarle la coronilla y le susurró:
—Hay algo que tienes que entender sobre el Bloque Negro, yo lo aprendí al segundo de conocer a Jolly... —Kaira asintió ante la lección que se le venía encima, bajó la mirada apenada—. Primero eres pirata, luego eres tú. La lucha viene antes que tus deseos, porque no podemos ponernos egoístas cuando tenemos el futuro de las niñas en nuestras manos.
»En aquel instante, pensaste como Kaira, no como parte del Bloque Negro... no te crucificaremos por eso, pero tampoco esperes que confíen en ti. Solo te pedimos que te apartes del medio si no eres capaz de anteponer La Liberación antes que todo.
—Lilith siempre antepuso El Bloque Negro ante todo y la llamaron loca —soltó Kaira confundida.
Meena suspiró, se agachó para encontrarse con la mirada de Kaira.
—Hay mucho de Lilith que no sabes... pensar como lo hace el Bloque Negro se supone que debe aclarar tu vision, no nublarla como le sucede a ella. Lilith, ella... solo sé que no existe Liberación si no hay nadie para ser libre.
El rostro de Kaira se mantuvo serio, su mirada se inundó de lágrimas al entender lo mucho que extrañaba a Lilith. Sin embargo, ni una sola lágrima se escapó.
—Debo irme, pyar...
—¿Puedes quedarte esta noche?... por favor —le rogó Kaira con tristeza.
Meena se puso de pie, Kaira la siguió con la mirada.
—No quiero quedarme —murmuró avergonzada Meena, le depositó un beso silencioso a Kaira y se marchó.
De un segundo a otro Kaira se encontró sola, comprendió que las consecuencias de sus errores la perseguirán por siempre. Pero como Meena había dicho: no se trataba de eso. Haría lo imposible para ayudar al Bloque Negro y hacer posible los sueños de todas aquellas ancianas y niñas que Kaira había condenado.
Sin embargo... cuando se encontraba sola nadie podría regañarla por volver su culpa y dolor los protagonistas de la noche.
Acurrucada en el taburete lloró, y hasta el último segundo que sus lágrimas humedecieron su rostro, deseó que Lilith apareciera en su ventana como solía hacerlo.
Farkas estaba sentado en su escritorio, con los pies sobre este mordía la punta de un lápiz y observaba a una de sus mariposas mecánicas revolotear sin rumbo aparente por la alcoba.
Su puerta se abrió sin previo aviso, extrañado se giró. Incluso más confundido al ver a Meena que cerraba la puerta a sus espaldas, y se sentaba en el borde de la cama frente a él.
—¿Qué? —dijo en un susurro Farkas, sin tener muy en claro que debía hacer.
—Grimn tiene un nuevo amante —soltó Meena, observando con detenimiento aquel rostro que parecía haber cautivado a Kaira.
—¿Felicitaciones?
Meena suspiró irritada, cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Eres idiota o que?
—¿Cómo mierda has entrado al castillo?
—Toqué la puerta, y como le traje unas chocolatinas a Grimn me dejó pasar —respondió Meena con una enorme sonrisa cargada de insatisfacción.
Farkas frunció el ceño, la mariposa se posó sobre su bota con un ligero sonido metálico. Apartó la mirada y observó sus alas doradas y sus tuercas.
—A Grimn no le gusta el chocolate —susurró.
—No sé por que pensé que podías ser útil —soltó Meena poniéndose de pie.
—¿Qué quieres que te diga? —Farkas bajó los pies al suelo y se volteó a mirarla, la mariposa se alejó revoloteando—. ¿Este es tu patético intento de que me aleje de Kaira? Suerte con eso.
La mariposa revoloteó cerca del rostro de Meena, está la apartó de un manotazo con desagrado.
—Se está acostando con una mujer, que ha entrado por el balcón —soltó irritada Meena, ignorando aquel comentario de Kaira. Si le respondía, sería con un puñetazo.
—¡¿Lilith?! —susurró sorprendido.
Meena dejó caer sus hombros y negó con la cabeza lentamente.
—Realmente eres un idiota.
—¿Me vas a negar que no tendrían buena química?... —Meena le dirigió una advertencia con la mirada. Farkas bufó, se arrojó en su asiento y dijo—: Bueno, si no es ella no sé qué decirte. No sabía que a Grimn le gustaran las mujeres, las encuentra irritantes.
—No es Lilith —soltó Meena separando las sílabas. Aburrida reconoció—. Reconocería su risa en todos lados.
Farkas se rió y elevó una ceja divertido.
—¿Risa? ¿Estás segura siquiera que era Grimn?
Meena sonrió como quien intenta no mandarte a callar, suspiró y finalmente dijo:
—¿Puedes por una vez ser útil y mantener los ojos abiertos?
Farkas se limitó a asentir sin mucha convicción, se volvió a acomodar en la silla con los pies en el escritorio. Meena se marchó sin más.
Cuando la puerta se cerró se puso de pie y se acercó a su cama donde Camila dormía profundamente. Desde la muerte de Ingrid las doncellas le habían prohibido dormir con ellas. Farkas se acercó a ella, le cubrió el hombro con la frazada, le besó la frente y volvió a sentarse en el escritorio.
Se durmió en esa misma posición, de brazos cruzados y con la cabeza gacha. Sus sueños fueron inundados por recuerdos de Grimn. Él más que nadie sabía que enredarse en las sabanas con Grimn era el más profundo de los pozos, el más ardiente de los infiernos.
⋅ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⊱∘──────────────∘⊰ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⋅
✾ Créditos.
Canción:
Rosyln - Bon Iver, St. Vincent.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro