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VI: Desde el comienzo de los tiempos.

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   Aquella mañana era un poco más cálida de lo normal, o quizás era que finalmente podía volver a usar su voz. Camila no estaba segura pero le daba igual, hace días que no se sentía bien, pero aquella mañana el dolor parecía mitigar poco a poco.
   Caminar por los pasillos del Palacio se le hacía solitario, y siempre esperaba encontrarse con Zervus a la vuelta de la esquina. Se mantenía ocupada para no pensar y extrañar demasiado, y pronto entendió por qué su madre trabajaba de Sol a Sol.

   Una de las doncellas ancianas había pasado al mando de ellas, sin embargo, todas parecían seguir a Camila, incluso la nueva gobernanta. Camila se sentía un poco sola, sus amigas se habían distanciado de ella luego de la muerte de Zervus. Trataba de no tomárselo personal, sabía que le temían demasiado a Grimn. Pero eso no quitaba que le dolía verlas reír y charlar entre ellas, como si el agujero vacío que Camila había dejado nunca hubiese existido realmente.

   Como si las hubiese llamado con el pensamiento, Claudia y Esther pasaron a su lado con la mirada gacha.

   Camila se había despertado antes del amanecer para preparar el salón del desayuno con ayuda de Teresa y Fabiola, la habían tratado con respeto, demasiado respeto, como si ella fuera miembro de la realeza. Victoriano fue el primero en llegar, acompañado de Vilkas. El Lord comenzaba a recuperarse pero todavía estaba débil, sin embargo, desde que Vilkas había regresado y le había entregado una carta, parecía mucho más animado y esperanzado.
   Yong la seguía por todos lados y la obligaba a descansar de vez en cuando. Camila encontraba su dulce preocupación agradable, aseguraba estar bien. Aún le regalaba la más grande de las sonrisas a todos los que quería.

   Sobre todas las cosas, Camila sentía culpa. No por meter a su madre en el medio de la lucha, o por la horrible muerte a la que le había condenado. Sentía culpa porque sentía alivio. Cada noche lloraba hasta dormirse, pero agradecía que su madre no estuviera cerca para sufrir y ser testigo en lo que se había convertido El Palacio de los Zorros.

   Estaba cansada de esconderse como una rata dentro de las paredes que la habían criado. Su madre no lo hubiese soportado.

   Intentaba concentrarse en lo positivo: Grimn cada día pasaba menos tiempo en el Palacio, obsesionado por encontrar a los integrantes restantes del Bloque Negro. Poco a poco Kaira y Farkas iban recuperando el control del castillo. Sus acciones no traspasaban los límites de Grimn, aún estaban a salvo. Al menos hasta que se dieran cuenta que sus límites habían sido borrados bajo el peso de la justicia.

   Camila ayudó a Ingrid con el inventario en la cocina, esta sentía culpa por el comportamiento de sus amigas, pero incluso así trataba de la misma manera a Camila. Probablemente era todo producto de Valeria, nunca le había gustado mucho que Camila leyera... Camila no la soportaba, le parecía que esta se escondía detrás de la supuesta honestidad para ser casualmente cruel con todas.

   Suspiró agotada mientras arrancaba algunas hojas secas en las plantas de uno de los pasillos solitarios, sus pensamientos sonaban así últimamente. Le parecía estúpido concentrarse tanto en ellas, pero extrañaba los tiempos simples. Las extrañaba a ellas, extrañaba a Zervus, aún tenía mucho amor para darles y no sabía qué hacer con él.

   Quizás tendría que haberse callado, no necesitaba saber leer. Las doncellas no leen. Ella se había metido en la biblioteca a hurtadillas y ahora todo era un desastre. Su madre tenía razón, todo era mejor antes. Y Zervus jamás se hubiese muerto si ella se hubiese quedado quieta. Quizás después de todo se merecía que Grimn-
   
La tormenta en su cabeza desapareció de pronto cuando Farkas le besó la mejilla. Tenía el cabello alborotado y la mirada somnolienta.

   —Que amanezcan en paz, Cami —arrancó una flor rosada, la colocó detrás de la oreja de Camila y se marchó a la fragua real donde supervisaba todo mientras desayunaba con Yong.

   Camila le sonrió encantada y continuó con su mañana.

   Caminó de la mano de sus pensamientos hacia la biblioteca donde se perdió entre laberintos e historias. Leía los títulos por pura inercia, recordando cada una de las historias de aventuras... notó un extraño patrón. Todos los jóvenes héroes de las historias más fantásticas tenían algo en común: todos eran huérfanos.
   No pudo evitar reír ante esto, quizás ella y Lilith eran heroínas y aún no lo sabían, pensó. Sus carcajadas viajaron por la gran biblioteca hasta convertirse en sollozos, con los puños cerrados golpeó los libros y se arrojó al suelo. El rostro le ardía y sentía que no le daba la vida para llorar todo lo que quería. Se sentó en las frías baldosas de mármol, con la espalda en la estantería abrazó sus piernas.

   —Mamá, lo siento —murmuró—. Te extraño, mamá.

...

   Victoriano permanecía sentado en una de las mesas del jardín interno, miraba hacia el cielo con una sonrisa. Pensaba en Wilhelm y deseaba reencontrarse pronto. Kaira estaba a su lado, sentada en un piano de cristal cubierto de musgo y flores amarillas que brillaban en la oscuridad. Las mariposas de Farkas revoloteaban en grandes grupos por todos lados, con pequeños sonidos metálicos. Camila apoyaba ambos brazos sobre el piano y descansaba su cabeza en sus manos, con una sonrisa observaba la concentración de Kaira. Una melodía lenta, hermosa por su suavidad salía del piano en el roce de cada tecla.

   La Princesa intentaba recordar una melodía que Zervus le cantaba, tarareaba por lo bajo.

   —Me mostraste una fuerza lo suficientemente grande para traer el Sol en los días más oscuros —murmuró para ella misma, en su rostro se reflejaba la inseguridad de su memoria. Hizo una pausa, recordaba los versos a medias—. Puedes ver el mundo... cambiando las estaciones a cualquier lugar que vayas.

   Suspiró irritada y le dio un golpe a las teclas, el estruendo fuera de nota sobresaltó a Camila.

   —Lo siento —susurró la Princesa con una sonrisa. Camila se sentó a su lado y con una enorme sonrisa jugó con su dorado cabello.

   —Estoy segura que ella cambiaba la letra cada vez que nos cantaba —dijo Camila asintiendo energéticamente—. Probablemente temía que las aprendiéramos y las cantáramos, a tu madre no le iba a gustar lo que decían... Jamás hubieses podido aprender la letra de una melodía que cambia cada vez que oyes en secreto, pero aprendimos el mensaje detrás de esta.

   —Que hermosas palabras, Camila —acotó Victoriano sin dejar de mirar el cielo—. Es como oír a tu madre reconfortarlas.

   Camila sonrió encantada ante lo que oía. Kaira la observó preocupada, desde aquella vez en su alcoba jamás la había vuelto mostrar ni una pizca de tristeza.
   Como si hubiese leído sus pensamientos, Camila se volteó a ver a Kaira, la Princesa abrió la boca para decir algo pero la doncella se adelantó:

   —Es tan extraño... ¿Cuándo fue la última vez que nevó?

   Kaira frunció el ceño ante el comentario, se enderezó en su asiento ante aquella observación. Cruzó miradas con Victoriano, la sonrisa soñadora de este había desaparecido... En Vulpes nevaba todos los días desde el inicio de los tiempos.

   Grimn ingresó en la alcoba aplaudiendo. Las dos muchachas se pusieron de pie, Kaira se colocó entre el Centinela y Camila. Victoriano se puso de pie trabajosamente y con disimuló tomó en sus manos el florero que descansaba en el centro de la mesa, listo para arrojarlo en caso de ser necesario.

   —¡Felicitaciones, Princesa! —exclamó Grimn con una enorme sonrisa sin dejar de aplaudir.

   Cuando al fin estuvo frente a ellas, Camila bajó la mirada atemorizada y Kaira levantó la barbilla intentando reunir valentía. La sonrisa de Grimn desapareció, una expresión escalofriante subió hasta sus oscuros ojos.

   —¿Qué has hecho? —Grimn no obtuvo respuesta, observó con furia el rostro confundido de la Princesa—. Has enfurecido a los Dioses, Princesa, tú y tu sucio Bloque Negro. Esto es lo que me temía... todo Serendipia pagará por tus pecados. Espero que tú y Farkas sepan cómo arreglar esto, antes de que tenga que encargarme yo.

—No hemos salido del castillo, no hemos hecho nada —respondió Kaira a la defensiva, su voz temblaba—. Hemos estado preparándonos para la coronación como tú has dicho.

   Grimn elevó una ceja divertido, miró el piano y luego volvió a mirar a Kaira, esta se apresuró a aclarar:

   —Le di un descanso a la modista, mi vestido está casi listo y-

   —¿La modista estaba cansada? —Grimn enseñó los dientes con una sonrisa maliciosa y fingiendo inocencia exclamó—: ¿Necesito reemplazarla?

   —Grimn, por favor, yo-

   —Callate, Kaira —le interrumpió fastidiado Grimn. Victoriano apretó el puño alrededor del florero, el Centinela se giró a mirarle—. ¿Algún problema, marica?

   El pecho del Lord se infló en furia, Camila cerró los ojos asustada, pero Kaira reaccionó enseguida:

   —¡Siéntate y calla! —le gritó Kaira a su tío, asustada. Victoriano frunció el ceño ante el miedo en su voz, luego de unos segundos obedeció.

   Kaira suspiró con la culpa acoplándose en sus lagrimales, volvió a girarse hacia el Centinela, quien parecía orgulloso de la reacción de la Princesa.

   —Parece que uno no puede esconderse de su linaje familiar —soltó Grimn en una burla infantil.

   Kaira no respondió, no podía hacerlo sin jugar su cabeza en el proceso. En aquel momento sintió que su madre era la ganadora, que ella era el verdadero monstruo. Después de todo, ¿qué podía salir entre la combinación de una madre violenta y un padre abusador?... Hasta ahora la respuesta era clara: una traidora.

   —Bueno... —exclamó Grimn rodando los ojos, chasqueó la lengua—. Me están aburriendo un poco. Arregla esto, Kaira, o lo haré yo y no te gustará.

   —¿Qué es lo que tengo que arreglar? —preguntó Kaira, pensando en todo lo que había roto últimamente.

   Grimn suspiró pesadamente, la observó con detenimiento. Se giró para observar el jardín privado, las flores que florecían en el suelo. Kaira siguió su mirada y comenzó a comprender: la nieve se estaba derritiendo.

   —El hielo en el Estanque Congelado ha comenzado a quebrarse —exclamó Grimn. Kaira frunció el ceño y Victoriano se sobresaltó, la voz del Centinela casi había sonado como el propio Sauro en aquella frase. Negó con la cabeza y con su voz normal dijo—: Vulpes se descongela ante tus pecados. Comienza a rezarle a los Dioses, a los únicos y verdaderos, por que no sé cómo harás para arreglar esto.

   Grimn se rió ante el miedo en aquellos ojos que le miraban, rodeó el piano y tocó una breve melodía de unas pocas notas, imitando la canción que Kaira tocaba hace unos segundos. La Princesa frunció el ceño desconcertada.

   El Centinela levantó la mirada, acariciando una última nota grave. Con tranquilidad miró a Camila y le dijo:

   —Yo no empecé esta mierda pero puedo decirte cómo termina.

• ────── ☼ ──────

   El vinilo de cristal giraba en el tocadiscos, llenando la morada de Meena y Wilhelm de una dulce balada. Sao rió y negó con la cabeza al notar todas las canciones que les habían robado a las piratas, arrebatándoles las letras y dejando solo sus perfectas melodías. Con esfuerzo bajó las escaleras, su cuerpo parecía poco a poco volver a lo que era antes, pero aquel brazo seguía doliéndole muchísimo, lo llevaba enyesado.

   Wilhelm estaba sentado junto a la hoguera, escribiendo otra vez una carta para Victoriano. Levantó la mirada y al verla se puso de pie rápidamente para ayudarle con los últimos escalones, tomó su mano y al ver la expresión de ella rió divertido.

   —¿Qué? ¿Cuál es esta?

   —Esta era la favorita de Okoye, "Vulpes Venatores*" —(cazadores de zorros*) respondió mientras se sentaba junto a la hoguera, volvió a reír, fingiendo que hablar de la niña en pasado no le daban ganas de vomitar; y que volver a caminar se sentía como besar el suelo del infierno—. Solo me parece irónico que nos hayan robado una de nuestras canciones más antiguas, borrando con descaro la letra que fue escrita para ellos...

   Wilhelm se sentó de nuevo en su lugar y se recostó en su asiento, asintiendo lentamente con la cabeza dijo:

   —Somos los zorros, ¿verdad?

   Zheng Yi Sao asintió, se acomodó en el asiento con un quejido de dolor.

   —Ellos siempre fueron los cazadores.

   Meena abrió la puerta de golpe, ingresó de la mano con Octubre.

   —¡Has bajado! —exclamó Octubre con emoción, se acercó a Sao y la abrazó brevemente.

   —Está todo listo para la coronación —anunció Meena. Segundo después la emoción la invadió y comenzó a bailar la melodía, Octubre se sumó chasqueando los dedos y riendo.

   Zheng Yi Sao dejó escapar una carcajada mientras la pareja bailaba, observó al soñador de Will que volvía a trabajar en su carta, con amor en sus ojos. La sonrisa de Sao desapareció poco a poco y clavó la mirada en el fuego.

   ¿Dónde estás, pequeño Sol?, pensó.

   Suspiró pesadamente, con el rostro serio observó la felicidad a su alrededor. No quiso admitirlo, pero en aquel instante comprendió a Lilith. Criándose en un ambiente donde todos bailaban y escribían cartas de amor mientras ella aún luchaba con el desconsuelo de la tragedia. Debería haberlas escuchado. Jolly me lo advirtió, Lilith intentó que la escuchara todos estos años.

   —¿Intentarás hablar con Kaira? —soltó Sao de pronto. La pareja dejó de bailar de repente, Will levantó la mirada pero permaneció con la cabeza gacha.

   Octubre escondió los labios en señal de incomodidad, mientras Meena fruncía el ceño y levantó la comisura de sus labios.

   —No lo sé, no importa —murmuró a la defensiva, tajante. Caminó por la habitación sin rumbo aparente.

   —¿Cuando planeaste todo para la coronación tuviste en cuenta tus sentimientos? —insistió Sao.

   —¡Eso no es lo que importa ahora mismo! —exclamó Meena.

   —¿No? Tienes que considerar todos los factores —Sao frunció el ceño, su voz se tornó fría—. El plan se desintegrará en segundos si no te preparas para verla. La manera en que nos sentimos es la parte más importante de la ecuación.

   —¡No sé cómo se supone que debo sentirme! ¿Vale? —gritó Meena. Avergonzada se sentó sobre una banqueta y cubrió su rostro con sus manos. Todos la miraron en silencio—. ¿Es que ahora la odiamos? ¿Se supone que debo dejar de amarla?

   Octubre se acercó a ella y le masajeó los hombros. Meena apoyó los codos en sus piernas y miró las líneas doradas en sus manos, quería volver a aquel día. Todos en el Olympe de Gouges celebrando el amor de Kaira y Meena... aquel paraíso descansaba en la oscuridad del desconocido océano.

   —¿Es que siquiera estamos considerando llamarlo traición? —soltó Will incrédulo—. No tuvo opción.

   —Lo sé —susurró Meena—. Sé que el único villano aquí es Grimn... pero cambió la vida de Farkas por todas las niñas y ancianas del Bloque Negro.

   El quebracho en el fuego chispeó, Sao se limitó a oír la conversación.

   —Es un buen chico, y nos está ayudando, Meena... —aclaró Will.

   Meena se enderezó en su asiento, asintió molesta, no le gustaba que le recordaran cosas obvias.

   —Nos mintió todo este tiempo, Will —ladró.

   —Él llegó aquí con una lucha diferente, aun así se sumó a la nuestra, poniendo en peligro su vida y su propio plan de escape.

   Meena se puso de pie y se dirigió a la cocina. Octubre la siguió con la mirada con una mueca de preocupación, se sentó en su lugar y los tres compartieron una mirada.

   —¿Qué piensa el resto? —le preguntó Sao.

   —No simpatizan mucho con Kaira ahora mismo —respondió Octubre—, pero no la condenan por lo hecho. Solo están tratando de lidiar con su propio duelo y salir adelante. Después de todo —se giró para mirar a Will—, Farkas y Vilkas nos están ayudando.

   El silencio volvió a invadirlos, en la cocina Meena limpiaba la vajilla con gran estruendo.

   —¿Tienen todo listo? —preguntó Sao a Will.

   Wilhelm asintió, así lo había confirmado Victoriano en sus cartas. Repleta de amor y promesas, así como códigos y planes para La Liberación.

   —Solo intento entender si siquiera consideró el costo, las pérdidas y el dolor que ocasionaría —soltó Meena de pronto en la cocina. Octubre y Will voltearon a verla, con una plato en la mano y una esponja vegetal en la otra, la espuma cubría sus dedos—. No había tiempo para pensar, ¿pero lo hizo? ¿Puso todo en la balanza y eligió a Farkas?... ¿Fue su flota lo que eligió? ¿Antes que el Bloque Negro que la acogió como una más? ¿Antes que Jolly, que resultó ser su abuela? ¡¿Antes que a mí?!

   En silencio la observaron, tenía razón. Su corazón lloraba y no podían hacer nada para remediarlo. Pero los latidos seguían llamando a Kaira.
   Nadie dudaba que a Kaira se le había presentado un dilema imposible, y esta había tomado una decisión antes de entender que lo estaba haciendo.

   Las vidas estaban perdidas, ¿el amor de Meena y Kaira debía hundirse con ellas?

   —Es tu decisión, Meena —soltó Sao, quien seguía mirando el fuego—. Es tu turno de sacar la balanza y ver que realmente importa. Nadie va a detenerte a volver a amarla... Estamos muy ocupados intentando seguir adelante para perder nuestro tiempo odiando a una víctima más del reino que desde que nos conoció solo intentó ayudarnos.

   Meena la observó visiblemente molesta. Volvió a fregar la vajilla, entre dientes murmuró:

   —Ese es el problema, yo ya había tomado una decisión.

   Ahora la nieve se derrite y las escuelas arden, pensó, y yo estoy aquí pensando si es más doloroso amarla o dejarla ir.


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Créditos.

Canción:
Matilda - Harry Styles.

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