IX: Los corazones que aún laten.
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Okoye despertó con un jadeo, se sentó en la cama de un salto, asustada. Suspiró fastidiada y se desperezó con un largo bostezo. Sentía el calor del Sol en el rostro. Con cuidado se puso de pie y tendió la cama, con sus manos tocó las sábanas para asegurarse de que hubiese quedado bien.
No tenía ni idea donde estaba, ya que no podía ver casi nada desde su nacimiento. Reconocía los aromas pero al pasar las manos por las paredes y los muebles no recordaba aquel lugar... en especial porque estaba todo repleto de rocas y ruinas.
Oía ruidos, alguien estaba afilando un arma.
—Buen amanecer —exclamó mientras se dirigía a la canasta de pan.
—Hola, Okoye —respondió Freyja con tranquilidad, sopló (Okoye suposo que al arma que afilaba) y continuó con su tarea—. ¿Te he despertado?
La niña rió, tanteó los panes hasta dar con uno de semillas y le dio un mordisco.
—No, Jolly dice que duermo como un tronco.
—¿Pesadillas, entonces?
Okoye se acercó a una silla, le quitó el polvo con la mano y se sentó con los pies apoyados en una de las maderas del asiento. No sabía dónde estaban pero le fastidiaba lo mucho que volaba el polvo ahí dentro, o ahí fuera... cuando llovía dependiendo donde estuviera se mojaba y los sonidos de la naturaleza sonaban demasiado cercanos. Mientras más exploraba el refugio, más le confundía.
—Si, pero ya sabes... son solo sonidos, cada vez es más fácil olvidarlos —Okoye tosió, una miga de pan se había pegado en su garganta. Freyja se había puesto de pie y calentaba agua en el fogón—. Supongo que debería estar agradecida de no haber visto... todo eso.
—Ten —soltó Freyja de repente, estaba frente a ella y sostenía una taza de infusión.
Okoye la tomó con cuidado en sus manos y le agradeció, olfateó el desayuno y entusiasmada exclamó:
—¿Hierbas mentoladas?
—Si, Lilith me dijo que era tu favorito —respondió Freyja, ahora parecía estar barriendo el suelo—. Lo conseguí en el mercadillo.
—¿Lo has comprado o lo has robado? —preguntó Okoye con una sonrisa picara.
Freyja suspiró y de mala gana respondió:
—El sabor es el mismo, ¿verdad?
Okoye dejó salir una carcajada, tomó un sorbo y suspiró pesadamente. Su rostro se ensombreció y avergonzada dijo:
—Estaba pensando-
—¿Otra vez, Lilith? —ladró Freyja. Okoye se sobresaltó y cerró la boca.
Oyó los pasos cansados de Lilith, quien había salido antes del amanecer.
—Fue una mala caída, nada más —se defendió Lilith, se arrojó en una silla y soltó un gemido de dolor.
Freyja comenzó a quejarse por lo bajo mientras revolvía sus cosas, murmuraba maldiciones, insistiendo que Lilith no dejaba curar la herida de su antebrazo con propiedad.
—¿Qué te ha pasado, Lilith? —preguntó en un susurró la niña.
—Nada, amor —respondió lo mejor que pudo Lilith—. No te preocupes, solo unos dedos rotos.
Okoye frunció el ceño. De pronto Freyja comenzó a gritar:
—¡No sé por qué te resistes a escucharme! —Freyja pareció pararse frente a Lilith, abrió su caja de herramientas médicas de un golpe.— Es abrumador lo poco que respetas tu propio cuerpo. No puedes enfrentarte a los Centinelas tú sola.
—¡Se curará! —aseguró fastidiada Lilith, luego soltó un gemido de dolor.
—No es lo mismo...
Okoye se removió incómoda en su asiento.
—No es muy difícil entender que entre una armadura de hierro y tus puños —le regañó, Freyja—, gana el metal.
—¡Ay! —exclamó Lilith. Ofendida chilló—: ¡Ten más cuidado!
—¡Sé más inteligente!
Okoye se levantó con cuidado, dejó su desayuno en la mesa llena de polvo y se alejó de la pareja. Caminó hasta el centro del lugar y tanteó la madera del árbol caído, trepó hasta donde pudo. Allí, en ese pequeño rincón el aire acariciaba su rostro y el Sol daba casi todo el día. Lo que más le gustaba es que no oía sus discusiones y podía escuchar las olas romper.
Abrazó sus piernas y recordó la vida en el Olympe de Gouges.
Tiempo después almorzaron pollo asado. Freyja y Lilith reían en la comida como si nada hubiese pasado. Freyja se marchó a hacer unos recados y Lilith se acostó a descansar un rato.
Okoye aprovechó ese momento para preparar su altar de cada día.
Se arrodilló sobre el césped, quitó algunos escombros que había en el suelo y encendió una enorme vela roja frente a ella. Con los ojos cerrados esperó unos segundos, tomó la vela con cuidado y la inclinó sobre su mano libre.
Una gota de cera roja cayó sobre su dedo índice. Sintió el calor y la piel quemarse pero no le dolió. No sentía más que el viento que se arremolinaba a su alrededor.
Con su dedo tocó la parte de atrás de su oreja, dejando una mancha de cera, y repitió el mismo proceso con la otra oreja. Volvió a dejar la vela en su lugar y en aquel momento el viento la apagó.
Okoye se concentró en su respiración, recordando los pasos que Jolly le había enseñado esperó a que el humo de la vela apagada llegara a su nariz. Cuando al fin lo hizo, el viento ensordecedor se transformó en voces.
Recuerdos, visiones y conversaciones que sucedían en ese momento. Era abrumador, pero debía concentrarse. Frunció el ceño e intentó aislar cada voz, cada palabra.
"¡Tú y todas tus catástrofes!" chilló Cressida.
"Suficiente para un ejército entero" decía Sao en su mente.
"Tranquila, estás a salvo" le susurró Octubre.
Okoye apretó los puños, aquel recuerdo era el camino correcto. Inhaló profundamente.
"¿Cual es tu nombre?" le dijo Jolly, Okoye pudo sentir el tacto de sus manos arrugadas.
Finalmente, Jolly respondió: "Okoye" susurró a la lejanía, en su oído. La niña sonrió y una lágrima se escapó. Exhaló.
"Te están esperando" le indicó la voz fantasmal. La vela volvió a encenderse y el viento volvió a rugir. Las voces desaparecieron.
—Eres el vivo retrato del legado de Jolly —exclamó Lilith.
—¡Mierda! —gritó Okoye asustada, se llevó la mano al corazón.
—Lo siento —rió, Lilith—. No pretendía asustarte. El viento me arrojó la sábana a la cara y no quise interrumpirte.
La joven se acercó a Okoye y se sentó frente a ella en el césped, el Sol sobre ellas.
—¿Cómo te fue? —le susurró con dulzura mientras con un pañuelo húmedo le quitaba la cera de la piel.
Okoye extendió sus brazos hacía adelante y las colocó en las rodillas de Lilith en un gesto cariñoso.
—Pude oirla —murmuró Okoye con una enorme sonrisa. Apenada suspiró—. No creo jamás llegar al nivel de Jolly, en especial ahora que no tengo nadie que me enseñe... aunque ella decía que con el talento suficiente podría regresar la Magia Antigua.
Lilith bajó la mirada con tristeza, pero Okoye no tenía manera de saberlo, por lo cual siguió hablando entusiasmada:
—Ella oía palabras que aún no habían sido pronunciadas, ¿sabes?
Lilith asintió lentamente y recurrió a sus recuerdos. Lo recordaba todo muy bien.
—"En la nieve permanecerá" era algo que siempre oía. Jamás pudo identificar la voz, dijo que estaba demasiado angustiada y forzada por la pena.
—Tenía un diario entero dedicado a teorías sobre su significado —rió Okoye.
Lilith se sumó a la risa.
—"¿No son bonitos los planes de las Diosas?" —exclamó de pronto Okoye, soñadora—. Esa era otra que Jolly consideraba importante. Dijo que la rabia de aquellas palabras le erizaban el vello. Desilusión pura, así lo describió.
Lilith frunció el ceño extrañada, Jolly jamás le había contado de aquello.
—¿También era una voz desconocida? —preguntó con curiosidad.
—No, era tu voz.
Okoye sonrió, Lilith no. Silencio.
—Supongo que aún no has dicho esas palabras. —Okoye le dio unos golpes en las piernas con cariño y se puso de pie. Orgullosa exclamó—: ¿Has visto? Te lo dije, palabras que aún no han sido pronunciadas. Increíble, ¿verdad?
Lilith vio a la niña alejarse y comenzar a ordenar el refugio, parecía que realmente le molestaba el desorden. Pero ni horas de trabajo reconstruirán aquel lugar o lo que alguna vez fue. Okoye levantó una silla volcada y la acercó a una mesa con cuidado. Lilith se puso de pie, y no supo por qué pero le ayudó a emprolijar aquella esquina donde una roca gigante había aplastado la mayoría del mobiliario.
Cuando anochecía, ambas descansaban recostadas en el suelo. Lilith miraba la Luna creciente y Okoye pasaba los dedos por el braille de un libro. Freyja llegó y le arrojó una bolsa de tela a Lilith, está la atajó en el aire y la abrió.
Ciruelas.
Con una sonrisa levantó la mirada, Freyja le guiñó un ojo y se despojó de la chaqueta. Se sentó junto a la afiladora y continuó tallando el nombre de Selene en la punta del arma, no era ninguna experta pero recordaba las enseñanzas de Yong.
Yong. Latió el corazón de Freyja.
Lilith se metió un fruto en la boca y lo mordió mientras observaba a Freyja, con el rostro distraído trabajando en su arma, los brazos sudados... en ese momento Lilith deseó que tuvieran un ratito de privacidad.
Suspirando se recostó en el césped otra vez y colocó la bolsa de tela sobre el libro. Okoye sonrió y tomó un fruto.
—¿Qué te ha dicho Jolly?
Okoye no respondió enseguida, cerró el libro de un golpe y tomó otro fruto. Extrañada, Lilith se sentó otra vez y la observó.
La respuesta que la niña le dio le dolió, pero sabía que Jolly tenía razón.
—Le pregunté por Sao, y por el Bloque Negro... Me dijo que me están esperando.
Lilith apartó la mirada, se encontró con los ojos de Freyja que a la lejanía le observaba con el rostro serio.
• ────── ☼ ────── •
Octubre vio partir a Meena, con la Luna en alto regresó a la cabaña de Will. Solía pasar las noches en Marítima Regio pero primero quería hacerles una visita, también para avisarles del paradero de Meena, quería evitar preocupaciones.
Cuando ingresó en La Choza se encontró con Wilhelm de pie con las mejillas coloradas, colocándose un abrigo con prisa.
—¿Todo en orden?
—¿Eh? —Will levantó la mirada. Agitó la cabeza desconcertado y respondió con una sonrisa infantil—: Si, solo voy a pasar un rato por el Pozo del Aguamiel.
—Ah, todo está en perfecto orden —se burló Octubre mientras se acercaba al fuego, sabía que era la primera vez que se volvía a encontrar con Victor después del Día de Serendipia.
Will negó con la cabeza divertido y mientras se acercaba a la puerta dijo:
—Sao está descansando, se pasó la tarde entera entrenando —se colocó un sombrero y una bufanda—. Ruby ya cenó y volvió a dormirse... ¿Meena donde está?
—Fue a ver a Kaira —respondió Octubre sentado frente a Wilhelm.
Will se llevó la mano al corazón y sonrió, segundo después frunció el ceño y comenzó a quitarse los abrigos.
—¿Qué haces? —le regañó Octubre.
—No quiero dejarlas solas mientras ambas duermen, puedo- —Un guante de lana golpeó su rostro. Lo agarró y miró divertido a Octubre.
—Vete, yo me quedo —aseguró Octubre, le arrojó el otro guante y aclaró—: Le avisé a Marina que quizás no volvía esta noche, no te preocupes.
El color volvió a las mejillas de Will y su mirada brillo de entusiasmo. Levantó los guantes de lana y preguntó:
—¿Y estos?
—Eran de Meena. Quédatelos, ya no los necesitará.
Alguien tocó la puerta dos veces. Octubre se puso de pie confuso, Wilhelm se tensó. Compartieron una mirada de preocupación. Ambos esperaron sin saber muy bien que hacer a continuación.
—¿Hola? —dijo una tímida voz al otro lado.
Octubre torció la cabeza extrañado y con dos pasos apresurados se acercó a la puerta, giró el picaporte con prisa. La niña estaba de pie, abrigada de pies a cabeza, sus grandes ojos azules buscaban sin mirar. Tenía miedo.
Las lágrimas salieron en el momento que vio su rostro, Octubre se arrojó al suelo y la rodeó con sus brazos llorando su nombre. Okoye se encogió dentro del abrazo y sonrió al sentir su aroma.
• ────── ☼ ────── •
En el Corazón, Lilith volvía a estar sentada sobre el césped. Ocupaba ahora el espacio de Okoye, frente a la vela apagada. Todo estaba en penumbras, a excepción de un rayo de luz lunar que ingresaba por el hueco de la cueva.
Tomó una cerilla entre sus manos y encendió la vela, la luz la envolvió. Se puso de pie, tomó la vela y observó la pequeña cabaña de Wilhelm hecha trozos en el suelo, desparramada como un montón de tablones de madera.
Abandonó la colina, caminó junto al sauce ahora muerto y pasó la mano por el tronco torcido. Se agachó y pasó por debajo de sus raíces cubiertas de tierra, sus botas pisaron las piedras del arroyo que alguna vez había sido cristalino. La vela iluminaba a su paso, no podía encontrar sus recuerdos en aquella desolación.
Las sillas volcadas, las mesas destrozadas, las enredaderas marchitas y la cristalería en mil pedazos. La dinamita de los Centinelas había derrumbado la mitad del tejado y una roca enorme había aplastado la cocina. Lilith caminó hacía allí, la barra estaba astillada y torcida. Colocó la vela en el único espacio decente, leyó su nombre tallado en la barra.
Tic-Tac.
Tomó a Aela entre sus manos y la clavó en la madera junto a su nombre. Suspiró y metió la mano en el bolsillo. A la luz de la vela observó la púa que había sacado de su bota. Aún tenía manchas de sangre.
Lilith la giró entre sus dedos y deseó cortarle la garganta a Grimn con las mismas púas que él había utilizado para acabar con el Bloque Negro.
Fastidiada arrojó la pua sobre la barra, apoyó ambas manos sobre el borde y la observó. Llevó una mano a su pecho y tanteó el collar de Kaira, no sabía por qué lo llevaba, pero cada vez que se lo sacaba volvía a aparecer colgando de su cuello a la mañana siguiente... era una pesadilla.
Su corazón latía con fuerza y las dos míseras abejas que habían sobrevivido se acercaron a su rostro y revolotearon sobre su cabeza, llenando los bantú knots de su cabello de polen. Últimamente cada mañana se despertaba y su cabello había ganado casi un centímetro y medio. Deseaba tener a Jolly a su lado para preguntarle qué significaba.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y arrugó la nariz intentando no llorar.
Sintió las manos de Freyja recorriendo su espalda, se sorbió la nariz y cerró los ojos, serenándose al instante.
—¿Ella está bien? —susurró.
Freyja asintió lentamente mientras le depositaba unos pequeños besos en el cuello, apretando su cuerpo contra el de ella.
—Octubre la recibió —susurró en respuesta. Tomó las caderas de Lilith y la obligó a darse la vuelta.
Una sola lágrima logró escaparse mientras Freyja le tomaba el rostro y comenzaba a besarla. Lilith la abrazó sobre los hombros mientras Freyja la tomaba de la cintura y la sentaba sobre la barra.
Lilith le mordió el labio y Freyja comenzó a desatar uno a uno los botones de su camisa.
La vela se apagó.
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