80. Epílogo (rojo)
No, no te vayas, aún quedan palabras y frases del alma, y entre ellas no estaba el adiós 🎶
* * *
Magnus estaba sentado en un prado verde, luminoso, sus piernas extendidas, un poco inclinado hacia atrás, con su alma al lado. Su mano izquierda casi rozando la del alma.
"Se ve bien".
Magnus sonrió un poco y volteó hacia su alma, aquella que fuera de Alec. -Supongo que sí.
"Su alma es roja".
Magnus sintió una punzada en su pecho. Al final, Alexander Lightwood sí había logrado enamorarse.
-Sí, su alma es roja -su sonrisa se tambaleó un poco.
"¿Qué crees que sintieron?" preguntó el alma, refiriéndose a aquel momento en que ella había roto su promesa y siguió a Magnus a la muerte.
Magnus se encogió de hombros, ¿cómo iba a saber eso?, él todavía recordaba aquel momento. Cuando sintió al alma dentro de él y luego a su lado. "Lo siento, no puedo cumplirlo. Si tú mueres, yo quiero ir contigo". Esas habían sido las palabras del alma blanca antes de apretar su mano y caminar con él hacia el otro lado, hacia la luz.
-Supongo que dolería, como te dolió a ti cuando supiste que mi corazón se detuvo.
El alma se acercó, su mano volviéndose una con la de Magnus y pasó la otra por su mejilla. "Lo sentí. No sólo porque estaba mi mano en tu corazón, lo sentí porque mi predestinado se estaba yendo. Y no me quería con él."
Magnus cerró los ojos, con una sonrisa triste, recargándose en esa caricia cálida. -No fue así. Te quiero conmigo, siempre, pero quería algo mejor para ti.
"No hay nada mejor que tú para mí, Magnus Bane" el alma dijo, justo antes de entrar en su cuerpo.
Magnus se dejó caer en el césped, con una risa feliz, todavía no se acostumbraba a esto. A tener un alma. A estar sin torturas, sin golpes físicos o psicológicos. A ya no ser un impuro. A usar un alma, un alma propia que antes fuera de Alexander Lightwood.
-Supongo que nunca vas a averiguarlo -susurró, cerrando los ojos-, porque ahora eres mía. Estás conmigo.
Un lágrima solitaria resbaló.
* * *
Alec corrió, feliz, con una risa vibrando en su pecho, en su corazón.
Su alma, el alma roja, una réplica de Magnus Bane, su Magnus, junto a él.
"Estás feliz" dijo ella y Alec le sonrió un poco más.
Después de tanto dolor y tanto ser insensible, lo merecían. Había guardado su corazón, sus sentimientos, casi toda su vida. Había mantenido su alma pura, blanca, para no sufrir. Y después la dejó libre para alguien con un alma negra, alguien que sólo los hirió y demostró que tenía razón: era mejor no sentir.
Su madre y su hermanito habían muerto. Su alma estaba rota. Y él estaba solo. El amor no existía. Sólo eso quedó después de creer que podía amar a Edward.
Pero luego Magnus Bane llegó a su vida. Aquel impuro valiente que lo salvó, aun a costa de su propia vida. El hombre que le entregó su alma -aunque no libremente-, el hombre que tomó la suya.
-Estoy feliz -asintió Alec, todavía sonriendo.
"Y estás..."
-¡Estoy enamorado! -Alec lo gritó, con una carcajada.
¿Quién iba a pensar que, después de todo, realmente iba a conocer el amor?
El alma roja le sonrió. Por supuesto que estaba enamorado. Cualquiera lo sabría al ver el brillo en sus ojos azules, al ver su alma roja -un alma entregada-.
"Lo sé. ¿Dónde están?".
Alec hizo una mueca mientras miraba alrededor, entonces los vio, su sonrisa se hizo más amplia, su corazón se aceleró, su piel se erizó, millones de chispas de electricidad lo recorrieron completamente, cada rincón de su cuerpo, los dedos de sus pies se doblaron por la emoción que sentía sólo con verlo.
El alma, a su lado, se rió antes de entrar en él. Alec cerró los ojos, tocó su pecho, amando como siempre la sensación de estar completo. Tener el alma de Magnus dentro. Sólo había algo que mejoraba esa sensación de plenitud.
Besarlo.
Besar al hombre que amaba.
Abrió los ojos y corrió hacia él. Se arrodilló a su lado. Su rodilla tocando la cadera de él. Los labios de su amado se curvaron. Alec vio la lágrima brillar, la recogió con su pulgar mientras sus labios se acercaban a los de él.
Ah. Besarlo. Besar a su predestinado. No había nada mejor.
Sus ojos nunca se cerraron. Nada de besos con ojos cerrados, después de casi perderlo, no quería perderse ni un segundo de él. Aquellos ojos verde dorado se abrieron. Las manos morenas tomaron su rostro pálido. Sus labios se movieron sincronizados.
-Uumm -hubo un suspiro/gemido de ambos.
Sus almas se agitaron felices, pero no salieron.
-Magnus -susurró Alec, sin llegar a separarse del todo.
-Alexander -Magnus sonrió contra sus labios.
Alec acarició un lado de su rostro, todavía no podía creer su suerte. Tenía que tocarlo constantemente para asegurarse que era real.
Cuando Alec había gritado, al verse apartado del cuerpo de Magnus, uno de los médicos había regresado a la habitación. A tiempo de ver al alma blanca entrar al cuerpo.
Magnus estaba débil esos últimos días y el alma gris estaba vulnerable, también en peligro de muerte, no habría podido salvarlo aunque quisiera.
En cambio, el alma casi completamente blanca, sumado al dolor y el arrepentimiento de Alec, las súplicas de un corazón roto, hizo posible que la pureza del alma les diera una oportunidad.
Ellos, del otro lado, en aquel limbo entre la vida y la muerte, se habían tomado de la mano y caminado juntos hacia su destino. Pero el médico, un chico llamado Jory, había hecho hasta lo imposible por reanimar a Magnus, por regresar los latidos a su corazón.
Alec, Izzy, el alma en transición, y los demás médicos, incluso Simon y Robert atraídos por los gritos, lo miraban sin entender.
-¡Era blanca! -había gritado Jory-. Un alma blanca no puede morir con un impuro. Hay una oportunidad.
Habían sido minutos de agonía para Alec, hasta que el corazón de Magnus volvió a latir. Y, después, días, para que despertara, para saberlo consciente de nuevo. Meses de terapia en los que él y su alma nunca los dejaron solos. El alma de Alec se volvió rosa mientras comenzaba a enamorarse de un hombre que estaba aprendiendo a conocer. Magnus no pudo hablar los primeros días, ni dejar salir al alma blanca, pero en su mirada decía todo.
Alec nunca perdió la esperanza, él se estaba enamorando y no lo ocultaba, siempre -frente a Magnus- dejó al alma rosa fuera, pero también se dijo que si Magnus no llegaba a amarlo, que si su alma cuando volviera a verla seguía blanca, no le importaría. Bastaría saberlo vivo y a su lado.
Un día Alec despertó en la habitación de la Clínica, solo, Magnus no se veía por ningún lado. Su vista periférica captó un movimiento, una sombra rosa. En un primer momento, creyó que era su alma, después sintió el toque de ésta y miró sorprendido que era el alma de Magnus -su antigua alma- a la que había visto.
Magnus lo miraba, junto a ella, y entonces sonrió. -Sí -fue todo lo que dijo.
Y Alec lo entendió. En esta vida sí. Sí merecían su oportunidad de enamorarse.
El último paso en ellos había sido realmente el primero: entregar sus almas. Ellos se entregaron las almas antes de enamorarse. Ellos intercambiaron almas antes de un primer beso, de una cita, de entrelazar sus manos.
Sus almas no volvieron a su antiguo dueño, pero se volvieron rojas con el primer "Te amo".
Ellos no eran como los otros enamorados. Ellos no eran como cualquier predestinado. Su historia era diferente, era especial.
El merecido amor después de tanto dolor.
Alec frotó su nariz contra la de Magnus, mientras se alejaba, perdiéndose en esa mirada de oro y esperanza. -Gracias.
Magnus sonrió. -¿Por qué?
-Por salvarme.
-Fue mi alma.
Alec se encogió de hombros. -Una parte de ti.
-Gracias a ti también, entonces.
-¿Por qué? -Alec frunció el ceño. A su parecer, Magnus había sido el bueno en todo. Su alma azul lo salvó de ser un impuro. Él lo hizo abrir los ojos y recapacitar. Y él, también, había salvado al alma blanca. Magnus hizo todo.
Magnus leía en su expresión cada pensamiento. Sus brazos rodearon su cuello y lo hicieron bajar de nuevo.
-Por esta oportunidad. Por esta historia. Por marcar mi alma de azul, por hacerme fuerte, por traernos hasta ti. Por ser el dueño de mi alma...y de mi corazón.
¡FINAL!
Los leo en los agradecimientos ❤
No los ignoren, por favor.
Y si quieren saber de Jory aparece en mi historia "Si me ves" 😻
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