44. Azul, azul, azul...
Magnus, no muy convencido, se alejó del alma gris. Sentía su propio corazón oprimirse por la mirada rota y las lágrimas. La preocupación y la culpa lo llenaban, la noche anterior, cuando el alma le dijo que no era un monstruo, no se veía así.
Magnus no odiaba a Alec. En cierto modo, entendía que no era su culpa haberse adueñado de su alma, pero sí le daba miedo cuando gritaba como en la cocina, y le molestaba que el alma gris, ¡su propia alma!, sufriera todavía más. No era justo.
Lo escuchó salir del baño, sintió su mirada, pero Magnus se rehusó a mirarlo. Siguió limpiando la habitación, haciendo hasta lo imposible por no gritarle por tener así a su alma y que evidentemente no le importaba. ¿Era tan egoísta de verdad?
Sí, había sufrido, lo sabía, lo imaginaba por el reportaje del periódico, pero eso no era razón suficiente, uno tiene que aprender a seguir su vida y no ser la misma mierda que fueron contigo. El mismo Magnus sufrió toda su maldita vida y cuando por fin salió de su infierno, fue sólo para uno peor, para perder -literalmente- su alma. El siempre creyó, después de haber investigado la imperfección de su alma, aquella que lo condenó a una vida de torturas físicas y psicológicas, que cuando lograra ser mayor de edad y libre, buscaría...
El ruido del cristal al romperse regresó a Magnus a la realidad. Sus ojos se abrieron enormes y sus manos temblaron mientras se agachaba a limpiar los restos del jarrón con sus manos y recoger las flores. Sentía la mirada de Alec, podía imaginar sus gritos, sus ojos se llevaron de lágrimas ante el recuerdo de algo parecido en su casa. Varios cristales se clavaron en sus manos, su mano ya herida, pero no le importó. Limpió hasta el último y sólo entonces se atrevió a encarar a Alec.
Alec lo miraba de un modo que Magnus no sabía leer.
Extendió su mano y Magnus, con las rosas húmedas entre sus brazos, se encogió. -Dame una -fue todo lo que dijo Alec.
Magnus se acercó lentamente y le pasó una rosa, eran azules. Azules como su alma, azul como la mancha en su corazón, azul como los ojos de Alexander Lightwood.
Magnus esperaba un regaño que no llegó. Alec lo seguía mirando fijamente. -Lo s-siento. Iré...iré por...por otro jarrón.
Alec sólo asintió. Magnus corrió a la puerta, se detuvo cuando recordó al alma gris, quisiera tomarla desde ahora y llevársela con él. Tenerla al menos en su habitación, era evidente que Alec no la echaría de menos.
-¿Magnus? -la voz de Alec lo paralizó todavía más. Magnus volvió la vista a la habitación, pero no miró directamente a Alec, miró su alma, su alma gris. Ella intentó sonreírle, su voz en su mente, "Vete. Iré en la noche. Estoy bien".
Era mentira. Por supuesto no estaba bien. Pero, ¿quién era él para reprochar la mentira? Él, sin alma, lleno de cicatrices, con una quemadura y sangre en sus manos...
-¿Magnus? -sólo entonces recordó al dueño de su alma, su mirada se encontró con esa azul. Si no fuera porque ya antes había visto sus ojos, pensaría que habían cambiado al usar su alma, que habían tomado su color exacto-. Ya no regreses.
¿Qué?
CONTINUARÁ...
Si recuerdan, dije que el alma gris también dará su versión 😭💔
Y queda pendiente la marca de Magnus, no se olviden de eso 🙈
¿Y qué creen que quiso decir Alec?
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