Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

máximo Poder


El sol resplandecía con una intensidad cegadora, como si respondiera directamente al llamado de Apolo. 

Los rayos bañaban su figura dorada, envolviéndolo en un aura majestuosa que parecía trascender la comprensión de los mortales. 

Los movimientos del dios del sol eran delicados, casi como una danza. Cada movimiento de sus brazos irradiaba gracia, pero también un poder aplastante que estaba lejos de ser un simple espectáculo.

Geir:—¿Qué es eso? Las manos de Apolo lucen como si estuvieran brillando.

Los guantes de Apolo comenzaron a brillar intensamente, llenándose de energía divina. Delgados y hermosos hilos de luz pura emergieron de los guantes, bailando en el aire como serpientes de fuego celeste. 

Brunhilde:—Esa es el arma divina de Apolo—explicó Brunhilde—. Su nombre es...

¡¡LOS HILOS DE ARTEMISA!!

Geir:—¿"Hilos"? ¿Esos hilos son un arma divina? ¿Por qué lucen como algo débil?

Brunhilde:—No son sólo hilos. El dios del sol, Apolo, los crea a partir de energía luminosa. Son hilos de luz. Ese golpe parecía un impacto directo, sin embargo, parece que lo detuvo con esos hilos de luz—teorizó—. Los Hilos de Artemisa pueden usarse tanto como un arma y como un escudo. Es capaz de un sinfín de cambios... es un arma divina de la más alta clase en el mundo celestial.

Geir:—¿Qué tipo de ataque se puede hacer con esos hilos?

Brunhilde:—Si observas bien, entenderás esa fuerza...dijo con una gota de sudor nerviosa pasando por su nuca.

Aquellos hilos se entrelazaban y giraban en un espectáculo hipnótico, dibujando patrones intrincados en el cielo, hasta finalmente solidificarse en la forma de un par de guantes luminosos.

El dios del sol llamó "los Hilos de Artemisa" a su misteriosa arma divina.

Con un movimiento fluido, Apolo extendió los brazos y deslizó sus manos dentro de aquellas construcciones de luz. Al instante, el resplandor de los guantes creció exponencialmente, iluminando todo el coliseo. 

A veces se convertía en lira para tocar música celestial. A veces, se convertía en un poderoso escudo para bloquear el ataque de los gigantes. Y otras veces, se convertía en una flecha de luz para destrozar rocas enormes.

El fulgor era tan intenso que las sombras desaparecieron momentáneamente, y todo el mundo quedó cubierto por la deslumbrante luz del dios del sol. El aire se calentó al punto de que algunos espectadores comenzaron a sudar, y el rugido de la energía envolviendo a Apolo hizo que incluso los más valientes se encogieran de asombro.

El dios dorado bajó ligeramente las manos, dejando que los espectadores observaran las transformaciones en detalle.

Todo esto, de acuerdo a la leyenda de Delfos.

Ahora, sus manos estaban envueltas en unos guanteletes metálicos de aspecto imponente, grabados con intrincados patrones que parecían constelaciones en movimiento. La dureza de los guantes contrastaba con la delicadeza de los hilos de luz que los habían formado. 

Cada movimiento de sus dedos emitía un eco vibrante, como si el aire mismo reverenciara su existencia.

¡¡LIRA DE PHOEBUS: EL ARPA/LIRA RESPLANDECIENTE!!

El público se agitó, los dioses en las gradas observaron en silencio, y las ninfas, siempre devotas a su señor, gritaron emocionadas.

Ninfas:—¡Hermoso! ¡Es divino! ¡Es perfecto, nuestro amado Apolo!

—Kyaa... el señor Apolo es tan agradable...

—¡Luce incluso más radiante que de costumbre!

—¡¡Es tan genial...!!

El dios del sol les respondió con una sonrisa radiante que podría haber derretido el hielo más frío.

Apolo:—Alright, beauties...No se preocupen Mis queridas, no se preocupen. Este espectáculo será digno de su amor.

Tras estas palabras, Apolo bajó sus manos y adoptó una postura completamente inesperada.

Con un movimiento sorprendente, alzó los puños y se colocó en una pose de boxeo perfecta, su pie derecho ligeramente hacia atrás, su peso bien distribuido y sus guanteletes elevados para proteger su rostro mientras sus ojos destellaban con seguridad y arrogancia.

Raiden, al ver esto, dejó escapar una carcajada ronca. Sus músculos, aún humeantes por el esfuerzo anterior, se tensaron mientras él también alzaba los puños, adoptando su propia posición de combate.

Raiden:—¿En serio, un dios jugando a ser boxeador? ¡Esto será divertido!

El coliseo entero tembló ante la tensión entre ambos guerreros. Cada uno parecía medir al otro con una intensidad aplastante. Apolo, con una sonrisa confiada, movía sus guanteletes con elegancia, como si estuviera probando el peso y la resistencia de los mismos. 

Sus movimientos eran precisos, casi teatrales, pero no carentes de un peligro inminente. Cada vez que uno de sus guantes se movía, pequeños destellos de luz chisporroteaban en el aire.

Raiden, por su parte, no mostraba temor. En cambio, golpeó sus puños entre sí, creando un eco profundo que resonó por toda la arena. 

Sus músculos irradiaban poder puro, y su postura era firme, como una montaña lista para resistir cualquier tormenta. El luchador de sumo sonrió de oreja a oreja mientras su cuerpo emanaba un aura feroz, la misma que había intimidado incluso a los dioses en el pasado.

Heindall, emocionado, no pudo contenerse más. Con una voz que resonó por todo el coliseo, anunció el inicio del verdadero enfrentamiento:

Heindall:—¡SEÑORES Y SEÑORAS! ¡La batalla entre el dios del sol, el radiante Apolo, y el titán del sumo, Raiden Tameemon, está a punto de alcanzar su punto máximo! ¡Una batalla de poder, velocidad y técnica! ¡No pestañeen, porque este será un espectáculo que resonará en la eternidad!

Ambos combatientes se mantuvieron inmóviles por un momento. El aire estaba cargado de electricidad y calor, como si el sol mismo y la furia terrestre se estuvieran preparando para chocar. 

Raiden, con una expresión seria pero emocionada, tensó sus músculos al máximo, mientras Apolo giraba ligeramente los hombros, calentando los guanteletes y dejando escapar una risa suave.

Y entonces, el mundo explotó en movimiento.

Raiden salió disparado hacia adelante, su velocidad era simplemente absurda para un humano de su tamaño, y su primer puño cruzó el aire con un rugido que cortó el viento. 

Apolo, con una gracia divina, esquivó el golpe girando sobre sí mismo y lanzando un directo con su guante derecho que estalló como un rayo contra el escudo muscular del luchador. 

Ambos se detuvieron por un instante, sus auras colisionando en una lucha feroz que dejó al público sin aliento.

El verdadero combate había comenzado.

https://youtu.be/_eeeoZQ1LYU

El campo de batalla del coliseo estaba lleno de tensión. Raiden Tameemon, el luchador sin igual del sumo, había puesto toda su fuerza en una embestida frenética. 

Su cuerpo, una masa grotesca y musculosa, cargaba como una avalancha con golpes brutales, pero Apolo, el dios del sol, respondía con una maestría que parecía casi burlarse de la humanidad misma.

Cada jab, cada gancho y rodillazo de Raiden era esquivado con una fluidez que desafiaba la física. Apolo, radiante como el propio sol, giraba, saltaba y deslizaba su cuerpo con la gracia de un bailarín celestial. 

Las luces del coliseo parecían intensificarse con cada paso del dios, como si el sol respondiera al ritmo de sus movimientos.

El público humano quedó boquiabierto ante la escena. Entre ellos, boxeadores legendarios del pasado se levantaron de sus asientos, inclinándose hacia adelante, observando cada movimiento con admiración y envidia. Uno de ellos murmuró:

Boxeador extra:—¡Es el movimiento perfecto! El juego de pies más hermoso que he visto en mi vida.

Otro exclamó:

Boxeador extra:—¡Este es el verdadero arte del boxeo! ¡Es como si estuviera danzando entre los golpes de la muerte!

Raiden no se detenía. Su rugido resonaba en el coliseo mientras cargaba más poder en sus músculos, lanzando golpes aún más brutales. Un gancho ruso, salvaje y devastador, pasó tan cerca de Apolo que el aire mismo pareció romperse al paso del puño del Rikishi. 

Pero Apolo, con un elegante salto lateral, lo esquivó con facilidad, su sonrisa iluminando el rostro de todos los presentes.

Raiden no podía creerlo.

Raiden:—¡Qué demonios eres tú! —gritó con frustración mientras cargaba todo su peso en un nuevo ataque. La tierra tembló bajo sus pies cuando un gancho al hígado salió disparado hacia Apolo.

El dios del sol no perdió la sonrisa. Con un movimiento ligero de su cintura y hombros, evitó el ataque de manera tan precisa que parecía casi casual. 

Era un espectáculo desgarrador para los humanos: la fuerza bruta e inhumana de Raiden parecía completamente inútil contra la técnica divina de Apolo.

De pronto, Raiden balanceó un rodillazo con la fuerza de un meteorito, seguido de un intento de agarre con ambas manos que destrozó el suelo al impactar. Sin embargo, todo fue en vano. Apolo simplemente se escurría como el viento entre los ataques de su adversario.

Un momento de silencio envolvió el coliseo. Una cortina de polvo cubrió el campo tras el último golpe de Raiden, dejando a todos en suspenso. El público aguardó, conteniendo el aliento. Cuando el polvo se despejó, Apolo ya no estaba frente a Raiden. 

Geir:—E-ese es... el poder de los músculos más grandes de la humanidad...

Brunhilde:—Por supuesto, eso no es todo—aseguró—. Si así fuera, su fuerza destructiva sería mucho menor. En este momento el Völundr de Raiden le está permitiendo tener completo control sobre sus músculos anteriormente desatados.

Geir:—¡¿P-puede mover sus músculos a voluntad?!—repitió—. Qué gran control...

Brunhilde:—Más allá de este punto, ni siquiera Raiden sabe cómo terminará la batalla. Una pelea en la que incluso él descubrirá la extensión de su poder—explicó—. La tercera hermana de las valquirias, Thrúd, y la runa de la que ella recibe su nombre...

"LA MÁS FUERTE"

La deidad se había materializado a su costado, con la guardia alta, una postura impecable y una sonrisa arrogante en su rostro.

Raiden ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.

El primer golpe de Apolo fue como un rayo: rápido, certero y devastador. Un uppercut limpio impactó en el rostro del Rikishi, volteándole los ojos y sacándole sangre de la boca. 

El luchador humano fue lanzado hacia atrás por la fuerza del golpe, pero antes de caer al suelo, Apolo ya estaba sobre él.

Con movimientos rápidos y precisos, Apolo lo golpeaba una y otra vez, sin permitirle siquiera tocar el suelo. Los guanteletes de luz del dios del sol brillaban con cada impacto, enviando ondas de energía que sacudían el coliseo entero. 

El juego de pies de Apolo era impecable. Con cada golpe que lanzaba, se movía con agilidad alrededor de su adversario, esquivando cualquier intento de contraataque de Raiden.

El público estaba enloquecido. La habilidad de Apolo era algo que nunca antes habían presenciado. Incluso los dioses en las gradas observaban con asombro y admiración. Heindall, incapaz de contener su emoción, gritaba al público con una voz que resonaba en todo el coliseo:

Heindall:—¡ES IMPRESIONANTE! ¡APOLO, EL DIOS DEL SOL, DOMINA EL ARTE DEL BOXEO COMO NINGÚN OTRO! ¡ESQUIVA, ATACA Y BAILA ALREDEDOR DE SU OPONENTE COMO UNA AVISPA IMPLACABLE! ¡ESTO ES... LA PERFECCIÓN DIVINA!

Apolo:—Te deslumbra demasiado el estar cerca de mi?

Zeus, sentado entre los dioses, no podía dejar de reírse.

Zeus:—¡Ja, ja, ja! Eso es lo que esperaba de mi querido Apolo. ¡Miren ese juego de pies! ¡Es como si estuviera bailando con la muerte misma!

Ares:—In... incluso con esos Hilos de Artemisa, parece que no pudo evitarlo del todo...

Hermes:—"No te mueras al primer golpe"—recordó Hermes—. Fue algo que dijo Raiden... ¿podrá entonces Raiden acorralar a Apolo y tomar la delantera?

Mientras tanto, Raiden trataba desesperadamente de defenderse, pero cada golpe que lanzaba era inútil. Apolo lo mantenía completamente bajo su control, golpeándolo con precisión quirúrgica mientras evitaba cualquier contraataque con una facilidad humillante.

Finalmente, tras una ráfaga de golpes que dejaron el rostro de Raiden cubierto de sangre, Apolo se detuvo por un instante. 

Se quedó de pie frente al humano, levantando sus guantes al cielo mientras el público de los dioses lo vitoreaba con frenesí. Apolo se volvió hacia Raiden, aún sonriendo, y declaró con arrogancia:

Apolo:—¿Ves, humano? Esto es lo que significa la verdadera belleza. Esta es la perfección divina. ¿Cómo podrías siquiera soñar con igualarme?

Raiden, tambaleante pero todavía de pie, escupió sangre al suelo y levantó la mirada hacia Apolo con una sonrisa feroz.

Raiden:—La perfección, ¿eh? Eso no me interesa... pero partirte la cara, sí.

El público estalló en gritos y aplausos ante la respuesta del humano. Apolo arqueó una ceja, sorprendido, pero su sonrisa no se desvaneció. Al contrario, parecía aún más animado.

Apolo:—Muy bien, humano. Ven. Muéstrame lo que tienes.

Y con eso, la batalla continuó, la tensión y emoción en el coliseo alcanzando niveles nunca antes vistos.

El coliseo entero quedó en silencio tras el impactante golpe de Apolo. El dios del sol, radiante y altivo, se quedó de pie con el puño aún extendido hacia delante, sus guantes brillando intensamente mientras el aire alrededor de él parecía vibrar con la energía liberada. 

Las llamas doradas que había creado con sus hilos seguían ardiendo a su alrededor, formando un escenario perfecto de su poder divino.

Raiden Tameemon, el luchador sin igual del sumo, apenas logró mantenerse de pie. Su cuerpo se inclinaba hacia adelante, tembloroso, mientras la sangre brotaba de su boca y los cortes en su piel. Su respiración era pesada, pero sus ojos... sus ojos ardían con una determinación que nadie en el coliseo podía ignorar.

Apolo se giró lentamente hacia el humano, una sonrisa arrogante curvándose en sus labios.

Apolo:—¿Eso es todo, Raiden? Pensé que el gran Rikishi sin igual podría ofrecer algo más emocionante.

El luchador humano inclinó la cabeza hacia abajo, dejando que su sangre gotease al suelo. Las palabras del dios parecían pesar como mil montañas sobre sus hombros, pero al mismo tiempo, algo dentro de Raiden comenzó a agitarse. Una chispa de furia y voluntad se encendió en su interior.

Raiden levantó la cabeza con una sonrisa feroz, sus dientes manchados de sangre.

Raiden:—¿Eso es todo, dices? No... esto apenas empieza.

El suelo bajo los pies del humano comenzó a temblar, y un rugido gutural emergió de lo más profundo de su ser. Sus músculos, ya enormes, comenzaron a expandirse una vez más, hinchándose grotescamente mientras un destello esmeralda volvía a iluminar su cuerpo. 

El aire a su alrededor se calentó, y el suelo comenzó a resquebrajarse bajo sus pies debido a la presión que emanaba de su ser.

Apolo arqueó una ceja, un tanto sorprendido pero claramente disfrutando de la escena.

Apolo:—Oh, así que todavía tienes algo de pelea en ti, humano. Excelente. Muéstrame lo que puedes hacer.

Raiden, con un rugido ensordecedor, flexionó sus piernas y se lanzó hacia adelante como un misil humano. La velocidad con la que se movió fue completamente distinta a cualquier cosa que había mostrado antes. Incluso Apolo, con su aguda percepción, apenas tuvo tiempo de reaccionar.

El puño de Raiden se estrelló contra el guante de Apolo, que levantó en un intento desesperado de bloquear el ataque. La fuerza del impacto envió ondas de choque que sacudieron el coliseo entero, destruyendo los muros cercanos y levantando una nube de polvo que cubrió la arena.

Apolo retrocedió varios pasos, su sonrisa desapareciendo por un instante mientras sentía la verdadera fuerza de su adversario. Pero el dios del sol no perdió su compostura.

Apolo:—Nada mal... humano. Pero no será suficiente.

Raiden no dejó que el dios se recuperara. Con un grito de batalla, el luchador humano comenzó a lanzar una feroz combinación de ataques: ganchos, jabs y rodillazos que parecían imparables. Cada golpe llevaba consigo una fuerza devastadora, obligando a Apolo a esquivar y bloquear constantemente.

El dios sol, ahora completamente serio, trató de responder con sus propios ataques, pero Raiden seguía cargando hacia adelante, como una tormenta imparable. Finalmente, Apolo dio un salto hacia atrás, creando una distancia entre ellos.

Zeus:—Vaya, parece que Apolo finalmente encontró a alguien que lo haga sudar.

Apolo, con su sonrisa regresando lentamente, comenzó a mover sus brazos nuevamente. Los hilos dorados volvieron a salir de sus guantes, danzando en el aire como si tuvieran vida propia. El dios del sol ajustó su postura, poniéndose nuevamente en guardia.

Apolo:—Bien, Raiden. Vamos a hacerlo aún más interesante.

Raiden no respondió con palabras. En su lugar, flexionó sus músculos una vez más, su cuerpo iluminándose con el fulgor esmeralda mientras daba un paso adelante. El suelo se rompió bajo sus pies, y su mirada, llena de furia y determinación, se fijó en su oponente.

El enfrentamiento estaba lejos de terminar, y ambos combatientes sabían que lo mejor estaba por venir.

Apolo aterrizó con gracia, aunque esta vez se le podía notar una ligera mueca de molestia en su rostro. Sus hermosos guantes dorados emitían un leve resplandor, pero la intensidad de su luz ya no era la misma; los golpes frenéticos que había lanzado parecían haberle costado energía. El dios del sol respiraba con un poco más de fuerza, observando al humano con una mezcla de admiración y frustración.

Apolo:—Debo admitirlo, Raiden... ese fue un buen movimiento. Pero no creas que podrás repetirlo.

Raiden sonrió, sus músculos aún humeando por el calor generado en su último ataque. Sus brazos y piernas seguían grotescamente abultados, y aunque su cuerpo estaba cubierto de cortes y magulladuras, no parecía retroceder. Su mirada seguía siendo tan feroz como al inicio del combate.

Raiden:—¿Eso crees, niñito brillante? Déjame mostrarte algo más... interesante.

Raiden se inclinó ligeramente hacia adelante, sus músculos moviéndose bajo su piel como si cobraran vida. Un leve brillo verde comenzó a emerger de los tatuajes rojizos en su cuerpo. Con un fuerte rugido, el luchador de sumo flexionó sus piernas y golpeó el suelo con un poderoso pisotón, generando una onda de choque que sacudió todo el coliseo.

Apolo se mantuvo firme, aunque la fuerza del impacto hizo que su cabello ondeara hacia atrás y las llamas doradas de sus guantes se intensificaran. Con una sonrisa burlona, el dios del sol alzó sus guantes al aire, cruzándolos en una pose teatral.

Apolo:—¡Muy bien, Rikishi! Hazme arder de emoción.

¡¡¡SHISHIMAI: DANZA DEL LEÓN!!!

Raiden no perdió tiempo. Flexionó sus piernas grotescamente musculadas y se lanzó como un proyectil hacia el dios del sol, dejando una estela de viento y polvo tras de sí. Apolo, siempre elegante, esquivó el primer golpe con un ágil movimiento hacia el lado, pero antes de que pudiera contraatacar, Raiden giró en el aire como un torbellino, lanzando un brutal codazo que impactó directamente en el brazo izquierdo del dios.

El impacto resonó como un trueno, y Apolo fue empujado hacia atrás unos pasos. El público en las gradas contuvo el aliento al ver al dios retroceder por primera vez. Las ninfas que lo animaban enmudecieron momentáneamente, aunque seguían lanzándole miradas de admiración.

Raiden:—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Raiden, con una sonrisa desafiante mientras golpeaba sus puños entre sí, haciendo crujir los huesos de sus nudillos.

Apolo bajó la mirada hacia su brazo izquierdo. Un leve surco se había abierto en el metal de su guante, y un rastro de sangre divina resbalaba por su muñeca. Por primera vez en el combate, su sonrisa disminuyó.

Apolo:—Tsk... eso no estuvo nada mal, humano. Pero si crees que un pequeño rasguño me detendrá, te equivocas.

El dios del sol enderezó su postura y extendió sus brazos. Los guantes comenzaron a brillar intensamente, emitiendo un calor sofocante que hizo que la arena bajo sus pies comenzara a derretirse. Apolo ajustó su posición, adoptando una guardia más cerrada, y avanzó con paso firme hacia Raiden.

¡¡EL GRANDIOSO SOL QUE REPRESENTO NUNCA SE PONE!!

¡¡¡SOL ABRASADOR DE MEDIANOCHE!!!

El Rikishi no esperó. Con un rugido, volvió a cargar hacia su oponente, lanzando una lluvia de jabs y golpes giratorios, cada uno cargado con la energía de sus grotescos músculos. Apolo, sin embargo, se movía como un bailarín, esquivando y bloqueando con una fluidez impresionante.

En un momento de apertura, Apolo contraatacó con un gancho de derecha cargado de energía solar que impactó directamente en el rostro de Raiden, haciéndolo tambalearse hacia atrás. Pero el humano se recuperó rápidamente, y con un bramido, lanzó un golpe ascendente que Apolo apenas logró esquivar.

La lucha se intensificó aún más. Cada golpe de Raiden creaba cráteres en el suelo, mientras que cada impacto de Apolo dejaba quemaduras en la arena y el cuerpo del rikishi. El público estaba enloquecido, gritando los nombres de ambos combatientes mientras el sonido de sus ataques resonaba como truenos en el coliseo.

Finalmente, ambos combatientes se detuvieron momentáneamente, jadeando y observándose mutuamente. El cuerpo de Raiden humeaba, y su piel estaba cubierta de sangre y sudor. Apolo, por su parte, tenía varias quemaduras y cortes en su piel dorada, pero seguía sonriendo, aunque con un leve rastro de cansancio en sus ojos.

Apolo:—Tienes más fuerza de la que pensé, humano. —dijo Apolo, con un tono de admiración.

Raiden:—Y tú tienes más trucos de los que esperaba, niñito brillante. —respondió Raiden, con una sonrisa desafiante.

Ambos combatientes adoptaron nuevamente sus posturas de lucha, listos para continuar. El público estaba al borde de sus asientos, y hasta los dioses en las gradas observaban con atención. La batalla estaba lejos de terminar, y ambos sabían que lo mejor estaba por venir.

Mientras la feroz batalla continuaba en el coliseo, los potentes golpes y movimientos de Raiden parecían cargados de algo más que simple fuerza. Cada vez que sus puños impactaban contra el aire o contra los guantes de Apolo, los recuerdos del pasado acudían a su mente, transportándolo a un momento crucial de su vida.

.

.

.

¿CUÁL ES EL ORIGEN DE RAIDEN, EL RIKISHI SIN IGUAL?

En un hermoso y prometedor día del mes de enero de 1767, en la provincia de Shisano, algo inhumano llegó a este mundo.

Aldea de Ooishi, distrito Chiisagata, Shinano.

Un cielo despejado cubría los campos donde Haneemon Seki y Ken Seki, una humilde pareja de granjeros, trabajaban incansablemente para mantener su hogar. 

Su pequeño hijo, Tarokichi tiempo despues Raiden Tameemon, apenas tenía tres años, pero ya destacaba por su tamaño anormal y musculatura desproporcionada para un niño de su edad. Sin embargo, a pesar de su imponente físico, el pequeño Raiden no podía caminar. Sus piernas parecían incapaces de sostener el peso de su cuerpo.

Haneemon, un hombre robusto con manos endurecidas por el trabajo en la tierra, observaba a su hijo con preocupación mientras se frotaba la barbilla.

Haneemon:—"Ken, no lo entiendo... Mira el tamaño de sus piernas. Es un niño fuerte, pero..." —su voz se quebró un poco—. "¿Por qué no puede caminar?"

Ken, una mujer amable y de mirada cálida, se inclinó hacia su esposo y le tocó el hombro con ternura.

Ken:—"No te preocupes, Haneemon. Nuestro pequeño Tarokichi es especial. Tal vez sólo necesita un poco más de tiempo." —Le sonrió mientras su mirada se posaba en el niño, que jugaba sentado en el suelo con una rama, ajeno a la angustia de sus padres.—"Tiene una fuerza dentro de él... Lo sé. Un día, caminará por este mundo con pasos firmes."

Haneemon suspiró profundamente, intentando confiar en las palabras de su esposa, pero en el fondo de su corazón temía que su hijo nunca pudiera levantarse. Las semanas pasaron, y los dos padres continuaron cuidando y alentando al pequeño Raiden, aunque cada día que no podía dar un solo paso les llenaba de más incertidumbre.

Una tarde, al regresar del campo, Haneemon y Ken encontraron algo inesperado en su casa.

Haneemon:—"¡Ken, ven rápido!" —gritó Haneemon desde la entrada. Dentro, Tarokichi estaba de pie. Su pequeño rostro irradiaba una sonrisa de pura felicidad mientras daba sus primeros pasos tambaleantes hacia sus padres.

Ken dejó caer la canasta que llevaba y corrió hacia su hijo, con lágrimas en los ojos.

Ken:—"¡Raiden! ¡Lo hiciste! ¡Estás caminando!"

Haneemon soltó una carcajada aliviada y emocionada.

Haneemon:—"¡Eso es, hijo mío! ¡Lo sabía! Eres fuerte, ¡muy fuerte!"

Sin embargo, la alegría se desmoronó en un instante. 

Cuando Raiden intentó dar un paso más, sus piernas temblaron y, de repente, todos los huesos de su cuerpo crujieron al unísono. 

El pequeño cayó al suelo como una marioneta rota, gritando de dolor. Ken lo alcanzó antes de que su cuerpo golpeara el suelo, sosteniéndolo con desesperación mientras su rostro se llenaba de horror.

Ken:—"¡Tarokichi! ¡Tarokichi!" —gritó su madre, con la voz quebrada. Sus brazos sostenían al niño que ahora lloraba, incapaz de moverse.

Haneemon se arrodilló a su lado, con el rostro pálido.

Haneemon:—"¿Qué está pasando? ¡Sus músculos...!"

El cuerpo del pequeño Raiden temblaba incontrolablemente. Los músculos que antes le habían permitido dar esos primeros pasos ahora lo habían traicionado. Eran demasiado fuertes para sus propios huesos, y el peso de su poder lo había destrozado desde adentro. Su carne parecía contener una fuerza descomunal que su frágil estructura ósea no podía soportar.

Ken lo abrazó con fuerza, sus lágrimas empapando el rostro del niño.

Ken:—"Tranquilo, mi amor... Estoy aquí. Todo estará bien, lo prometo..."

Los años que siguieron fueron un calvario para el pequeño Raiden. Desde ese día, entendió que la fuerza que habitaba en su cuerpo era un arma de doble filo. Cada intento de moverse o usar su poder terminaba en fracturas y gritos de dolor. Fue entonces cuando comenzó a desarrollar la técnica que cambiaría su vida: las "Cien Puertas".

En una noche silenciosa, mientras Raiden descansaba en el suelo, con vendas que cubrían su cuerpo y lágrimas de frustración en sus ojos, su padre se sentó junto a él.

Haneemon:—"Hijo..." —dijo Haneemon, colocando una mano en el hombro del pequeño—. "Sé que este poder parece una maldición ahora, pero quiero que recuerdes algo. No hay fuerza que no pueda ser controlada. Todo gran poder puede ser domado, pero necesitas paciencia y determinación."

Raiden miró a su padre con ojos llenos de lágrimas, pero algo en su interior comenzó a cambiar. Desde ese día, juró que dominaría su fuerza, sin importar cuánto dolor tuviera que soportar.

.

.

.

De vuelta en el presente...

El rugido del público trajo a Raiden de vuelta al campo de batalla. Sus ojos brillaban con determinación mientras enfrentaba a Apolo. El luchador de sumo cerró los puños con fuerza, y una sonrisa feroz se dibujó en su rostro. Recordó las palabras de su madre y padre, y el dolor que había soportado para controlar su poder.

Raiden:—"No hay fuerza que no pueda ser controlada..." —murmuró para sí mismo.

Apolo lo miró con una ceja arqueada, notando el cambio en la postura y la mirada de su oponente.

Apolo:—"¿Qué ocurre, Raiden? ¿Recordaste algo bonito? Bueno, no importa... Te haré recordar mi nombre con cada golpe."

Raiden se inclinó hacia adelante, sus músculos palpitando con una fuerza abrumadora.

Raiden:—"Te lo advierto... Prepárate, porque ahora voy en serio."

El rugido del público llenó el coliseo mientras el Rikishi cargaba hacia el dios del sol con renovada determinación, listo para desatar su máximo poder.

La arena del coliseo estaba envuelta en caos. Apolo, el resplandeciente dios del sol, había utilizado sus hilos dorados para inmovilizar a Raiden Tameemon, envolviéndolo como un insecto atrapado en una telaraña divina. 

La luz de los hilos iluminaba la arena con una intensidad cegadora, mientras el dios del sol, con su característica sonrisa arrogante, movía su brazo libre al aire, envolviéndolo con una masa de hilos que se acumulaban y crecían a un tamaño titánico.

Apolo:—"Brilla con mi gloria, humano. ¡Esto es lo que significa enfrentar al sol mismo!" —gritó Apolo, lleno de confianza. Con un movimiento elegante, tiró de los hilos dorados y jaló a Raiden hacia él, como si fuera una simple marioneta, preparándose para rematarlo.—¿Superarás a Dios, o te unirás a los humanos en el polvo?

¡¡¡HELIOS SUN STRIKE!!!

El brazo gigantesco y luminoso del dios descendió con una velocidad devastadora, chocando directamente contra el rostro del humano. 

El impacto creó una explosión de luz que inundó la arena, cegando a los espectadores y levantando un poderoso viento que sacudió las gradas. 

Los gritos de las ninfas de Apolo llenaron el aire mientras vitoreaban a su dios, seguras de que el golpe había terminado con su oponente.

Humanos:—¡¡RAIDEEEN!!—lloró el público.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió. Apolo sintió un extraño tirón en su brazo y bajó la mirada solo para ver cómo los hilos que envolvían a Raiden empezaban a desgarrarse, como si su pura fuerza física los hiciera pedazos. 

El brillo de los hilos comenzó a desvanecerse y finalmente estallaron en miles de fragmentos dorados, liberando al humano.

Apolo:—"¿Qué...?" —murmuró Apolo, su sonrisa desapareciendo por primera vez mientras retrocedía un paso. Antes de que pudiera reaccionar, un terrible dolor atravesó su brazo.

Raiden había tomado el brazo del dios con una fuerza sobrehumana. Sus músculos se hinchaban grotescamente, brillando con un verde esmeralda mientras el luchador rugía como una bestia desatada. 

La presión en el brazo de Apolo creció hasta que finalmente se escuchó un horrible "crack". El sonido del hueso rompiéndose resonó por toda la arena.

¡¡¡DAKIJIZŌ: ABRAZO DE JISO!!!

Apolo:—"¡AAAAAH!" —gritó Apolo con un rugido de dolor, mientras la expresión de confianza en su rostro se desvanecía por completo. El dios cayó de rodillas, sosteniéndose el brazo roto, incapaz de comprender cómo el humano había logrado algo así.

Raiden, sin perder un segundo, se inclinó hacia delante, aún sujetando el brazo del dios con una fuerza inquebrantable. Con un movimiento brutal, el luchador asestó un cabezazo directo en el rostro de Apolo. 

El sonido del impacto fue como un trueno, y la cabeza del dios se inclinó hacia atrás mientras la sangre volaba en todas direcciones.

Pero Raiden aún no había acabado.

Raiden:—"¡No he terminado contigo!" —rugió Raiden, mientras levantaba su rodilla y la estrellaba contra el abdomen del dios del sol, haciendo que Apolo escupiera sangre y cayera hacia adelante.

Sus músculos comenzaron a brillar una vez más, y su brazo derecho se hinchó grotescamente, acumulando toda su fuerza en un solo punto. 

El público humano observaba en silencio, paralizado por el espectáculo. Apolo, debilitado y tambaleándose, apenas podía mantenerse consciente mientras miraba con horror al monstruoso brazo del humano que descendía hacia él.

Raiden:—"¡Aquí tienes tu 'gloria'!" —gritó Raiden antes de impactar su puño masivo directamente en el rostro del dios.

El golpe fue devastador.

El cuerpo de Apolo fue lanzado hacia atrás con tal fuerza que rebotó contra el suelo de la arena antes de ser proyectado hacia el cielo, como si fuera un meteoro invertido. 

El dios ascendió por los aires, dejando tras de sí una estela de sangre que pintaba el cielo. Las ninfas de Apolo gritaron de horror, algunas cubriéndose los ojos mientras otras se desmayaban ante la brutalidad de lo que acababan de presenciar.

Heindall, completamente impactado, tomó el cuerno del apocalipsis con ambas manos y lo miró como si buscara palabras para describir lo que acababa de suceder. Finalmente, respiró hondo y, con una voz llena de emoción y asombro, gritó:

Raiden:—"¡EL INCOMPARABLE RAIDEN TAMEEMON HA LANZADO A APOLO POR LOS CIELOS! ¡EL CAMPEÓN DEL SUMO DESAFÍA AL SOL MISMO Y LO HACE TEMBLAR!"

Las gradas estallaron en vítores y aplausos por parte del público humano, mientras los dioses miraban en completo silencio, algunos con furia, otros con incredulidad. Zeus, observando desde su asiento, no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras murmuraba para sí mismo:

Zeus:—"Ese humano... sí que sabe cómo divertirse."

Mientras tanto, Raiden permanecía de pie en el centro de la arena, su pecho subiendo y bajando con fuerza mientras respiraba profundamente. Una mezcla de sangre y sudor cubría su cuerpo, pero sus ojos estaban llenos de determinación mientras miraba hacia el cielo, esperando el regreso de Apolo.

Arriba, entre las nubes, el dios del sol comenzaba a recuperar la conciencia, y una furiosa sonrisa se dibujaba en su rostro ensangrentado.

Apolo:—"Bueno, humano... ¡Esto recién comienza!"


Fin que les parecio?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro