Eternity
Más allá de las nubes, en una región que ni los cielos ni los infiernos podían reclamar, se alzaba un coliseo de proporciones inimaginables, un testimonio monumental de la grandeza de los dioses y la determinación de la humanidad.
Construido al estilo romano, su inmensidad superaba todo lo conocido, con un tamaño tan colosal que la propia arena de combate en su centro era ocho veces más grande que un estadio de fútbol entero.
A cada lado de este coliseo titánico, las fuerzas del universo se reunían. Por un lado, todas y cada una de las almas humanas, las que habían existido desde los inicios de la humanidad, se agolpaban en las gradas superiores. Aunque no tenían la mejor vista, sus voces llenaban el aire con gritos de esperanza, pasión y fe en sus campeones.
Las almas, vestidas con las ropas de sus eras y civilizaciones, eran un mosaico vibrante de la historia humana. Desde emperadores hasta campesinos, desde filósofos hasta guerreros, todos estaban allí, unidos por una misma causa: sobrevivir.
En el lado opuesto, los dioses de cada panteón conocido, y algunos olvidados, ocupaban las gradas más bajas, en posiciones privilegiadas que les daban una vista perfecta de la arena.
Dioses nórdicos, griegos, egipcios, hindúes, japoneses y más, cada uno representando su supremacía divina, se mostraban con sus tronos y símbolos característicos, mirándose unos a otros con rivalidad o camaradería.
Los murmullos de los dioses eran como truenos en comparación con los gritos de las almas humanas. Algunos reían, otros discutían, pero todos aguardaban con ansias el inicio del enfrentamiento.
La conmoción y la pasión de las dos facciones llenaban el aire.
Los gritos de la humanidad y las risas de los dioses se mezclaban con el ruido de cientos de dragones que sobrevolaban el coliseo. Criaturas imponentes, de colores y tamaños variados, surcaban los cielos como guardianes del evento. Sus intensas llamaradas iluminaban las nubes en explosiones de fuego que teñían el firmamento con tonos dorados y carmesí.
El ambiente estaba cargado de una energía casi divina, amplificada por la música de cientos de millones de coros angelicales. Tocando instrumentos celestiales, desde trompetas doradas hasta arpas etéreas, los coros creaban una melodía tan majestuosa que parecía conectar a los mortales con los dioses, envolviendo el coliseo en una atmósfera de solemnidad y grandeza.
En el centro de la arena, sobre un altar que parecía esculpido en una sola pieza de obsidiana y oro, se encontraba el Vigía del Apocalipsis. Un ser de proporciones míticas, cuya apariencia desafiaba la comprensión.
Su aspecto casi robótico donde en su mano derecha, sostenía el Cuerno del Apocalipsis, un instrumento sagrado tallado en hueso divino y decorado con inscripciones que ningún mortal ni dios podría descifrar por completo.
El Vigía permanecía inmóvil, su presencia dominando el coliseo entero. Los dragones rugían, los coros seguían tocando, y las voces de dioses y mortales se alzaban en un crescendo.
Todo el Valhalla parecía aguantar la respiración, esperando el sonido que daría inicio al enfrentamiento final de esa ronda.
El Vigía alzó el Cuerno del Apocalipsis, su figura irradiando un poder insondable. Los coros se detuvieron, los dragones se silenciaron, y hasta los gritos de la humanidad y las risas de los dioses cesaron al unísono. Un silencio absoluto envolvió el coliseo, tan profundo que se podía escuchar el viento acariciando las rocas y las respiraciones de miles de seres.
Con un gesto lento pero solemne, el Vigía llevó el cuerno a sus labios, y un sonido profundo y resonante rompió el silencio.
El Cuerno del Apocalipsis rugió como el grito de un millón de tormentas, reverberando en los cielos y el suelo, sacudiendo cada rincón del coliseo.
La vibración misma parecía atravesar las almas de todos los presentes, mortales y dioses por igual.
El enfrentamiento estaba a punto de comenzar.
El rugido del Cuerno del Apocalipsis aún resonaba en el coliseo, pero fue seguido rápidamente por una nueva explosión de energía. Heimdall, el incansable anunciador de los combates, se colocó en el centro de la arena. Su postura firme y su legendario cuerno Gjallarhorn al lado, alzó un dedo al cielo mientras las luces del coliseo se apagaban de repente.
En medio de la oscuridad, un único reflector iluminó a Heimdall, quien tomó una profunda bocanada de aire antes de gritar con todo el poder de sus pulmones:
Heindall:—¡Damas, caballeros, dioses y mortales por igual! ¡Bienvenidos a la Séptima Ronda del Ragnarok!
El coliseo estalló en un rugido ensordecedor, con los dioses gritando con entusiasmo y las almas humanas coreando a sus héroes.
El sonido del público vibraba en cada esquina del coliseo, pero Heimdall, como siempre, estaba listo para dominar el ruido. Levantó la mano nuevamente, pidiendo silencio.
Heindall:—¡Esta no será una ronda cualquiera! —continuó, su voz reverberando como un trueno. Su tono pasó de entusiasta a solemne, cargando el aire con expectación.—¡Esta será una lucha especial, una como nunca antes han presenciado! Por primera vez en el Ragnarok... ¡será un combate doble!
El público quedó en un estado de asombro absoluto. Las almas humanas y los dioses intercambiaban miradas de sorpresa, murmurando entre sí, incapaces de procesar lo que acababan de escuchar.
Heimdall, aprovechando el impacto de sus palabras, señaló hacia las gradas donde estaban los dioses y mortales mientras continuaba su anuncio:
Heindall:—¡Dos dioses! ¡Contra dos humanos! ¡Una batalla para el recuerdo, donde ambos bandos mostrarán el máximo de su poder y unidad! El murmullo entre el público creció. Algunas almas humanas gritaban emocionadas, mientras otros parecían preocupados por la idea de que sus campeones se enfrentaran a tal desafío. Los dioses, por su parte, parecían fascinados y expectantes.
Heimdall levantó su brazo derecho, extendiendo un dedo hacia el cielo para captar nuevamente la atención de todos.
Heindall:—¡Y eso no es todo! Esta ronda tendrá un giro adicional. ¡El bando que gane recibirá DOS puntos en lugar de uno!
Las palabras de Heimdall cayeron como una tormenta sobre el público. Las almas humanas gritaron de emoción, mientras los dioses aplaudían con fervor. Sin embargo, el tono de Heimdall cambió de pronto, haciéndose más serio.
Heindall:—Pero... —continuó, haciendo una pausa intencionada que silenció al coliseo entero—. ¡Si uno de los luchadores del bando ganador muere, solo contará como un punto!
El impacto de estas palabras fue inmediato.
El público estalló en murmullos.
La tensión creció en las gradas, ya que todos comenzaron a debatir lo que esto significaba.
Algunos dioses se mostraban impasibles, otros sonreían con malicia, mientras las almas humanas intercambiaban miradas preocupadas.
Heimdall, con su usual dominio del escenario, levantó ambas manos para calmar a los presentes.
Heindall:—¡Silencio, mortales y dioses! —gritó, su voz cortando a través del ruido como una cuchilla afilada—. No hay tiempo para el miedo ni para los murmullos. ¡Es hora de presentar a los combatientes que participarán en esta legendaria batalla!
La arena volvió a quedarse en un tenso silencio. Solo se escuchaba el crujido del viento y las alas de los dragones que volaban sobre el coliseo. Heimdall, con una sonrisa peligrosa, giró su mirada hacia el túnel donde aparecerían los primeros combatientes.
Heindall:—¡Prepárense todos, porque el destino del Ragnarok cambiará para siempre en esta lucha! Ahora, sin más demora... ¡demos paso a los guerreros que decidirán el destino de dioses y mortales!
El público se quedó al borde de sus asientos, esperando con ansias ver quién sería el primero en entrar en la arena. Los tambores comenzaron a sonar, marcando el inicio del enfrentamiento definitivo.
Heimdall, con un brillo de anticipación en sus ojos, levantó su brazo derecho hacia el cielo, su voz resonando con fuerza en todo el coliseo:
Heindall:—¡Es hora de presentar al primer luchador humano que entrará en la arena de los dioses!
De pronto, desde el gran adorno central del coliseo, una serie de carteles se desenrollaron, llenos de colores vibrantes y un mensaje claro que captó la atención de todos los espectadores:
"GRACIAS POR SU APOYO."
Hombre:—Oh... ¿no es este el estilo de una arena de sumo japonesa?—reconoció un hombre entre los humanos.
Mujer:—Aunque es un poco extraño...
Hombre:—O-oye... ¡Eso es...!
El público humano estalló en aplausos y gritos emocionados, reconociendo de inmediato la tradición oriental de las luchas de sumo.
Un desfile de mujeres elegantemente vestidas con kimonos adornados en patrones tradicionales comenzó a avanzar por el estadio, sosteniendo carteles que anunciaban diversos productos y servicios.
Eran los clásicos anuncios kensho de sumo, una mezcla de patrocinadores y tradición que agregaban un toque de familiaridad para los humanos presentes.
Servicios como:
¡Pasteles Salmiakki de las Valquirias!
Manzanas Sabor del Jardín del Edén
Casas del Valhalla con: 10,000 años de garantía
El Restaurante del Dios Baco
Salón de belleza de la diosa Afrodita
Hombre:—Esos son los anuncios kensho de sumo...
Mujer:—Pero, realmente hay algo extraño...
Heindall:—AHORA YA ES MOMENTO—Heimdall señaló a un extremo de la arena—. ¡REPRESENTANDO A LA HUMANIDAD EN LA ESQUINA ESTE SE ENCUENTRA ESTE HOMBRE!
https://youtu.be/1uNYGlT9s7g
La puerta desde donde saldría el primer luchador humano estaba rodeada de una gran multitud de hombres corpulentos, bien nutridos y con músculos que parecían de mármol pulido. Eran luchadores de sumo, sus camaradas, que habían venido a darle la bienvenida y a mostrar su apoyo liderados por Tanikaze Kajinosuke y Onogawa Kisaburo, los Yokozuna de cuarta y quinta generación respectivamente.
Heindall:—¡NACIDO EN LA TIERRA DEL SOL NACIENTE, UNO DE LOS MEJORES DEPORTES DE COMBATE CONOCIDOS POR EL HOMBRE!
SUMO
Formaron una línea perfecta, adoptaron sus posturas características y alzaron su pierna derecha al aire con un sincronizado movimiento que hizo temblar la tierra bajo sus pies. Con un rugido unísono, gritaron al cielo con fuerza:
Sumos:—¡YOISHO!
El grito resonó como un trueno, y la puerta de la arena comenzó a abrirse lentamente. De entre la oscuridad, una imponente silueta emergió con paso resuelto y un aire de total suficiencia.
Heindall:—EN LOS 2,000 AÑOS DE LA HISTORIA DEL DEPORTE, NADIE SE ATREVERÍA A NEGAR...¡¡QUE UN HOMBRE SE DESTACÓ POR SOBRE TODOS LOS DEMÁS!!
La figura del hombre era majestuosa. Su musculatura era legendaria, su cuerpo el reflejo perfecto de la disciplina y la fuerza. Sus ropas y cabello ondeaban al viento mientras daba cada paso con la confianza de un guerrero que sabía que el mundo entero lo observaba. Su sonrisa era contagiosa, irradiaba seguridad y carisma.
Sumos:—¡YOISHO! ¡HARITE! ¡TEPPO! ¡KANNUKI! ¡SABAORI!
Heindall:—SU FUERZA BRUTAL HIZO QUE LOS OFICIALES LE PROHIBIERAN UTILIZAR SUS TÉCNICAS FAVORITAS. Y AÚN ASÍ... ¡¡CONSERVÓ SU TÍTULO DEL MÁS FUERTE!!
Cuando llegó al centro del túnel, el hombre extendió ambos brazos hacia los costados. Con un movimiento fluido, se deshizo de sus prendas exteriores, dejando al descubierto su cuerpo desnudo excepto por lo esencial.
Sólo lo cubrían un cinturón ceremonial, bandas protectoras en sus articulaciones y una serie de tatuajes rojizos con patrones extraños y misteriosos que recorrían su piel como marcas de fuego.
Heindall:—¡SIGUIÓ GANANDO Y GANANDO Y GANANDO POR TODA LA ETERNIDAD!
El público humano estalló en vítores, y el rugido de la ovación llenó el coliseo como un maremoto. Los dioses mismos, que observaban desde sus gradas, miraron con curiosidad e incluso con una pizca de admiración hacia el guerrero humano.
Sugita Genpaku:—Espléndido... desde su latssimus dorsi a su gluteus maximus... el movimiento de sus músculos es realmente una vista digna de admiración—comentó el médico Sugita Genpaku—. Hmm... me encantaría diseccionar a ese hombre.
A su lado, el afamado artista Katsushita Hokusai bocetaba casi en trance la figura del luchador de sumo sobre una hoja con su pincel.
Sumos:—¡YOISHO!
Heindall:—EL HOMBRE QUE GOBERNÓ COMO EL EMPERADOR DEL RING POR MÁS DE VEINTE AÑOS, FUE NOMBRADO POR EL PUEBLO...
¡¡COMO UN RIKISHI SIN IGUAL!!
Sumos:—¡YOISHO!
Heimdall, con su sonrisa habitual, tomó aire y gritó a todo pulmón, anunciando el nombre del luchador:
Heindall:—¡Desde las profundidades del Japón feudal, el hombre que rompió todos los límites, el luchador de sumo más fuerte de la historia! ¡El inigualable...
RA
IDEN
TA
ME
MOON
RAIDEN TAMEEMON!
¡¡¡UNO DE LOS REPRESENTANTES DE LA HUMANIDAD EN LA SEPTIMA RONDA!!!
''RAIDEN TAMEEMON'' (JAPONES)
En cuanto su nombre resonó por el coliseo, el hombre llevó una mano a su cabeza, con una pose relajada y una sonrisa animada, casi arrogante. La energía del público se elevó a nuevas alturas, los vítores y aplausos se volvieron ensordecedores.
Humanos:—¡Sí! ¡Hemos estado esperando esto!
—¡¡El luchador más grande de la historia!!
—¡¡Esto le enseñará a los jueces que lo rechazaron!!
—¡Eres genial, Raiden!
—¡¡Ve y derriba a un dios esta vez!!
El luchador se rascó detrás de la cabeza y saludó al público con la mano.
Raiden:—Parece que estamos llenos... sin importar la época, todo el mundo ama estas cosas—sonrió afable a Heimdall—. ¿No es así?
Heindall:—Ah... así parece...—reconoció el dios.
Raiden caminó hacia el centro de la arena, deteniéndose bajo el reflector que lo iluminaba. Alzó ambos brazos hacia el cielo, como si estuviera recibiendo las bendiciones de los dioses y los gritos de los mortales. Su voz, fuerte y llena de confianza, resonó por todo el coliseo:
Raiden:—¡Espero que todos estén listos, porque voy a mostrarles la fuerza de un verdadero humano!
El público rugió aún más fuerte, y las tribunas temblaron mientras los luchadores de sumo detrás de la puerta alzaban una vez más sus piernas y gritaban al unísono:
Sumos:—¡YOISHO!
Raiden Tameemon estaba listo para la batalla. La séptima ronda del Ragnarok había comenzado con la fuerza y la energía de un guerrero que no conocía límites. El coliseo entero era suyo.
Heimdall, ahora lleno de energía por la recepción masiva que tuvo Raiden, levantó su Gjallarhorn al cielo una vez más, pidiendo silencio en el coliseo. Con una voz solemne y poderosa, anunció:
Heindall:—¡Y ahora, es momento de recibir al primer luchador del bando de los dioses!
https://youtu.be/vSkb0kDacjs
De repente, el ambiente cambió de forma drástica. Un aire sombrío y helado se apoderó del coliseo, como si la misma muerte hubiese decidido hacer acto de presencia.
La puerta por donde entraría el próximo combatiente fue rodeada por cientos de calaveras, que parecían moverse con vida propia, chirriando y observando a los presentes con ojos vacíos.
El silencio se convirtió en miedo palpable, mientras una figura comenzó a emerger de la oscuridad.
El hombre que apareció llevaba consigo una presencia tan fría y solemne que congelaba las almas de quienes lo miraban. Vestía una elegante gabardina blanca adornada con detalles dorados y violetas, y en su mano derecha sostenía un hermoso bidente, cuya hoja brillaba con un aura oscura pero majestuosa.
Su rostro apuesto y perfectamente simétrico, sus ojos violetas llenos de sabiduría y peligro, y el tatuaje de laureles que adornaba su frente dejaban claro que no era cualquier dios. Era el rey del inframundo.
Heindall:—¡Y AHORA! ¡PRESENTADO AL LUCHADOR DE LOS DIOSES!—exclamó Heimdall—. EN VISTA DE LA MISTERIOSA DESAPARICIÓN DE LOS ÚLTIMOS DOS LUCHADORES, SE HAN AÑADIDO A DOS NUEVOS PELEADORES A LA LISTA.
A medida que avanzaba con paso lento y decidido, cuatro farolas esqueleticas que rodeaban la entrada se encendieron con un fuego verde intenso, iluminando la arena con un resplandor espectral.
De la tierra, dos líneas de muertos vivientes comenzaron a emerger, sus cuerpos desgastados y llenos de putrefacción.
Los no-muertos, con movimientos torpes pero coordinados, extendieron en el suelo una alfombra roja, marcando el camino que su señor recorrería.
Heindall:—¡¡VINIENDO DESDE EL HELHEIM EN UN MOMENTO DE NECESIDAD ESTÁ ESTE DIOS!!
El público humano y los dioses miraban con asombro. Los humanos que habían vivido en la época vikinga quedaron petrificados al escuchar las palabras de aquellos que los rodeaban:
Vikingos:—¡Es el rey de Helheim... el propio infierno!
Los murmullos entre los humanos crecieron.
Los vikingos explicaron a los demás lo que significaba Helheim, el reino de los muertos en su cultura, y un escalofrío recorrió a todos aquellos que comprendieron que estaban frente al gobernante de la muerte misma.
Por otro lado, entre los dioses presentes en las gradas, la reacción fue completamente distinta. Tan pronto como Hades cruzó la puerta de la arena, cada uno de los dioses se puso firme en su lugar, enderezándose y llevando el puño derecho al pecho en un saludo militar.
Era un gesto de absoluto respeto, no solo hacia su poder, sino hacia el peso que su presencia cargaba como rey de los muertos.
Heindall:—CUANDO ÉSTE DIOS CAMINA, EL MUNDO ENTERO TIEMBLA. CUANDO ÉSTE DIOS PONE MALA CARA, ¡¡TODOS SE ARRODILLAN ANTE ÉL!! CERBERO, EL GUARDIAN DEL INFRAMUNDO, SE INCLINA ANTE ÉL. TIFÓN, EL MONSTRUO MÁS TERRIBLE, RONRONEA COMO UN GATITO.
Hades continuó avanzando, su mirada seria y su andar regio imponiendo un silencio absoluto.
Los muertos vivientes que lo habían escoltado retrocedieron y desaparecieron bajo tierra al llegar al centro de la arena.
Con una calma inquietante, Hades quitó su elegante gabardina, revelando el traje blanco impecable que vestía debajo, perfectamente entallado para su cuerpo esculpido.
El tatuaje de laureles en su frente brilló tenuemente, y los detalles dorados de sus prendas reflejaron las llamas verdes de las farolas.
Heindall:—EL MAYOR DE LOS TRES DIOSES MÁS PODEROSOS DE GRECIA Y EL REY DEL INFRAMUNDO... ¡¡¡HAAAAAAADEEEEEEES!!!
¡¡UNO DE LOS REPRESENTANTES DE LOS DIOSES EN LA SEPTIMA RONDA!!
''HADES'' (GRIEGO)
Finalmente, Hades alzó su bidente, su voz resonando por todo el coliseo:
Hades:—Yo soy Hades, el rey de Helheim, y he venido a reclamar el honor de los dioses caídos. ¡Por Poseidón, mi hermano, y por la gloria de mi linaje, enfrentaré a los humanos!
El público estalló en una mezcla de vítores, gritos de miedo y aplausos.
Los dioses respondieron con un estruendoso grito de guerra, mientras los humanos se mantenían en un tenso silencio, con muchos de ellos incapaces de procesar lo que estaban viendo.
Heimdall, con una sonrisa que ocultaba su propio nerviosismo, gritó al cielo:
Heindall:—¡El gobernante del inframundo está aquí! ¡El maestro del Helheim, el hermano de Poseidón! ¡Den la bienvenida a... HADES!
El coliseo rugió con energía mientras Hades giraba su bidente en la mano, colocándolo firmemente en el suelo, su mirada fija en el lugar donde aparecería el siguiente luchador.
El combate estaba a punto de comenzar, y la presencia del rey del inframundo aseguraba que este enfrentamiento sería legendario.
Heimdall, ahora completamente encendido con la energía del coliseo, alzó su mano derecha hacia el cielo una vez más. Su voz, fuerte como el trueno, reverberó por todo el estadio:
Heindall:—¡Y ahora, es momento de recibir al segundo luchador de la humanidad! ¡¡Dios y Hombres por igual mantengan los ojos bien abiertos por miles de años el destino a llevado al dios y al hombre juntos en este amargo ciclo!!
https://youtu.be/p1SlBlB5pzU
De inmediato, la atmósfera cambió una vez más. La entrada opuesta a la de Raiden comenzó a transformarse. Una serie de estatuas de guerreros espartanos emergieron del suelo, alineándose perfectamente a ambos lados de la puerta.
Los murales frescos cobraron vida, mostrando con lujo de detalle las batallas más icónicas de los espartanos: las Termópilas, Platea, y muchas más.
Cada detalle, desde las lanzas hasta los escudos, resaltaba la gloria de la historia espartana.
Heindall:—PERO EN ESTE JUSTO MOMENTO TODO ESO LLEGO A SU FIN!!! ¿DONDE VIVEN LAS PERSONAS MAS PODEROSAS EN LA HISTORIA HUMANA?
Por encima de las puertas, cientos de guerreros espartanos aparecieron.
Heindall:—NO IMPORTA AQUIEN LE PREGUNTAS SOLO HAY UNA RESPUESTA Y ESA ES?
De pie como una pared impenetrable de fuerza y disciplina, alzaron sus lanzas al cielo con un grito unísono que estremeció el coliseo:
Espartanos:—¡ESPARTA!
El grito resonó por todo el coliseo, y los guerreros comenzaron a golpear el suelo de la arena con sus lanzas, creando un ritmo ensordecedor, como un tambor de guerra.
La energía era palpable, y los humanos en las gradas comenzaron a gritar y vitorear, llenos de orgullo y emoción.
Heindall:—ESTOS HOMBRES DEDICARON TODA SU VIDA A UN INTERMINABLE ENTRENAMIENTO NACIDOS PARA LA BATALLA Y PARA MORIR EN LA BATALLA CUAL ERA SU PROPOSITO ¿VICTORIAS? ¿GLORIA?
Espartanos:—¡NO! ¡NO! ¡¡¡NO!!!
De entre la entrada oscura, una figura imponente comenzó a emerger. El sonido de sus pasos retumbaba como truenos, y a medida que su silueta se hacía más clara, la tensión en el coliseo aumentaba.
Era un hombre alto y musculoso, su cuerpo cubierto de cicatrices que narraban historias de incontables batallas.
Heindall:—LEYENDAS CUENTAN DE LA BATALLA DE LAS TERMOPILAS EN EL 480 A.C DONDE SOLO 300 DE ELLOS LE HICIERON FRENTE A UN EJERCITO DE UN MILLON DE PERSAS!!
A SI QUE HABLANDO
Heindall:—DE NUNCA RENDIRSE NI DE RENUNCIAR ESO ES LO QUE ESTA ESCRITO EN LA SANGRE DE CADA ESPARTANO!!!
Lo mas llamativo del hombre era una cicatriz especialmente distintiva recorría el lado derecho de su rostro, marcándolo como un guerrero que había visto el infierno y había regresado para conquistarlo. Su barba áspera, similar a una perilla, y el moño detrás de su cabeza le daban un aire de autoridad y peligro.
Heindall:—Y ESTE HOMBRE NO SE INCARA O INCLINARA SU CABEZA ANTE NINGUN DIOS!!!
Pero lo mas llamativo era su vestimenta lo que más llamaba la atención. No era la de un guerrero espartano clásico, sino una mezcla moderna y ancestral:
pantalones de camuflaje, cinturones con bolsas, botas negras pesadas, y una camisa negra ajustada con hebilla. Sobre todo esto, una densa capa de color rojo, que se movía con el viento, y un casco de bronce sobre su cabeza, el clásico símbolo de Esparta.
Heindall:—EL REY MAS PODEROSO DE LAS PERSONAS MAS PODEROSAS!!!
En sus manos llevaba las armas que definían su estilo único. En la mano derecha, sostenía una larga y hermosa lanza, adornada con grabados dorados que brillaban bajo las luces de la arena.
El extremo de la lanza estaba conectado a una cadena que llevaba hacia su mano izquierda, donde sostenía un escudo metálico de aspis, de color gris oscuro, con grabados que representaban la gloria de Esparta.
Al llegar al centro de la arena, el hombre se detuvo, su presencia llenando el espacio con una autoridad casi divina.
¡LEO!
¡NI!
¡DAS!
¡¡¡EL SEGUNDO REPRESENTANTE DE LA HUMANIDAD EN LA SEPTIMA RONDA!!!
''LEONIDAS'' (GRIEGO)
Leo se llevo una mano a su rostro, sacando un habano de su boca, y con un movimiento lento, exhaló una nube de humo al aire mientras una sonrisa peligrosa y confiada se formaba en su rostro.
Heimdall, lleno de entusiasmo, gritó con toda la fuerza de su voz:
Heindall:—¡Desde el corazón de Esparta, el rey de los guerreros, el hombre que desafió la muerte misma! ¡El León de Esparta, el indomable... LEONIDAS!
El público humano explotó en vítores.
Los espartanos en las gradas golpearon sus lanzas contra el suelo una vez más, gritando el nombre de su rey, mientras Leonidas observaba alrededor, con una calma peligrosa, disfrutando de la energía que lo rodeaba.
Leonidas levantó su escudo, golpeándolo con la base de su lanza, generando un estruendo que silenció al coliseo por un breve instante. Su voz profunda resonó con fuerza:
Leonidas:—¡Dioses, demonios, o cualquier maldito que se cruce en mi camino, que venga! ¡Porque hoy... Esparta lucha con todo!
El rugido del público fue ensordecedor, y Leonidas se permitió una última calada de su habano antes de lanzarlo al suelo, pisándolo con su pesada bota.
Apretó con fuerza su lanza y su escudo, listo para el enfrentamiento que estaba por venir.
El segundo luchador humano había llegado, y el coliseo ardía con la promesa de batalla.
Heimdall, decidido a mantener la emoción en su punto más alto, alzó una vez más su brazo al aire, pidiendo silencio al público. Su voz retumbó por todo el coliseo como un trueno:
Heindall:—¡Y ahora, es momento de recibir al segundo luchador divino en esta séptima ronda del Ragnarok!
De inmediato, una serie de estatuas comenzaron a emerger de la entrada opuesta a la de Leonidas. Estatuas doradas, perfectamente detalladas, representaban las grandes hazañas del próximo dios.
Pinturas se manifestaron en las paredes del túnel, con colores vivos que narraban sus gestas heroicas: la perfección de su arte, la calidez de su presencia, y el resplandor que traía al mundo.
https://youtu.be/jMIF0iyX1iM
Una luz dorada cegadora emergió del centro de la entrada, iluminando el coliseo como si un segundo sol hubiese descendido.
Los dioses en las gradas se emocionaron al instante, muchos levantándose de sus asientos, sabiendo perfectamente quién era el siguiente en entrar.
Dios:—E-esa luz tan deslumbrante...
Diosa:—Ha llegado su turno.
Dios:—¡Había estado esperando por él!
Sus murmullos y vítores llenaron el aire, pero entre ellos, un gruñido de molestia resonó: era Leonidas, que observaba con desdén y cierta irritación al luchador que venía.
Heindall:—¿POR QUÉ ESTE DIOS EMANA TANTO BRILLO? ¿POR QUÉ ESTE DIOS ES TAN AMADO? EL NACIDO FUERA DE LA TIERRA JUNTO A SU HERMANA MELLIZA! ENCAMINO SU VIDA A DEDICARSE A LA MÚSICA Y A LAS ENFERMEDADES! PERO SU ROL PRINCIPAL ES EL SOL!!!!!!
De la brillante luz dorada emergió un camino de llamas doradas, tan resplandecientes que parecía como si la misma arena ardiera bajo la gracia del sol.
El público humano y los mortales vieron con asombro cómo esas llamas trazaban un sendero perfecto, iluminando el paso de la divinidad.
Heindall:—¿SERÁ PORQUE LE DISPARÓ Y MATÓ A LA LEGENDARIA PITÓN CON SU ARCO Y FLECHA DE PLATA? ¿SERÁ POR LA INTRIGANTE MELODÍA QUE PRODUCE AL TOCAR SU LIRA?
Del centro de las llamas, un carruaje tirado por caballos blancos impecables apareció, avanzando a toda velocidad.
Los cascos de los caballos parecían tocar el suelo con una elegancia sobrenatural, dejando tras de sí un rastro de fuego que se desvanecía en cuestión de segundos.
El carruaje se detuvo de golpe en el centro de la arena, y de él descendió una figura radiante, con los brazos extendidos, irradiando majestuosidad en cada movimiento.
Heindall:—NO.
¡NO!
¡¡NO!!
Heindall:—¡ES POR SU ABRUMADORA BELLEZA Y FUERZA! TIENE EL RÉCORD DE GIGANTES MAS ASESINADOS DURANTE AL GIGANTOMAQUIA!! FUNDO UN EVENTO GRACIAS AL ORÁCULO QUE HOY EN DÍA SE CONOCE COMO "LOS JUEGOS OLÍMPICOS" POR SU DIVINA GRACIA Y ESENCIA INDIRECTAMENTE ASESINO AL GRAN HÉROE GRIEGO AQUILES! DURANTE LA GRAN GUERRA DE TROYA!!!!
Era el dios del sol, la perfección hecha carne.
Una corona solar se alzaba detrás de su espalda, intensificando el aura divina que lo rodeaba.
El dios alzó la cabeza al cielo, su rostro iluminado con una sonrisa confiada, y de inmediato una decena de ninfas danzaron hacia él.
Con movimientos elegantes y gráciles, las ninfas comenzaron a quitarle sus túnicas y ornamentos ceremoniales, como si fueran parte de un elaborado ritual.
Heindall:—EL HERMOSO DIOS DEL SOL QUE BRILLA EN LOS CIELOS. SU PASIÓN ES LA MÚSICA Y SU BELLEZA ES ÚNICA! EL ES EL DIOS GRIEGO MAS FAMOSO Y QUERIDO! TODOS LOS CONOCEMOS SUS MELODÍAS SON ÚNICAS! PERO SU FURIA...ES PELIGROSA Y HOY LUCHA POR EL HONOR DE LOS DE SU PANTEÓN! LOS DIOSES Y LOS HOMBRES LO HONRAN COMO..."PHOEBUS"—¡APOOOOOLO!
¡¡¡EL SEGUNDO REPRESENTANTE DE LOS DIOSES EN LA SEPTIMA RONDA!!!
''APOLO'' (GRIEGO)
Las llamas doradas desaparecieron mientras Apolo posaba, su figura bañada por una luz dorada que hacía que su piel brillara como si fuera oro.
La multitud de dioses gritó su nombre, vitoreando y aplaudiendo, mientras el dios sonreía con carisma absoluto.
Con un movimiento lento y calculado, Apolo comenzó a prepararse para la batalla. Su vestimenta ceremonial fue reemplazada por algo más adecuado para el combate, pero sin perder su elegancia característica.
Apolo:—¡Prepárense, mortales! ¡Hoy tendrán el honor de ver el verdadero esplendor de un dios!
El dios del sol vestía elementos tradicionales griegos, pero con toques que reflejaban su propio estilo único.
Llevaba una corona de laurel sobre su cabeza, sandalias de piel de borrego, y una toga que recordaba a un kimono.
La toga estaba adornada con patrones florales en el pecho, y estaba abierta para revelar su musculoso torso, decorado con joyas brillantes.
Un collar que se extendía por su pecho asemejaba el sol y sus rayos, mientras que una cadena decorativa adornaba su faja y otra rodeaba su pierna derecha.
Sus guantes negros, que solo cubrían los pulgares, índices y dedos medios, dejaban expuestos los otros dos dedos de cada mano, resaltando su sentido de la moda incluso en la batalla.
Cuando estuvo completamente listo, Apolo giró lentamente, dejando que todos pudieran admirar su perfección.
Con una sonrisa confiada, se llevó las manos a la cara, palmeándola con suavidad, como si se estuviera asegurando de estar impecable.
Heimdall, al ver que Apolo había terminado su entrada, gritó con entusiasmo:
Heindall:—¡Den la bienvenida al dios del sol, el maestro de la perfección, el orgullo del Olimpo... APOLO!
El coliseo estalló en vítores, especialmente desde el lado de los dioses, que no podían contener su emoción al ver a uno de los suyos, el más brillante y radiante, entrando en escena.
Leonidas, por su parte, escupió al suelo con desdén, murmurando algo incomprensible, mientras Apolo giraba para mirarlo con una sonrisa burlona, sabiendo que ya había encendido la chispa de la rivalidad.
Apolo levantó ambos brazos, llamando la atención del público una vez más, mientras la luz dorada que lo rodeaba crecía en intensidad. Con una voz tan melodiosa como poderosa, el dios del sol declaró:
Apolo:—¡Que inicie la batalla, para que el sol brille más fuerte que nunca!
El público rugió de emoción, y los dos equipos de combatientes ahora estaban listos para enfrentarse. La séptima ronda del Ragnarok estaba a punto de comenzar, y el escenario no podría ser más épico.
La tensión en la arena era palpable, mientras los dos equipos de combatientes se alineaban. Raiden Tameemon, con su inmensa figura, se paró al lado de Leonidas, calentando sus músculos con movimientos controlados.
El luchador de sumo apretó con fuerza su puño, dejando escapar un leve crujido que resonó en la arena.
Leonidas, siempre directo y con su actitud desafiante, lo miró de reojo.
Leonidas:—¿Estás listo, mocoso? —preguntó con una voz áspera y burlona, mientras ajustaba el agarre en su lanza y dirigía una mirada asesina hacia Apolo, su intención de acabar con el dios del sol clara como el día.
Raiden, lejos de sentirse intimidado, soltó una carcajada.
Raiden:—Listo, viejo. Pero no te pongas celoso si me roban todo el espectáculo.
El luchador lanzó un par de golpes al aire, sus puños cortando el viento con una fuerza que levantó una pequeña corriente de polvo a sus pies.
Leonidas simplemente gruñó, pero su sonrisa delató que estaba más que satisfecho con la confianza de su compañero.
Del otro lado de la arena, Hades permanecía completamente serio, una calma fría y calculadora rodeando su figura.
Sus manos se cerraron con fuerza alrededor del bidente, y su mirada se fijó en Raiden y Leonidas como un halcón listo para atacar.
Su postura era impecable, y la intensidad de su presencia dejó en claro que no tenía intenciones de dar un solo paso atrás.
Apolo, por el contrario, mantenía su característica sonrisa de oreja a oreja, una mezcla de diversión y autocomplacencia iluminando su rostro.
El dios del sol giró ligeramente sobre sus talones, moviendo los hombros con un aire despreocupado mientras los rayos de su corona solar parpadeaban con fuerza.
Hades, con su voz grave y autoritaria, interrumpió la actitud relajada de Apolo:
Hades:—¿Sobrino, estás listo?
Apolo se rio con una confianza que casi parecía insultante.
Apolo:—¿Listo? Querido tío, estoy más que listo... Estoy destinado a ganar.
Los ojos de Hades se estrecharon un poco, pero no respondió. Simplemente ajustó el agarre en su bidente y esperó, como una bestia contenida a punto de ser liberada.
En el centro de la arena, Heimdall, con una mirada decidida, alzó su cuerno Gjallarhorn. El público enmudeció, y el coliseo quedó en un silencio absoluto, roto únicamente por el sonido del viento que barría la arena.
Heimdall tomó aire, y su voz resonó:
Heindall:—¡Que comience la séptima ronda del Ragnarok!
El sonido del Gjallarhorn se extendió por todo el Valhalla, un eco poderoso que sacudió a dioses y humanos por igual. El enfrentamiento estaba oficialmente en marcha, y la tensión en la arena se rompió cuando ambas partes se prepararon para la batalla.
Raiden ajustó su postura, flexionando los dedos y relajando los hombros.
Raiden:—Bueno, viejo. Hora de mostrarle a estos dioses cómo se hace.
Leonidas asintió, sus ojos llenos de una feroz determinación.
Leonidas:—Eso espero. No me gusta compartir la gloria.
Hades dio un paso adelante, su bidente brillando tenuemente bajo la luz del coliseo.
Hades:—Que sea un combate digno de recordar.
Apolo, por su parte, simplemente alzó los brazos al aire, permitiendo que su luz dorada envolviera su figura.
Apolo:—Oh, no solo lo será... Será el más hermoso de todos.
Los cuatro guerreros se miraron entre sí, y en un instante que pareció durar una eternidad, el campo de batalla se llenó de intenciones asesinas y auras divinas. La séptima ronda del Ragnarok había comenzado.
Fin que les parecio el inicio?
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