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Capítulo 22




Mientras la boca de Park viaja por mi abdomen, mi cabeza cae hacia atrás en éxtasis, casi como impulsada por una fuerza similar a la gravedad, del tipo que te empuja hacia el centro de la Tierra y quiere que te desaparezcas por completo.

Me he desintegrado, tan desnudo y loco por su toque que me he convertido en partículas. Incapaz de atravesar la lava fundida que impulsan sus dedos, todas mis moléculas vibran más rápido. Así me expando, ocupando todo este espacio donde solo importamos él y yo.

No me preguntes cómo, pero las caricias de Park han sobrevivido a los escombros de mi eterna tormenta mental. De alguna manera, ha convencido a mis demonios para que se queden quietos por al menos un tiempo, acorralándolos en un rincón.

Mientras coloca suaves besos aquí y allá, mis ojos encuentran la luna llena. Ella sabe, nos mira hacer el amor; escucha nuestros gemidos y nuestro deseo desvergonzado. Dice: ¿Cómo tienes tanta suerte, Noah?

No sé, para ser honesto. No sé qué contestarle.

Ella susurra: Trátalo bien. Se suponía que lo dejarías ir antes de que fuera demasiado tarde...

Sé que tiene razón. Se suponía que debía hacer eso. Tenía la intención de hacer precisamente eso. No obstante, me enamoré de él.

Fui y soy un egoísta... Sí. Incapaz de soltarlo.

No pude evitarlo, perdón tristeza, intenta llamar de nuevo mañana. Realmente no puedo contestar el teléfono. Esta noche mis manos ya no son mías para controlarlas, están llenas de sus hermosos rizos. Las tengo a cada lado de su querido rostro, mientras me toma en su boca, mis gemidos internos rebelándose para salir.

El placer recorre todo mi cuerpo, rebotando dentro de mis músculos y venas, y estoy flotando una vez más, observándonos desde arriba, ambos en mi cama. No llevo nada puesto, mis calzoncillos negros ya no están a la vista, mi sencilla remera gris gastada está tirada descuidadamente en el suelo de madera. Él también está arrodillado sobre él, con los muslos abiertos, la tela de sus jeans rotos y descoloridos me permite ver su piel debajo, todo tendones y delgadez. Delicioso.

Sus manos me rodean, recorriendo lentamente mi longitud de arriba abajo a un ritmo que he llegado a entender. Verlo dándome sexo oral, el hecho de que mis dedos rocen su boca y también a mí mismo en el proceso es tan malditamente excitante; es más que eso: embriagador, eso es lo que es.

Un gemido se escapa de mi garganta, mi corazón late tan fuerte que podría liberarse de mi caja torácica por lo que sé. El mero pensamiento de un lío tan sangriento me hace reír un poco, y él lo nota.

—¿Te divierte mi mamada, amor? —pregunta con una sonrisa pretenciosa, y aunque finge ofenderse, no deja de acariciarme, así que ahí estoy, en sus talentosas y sexis manos, a su total merced.

—¿Vamos a hablar de eso ahora, Park? —digo, medio jadeando, medio sonriendo, a lo que responde con una picardía silenciosa en sus ojos azules que me embriaga de placer renovado.

Un latido después, detiene su asalto sensual y escucho su voz ronca.

—Bueno, bebé, todo lo que quería es que compartieras tu fuente de alegría —dice, mientras me acaricia con renovado abandono.

Se lleva la mano izquierda a sus labios carnosos, lamiendo su pulgar lentamente, todo con esos condenados ojos azules fijos en los míos. Segundos después, la mano de Park vuelve a su lugar y siento la humedad de su tacto en mi miembro.

Mierda, Park —Gimo en agonía, observando como una risa se forma en la parte posterior de su garganta.

Su mirada se encuentran con la mía una vez más, la desesperación floreciendo en ambas. No puedo evitarlo, así que estiro la mano hacia su rostro y lo llevo hacia abajo, donde succiona con más fuerza que nunca.

Encuentro cada roce de su lengua de la manera correcta, meciéndome de un lado a otro, sin parar, hasta que soy incapaz de pensar racionalmente y solo puedo girar en espiral mientras llego al clímax con el suave zumbido de su aprobación.

Luna que cuelgas del cielo, seguro sabes cómo me siento, ¿verdad? Entiendes lo mucho que él significa para mí. Yo estaba allí, junto a esa orilla, dispuesto a dejarme llevar. Todavía recuerdo el borde del agua, el blanco de las olas y el negro del océano. 

Llamándome: Noah, ven. Puedo lograr que todo termine.

Yo era un recipiente perfecto para ese vacío oscuro que se alimentaba de mis esperanzas de resurgir. Esa nada que me mantuvo en el frasco, sofocado y solo.

Ningún sitio a donde ir.

Ningún lugar donde esconderme de mi creciente angustia.

Nubes en el cielo, ustedes también saben a lo que me refiero, ¿verdad? Seguro la luna se los ha contado. Ustedes también estaban allí. La tarde que nos quedamos dentro de mi auto, charlando durante horas. Tomados de la mano, convirtiéndonos en nosotros.

La paz que Park trae a mi vida es el único consuelo al que me aferro. Antes de él, mis demonios eran más fuertes que nunca, se rebelaban contra cada debilidad, se alimentaban de pequeños aspectos de mí mismo que se derrumbaban un poco más con cada respiración entrecortada.

Estrellas que brillan más que nunca, saben la libertad que me da, ¿no? Están justo aquí esta noche, siendo testigo de nuestro amor.

Por favor, nunca se lo lleven...

Soy un hombre nuevo.


***


—Despierta dormilón —Quiero seguir soñando, pero Park es implacable, llena mis mejillas de besos suaves, mientras sus rulos acarician mi cuello. Me siento, me froto los ojos y me doy cuenta de que aún no es de día.

—Bebé, ¿por qué? Quiero decir, todavía está oscuro afuera. Volvamos a dormir, ¿de acuerdo?

—No, no podemos. Tenemos que ir a un lugar y tiene que ser ahora. Por favor, o lo olvidaré todo cuando llegue la mañana —Su súplica funciona a las mil maravillas. ¿Cómo podría decirle que no a esos ojos de cachorro y esos labios tan condenadamente seductores?

—Está bien, bebé —Miro sus lindos hoyuelos, y los aleteos de mi corazón abarcan el momento, así que me derrumbo como siempre lo hago bajo su luz.

Sí, Park, llévame a donde quieras. Demonios, llévame y nunca, nunca me devuelvas. Déjame vivir bajo tu sombra, toma mi alma y límpiala.

Está vestido en menos de un minuto y lo escucho hurgar en su bolsa de lona negra con tal determinación que hace que mis entrañas se vuelvan papilla. Mi chico misterioso, mi bendición. Impulsivo y decidido a Dios sabe que aventura.

—Bingo —Veo a Park sosteniendo su Nikon en una mano y la bolsa de lentes profesionales en la otra. Se ve tan adorable, sonriendo tontamente, sus ojos azules haciendo travesuras, y todo lo que sé es que él también tiene este control sobre mí.

—¿Qué demonio te ha poseído? ¿Debería tener miedo? —Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y él se ríe de alegría.

—Tengo esta idea, ya verás... Vamos, vamos —Besa mi cuello y se libera de mi abrazo, pero al mismo tiempo agarra un puño de mi camiseta y me empuja hacia la puerta. Adoro el hecho de que nunca quiere romper el contacto.

—¿Pero adónde vamos? ¿Necesitamos mi moto? —Todavía estoy aturdido y nada tiene sentido, no es que me importe demasiado. Mientras esté con él, todo lo demás saldrá bien.

—En realidad, me preguntaba si podría conducirla —murmura tímidamente.

Mierda, amo esa sonrisa de costado. Juro que este chico me hace explotar en átomos...

—¿Quieres conducir mi Yamaha?

—Con locura, sí.

—A bueno... Esto se acaba de poner interesante. Toma tu casco e intenta llevar a Dorothy a casa sana y salva después de esta aventura, ¿de acuerdo?

Sus carcajadas llenan el apartamento.

No podría amarlo más.


***


—Okay, bebé. Aquí vamos. Todo lo que tienes que hacer es apretar el embrague mientras sueltas el acelerador. Ahora, mientras aún sostienes el embrague, cambia a la siguiente marcha. Luego, lentamente...

—¡Woohoo! —Park simplemente lo hace con total confianza, con una gran sonrisa torcida y yo en el asiento trasero, disfrutando de su gran entusiasmo.

Resulta que mi bebé es un conductor increíble, habilidoso e intrépido. Toma la carretera como si siempre hubiera sabido cómo manejar el embrague y el acelerador, cambiando de marcha con facilidad, y total naturalidad.

Viajamos por la calle vacía, el viento fresco nos abofetea la cara y el olor de su colonia invade mis fosas nasales. Mi ritmo cardíaco reacciona al olor familiar, hormiguea por toda mi piel, estoy de acuerdo en que él es el que lleva la clave de cada posible respuesta que busco.

Abro ambos brazos cuando las luces nocturnas pasan a nuestro lado, una miríada de arcoíris que dejamos atrás mientras nos lanzamos hacia delante. La risa llena mi pecho y entonces la dejo fluir.

—Somos los reyes del mundo —aúllo de alegría. Park sigue mi ejemplo con una fuerte ovación y caigo en la cuenta de que mis dedos agarran entonces su chaqueta de cuero con un poco más de fuerza de lo que realmente necesito.

¿Por qué? Porque es mi novio y esta noche es nuestra. 



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