Capítulo 20
Tal vez todo salga bien. Sí... Tal vez Candace haya madurado, podamos pasar el rato y ser amigos de nuevo.
—Bueno, bueno, bueno... si no es otro que Noah Riley. In. The. Flesh. ¿Cómo has estado, extraño?
O no.
Si tenía la más mínima esperanza de que actuara como la mujer adulta que es, acaba de aplastarla con el taco aguja de su stiletto animal print.
Su comportamiento apesta a angustia reprimida; puedo olerlo más allá del humo y el aroma de las hamburguesas parrilleras que trae la brisa.
Diablos, incluso puedo escucharlo más allá del pshhh—tsk—pop de las latas de cerveza abriéndose aquí y allá.
No estoy delirando. Sé que lastimé sus sentimientos el último día que salió furiosa de mi apartamento segundos después de haber terminado con ella. Juro por Dios que no estaba planeando hacer tal cosa. Todavía me siento mal por este lío, pero, de nuevo, ¿qué se supone que debía hacer? No sentía nada por ella. Nunca pensé que podría sentir algo por nadie, para ser honesto, pero bueno, eso fue antes de conocerlo a él.
El yo después de Park es alguien que difícilmente puedo describir. Todavía estoy pensando en sus giros y vueltas, sus bordes más suaves y su repentina esperanza.
—Candace, ¿cómo estás, hermosa? —Ethan la saluda de la nada, como un caballero con una armadura brillante. Ella se relaja un poco mientras la veo pavonearse hacia donde él está parado. Lo miro boquiabierto y él me da la más tensa de las sonrisas.
Gracias hermano.
—Hola, Ethan. La verdad... he estado mejor si sabes a lo que me refiero — Hace una mueca, mirándome fijamente a los ojos, haciéndome querer enterrarme en la arena, cambiar mi nombre y llamarme Noah Duna de Mierda de ahora en adelante.
—Bueno, no seas así. ¿Qué tal si dejas atrás tus penas al menos por esta noche y te tomas una bien helada, eh? —dice, todo encantador, arrojando sombra sobre el resto de nosotros, simios básicos tratando de mantenernos a flote.
¿Dónde diablos está Park? Mis ojos inquietos escanean la playa sin suerte.
—¿No eres el más dulce? —Ella casi sonríe al coqueteo de mi amigo. Buena movida, si tan solo durara más de unos pocos segundos, entonces podría alejarme de ella y de esta complicada situación.
Por el rabillo del ojo, capto a Thomas, el inútil de la fogata, tomando una foto y enviando mensajes de texto furiosamente: ¿cuál es su problema? ¿Le está contando a otros sobre mi patético encontronazo del quinto tipo con mi ex?
#NoahDunadeMierda #Arruinado #SorrynotSorry #Gaydar
Lo miro, y me da una sonrisa de disculpa como si eso pudiera arreglar lo que acaba de hacer. Como si la sonrisa dientuda de Thomas, una especie de: lo- siento-soy-un-bastardo-entrometido, pudiera arreglarlo todo.
Miro de soslayo a Candace. Parece como si se estuviera ahogando con los recuerdos de nuestro tiempo juntos. El suelo debajo de mí se convierte en arena movediza, creo que vomito un poco en mi boca, mi frente brillante y manos sudorosas evidencian mi incomodidad.
—¿Serías un amor y me traerías una cerveza? —dice en voz baja, mirando a Ethan como si fuera una presa. Me sé esa mirada de memoria y estoy seguro de que no funcionará con mi mejor amigo. Él sabe mejor que caer en esa trampa mortal.
—Claro, C —Se vuelve y se va, no sin lanzar una mirada de disculpa en mi dirección.
Observo a Ethan bajando por la duna hacia la hoguera y el frío se cuela en mis huesos. Estoy solo con Candace y eso no es un buen augurio. No soy bueno sin Park a mi lado; creo que voy a vomitar de verdad.
El chico-insecto en el frasco de vidrio y tapa de hojalata, asiente... Él sabe muy bien sobre estómagos revueltos, festines de ansiedad y estar en lugares aterradores e indefensos, ¿por qué? Porque él es yo.
Agita sus alas lisiadas, chasqueando fuerte, tratando de llamar mi atención. Intenta hacerme saber que ha tenido razón todo el tiempo y que me he engañado a mí mismo. No hay ninguna fisura en el frasco de vidrio. No hay esperanza de ver a Park alrededor, no hay mensajes de él.
No hay nada de Park, pero hay todo Candace.
Sin Park. Todo Candace.
No puedo respirar... Hay una garra de hierro invisible agarrando mi cuello, aplastando mi garganta. La playa se vuelve demasiado concurrida, demasiado ruidosa. Quiero largarme; aun así, no puedo. ¿Qué pasa si llega justo luego que me fui?
Saco mi teléfono celular del bolsillo trasero de mis jeans y trato una vez más de comunicarme con él, solo para ser enviado directamente al correo de voz.
¿Dónde estás?
Te pregunté: ¿Quieres ir conmigo?
Dijiste: Por supuesto, bebé.
Entonces, ¿por qué no llegas? ¿No quieres verme? Te necesito aquí de una manera que pensé que no necesitaría a nadie.
—Noah, ¿quieres subir las dunas conmigo? —Su voz quema. Soy todo huesos y nada de carne. Me quedo allí, un cadáver vacío, así que me encojo de hombros y la sigo con la cabeza gacha.
—Buen chico —dice llena de sí misma. He vuelto a ser manipulado. Me hace sentir un títere con todos mis hilos a su disposición, como antes...
Caminamos en silencio excepto por el viento que hace rechinar mis dientes. Mis ojos están fijos en la arena debajo de mis pies, incluso estoy usando mis Vans a cuadros en blanco y negro porque él los ama.
La última vez que habíamos decidido salir a comer pizza, mientras me vestía, me había pedido una chaqueta porque hacía mucho frío afuera. Segundos después, lo escuché gritar de alegría.
—¿Y eso? ¿Descubriste Narnia por allá, amor? —Le había preguntado, una cálida sonrisa abriéndose paso por mi rostro.
Park había sacado la cabeza de mi armario, los ojos brillantes y sus hoyuelos listos para hacerme desmayar.
—Póntelos para mí. Los adoro. Maldita sea, eres tan elegante que podría mirarte todo el día —había murmurado con dulzura, solo para mí.
Sonreí y caminé hacia donde estaba. Tomando las Vans de sus manos, presione con fuerza mis labios contra los suyos, nuestro impulso hizo que su espalda chocara suavemente contra la puerta de madera, nunca salimos a cenar... Dios bendiga al delivery.
—¿Qué nos pasó, Noah? —Las palabras de Candace me cortan profundamente. No sé cómo responder sin lastimarla más; desearía simplemente dejarlo pasar, pero no puedo. Mi mirada se lanzan a su rostro; lo que veo allí me rompe el corazón, me dan ganas de correr cien millas lejos de este lío que he creado. Este desastre que soy, pero sabiendo que no puedo dar marcha atrás.
—No sé qué decirte, C —Mis palabras encuentran mala recepción.
—Necesito que me expliques cómo después de casi un año y medio de estar juntos, desapareciste y simplemente me rechazaste —Hace un puchero mientras gira un mechón de su cabello dorado alrededor de sus delicados dedos de uñas rojas y elegantes.
Sé que cuando está nerviosa; juguetea con su pelo inadvertidamente: de lo contrario, ella nunca lo despeinaría. Sé estas cosas sobre Candace porque como bien dijo; pasamos más de un año juntos.
La razón por la que duramos tanto es simple: no estaba viviendo, sino existiendo, como un fantasma, o mejor dicho, una marioneta fantasma. Le permitía tirar de mis hilos y guiar mis patéticos miembros de marioneta en cualquier dirección que ella considerara adecuada.
Tluck-tlock, tluck-tlock...
Cuando estábamos juntos, mi cuerpo se movía, pero nunca tocaba el suelo. Pasé mis días sintiéndome como si me arrastraran tres metros. Me despertaba todas las mañanas destrozado y maltratado; aunque a ella no le importaba. Siguió fingiendo que todo estaba bien, mientras yo me volvía delgado como el papel.
Sin embargo, me importa que ella se sienta infeliz.
—¿Y bien, Noah? —Sus verdaderos colores salen a la luz en esta noche de luna llena, su maquillaje apenas cubre lo cruel que se está volviendo su mirada.
—Candace, realmente no sé qué decir. Amas a quien amas, y yo... yo no... no pude... —Lo estoy intentando, maldita sea. Ella me corta a mitad de camino.
—¿No podías qué? ¿Amarme? Vamos, Noah. No me mientas, o peor aún, no te mientas a ti mismo.
Ella no me entiende.
—No te quejabas cuando estábamos juntos, tampoco estabas tan mal cuando teníamos sexo, ¿verdad, Noah?
Candace es demasiado egoísta; a ella nunca le importó cómo me sentía, una palabra demasiado grande para su vocabulario emocional tan jodidamente limitado.
—Mierda, Noah, si no recuerdo mal, tampoco te quejabas cuando te traté como el maldito Rey del Mundo.
No, Candace. Nunca fui Rey del Mundo; fui Rey de Nada, y las cenizas de mi corona de papel están ahora a mis pies. Si miras hacia abajo, también las verás.
—Esto no nos está llevando a ninguna parte, C. No quiero lastimarte, nunca lo quise, por favor... regresemos, ¿de acuerdo? —Me siento mareado. Beber esas cervezas con el estómago vacío fue una mala idea. Mis ojos siguen escaneando la costa, todavía esperando encontrar mi chico.
Nada.
—Tienes razón, Noah. Me doy cuenta de eso ahora. Es demasiado tarde para disculparse. Estoy segura de que una vez que me dejes mostrarte lo bien que estamos juntos, las cosas encajarán. Tú y yo, así es como debería ser —Sus palabras salen ahogadas. Escuché lo que dijo, pero no puedo emitir ningún sonido.
Me siento derrotado. Sin Park, soy una marioneta: tluck-tlock, tluck-tlock.
Las lágrimas queman mis ojos; todo está borroso ahora. Ruedan por mis mejillas y desaparecen en la arena, como si me estuviera desvaneciendo con cada segundo que pasa.
—Oh, cariño, no llores. Deja que Candace te muestre lo bien que puedes sentirte —Sin perder un segundo, sus labios separan los míos, violentamente. Trato de alejarme, pero ella continúa besándome, implacablemente, agarrando la parte de atrás de mi cuello con una mano mientras toma mi ingle con la otra.
Está mal... todo esto está mal. Dejo escapar un gorgoteo de pánico; ella lo malinterpreta como un gemido de bienvenida.
—Así es, bebé — sisea, todavía cerniéndose sobre mi boca con sus labios rojos.
Mi mente hace clic y la niebla se disipa.
Suficiente.
Sé lo que quiero y esto no lo es.
—Es suficiente, Candace. Basta —le digo, con la voz entrecortada, el disgusto azotando mi cuerpo mientras la empujo.
—Vamos, no bromees. No estás pensando con claridad, bebé. No eres el Noah que conozco —Su voz es chillona y trata de disimularla con una sonrisa falsa distorsionada con manchas rojas. La miro con ojos vacíos mientras limpio las mismas manchas carmesí de mis labios.
—No podrías estar más en lo cierto, Candace. Él no es el Noah que conoces, ya sabes, porque nunca te importó lo suficiente como para llegar a conocerlo. Ah, y algo más: por favor, no vuelvas a llamarlo bebé.
La voz de Park viene detrás de mi espalda, me doy vuelta y lo veo, sus ojos azules, llameantes, acerados.
—¿Y quién se supone que eres? —Candace le dispara en la cara.
—Soy Park Jones. El novio de Noah, y tú te acabas de desubicar.
—¿Es verdad lo que dice, Noah? —Ella hace una mueca en mi dirección.
—Sí —respondo, mi mirada fija en la de Park.
—Solo vete, Candace —dice, sin romper el contacto visual conmigo.
Escucho un resoplido fuerte, seguido de pasos arenosos que se vuelven más silenciosos cuanto más distancia pone entre nosotros.
—Park... yo —No me deja terminar, la cadencia de su voz rebosa calidez.
—Siento mucho llegar tarde, bebé. Me tomó una eternidad llegar aquí —Cierra la distancia entre nosotros con prisa y me envuelve en un fuerte abrazo antes de mi siguiente suspiro de alivio. Mis dedos vuelan a su cabello y se enroscan alrededor de él con deleite.
Los diez segundos que siguen son probablemente algunos de los mejores segundos que he vivido desde que lo conocí. Combinan embriagadoramente el alivio, la confianza y el amor.
Es entonces cuando sucede, cuando realmente me doy cuenta: necesito a Park en mi vida como un corazón necesita de un latido.
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