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CAPÍTULO TRES: ALERTA PERMANENTE

Narra Metatrón

Comenzaba a preocuparme de no ver señales de Duncan, hace más de un día que fue a esa misión en el Infierno y no sabía qué era de él, nada había sucedido en un condenado día que llevaba puesta la Gloria a la espera de mi enemigo, mi hermano gemelo tampoco había mencionado alguna novedad, por desespero comenzaba a jugar con mi espada, sentía una especie de ira y deseo de sobreproteger a mi amigo profeta, blandía desesperadamente mi espada, mi mente no estaba en los Cielos, estaba en otro lugar peleando con un demonio y acabando con él enseguida.

-Oye ten cuidado Arcángel-. Decía la voz sarcástica y bonachona de Azrael, estaba frente a mi con la punta de la espada apuntando a su pecho semidesnudo, soltó una carcajada entre nerviosa y retadora, apartó la espada antes de acercarse a mí con una de sus manos enguantadas, Azrael solía utilizar guantes mitones de cuero con estampados de huesos.

-De verdad lo siento, es solo que estoy...-.

-Lo sé, preocupado por tu amigo y precisamente por esa razón estoy aquí-. Lo miré confundido antes de decirme con toda la calma del mundo el motivo por el cuál estaba en mi templo. -Escuché que preguntabas por el profeta de tu amigo y quise venir a decirte en persona que él está en los Círculos del infierno-.

-Pero... ¿Cómo rayos terminó allá?-. Pregunté antes de guardar mi espada en su vaina que iba a mi costado izquierdo, Azrael simplemente alzó los hombros con descaro, lo miré con el ceño fruncido, me preocupaba bastante por Duncan, no quería que terminara igual que otro profeta conocido, cuyo pasado decidimos enterrar y no volver a mencionarlo jamás. -Pudiste ayudarlo-.

-Me hubiese encantado-. Dijo en tono sarcástico a lo que solamente rodé los ojos y él se rió sin más con su actitud despreocupada. -Pero como bien sabes no estoy a favor de ningún bando, así que daba lo mismo si moría o no tu amigo oxigenado...-. Rezaba internamente para no golpearlo, porque él es así, sin embargo aquella frase mehabía enfadado, no quería siquiera imaginar el funeral de mi amigo y menos cuando había un chico de 7 años esperando por él en casa. -Aunque, espero que esté bien-.

-Gracias por decirlo, sé que no debo abandonar mi templo pero...-.

-Tienes diez segundos-. Lo miré entre confuso y sorprendido, ¿De verdad iba a ayudarme?, bueno, él es todo un caso y nunca sabes lo que te espera. -Antes de que cambie de opinión-.

-Bien-. Sin pensarlo salí volando para encontrar a mi amigo, le debo una enorme a Azrael, debía aprovechar que lo había encontrado de buen humor, ya que no es habitual que deje mi puesto y tampoco es habitual que Azrael se muestre bonachón, o en el rango imposible de los casos, se ofreciera a ayudar a alguien.

Narra Duncan

Frente a mí se encontraba nada más y nada menos que el perro más famoso de la mitología greco-romana y de la historia misma, así es... Estaba frente al maldito de Cerbero, estaba tan atemorizante con sus tres cabezas, botaba sangre de sus fauces, era sangre de las almas condenadas a ese círculo del infierno en específico, las cuales trataban de escapar de allí pero Cerbero siempre las mordía, arrastrándolas a su miserable eternidad, misma que ellos eligieron con sus acciones.

-Qué lindo perrito-. Dije irónicamente mientras Cerbero gruñía, ansioso de probar una nueva carne, ansioso de jugar un poco conmigo antes de matarme o sabrá Dios qué, me enseñaba sus dientes amarillentos, en un acto de valentía sujetaba la Daga Sacra antes de que el muy hijo de perra (literalmente) me lanzara un mordisco que tuve que esquivar rápidamente, además que para desgracia mía había comenzado a llover, la lluvía caía acompañada con copos de fuego sobre la arena hirviente en la que estaba parado justamente, tuve que cubrirme con ambos brazos y magia. - Estoy en el...-.

-Tercer círculo del infierno-. Dijo una voz algo mandataria, en un acto inconsciente los vellos de mi nuca y brazos se erizaron ante la voz de Lucifer, a su vez, él caminaba con elegancia, suficiencia y soberbia. -Bienvenido-.

-Ay por Dios...-.

-No no no, aquí no decimos eso, asqueroso mortal y por si no lo notaste-. Lucifer caminaba hacia mí con impotencia, pero no iba a demostrarle miedo, mentalmente me concentraba para rezar la oración más poderosa para ahuyentar las fuerzas del mal y alejarlo a él también, no quería que me convirtiese en su secuaz o algo. -Este es mi territorio y detesto las faltas de respeto, en especial de seres como ustedes que se la pasan matando a mis muchachos-.

-Si no te importa, me estás quitando tiempo-. Le dije con un deje de ironía y rabia, Lucifer solo me miró de arriba a abajo antes de reír con cinismo.

-Como si lo necesitaras, tonto profeta-. Me dio la espalda acompañado del sonido de sus zapatos de tacón que estaban hechos de cuero fino, estaba dispuesto a irse. -Suerte, si es que sobrevives a Cerbero-. Cerbero simplemente fijó su vista en mí, gruñó antes de salir corriendo hacia mi, lo esquivé rodando y perdiendo mi espada en el acto. Me sentía como si estuviera en un detestable festival taurino, el perro lanzaba otro zarpazo y no tuve de otra que refugiarme detrás de un alma que lamentablemente estaba por ahí, escapar de este lugar iba a ser complicado.

-Debe haber una manera de agotarlo-. En ese momento fijé la vista de mis ojos grises en el suelo, y ni hablar de mi cabello canoso, que ahora estaba negro a morir gracias al ollín y carbón y también había perdido mi gabardina y con ella mis artefactos de plata consagrada talladas con el símbolo de la orden de Caballeros Templarios Místicos y el agua bendita, lo único que podía hacer era usar esa arena a mi favor y escapar de sus fauces mal olientes. -Ven aquí-. Mientras Cerbero buscaba la manera de embestir contra mi, le arrojé el polvo a los tres rostros del animal, comenzó a quejarse y retorcerse de dolor, esperé un buen tiempo hasta que se agotó y cayó al suelo sin más, me apresuré para trepar su lomo y salir de ese círculo mientras Cerbero trataba desesperadamente de limpiar su ocico y sus ojos con sus enormes patas, cosa que por cierto fue complicada. -Uno menos, aún me faltan seis-.

Narra Metatrón

Surcaba los cielos de manera frenética y desesperada, mientras los escudriñaba con mi mirada en busca de algún indicio de Duncan Frederick, hasta que recordé lo que me había dicho Azrael: "Tu amigo oxigenado está en los Círculos del Infierno". Suspiré antes de comenzar a descender como un cometa y entrar allí, sin romper el suelo, lo que eran los profetas y Azrael, eran los únicos que pueden pasearse por el Cielo, el Infierno, Purgatorio y otro lugar no tan conocido como el Vacío,  y luego estaba yo, pero solo por primera y última vez, eso espero.

-Debe estar por aquí-. Revisaba con desespero cada rincón, en busca de alguna señal de profeta, nunca me había sentido de una manera tan humana, nunca había sentido tanta preocupación hacia alguien y desesperación por encontrarlo, al menos no desde que no vi a Duncan destrozado frente a lo que pasó con el otro profeta un par de años atrás. -¡Duncan!, ¡Duncan!-.

-Vaya, vaya-. Un demonio había aparecido detrás de mí, lo que menos necesitaba en este momento, me giré lentamente mientras lo miraba con desprecio e ira. -¿Quién lo diría?, La Voz de Dios por estos lares-.

-Sí, adoro venir aquí a ver su magnífico trabajo con los mortales y saber más de sus vidas con una plática amistosa acompañadas de un té verde-. Respondí de manera sarcástica mientras me acercaba al demonio riéndo, este solamente siguió mi acción, creo que no entendió mi mensaje, la verdad no me importa, solo quiero encontrar a Duncan y ya. -Consideraré hablar con tu jefe para que te de un aumento-.

-Qué simpático-. Ambos soltamos una risita. -De hecho llegas en buen momento ángel, alguien estará feliz de verte-. ¿Ángel?, a ver estúpido ser del inframundo, soy algo más que un simple ángel mensajero o corriente, soy un Arcángel y no dejaré que cualquier idiota con cuernos interfiera en mi camino, saqué mi espada rápidamente para amenazarlo.

-¿Dónde está Duncan?-. Le pregunté lentamente mientras reafirmaba mi pose y lo acorralaba contra una pared, el demonio tragó saliva, mi sonrisa se ensanchó, estaba dejándome dominar por sentimientos humanos, cosa que seres como nosotros no podemos permitirnos, pero los demonios tenían el don de ser exasperantes. -¡Habla!-.

-Bien, quise divertirme con él un rato-. Le gruñí gracias a la impotencia que tenía en ese momento, el demonio solo hablaba con burla. -Lo invité cordialmente a un tour por los Círculos del infierno-.

-No puede ser-. Bajé la espada con preocupación mientras que el demonio se regocijaba de lo que había hecho, comenzó a reírse hasta que le propiné un golpe con el mango de la espada en su nariz, noqueándolo en seguida, debo encontrarlo antes de que sea tarde.

Narra Duncan

Seis círculos más tenía que atravesar por culpa de ese condenado demonio que frustró y arruinó mis planes, me sentía fatal tanto mental como físicamente, pensar que solo venía a investigar, espiar y cumplir con mi trabajo. Burlar a Cerbero no había sido para nada fácil, estaba vivo a cambio de cicatrices múltiples y pensamientos intrusivos, seguí caminando con las mangas de mi camisa blanca (que ahora era de un pálido color entre naranja y amarillo debido a la arena y azufre) arremangadas, dejando a la vista la horrenda cicatriz que iba quedando en mi brazo gracias a la quemadura, alcé la vista mientras sujetaba con fuerza el medallón de San Miguel, mientras me rehusaba a pensar que aquello era inútil.

-Dios dame fuerzas-. Solté antes de bajar la vista al extenso camino que tenía el Cuarto Círculo, lugar que gritaba que la Avaricia estuvo, está y estará para siempre, condenando a aquellos que en su vida terrenal se dedicaron a amar y adorar los bienes materiales, un chirrido detrás mío me hizo reaccionar para apartarme y darle paso al alma de un rico egocéntrico para que continuara arrastrando su objeto pesado, aunque no sirvió de mucho porque chocó con otro rico que cargaba una piedra aún más pesada, ante la frustración por ello, ambas almas comenzaron a pelearse, terminando en una pelea sangrienta al mejor estilo de Caín y Abel, me resigné a apartar la mirada de ahí y seguir con mi camino.

-Hey hola profeta-. Saludó de nuevo ese demonio que me había enviado aquí, puede notar que sostenía un pañuelo y se limpiaba la nariz, de la cual brotaba sangre, alguien lo había golpeado, sea quién sea se lo agradezco por que las ganas no me faltaban y se lo merecía, rodé los ojos simplemente mientras que él se llevaba una mano al pecho en pose dramática y suspiraba. -Ay por favor, no tengas esa actitud conmigo, me rompe el corazón-.

-Lo único que te voy a romper serán las piernas, como no me dejes en paz-. Le espeté con ira mientras le apuntaba con un dedo y seguía caminando, a la espera de alguna ayuda o un escape que me sacara de allí, el demonio soltó una risotada la cual provocó que me girara para tomarlo de las solapas de su traje y acercarlo a mi mientras que con la otra mano le acercaba peligrosamente mi navaja mata demonios.

-Vamos, la fiesta aún empieza profeta-. En eso sonó un cuerno de guerra demoníaco y pude ver cómo miles de tropas comenzaban a caminar como si de nazis se tratase mientras que el cuerno seguía sonando, escuché como algunas jaulas se abrían dejando salir a las bestias del averno, almas corrompidas, el demonio comenzó a reírse de nuevo. -Posiblemente me acusen de traición por decirte esto pero, tu mundo y tu Dios van a caer, y tu no podrás hacer nada para evitarlo-.

-No conoces el poder del Creador, pronto te arrepentirás de haberlo subestimado, además a tu jefe no le importas si mueres o no, ninguno notará la ausencia de un demonio en el infierno, porque cada vez que muere uno siempre hay un reemplazo-. Iba a maldecirme cuando le clavé la navaja en uno de sus costados y vi como su cuerpo brilló por un momento antes de caer muerto, las demás almas me miraron entre asustados y preocupados.

Giré sobre mis talones y comencé a caminar entre ellos, amenazando a algunas almas que querían arrastrarme con ellas, también tuve que empujarlas cuando comenzaron a rodearme, hasta que logré llegar a donde estaban apiladas unas piedras preciosas a la espera de que alguien las tome para cumplir su condena, con demasiado cuidado y con la navaja entre los dientes comencé a trepar por ellas, varias veces amenacé con caer al inmenso vacío hasta que logré sostenerme del borde del círculo, asomé mi cabeza e inmediatamente llegaron a mis oídos gritos de guerra de las almas que estaban en el quinto círculo.

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