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CAPÍTULO DOS: LOS PELIGROS DEL INFIERNO

Después de haberle contado todo lo frustrante al Todopoderoso, su rostro cambió completamente por uno serio y preocupado, suspiró algo agotado antes de comenzar a caminar en círculos antes de detenerse y vernos por última vez.

- ¿Están completamente seguros? -.

-Completamente señor, jamás mentiría sobre algo así-. Duncan me había interrumpido, confiaba plenamente en él, tenemos muchos años de amistad, literalmente lo conozco desde que era un bebito. -Preferiría morir que jugar con algo tan peligroso-. Ante las palabras del profeta, nuestro creador se quedó en silencio, estaba seguro de que no quería enviar a Duncan a los Infiernos y yo tampoco quería ponerme mi armadura para proteger mi templo, sin embargo no había otra alternativa.

-Duncan, tendrás que bajar al Inframundo a espiar-. Duncan asintió y se despidió brevemente de mí antes de salir, miré al creador a la espera de sus órdenes. -Por otro lado, Metatrón ve a tu templo, no podemos dejar que Agaliarept revele los secretos del universo-.

-En seguida señor y tengo un mal presentimiento-. Sin más que añadir salí de la Sala del Trono para ir a mi templo, debía buscar mi armadura de Arcángel, llevaba de nombre Gloria y estaba elaborada de un material desconocido, consistía en una diadema con alas, un yelmo que nos cubría hasta arriba del estómago y dejando al descubierto nuestro abdomen, pantalón de mallas, rodilleras, muñequeras y botas. Al terminar de ponerme mi armadura, caminé listo para ir a mi templo, no dejaría que ese estúpido demonio arruinara los planes del Creador...

Narrador omnipresente

Mientras tanto en el Infierno, Lucifer y su súbdito Agaliarept planeaban el robo de los pergaminos del templo de Metatrón, así comenzaría una especie de revolución en contra de los cielos, una especie de segura guerra de rebelión, así Agaliarept cumpliría por fin su objetivo de poner en ridículo a Metatrón.

-Cuando tenga esos pergaminos en mi poder, seremos los dueños de todo-.

-Aún no, debemos hacer algo más Agaliarept, algo más grande-.

- ¿Algo como una guerra mi Lord? -.

-Tienes mucho entusiasmo Agaliarept-. Hace una pausa mientras mira el horizonte de su reino de las tinieblas, ese olor a azufre y putrefacción acompañado de llantos, pecado y sufrimiento. -Cuando seamos los dueños de la creación, tú tendrás tu merecida recompensa, tendrás tu premio-. Ambos soltaron una carcajada que se expandió a todas las profundidades de ese lugar, sin más el súbdito de Lucifer salió dispuesto a ir al templo de su mayor enemigo...

Narra Duncan

Al salir de la Sala del Trono sentí miedo, no quería ir al Infierno a pesar de que estaba seguro de que haría exitosamente mi misión, sudaba fríamente y en acto de desesperación comencé a caminar en círculos en medio de los jardines del paraíso, necesito calmarme.

-Por Dios, no puedo estar tan nervioso, solo debo ir a los Infiernos y descubrir cuál va a ser su próximo movimiento-.

- ¿Estás asustado? -. Me preguntó Metatrón que ya vestía su armadura angelical, sin evitarlo dejé escapar un gritito del susto. -Tómalo como un "estamos a mano" por asustarme en la Tierra-.

-Bien-. Le respondí antes de suspirar y prepararme, no podía procrastinar más mi misión, bajé los hombros en señal de derrota. -Estoy nervioso-.

-Vamos Duncan, podrás hacerlo y Él jamás te dejaría solo en ese lugar-. Me puso una mano en el hombro para motivarme. -Confía en mí-.

-Gracias Metatrón-. Le dije antes de salir con paso decidido a medida que sacaba mi medallón de mi Santo Patrono, cada profeta y de acuerdo a la habilidad que tuviese, se le asignaba uno, era muy raro que entre profetas se tuviera el mismo Santo Patrono, volteé a ver a mi amigo por última vez antes de desaparecer en una nube de polvo y aparecer posteriormente en el Infierno. -Bueno ya estoy aquí, solamente debo pasar desapercibido y no morir aquí-. Comienzo a caminar en medio de ese horrendo y putrefacto lugar, a mis oídos llegaban los sonidos de quejidos, lamentos, llantos, blasfemias y demonios tentadores, ignoré todo eso. -Por el momento va todo bien, Dios este lugar es una cochinada y algo tétrico...-.

-Vaya, vaya-. Justo lo que menos quería que me pasara, no debo ceder ante nada, mucho menos ante el pánico; frente a había un demonio con sonrisa burlona y cruzado de brazos mientras se apoyaba en una de las columnas. -Una víctima que se entrega voluntariamente-.

-Ni siquiera lo intentes, serpiente asquerosa-. Le dije mirándolo seriamente mientras enviaba una de mis manos por debajo de mi gabardina para buscar mi arma bendecida y agua bendita, el demonio sólo me lanzó una sonrisita burlona.

-Oh tranquilo profeta-. Poco a poco el hijo de la oscuridad comenzó a acercarse a mí, reafirmé mi pose, estaba listo para atacar de ser necesario. -Solo quiero divertirme un poco contigo-.

-Infeliz bestia rastrera, no cederé a tus insinuaciones-.

-Como quieras-. El demonio comenzó a alejarse de mí, por fin me dejaría en paz, sin embargo me miró por encima del hombro antes de irse. -Veamos si al final sobrevives-. No presté mucha atención a su amenaza y comencé a caminar, sin embargo al dar el primer paso caí en un pozo profundo de manera sonora y dolorosa. -Que empiece el juego-.

-No puede ser-. Decía mientras me levantaba con algo de pesadez del suelo, mi que vestía, fina gabardina de cuero se llenó de polvo, bufé por lo bajo. -Yo conozco este lugar, lo que no entiendo es...-. Hice una pausa examinando con mi vista el pozo donde estaba. - ¿Cómo llegué hasta aquí? -.

-Bueno... No quisiste escucharme-. De nuevo el demonio con el que me había encontrado antes estaba fastidiándome, rodé los ojos y el demonio desapareció para aparecer detrás de mí asustándome. - ¿Qué tanto podrás soportar antes de clamar a tu Dios? -.

-Aguantaré ya verás-. Le dije de manera segura sujetando mi medallón de mi santo patrono que era San Miguel Arcángel, con el símbolo de la cruz templaria, antes de irse soltó una carcajada que me erizó los vellos de la nuca, fue ahí cuando comprendí que no estaba en cualquier pozo, estaba en uno de los círculos del Infierno. Estaba en el primer círculo el cual era conocido como el Limbo, aquí pude ver las almas de grandes pensadores como Platón o Aristóteles, cuyo castigo sería sentir un horrendo pensamiento de remordimiento e insatisfacción de nunca haber conocido al Creador, gritaban con desespero e intentaban arrancarse la piel como si así pudiesen calmar ese sentimiento de miserabilidad y culpa que cargarían para siempre.

- ¿Así que eres nuestra víctima? -. Me preguntó una de las almas pertenecientes al Limbo, aquí pude apreciar algunos prados marchitos y castillos tenebrosos; hice acopio de todas mis fuerzas para no ceder y comencé a caminar para buscar una salida. Después de un rato buscando una salida, mi cuerpo comenzaba a decaer por el cansancio y el calor insiportable del lugar, la única manera de salir era ascendiendo y sobreviviendo a cada círculo del infierno, armado con mi fe y mis poderes comencé el largo y doloroso camino por ese círculo del infierno, el espectro que custodiaba ese círculo se detuvo ante mí, lo miré seriamente antes de sacar mi daga con forma de cruz, un arma que los miembros de la orden "The God-Hunters"  solíamos recibir a modo de regalo de incursión en este mundo de lo sobrenatural, el arma era elegante e incluso parecía forjada por herreros templarios.

-No será necesaria-. El espectro ni se inmutó ante la "Daga Sacra" como se llamaba el arma. -No siempre a las personas las salvan simples objetos que consideran sagrados, se necesita de algo más... ¿Cómo le llaman?-.

-Fe-. Respondí con fuerza y el espectro se estremeció ante esa palabra, sonreí de lado, sabía que ciertas palabras, en especial si se decían en latín, les causaba dolor agonizante. -Ahora dime, cómo salir de aquí-. Solamente soltó una carcajada relajada y sin inmutarse o importarle que estuviera a punto de matarlo.

-Mira, "John Constantine"-. Gruñí ante ese sobre nombre, sí teníamos algunas cosas en común con él, pero no teníamos un tatuaje de azufre o runas de protección, sólo teníamos el collar de nuestro Santo Patrono, armas anti ángeles y demonios, además somos una versión mejorada y experimentada, por decirlo de una forma éramos cazadores y mensajeros. -No puedes llegar al infierno simplemente y decir "Oh miren, soy Jonh Constantine, déjeme salir", no... Así no funcionan las cosas en este lugar, todo el que entra debe pagar un precio-.

-Basta de charla-. Invoqué algo de magia antes de lanzarla a él, pero se movió rápidamente esquivándome, comenzaba a cansarme esta situación y su actitud arrogante.

-Escucha profeta... Casi nadie ha podido salir de los Círculos, no todos están dispuestos a renunciar a nuestros servicios, servicios que ustedes han adoptado como placeres-. A medida que caminaba, me rodeaba para perturbarme con dudas sobre las cosas que hice bien, cargadas de remordimiento y duda. -Sabes, muchos se sienten libres de pensar bajo otra doctrina, se sienten libres de abrir su mente... Dime profeta, ¿Nunca te has cuestionado, cómo sería tu vida si no hubieses conocido a tu Dios?-. Cerré mis ojos ya que las múltiples preguntas rodaban e invadían mi mente, seguramente podría seguir una vida normal, pero día a día viviría con ese complejo de culpa de haber negado esa existencia o de haber decepcionado a mi familia y a mis futuras generaciones.

-No, nunca lo pensaré porque sé que esto era lo que Él esperaba de mí, también fue algo que yo elegí y no pienso abandonar esto-. Dije empujándolo con una magia desprendida de la daga antes de tomar impulso y sujetarme de un muro algo resbaladizo, amenacé con caer pero alcancé a clavar la Daga Sacra y poder subir antes de tomar aire, acostarme en el borde antes de girarme para evitar una erupción, después de eso me levanté, y por desgracia había alcanzado a quemarme un poco. -Ah, mala suerte-. Alcé mi vista solamente para ver el segundo círculo del Infierno, en aquel lugar era donde llegaban las personas que habían sido arrastradas por la lujuria y el dseo carnal , además aquí se juzgaban a las personas que recién llegaban a este círculo, por lo cual no me sorprendió ver a Azrael haiendo sus habituales rondas y jucios.

-Cielos viejo, no esperaba verte por aquí tan pronto-. Decía sosteniendo su hoz.

-No es lo que crees, terminé aquí por...-.

-Una misión y como sea no me importa-. Después fijó su vista en el brazo que había alcanzado a quemarme, sentía que me ardía la piel pero solamente me limité a esperar que sanara por sí misma, otras dos figuras se acercaron detrás de él, no me costó reconocer a ambos, eran Asmodeo y Lilith, solo pude sentir asco e ira ante sus presencias, recordaba que entre otros profetas me habían pedido ayuda antes para evitar que un viejo conocido sucumbiera, pero... Era demasiado tarde y apenas entraba en el mundo de la profecía, misiones y mensajería de los dioses, apenas adquiría mis poderes, busqué con la mirada a Azrael pero este había desaparecido.

-Oh mira, un alma virgen, medio celestial y... ¿Pura?-. Lilith dijo esa última palabra con el máximo nivel desprecio pero también de seducción, Asmodeo no se quedó atrás, sus ropas comenzaban a caer como si fuera cera derritiéndose, dejando ver su desdenudez con el claro propósito de despertar el deseo de la carne en mi.

-La víctima perfecta para satisfacer sus más oscuros y jugosos apetitos carnales-. Hablaba haciendo referencia a sus íncubos y súcubos, desnudos al igual que ellos, gimiendo y haciendo movimientos sensuales, incitando a una orgía infinita de la que no iban a escapar.

-¡Quítame tus asquerosas manos de encima!-. Ambos solo reían mientras comenzaban a rodearme con risas cargadas de deseo, susurraban placeres y comentarios sexistas mientras comenzaban a danzar sin dejar de rodearme, buscaban seducirme de alguna manera, se besaban entre ellos, aquello era enfermizo dado que según rumores y algunos grimorios, Asmodeo y Lilith son familia. -Atrás, no caeré ante ustedes-.

-Nos estamos divirtiendo cariño-. Me habló Asmodeo en el oído antes de morderlo con descaro, sacudí mi cabeza para apartarlos y posteriormente cubrirme porque el viento comenzó soplar sin descanso, arrojando a los demás al suelo y las paredes, hacía un esfuerzo sobrehumano invocando un escudo mágico para abrir los brazos y poder ver, solamente podía ver los cuerpos desnudos de ambos demonios interactuando entre sí con deseo y lujuria, más figuras como Cleopatra, Aquiles y Helena aparecían para unirse a esa orgía rodeándome otra vez, haciendo acopio de mis poderes lancé un grito para apartarlos lejos, cosa que funcionó. -¿Pero qué...?-.

-Apenas comenzaba la fiesta, primor-. Ignorando lo que decían comencé a correr entre ellas con la Daga extendida como espada, apartaba a alguno que otro con la espada antes de apoyarme en el cuerpo de Asmodeo y tomar impulso para alcanzar una correa de metal que estaba en el muro del tercer círculo, subí trepando por la correa hasta estar en tierra firme solo para encontrarme con una figura enorme frente a mi que gruñía...

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