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CAPÍTULO CUATRO: DUELO Y DESTIERRO

Narra Metatrón

Detuve mi vuelo al escuchar la tétrica melodía proveniente de las zonas más recónditas del Infierno, lo que veían mis ojos era una especie de dejavu macabro de cuando fue el duelo entre Miguel y Lucifer, solo que esta vez estaba viendo a los que alguna vez fueron cercanos a mi y al creador convertidos en seres caídos, con sus alas negras, acompañados de otros seres que no eran muy diferentes a nosotros, solo que tenían ojos negros, amarillos como reptiles o rojos, cuernos y alas de murciélago, con sus armaduras y listos para pelear contra quien los creo, contra sus hermanos, eso me causaba dolor, ver como muchos de mis hermanos ángeles nos habían dado la espalda y renunciaban a su vida por perseguir lo humano, lo mortal. Cerré los ojos mientras estos adquirían un tono morado brillante a la par que trataba de comunicarme telepáticamente con mi gemelo Sandalfón, debían saber sobre esto y prepararse.

-Sandalfón, prepara tus tropas, estamos en aprietos-. Abrí los ojos y veía a una horda de demonios alzando la mirada hacia el cielo con sus ojos inyectados en furia, saqué mi espada de ángel y bajé a toda velocidad como si fuera un meteorito y aniquilé a algunos demonios que andaban por ahí, al instante sentí como más de mis hermanos bajaban y se unían a la batalla, los demonios no se quedaban atrás y comenzaban a subir, chocando con los ángeles y comenzando la guerra entre cielo e infierno, divisé la figura de mi mayor enemigo al lado de Lucifer y comenzó a caminar entre el campo de batalla terrestre, empujando a algunos mientras sacaba su espada negra como el ónix y su armadura, caminó hasta que descendí y quedamos frente a frente. -Agaliarept-. Lo miré con odio y sosteniendo la espada.

-Ah, "La Voz"-. Me respondió con el mismo tono e imitando mi acción. -No frustarás mis planes-.

-Eso ya lo veremos-. Le dediqué una mirada retadora mientras comenzaba a atacarme con espada tratando de apuntar a mi pomo para desarmarme, luego yo traté de herirlo pero él detuvo mi espada colocando la suya en posición horizontal, soltó una risita antes de empujarme para seguir atacando, yo también logré detener su ataque y opté por intentar cortar su cuello, pero él me detuvo una vez más y logró golpearme con el mango de la espada haciéndome sangrar, acto seguido su espada pasó cerca de mi cuello como si quisiera quitarme la cabeza, a lo que aproveché para pinchar su hombro. A cada golpe o estocada que lanzaba cualquiera, el cielo se llenaba de truenos y relámpagos, nuestra batalla se ponía más intensa...

Narra Duncan

Tanto los gritos de guerra de las almas condenadas en el río Estigia como el ruido de los truenos, gritos y armas proveniente de la superficie y el cielo penetraban mis oídos, el demonio tenía razón, una guerra había comenzado sin previo aviso, yo que pensaba que eso me facilitaría las cosas, estaba muy equivocado, aquello no era más que otra maldita prueba para mi como profeta del Señor y cazador, ya comenzaba a cansarme de todo, pensaba en renunciar a mi misión y que todos se fueran al carajo, incluyéndome. Sin embargo suspiré una vez antes de comenzar a caminar con dificultades por el medio del río, esquivando las flechas, rocas y múltiples cosas que arrojaban de un lado a otro.

-Genial, estoy en medio de dos guerras-. Dije luego de destruir con mi mano y poderes una roca con fuego que venía hacia mí, cargado de furia mientras liberaba mi frustración. -¡Ya basta!-. Las almas que fueron asignadas allí por pereza e ira me miraron con terror, levanté mi vista al cielo mientras apretaba los dientes. -¡¿Qué más quieres de mí, eh?!, ¡Estoy aquí en los malditos círculos del infierno haciendo lo que a tí se te antoja!-. Si, estaba dejándome consumir por la ira del lugar. -¡¿Qué clase de creador eres?!-. 

Me dejé caer de rodillas allí con lágrimas de frustración, ahora sentía ganas de no hacer nada, de morir simplemente y rendirme, esa era la segunda fase por la cuál pasaban los condenados allí, aparte de la guerra en el río; el quinto círculo del infierno era el hogar de aquellos que en su vida terrenal fueron iracundos y perezosos, me asustaba que comenzara a perder la batalla, odiaba admitirlo pero tal vez el creador estuviese ocupado con sus tropas y la guerra que había ahora o simplemente estaba huyendo de todo, estaba confundido, solamente suplicaba por que todo terminara, suplicaba por piedad o una muerte pronta, lo primero que pasase.

A cada paso que daba las cosas comenzaban a tornarse más complejas, después de haber salido ileso del quinto círculo del infierno aunque casi me dejo llevar por la ira del lugar, había llegado al sexto círculo en donde se condenaban a los herejes o aquellos que iban en contra de las normas religiosas, fue difícil para mi luchar contra el deseo de liberar las almas de viejos conocidos de la infancia y adolescencia que habían terminado allí, tuve que esquivar a algunas figuras de emperadores y líderes militares que no querían dejarme ascender, querían convertirme en su soldado y no lo lograron.

 En el séptimo círculo donde habitaban los violentos, casi percibo un cambio o posesión en mi ser, estuve a nada de cometer una masacre en aquel círculo, pero supe utilizar esa violencia e ira contenida para enfrentar al Minotauro que custodia ese círculo, incluso podía jurar que mis ojos grises habían perdido ese destello celestial, ese destello que ahora estaba cambiado por un leve destello verde que reflejaba todo lo contrario a bueno, era como si mi alter ego malvado hubiese tomado el control de mi cuerpo y solo se concentrara en sobrevivir.

 En el octavo y penúltimo círculo me encontré también con otros profetas, pero estos eran falsos; tuve que atravesar diez trincheras llenas de hipócritas, hechiceros, ladrones y demás personas que dedicaron su vida a la estafa y al fraude, me liberé de ellos hasta que finalmente llegué al noveno círculo, el círculo que era el hogar de la traición, no aguantaba más y me debatía entre rendirme y aceptar que mi destino era ser un servidor más de Lucifer y traicionar a mi propio bando, estaba sentado en el suelo con el rostro entre mis manos y lágrimas traicioneras, esperando de nuevo la muerte y que acabará todo esto.

-Y ahí estás, justo como quería verte, rendido y sin alternativas-. Me llegó a los oídos la voz de Lucifer acompañadas de risas cargadas de ironía y suficiencia, además de aplausos, mi respiración se aceleró, me tensé mientras las venas de mi cuerpo comenzaban a hacerse más notorias y sin pensarlo, poseído por la desesperación que emanaba de mi interior me levanté con toda la intención de apuñalarlo, sin embargo él me detuvo con un brazo, haciéndome perder la navaja mata demonios mientras que con el otro había logrado atrapar mi cuello para inmovilizarme, inútilme empecé a forcejear. -Deberías aprender a pelear niño-. Dicho esto me levantó con ese mismo brazo antes de lanzarme lejos contra una de las paredes del círculo. -Eres bastante predecible como los demás mortales, ¿Sabes?-. Intenté levantarme a pesar de que me dolía hasta el alma, lo conseguí pero con dificultades. -Tenía muchas esperanzas puestas en ti, pensé que tal vez podrías serme útil-.

-¿Crees que me voy a aliar contigo, como pasó con el otro profeta?-. Comenzaba a arrastrarme hasta donde estaba la navaja, lentamente, Lucifer me daba la espalda mientras seguía caminando con esa suficiencia de rey del infierno, había llegado a la navaja y la sujeté para esconderla bajo mi cuerpo antes de levantarme, Lucifer solo rió antes de ponerse en cuclillas y hacer el intento de acercar una mano a mi rostro, pero se arrepintió sin dejar de sonreír en ningún maldito instante.

-El otro profeta como dices, es alguien que conoces-. Mentalmente contaba hasta diez, listo para atacar de nuevo, aunque no estaba seguro si con la navaja podía matar a Lucifer como si fuera cualquier demonio, aunque lo dudaba ya que él está en un rango y jerarquía superior, además el daño de un arma utilizada para matar tanto demonios como ángeles de menor rango, apenas sería una caricia para él. 

-Mientes Lucifer, mientes como siempre-. Se levantó sin dejar de reír y sonreír, de seguro le divertía lo que estaba diciendo, de algo estoy seguro y es de que alguien se llevará una paliza hoy por segunda vez y de que saldré de este lugar de una buena vez con o sin ayuda.

-Idiota, sabes perfectamente que no puedo mentir, es mi castigo-. ¡Qué imbécil!, había olvidado ese pequeño detalle, al ser despojado del cielo por su rebelión, según las historias que los profetas teníamos guardados en nuestro secreto, Lucifer fue castigado para que de sus labios no saliera otra cosa que no fuera nada más que la verdad y temía lo que estuviese por decir, claro que conocía al profeta, fue quien me hizo retomar mi puesto cuando se dejó llevar por la perdición, aquel profeta era familiar mío, sin embargo lo último que supe fue que murió. -Pero no te he dicho, la mejor parte-. Había logrado levantarme, estaba de espaldas a Lucifer con uno de mis brazos escondidos con la navaja, al menos podría dejarlo herido y seguir buscando una salida, se giró hacia mí con una sonrisa de diversión. -Oh, no lo sabes-.

-¿Saber qué?-...

Narra Metatrón

Después de casi 30 minutos intercambiando golpes, estocadas y demás, tanto demonios como ángeles se encontraban esparcidos por el suelo, dejando ver sus alas como una sombra en el suelo, demostrando que ya no podrían volver a la vida y solo serían un simple costal de huesos y carne inerte, consecuencias de la guerra, también veía a varios de mis hermanos llevando a los heridos en combate para curarlos, otros se encargaban de matar a los demonios con solo tocarlos y hablando de demonios, algunos simplemente desaparecían cuando sentían a Azrael cerca; Azrael caminaba en medio de todos con su armadura negra casi gris, sus alas abiertas y su hoz, reclamando las almas de los caídos en combate para llevarlas a su lugar correspondiente. Tenía a Agaliarept en el suelo, desarmado y algo maltratado tanto por los golpes que había logrado darle con la espada como con mis propias manos y pies, apunté con mi espada a su quijada.

-Se acabó, nunca revelarás los secretos del universo-. Agaliarept solamente se rió y eso solo aumentaba mis ganas de rebanar su cuello.

-Te equivocas ángel...-. Me acerqué más a él, obligándolo a mirarme fijamente, no lo dejé hablar, escuché pasos detrás de mí pero no les dí importancia, solo me interesaba una cosa y era que Agaliarept me dejase en paz de una vez por todas y no corrompiera a la humanidad con sus pretextos falsos de ser libres de una doctrina.

-Para tu información, soy un arcángel, genio-.

-¡Agh!, eres irritante-. Rueda los ojos, como si no le importara morir por mi mano, incluso si pudiese se tomaría una selfie antes de morir. -Como sea, algún día acabaré contigo y este mundo se irá a la mier...-.

-Basta de charla-. Levanté la espada, dispuesto a darle el golpe final. -Llegó tu hora "cuernitos"-. Estaba por bajar la espada y darle su merecido cuando un fuerte brazo enguantado me detuvo, miré con sorpresa y enojo. -¿Azrael?-.

-No estúpido-. Respondió sarcástico mientras que con un simple ademán y movimiento de mano hacía que Agaliarept cayera de rodillas y con las manos en la espalda para que otros ángeles se lo llevaran, para que decidieran si lo encerraban en las jaulas del cielo o del infierno. -A veces me sorprende que seas el arcángel más poderoso cuando haces preguntas muy redundantes-.

-Perdona Azrael, pero no estaba pensando con claridad-.

-Es evidente amigo, sin embargo no iba a dejar que mancharas tu manos de sangre-. Antes de seguir miró el campo de batalla a su alrededor como arrepentido de lo que había dicho antes. -Bueno no con más sangre, eso en primer lugar, en segundo... ¿No que estabas buscando a tu amigo oxigenado?-.

-Si, pero tuve el infortunio de encontrarme con...-. Un ademán de mano por parte de Azrael me hizo callar, además de la mirada fulminante que me estaba dedicando justo ahora, ya todo estaba acabado, ahora y Azrael tenía un punto, debía reanudar mi búsqueda principal y encontrar a Duncan antes de que terminara como el viejo profeta Ethan Frederick, del cual se decía que había muerto en una misión y después de ello su padre Duncan retomó el puesto hasta ahora y nunca más se volvió a mencionar ese nombre, quedó en el olvido.

-Basta de charla Metatrón, ve a buscarlo, antes de que sea tarde-. Asentí antes de ver como dos ángeles se teletransportar para llevar al demonio atrapado con esposas que tenían dibujadas trampas anti-demonios a sepa Dios dónde, me concentré en elevarme para reanuda la búsqueda de Duncan, aferrándome a la idea de que podía llegar a tiempo y evitar otra desgracia.

Narra Duncan

¿Cómo que no lo sabía?, es más, ¿De qué rayos estaba hablando él?, seguro la sorpresa e ira en mi rostro lo estaban divirtiendo, se giró hacia mí pero no parecía sorprendido por el hecho de tener una mano escondida en la espalda, es como si Lucifer supiera lo que voy a hacer justo ahora, miró hacia uno de sus lados buscando a alguien antes de volver a mirarme con una sonrisa, era ahora o nunca el momento de atacar, así que de nuevo salí corriendo hacia él con la intención de herirlo y leyó mis pensamientos, detuvo mi ataque otra vez, pero logré acertar un golpe en su mandíbula para seguir atacando hasta que, haciendo uso de sus poderes demoníacos me inmovilizó, haciéndome soltar la navaja para así patearla lejos de mi.

-Si no me hubieras atacado, hubiese tenido la amabilidad de contarte una historia-. De nuevo cruzó las manos en su espalda. -Sin embargo no quiero arruinar esta reunión familiar y dejar que tú mismo veas la verdad-. Con una mano hizo señas a otra persona que había aparecido, estaba vestido igual a mi y se detuvo para dedicarme una sonrisa.

-Hola padre-. El poco aire que había logrado contener se escapó cuando vi que frente a mí estaba el hijo que por mucho tiempo creí que estaba muerto, mi hijo Ethan me miraba con sus ojos completamente negros y una sonrisa similar a las de Lucifer, sentía las lágrimas salir de mis ojos y él se acercó a mi para ponerme una mano en el hombro.

-No, no es posible-. Decía con la voz entrecortada al borde de llorar de la decepción. -Tú estás...-.

-¿Muerto?-. Soltó una risita. -No, en realidad no morí padre, solo digamos que evolucioné, pasé de ser un simple profeta de tu Dios y cazador de demonios a convertirme en uno-. Alzó las manos con una sonrisa, me dolía mucho verlo así, tantos años de estudio, práctica, devoción, fe tirados a la basura para ver a Ethan convertido en un demonio insensible. -Y creo que tú deberías hacer lo mismo, porque no tienes opción-.

-Eso jamás Ethan, tú nos diste la espalda, le diste la espalda a Dios...-.

-Así como él hizo contigo-. Dijo acercándose y cruzándose de brazos. -Tanto que lo defiendes, tanto que me decían que nunca me iba a dejar solo pero cuando estuve en esa misión, sin ayuda, ¡¿Dónde estaba él?!-. Incluso su voz había cambiado, no era la misma voz del joven dulce y tierno, era una voz más tosca y autoritaria. -Ah si, estaba ocupado dándole importancia a sus queridos humanos que ni siquiera creen en él, ocupado escribiendo nuestros destinos en su prestigiosa oficina, pero me aburrí y encontré mi verdadera identidad aquí, me sentí libre y veo padre, que tú también encontrarás eso-

-Yo no lo creo-...

Narra Metatrón

-Yo no lo creo-. Por fin había encontrado a Duncan, pero no era el único, también estaban Lucifer (que evidentemente disfrutaba la "reunión familiar" ) acompañado de Ethan (que todos creímos que estaba muerto). Así que con una mano en la cabeza de Ethan lo maté y con él el demonio que tenía dentro, liberando así a Duncan que fue directo a enfrentar a Lucifer aunque ahora con ayuda mía y sin armas hasta acorralarlo contra una pared y justo cuando estaba por darle un golpe, había desaparecido como un cobarde. -Eso, huye como la bestia rastrera que eres-. Volteé a ver a Duncan que estaba en el suelo sentado y a punto de llorar, no sabía si de la decepción o de la tristeza o de ambas, me senté a su lado.

-Voy a renunciar Metatrón-.

-¿Qué?, ¿Por qué dices algo así Duncan?-.

-Después de lo que ha pasado, no creo que quiera seguir siendo un profeta del señor-. En sus ojos grises que alguna vez estuvieron llenos de determinación, fiereza, liderazgo y vida, ahora estaban opacos, llenos de lágrimas, Duncan ya no era el mismo profeta que antes y el hecho de ver a su hijo que creyó muerto convertido en un demonio y trabajando con el enemigo, eso sin duda lo había destrozado. -Tampoco quiero seguir con el negocio de cazar demonios-.

-Duncan te entiendo pero, ¿Sabes que no puedes renunciar?-.

-Lo sé, pero...-. Se giró para verme aguantando las ganas de llorar, al menos tenía a su nieto para ocupar su lugar pero, ser profeta y cazador no es fácil y menos cuando por siempre te perseguirá la desgracia familiar de no haber podido hacer algo por salvar a tu hijo, de vivir con el temor de que tu nieto pase por lo mismo, pero por desgracia cuando aceptas esta vida, en parte debes renunciar a todo. -¿Qué sentido tiene seguir si perdí a Ethan, si casi me pierdo a mi mismo y si ahora David debe tomar mi lugar?-.

-Duncan, tal vez podría hacer algo para que David tome su lugar, pero tendrá que esperar un poco, David aún es un niño como para incursionarlo de una vez en este mundo de lo sobrenatural, el punto es...-. Me paré frente a él para colocar sus manos sobre sus hombros, lo apoyaría en la decisión que tomara. -¿Aceptas?-.

-Lo que sea por proteger a mi familia-...

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