Capítulo I
Me limité a suspirar y a maldecir por lo bajo. Acababa de salir a comprar todo lo necesario para poder teñir mi pelo y se me había olvidado lo más importante: el puñetero tinte rojo. ¿Cómo cojones se me había olvidado?
El supermercado me cogía bastante lejos a si que decidí acudir a una pequeña droguería a la vuelta de mi casa. Está desde bastante tiempo, pero nunca he ido a comprar. Simplemente, nunca vino la ocasión para entrar.
Fuí caminando hasta aquella pequeña tienda y entré haciendo sonar la campanita que había arriba de la puerta.
Me dirigí hacia la sección de tintes y miré entre los estantes buscando ese rojo brillante que me puse la última vez. Cuando lo encontré, decidí ir a pagarlo pero algo capta mi atención. Era un chico intentando coger un bote de detergente.
La escena me causó bastante gracia ya que el pequeño chico por más que saltaba, no lograba llegar a cogerlo. Si le mirabas de espaldas, parecia un adolescente, pero por su cara, tendría que tener casi mi edad.
Decidí acercarme, coger el bote por el que él luchaba y se lo entregué.
- Oh gracias, pero podría haberlo cojido yo - pronunció el pequeño chico aceptando el bote.
- Si no llegas a la estanteria - dije enarcando una ceja.
- ¿Me estás diciendo pequeño? - el chico me miró cruzandose de brazos y rodé los ojos.
- No te estoy diciendo pequeño, no llegabas a la estantería y yo te he ayudado - el chico se dedicó a mirarme con desaprobación y caminó hasta el mostrador. Idiota.
Fui detrás ya que yo también debía pagar el tinte, que por eso es por lo que había venido, claro. El chico pagó su detergente y antes de irse me soltó.
- Gracias y soy Frank.
Definitivamente, este chico era un idiota, ¿es que es normal que se rian de ti y luego te deseen unos "buenos días"? Bipolar.
La chica del mostrador me atendió y le pagué el tinte. Salí de la tienda haciendo sonar de nuevo la campanita y me dirigí a mi casa para poder finalmente tintarme.
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