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⏳01⏳

Seúl, Corea del Sur 1954.

Intentaba no mirarlo, pero era imposible porque Jimin para sus ojos era lo más agradable de mirar. ¿Debía dejar de mirarlo cuando lo hacía sentir tan bien y en paz consigo mismo verlo sonreír? El mundo pasaba a estar en cámara lenta, todo se sentía tan irreal cuando él reía de esa manera y sus ojos se volvían tan pequeñitos.

No era sólo su risa y no era sólo admiración lo que sentía por el hombre a su lado, no era sólo que le pareciera genial porque fuese la imagen viva de un hombre con un futuro exitoso que iba de acuerdo con lo que sus padres esperaban de sus hijos en aquella época, no. No era sólo eso. No era sólo su fachada y apariencia, no era sólo eso.

Porque sí, era cierto que Jimin era lo que toda señora soñaba para el futuro marido de su hija y que él sería el próximo líder de la empresa de su padre, un exitoso e inteligente caballero con muchos conocimientos que había llegado a viajar por todo el mundo y sabía de diferentes culturas, pero en realidad así como las madres querían a Park Jimin para sus hijas, Jungkook quería a Park Jimin para sí mismo. Lo quería consigo como un hombre. Como un amante. Como una pareja, así le gustaría que Jimin estuviera con él.

Porque simplemente Jimin le gustaba, le encantaba. No había otra manera de poder decirlo. Su boca, sus cabellos, sus ojos y cada detalle de su cuerpo le hacían perder la cabeza. Cuando hablaba, cuando caminaba. Cuando fruncía el ceño, cuando lo miraba. La manera en la que lo miraba, la forma en la que se expresaba. Sus palabras, sus pensamientos. Por dentro y por fuera Jimin le gustaba y no había manera de cambiar eso.

Y por un momento era hermoso, era el sentimiento más inspirador de todos, porque todo lo que sentía hacia Park Jimin era una aventura de emociones que se asemejaba a la adrenalina de las aves al volar, libres y sin restricciones. Por un momento era muy, muy hermoso. Por un momento quererle de esa manera lo dejaba tocar el cielo y bailar en las estrellas, estrellarse en la galaxia contra millones de sensaciones sin final alguno.

Quererle, joder. Quererle era como su más grande bendición.

Jimin y él no eran los mejores amigos, pero habían asistido a clases juntos cuando eran más jóvenes y Jimin siempre, siempre le había gustado con la misma intensidad y pasión. Pero antes sólo se dedicaba a verlo desde lejos, sonriendo con sus ojos sobre él, en secreto cuando nadie podía percatarse de detalles como esos.

Ahora sus padres trabajaban mano a mano en la empresa y debía ver a Jimin mucho más seguido, se habían mudado cerca y ya que Jimin era nuevo en el lugar, siempre recurría a Jungkook cuando tenía ganas de salir a hacer algo por la noche o cualquier hora. Así que poco a poco se estaban volviendo cercanos, muy buenos amigos. Y cada día los sentimientos de Jungkook crecían más.

¿En qué tanto te has quedado pensando? — lo sacó Jimin de sus pensamientos al hablar, apoyándole el mentón en el hombro y mirándole con una sonrisa cargada de diversión, llevando directamente sus ojos a los de Jeon de manera atenta.

Era noche y había un clima húmedo, la ciudad estaba despierta. Las mujeres se desplazaban con sus grandes vestidos junto a sus elegantes maridos por aquí y por allá, habían risas y pocos coches la vista. Las calles estaban despejadas y la luna bañaba todo bajo su luz. Jimin le había invitado a los teatros esa noche, había pasado más temprano en su coche por él y en general habían tenido una buena salida. Con Jimin era imposible no pasar un buen tiempo, él te contaba toda clase de anécdotas que te encantaban y sí que sabía cómo hacerte reír y sacarte sonrisas. Quizás por eso a Jungkook le gustaba tanto. Por eso y muchas razones más.

Ambos habían quedado satisfechos con la película que habían visto, al salir de los teatros comentaron brevemente sobre ella de manera positiva.

Jungkook y Jimin tenían una especie de conexión demasiado especial, como si hubieran hecho click enseguida al cruzar miradas. Casi parecían estar tan contentos con la presencia del otro como si se tratara de que fueran la misma persona.

Ahora se dirigían de regreso al coche de Jimin, y a Jungkook poco le importó seguir avanzado con Jimin apoyado a su hombro mirándole fijamente de esa manera que lo hacía estremecer sin vuelta atrás.

Eran momentos como esos donde la belleza de amarlo le cegaba, y no le importaba nada que no fuera tenerlo cerca. ¿Por qué la gente lo tenía que hacer tan difícil? Jamás podría ser sincero y confesarle que no lo veía sólo como un amigo. En serio, él daría lo que sea por sólo poder tener un momento de honestidad. Sólo necesitaba sacarlo de sí mismo, decirlo para encontrar paz. Y que por favor alguien le dijera por primera vez que no era un enfermo mental, que no estaban mal aquellos sentimientos que a su corazón le hacían tanto bien.

— No lo sé, sólo recordando que mañana abre la feria y no tengo con quién ir. No es que me interese montar en la noria y jugar tiro al blanco, pero eso. Sólo cosas tontas que a veces pasan por la mente de uno. — le contestó con simpleza Jungkook, sonriendo tímidamente a la vez que le sostenía la mirada de manera dulce.

— ¿Quieres ir? Podemos ir juntos. — le sugirió Jimin soltando una tierna risa, finalmente retirándose del hombro de Jeon para guardar una prudente distancia.

— Normalmente los chicos invitan a chicas... — dudó Jungkook, haciendo una mueca en cuanto estuvieron frente al coche de Jimin.

— ¿Eso qué importa? Llevame a mí. — le contestó Jimin con un brillo especial destellando en su mirada, plantándose frente a Jungkook a una corta distancia para evitar que continuara sus pasos hacia la puerta del coche —. Si quieres llevarme a mí a la feria en lugar de una chica, hazlo. No somos machitos con masculinidad frágil, podemos ir y pasarla bien juntos. Somos amigos. 

Jungkook quedó sin palabras.

Aquella cercanía, la forma en que lo miraba... Todo de Jimin lo enamoraba.

Y entonces, para terminar de hacerlo delirar, Jimin apoyó la mano en su pecho en señal de insistencia.

— La verdad es que prefiero ir contigo antes que ir con cualquier mujer. — le confesó Jeon, mirando honestamente a sus ojos. Detrás de esas palabras se escondían sus sentimientos luchando por salir a la luz.

Jimin le sostenía la mirada con una intensidad que sólo le daba esperanzas a su corazón inevitablemente.

— Yo también, Jungkook. Yo también. — asintió Jimin sin quitarle la mirada de encima, sonriendo de esa manera especial que parecía decirle muchas cosas en secreto.

Sí, a veces quererle era su más grande bendición.

Pero no. No, no, no, no, no.

— ¡Malditos homosexuales! ¡Atrapenlos! — escucharon gritar a un furioso hombre.

Pasos pesados, desorden y gritos estallaron a sus alrededores.

Jungkook y Jimin saltaron lejos del otro, mirando en pánico hacia todas las direcciones.

El corazón de Jungkook estuvo completamente destrozado en ese momento. Se sintió en la mierda, destruido. Sólo quería dejarse caer al suelo y llorar, pero no se suponía que los hombres hicieran cosas como esas.

Jimin y Jungkook observaron cómo la policía tumbaba al suelo a dos chicos, más de diez hombres reteniéndoles como animales, y empezando a golpearles sin piedad alguna en sus costillas y rostros con sus largos palos de metal.

Era normal ver esas persecuciones por la ciudad, normalmente las autoridades estaban atrapando a homosexuales para llevarlos a manicomios o a prisión. Siempre los ubicaban y los perseguían hasta tenerlos acorralados y como primer pago de sus delitos, los agarraban a palos.

— ¡No he hecho nada malo! ¡Por favor! No soy una mala persona ¡¿Por qué hacen esto?! — sollozaba de manera desgarradora uno de los chicos, hecho una bolita en el suelo, protegiendo su cabeza de los golpes tanto como pudiera hacerlo —. ¡No estoy enfermo! ¡U-Ustedes nos están matando! — lloraba fuertemente, su garganta quebrándose cada vez más.

A Jungkook se le formó un nudo en la garganta, el dolor de su pecho extendiéndose por todo su cuerpo. Ya no podía ver que esas cosas siguieran ocurriendo, pero tampoco podía hacer nada para cambiarlo.

Sin poder detenerlo, sus ojos se humedecieron ante la horrible imagen que estaban presenciando.

— Esto es demasiado... — gruñó Jimin, intentando avanzar en dirección a esos policías.

Claramente Jungkook se lo impidió, eso era literalmente un suicidio.

— Mejor subamos al auto y salgamos de aquí. — le susurró Jungkook, tomándolo del brazo de manera firme, para así evitar que fuera muy lejos.

Jimin no puso resistencia, rindiéndose porque hasta él mismo sabía que no tenía caso. Probablemente lo golpearían a él también por expresar su nula repulsión hacia los "malditos homosexuales".

Sí, amarlo a veces era su más grande bendición.

Pero también podía llegar a ser su maldición.

Jimin llevó a Jungkook a su casa y el trayecto fue silencioso y pesado. Jungkook tenía lágrimas acumuladas en los ojos y el corazón roto, mientras que Jimin tenía la mandíbula tensada y parecía querer golpear a alguien. Ninguno podía dejar de repetir en su mente la escena de la pareja de chicos siendo brutalmente golpeada.

Cuando Jungkook bajo del auto, le dio a Jimin una última mirada a través de la ventana.

Se quedaron viéndose en silencio a través del vidrio, de manera fija y atenta casi por un minuto hasta que Jimin decidió finalmente marcharse.

No se dijeron nada y tampoco sonrieron, pero existió una clase de consuelo para ellos cuando se miraron después de lo que habían visto.

Jungkook entró a su casa y todo estaba callado y a oscuras.

Se dirigió al altar sagrado que había puesto su madre como siempre lo hacía después de pasar el rato con Jimin.

Los homosexuales no practican el amor. Sus relaciones son sucias y consisten en la lujuria. Es un pecado y la paga del pecado es la muerte. Esa era la nota que su madre le había dejado colgada en el altar esa noche, pues estaba enterada de que estaría hasta tarde con Jimin.

Como si estuviese programado para hacerlo, Jungkook se dirigió hacia el armario que guardaba los objetos de tortura de su madre a la vez que se quitaba la camisa.

Empezó a llorar de sólo saber lo que se venía, temblando ya sin fuerzas.

Quería asociar a Jimin con ese dolor, el dolor que se causaba a sí mismo en un fallido intento de olvidarlo... Pero jamás funcionaba. Porque poco a poco sólo sentía asco hacia la religión y los pensamientos de todos en esa época.

Y aún así, seguía intentándolo.

Aunque era consciente de que había nacido de esa manera, de que no era una elección...

Aún así intentaba cambiar lo que sentía por otros hombres, especialmente por Jimin que era de quién estaba enamorado.

Porque jamás podría amarlo libremente y sería muy cruel seguir amándolo sin en realidad tener la libertad de hacerlo.

(...)
Si alguien lee esto, gracias. 🥺💖🐥💗

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