(Unu) Ellas me desean buenas noches (I)
-Ya nos has servido todo lo que necesitamos -sentenció ella, con su cuerpo encima de él, y una sonrisa sangrienta ensombreciendo su bellísimo rostro-. Ya no te necesitamos, Byrne.
Él cerró sus ojos, y se dejó ir, dejó ir por su mente todos esos pensamientos y recuerdos que en el momento menos idóneo decidieron atacarlo como navajas, atravesando su cabeza, su cuerpo, su memoria y sus sentimientos.
Sus sentimientos. Esos sentimientos que creyó obsoletos hace tan sólo unos días, cuando la situación de hace años había empeorado, algo que pensó que podría haber controlado, algo que comenzó a tornarse extraño, algo que juró que podría arreglar con consejos de un viejo psiquiatra que en realidad no tenía el menor interés en su problema; pero si en su bolsillo.
Bueno, su psiquiatra no resultó ser un viejo decrépito, más bien, era demasiado atractivo para su propio bien. Byrne pensó que no era el mejor momento para recordarlo, pero le fue imposible no recordar el rostro y voz aterciopelados, junto al rubio cabello y gesto jovial.
¿Qué diría tu ex esposa, al verte de esta forma, asumiendo tu inevitable muerte y recordando a tu bellísimo psiquiatra de treinta y pico de años? ¿Qué pensaría?
Juró escuchar la voz de Ramona burlándose de él, con esa voz grave y esos gestos masculinos que la caracterizaron hasta el último y triste segundo de su vida, pero Ramona no podría reírse más.
Mientras más se acercaba a los cuarenta, Byrne sentía que su mente se iba deteriorando a pasos agigantados. Pero todavía faltaban diez años para ello, no se es viejo a los treinta, pero su mente se sentía como la de alguien de setenta. Todavía le faltaba mucho por delante. ¿Qué estaba sucediendo en su cabeza, en sus sueños, en su forma de actuar?
El mero sentimiento de rigidez al despertarse de sus pesadillas fue volviéndose un dolor insoportable en su abdomen, piernas y brazos, hasta que todo su cuerpo se despertaba adolorido de las pesadillas que le aquejaban desde pequeño, terrores que fueron aumentando con el paso del tiempo y que a la edad de treinta años, se volvieron casi insoportables.
Insoportables al punto de que comenzaron a aquejarlo de día, y ya no podía trabajar en paz sin ver a aquellos seres tan extraños que en su cabeza aparecían, y que en la noche, se tornaban humanos y eran asesinados por él.
-¿Qué te sucede, Byrne? -preguntó Ramona, un día en que lo vio tan distraído como se había hecho usual, observando con aire ausente su café-. ¿Qué tienes, enano feo?
Claro, por más que Ramona fuera su ex esposa, era su mejor amiga. No, su hermana. Porque Ramona nunca pidió casarse con él. Mas sin embargo, ¿Por qué lo había hecho? ¿Presión familiar? ¿Amigos? Nunca tuvo ni la más mínima idea, pero Ramona nunca fue alguien que tuviera aspiraciones a casarse y cuando Byrne se lo pidió (cosa que hizo por puro despecho hacia un amante fallido), ella aceptó sin pensarlo dos veces.
La relación fue buena, pero no se amaban, y un 20 de enero decidieron acabar con ello y hacer los trámites de divorcio. Dos años después estaban sentados en la misma mesa, en el mismo empleo de cuando se casaron, compartiendo un croissant y dos tazas de café, debido a que la comida de la cafetería era size XL.
-¡Enano feo, te estoy hablando! -le volvió a gritar Ramona, él sólo levantó la mirada y frunció el ceño ante el apodo-. ¿Qué? Eres un maldito enano.
Bueno, en ello tenía razón, Byrne no era conocido por su privilegiada altura, era alguien que estaba más cerca del piso que del techo, pero no se avergonzaba de ello. Pero lo de feo no lo entendía.
Byrne no tenía miedo en admitir que era agradable para el ojo; tanto su rostro como su cuerpo, puesto que desde joven se mantenía con fervor, siendo capaz de neutralizar su poca altura con ello. Pero Ramona era una mujer gruesa y de gestos tremendamente masculinos, que tenía tanto sexappeal como una desdichada mosca.
-¿Por qué feo?
-¿Le hago daño a tu ego, Jared Byrne?
La sonrisa en el rostro de ella le resultó totalmente molesta, pero rio con ganas, como si hubiese contado uno de los mejores chistes de todo el mundo. Incluso, se sostuvo un poco de la mesa.
-¿Qué querías, Ramonita? -preguntó, dándole un sorbo de café a su taza blanca-. ¿Consejos para atraer hombres? Tengo muchos, la diferencia es que los hombres que atraigo son diferentes a los que se sentirían atraídos a ti.
Ramona comió un pedacito del croissant. -Te ves demasiado distraído últimamente, tal vez estemos divorciados. Pero sabes que soy tu mejor amiga, puedes decirme todo lo que quieras, Byrne.
Oh, Ramonita. ¿Cómo podría decirte que sus pesadillas se habían hecho peores y tendría que recurrir a un profesional? ¿Cómo podría siquiera pronunciar que su cuerpo amanecía adolorido sin razón aparente? ¿O que en ese preciso momento estaba viendo tu rostro distorsionado, como el de un monstruo? Claro que no, Ramona, no podría decírtelo nunca. Y nunca lo haría.
-Es alguien que me quita el sueño, Ramonita, no hay lío alguno -le respondió, con un gesto de manos de lo más innecesario, pero que le daría cierto aire de veracidad a sus palabras-. Sólo es eso.
Ella entrecerró los ojos, de forma que puso a Jared nervioso, como si ella sospechase algo, intentó por todos los medios no demostrar su nerviosismo, intentó no sudar, intentó no tener ese extraño tic que atacaba su ojo en esos momentos, pero luego sonrió y le tiró un pedacito de croissant, con un gesto que daba a entender que le creía, las cejas arriba y la sonrisa torcida que sólo resaltaba sus poco atractivos labios.
-¿Y quién es ese hombre, pajarito? Porque la única mujer que tendrá el supuesto "honor" -Hizo comillas con los dedos- de estar contigo, seré yo. Porque decir que eres heterosexual es como decir que yo siento atracción hacia alguien. O sea, eso sería...
-Una vil mentira -completó Byrne y se encogió de hombros-. Bueno, no lo conoces. Tal vez nunca lo conocerás.
¿Quién diría que después de aquella declaración, si aparecería un hombre que podría haberle quitado el sueño? Un hombre que se hubiese merecido todas las pajas que él podría haberle dedicado.
Jared Byrne no volvió a hablar con Ramona acerca del tema, y se quedó así, más bien, Ramona decidió no interesarse en ello y dejar a su ex esposo vivir feliz, porque ella sabía que no era de su incumbencia con quien estuviese Jared, y poco le interesaba.
Poco a poco, Jared iba arrastrándose él solo a la locura, se le hacía tan difícil poder conciliar el sueño cuando las pesadillas empeoraban a tal punto, y las voces en su cabeza le impedían siquiera mantener una conversación sin que se viera su notorio esfuerzo por no desfallecer en ese preciso momento, el cansancio, tanto mental como físico era extremadamente insoportable, y no tenía idea de por qué su cuerpo estaba tan agotado, por qué amanecía con esos dolores en la espalda, piernas, brazos. Estaba totalmente desesperado en poder encontrar una respuesta razonable a ello, pero no era posible.
Comenzó a asumir que tenía una especie de trastorno mental, tal vez de carácter esquizoide, pues, un día encendió su laptop y abrió google, totalmente decidido a encontrar cual era su problema y si tendría solución, pero las explicaciones eran tan complicadas y mezcladas que lo abandonó, así que en lugar de buscar un diagnóstico, decidió buscar un psiquiatra.
No tardó demasiado en encontrar uno, uno de esos de apellidos sumamente extraños que desde lejos resultaban de lo más "profesionales" a pesar de que era probable que frente a frente, fuesen una enorme decepción. Por fortuna, el consultorio estaba muy cerca de su departamento en el centro de la ciudad, así que los embotellamientos no serían problema alguno.
El doctor Derasekrov no fue nada de lo que esperaba, más bien, fue una grata sorpresa descubrir que un hombre así sería su psiquiatra, tal vez demasiado grata.
Era un 30 de Abril cuando pautó la primera cita con Kayler Derasekrov, un "simple" psiquiatra de 37 años que tenía cara de hombre diez años menor, actitud de niño de nueve años y profesionalidad de muchacho de secundaria.
Byrne entró al consultorio con aires de grandeza, intentando demostrar que no estaba tan demacrado y asustado como creía que parecía. Pero las ojeras en sus ojos lo delataban, las grandes bolsas grisáceas eran prueba física de su cansancio mental, junto con las preocupantes marcas en sus brazos que habían hecho presencia hace tan sólo unos días.
Se sentó a esperar a que la recepcionista terminase de hablar con una muchacha de cabello de todos los colores existentes en el arcoiris y pensó en aquella madrugada, donde se despertó acalambrado y con el ceño fruncido, el gesto lleno de desorientación. Era como si él no supiera que estaba en su habitación, decidió sentarse en la cama, para poder reconocer el lugar de forma correcta.
Cuando finalmente pudo ponerse de pie, observó su cama. Y con el gesto congelado en el asombro, sus cejas gruesas alzadas y la respiración acelerada, miró con incredulidad como su cama estaba llena de sangre. Como donde había estado reposando su espalda, estaba empapado de sangre.
Cuando salió del ensimismamiento y revisó su espalda, siseó al notar las heridas en esta, miró en el espejo de su habitación como las heridas eran superficiales, pero eran tantas que su cama se había llenado de sangre.
No se lo dijo a nadie. Y así se quedó.
Se puso de pie cuando la recepcionista llamó por su nombre, completo. Jared Andrew Byrne Buck. Ella tecleó algo en su computadora y le permitió pasar al consultorio del doctor Derasekrov, él se adentró ahí, de la misma forma en la que había entrado en un principio a la recepción; con un aire de grandeza. Todo con el mismo objetivo.
Apenas entró, casi se arrepintió de haber decidido ir donde un psiquiatra, tenía ese prejuicio de que todos estaban locos; creyó no equivocarse cuando vio al doctor Derasekrov dando vueltas en su silla de rueditas, por toda la habitación.
Frunció el ceño y suspiró de forma algo estrepitosa, relajó los hombros al darse cuenta de que su psiquiatra no sería más que una persona totalmente inmadura, no tendría necesidad alguna de mostrarse tenso ante él, más bien; su psiquiatra tendría que hacerlo.
-¿Derasekrov? -preguntó Jared, en voz alta y el doctor dejó de girar con la silla al escucharlo.
-Ese es mi apellido, así me llaman. ¿Quién eres tú? No, espera. Déjame adivinar -se sentó correctamente, decidió moverse con la silla hasta detrás del escritorio y apoyarse de este. Su voz iba rápido, y tenía un timbre algo agudo.
El doctor se colocó sus lentes grandes de pasta. Eran de un llamativo color rojo, que contrastaba con su cabello rubio y largo, no por los hombros; el cabello del doctor Derasekrov debía llegarle al menos a la cintura, pero lo tenía en una trenza, observó a Jared como científico examinando a su experimento. Jared no puedo evitar removerse en su sitio y sostener el borde de su camiseta, intimidado de una forma inexorable ante la mirada del doctor. Tal vez, Derasekrov no sería tan inmaduro como Jared pensó.
Apartó la mirada cuando el rubio se quedó observando demasiado, y cuando volvió a mirarlo, el rostro se le descolocó por completo.
El doctor Derasekrov le estaba sonriendo, no como el gesto serio que de repente había adquirido hace un rato, hizo un movimiento de cabeza y mantuvo la sonrisa dirigida hacia Jared. Poco a poco, se comenzó a sentir todavía más incómodo de lo que ya se sentía, y buscó con su mano derecha la perilla de la puerta, dispuesto a alejarse de aquel hombre que tal vez tenía más problemas de los que tenía él.
-No deberías estar aquí -siseó el doctor, de forma despectiva. Como racista hablándole a un negro-. Tu problema no es para esto, no tienes ningún problema, Jared Byrne. Tan sólo debes dejar que te guíen, nada malo va a pasarte si dejas que te guiemos.
-¿Qué? -Se colocó una mano en la cabeza, pero la humedad le invadió la mano así que se la revisó, un líquido extraño estaba saliendo de su cabeza.
Soltó un sonido de asombro, el líquido era desconocido, con la consistencia de la sangre, pero de un color verde no propio de esta. Se preguntó si de su cabeza estaba saliendo baba, tuvo arcadas al sentir su cabeza tan mojada. ¿Pero cómo, si hacía unos segundos no estaba de esa forma?
-¡Tu nombre es Jared! -exclamó de repente el doctor con un salto, de lo más infantil, y lo señaló con un dedo, luego comenzó a chasquear los de la otra mano-. A ver, el apellido, rayos, no me llega. Pero sé que te llamas Jared, mi instinto me lo dice.
Byrne dejó de mirar su mano y levantó la cabeza hacia el doctor, quien tenía el gesto tranquilo, nada que ver con la perturbadora y cruel sonrisa que le había dirigido hacía tan sólo unos segundos, luego, miró su mano de nuevo.
Estaba seca, y al tantearse la cabeza, se dio cuenta de que su cabello estaba igual de seco que su mano. ¿Ya no podría creer en lo que veía? ¿Tendría que estar recluido en un lugar con más personas con problemas mentales? Antes sólo tenía las pesadillas, antes sólo necesitaba pastillas para dormir.
Con el desconcierto a flor de piel, observó al psiquiatra, con el ceño fruncido, pero el doctor Derasekrov lo había estado observando todo ese momento, mientras tenía su pequeña crisis silenciosa acerca de lo que había visto.
-Esquizofrenia... -murmuró el profesional, con pocas intenciones de que Jared le escuchara, pero luego sonrió un poco, tras pensar aquello en voz alta-. ¿Me vas a responder si ese es tu nombre o no?
Jared observó su cabello largo y rubio, junto a sus ojos grandes, expresivos, delineados por abundantes pestañas. Se fijó en su nariz; torcida, como si alguien se la hubiera roto innumerables veces, pero eso no le quitaba lo llamativo de su rostro.
El doctor siquiera era alguien lo suficientemente atractivo físicamente para sus estándares, pero le resultó bonito. ¿Sería su cabello, o sus gestos? Nunca lo supo.
-Si... me llamo Jared.
El doctor Derasekrov le extendió la mano y mantuvo la sonrisa en su rostro, Jared se la estrechó con los labios apretados y luego se sentó en la silla frente al escritorio, habían perdido cerca de quince minutos en ese estúpido juego. Derasekrov se sentó en la silla giratoria y carraspeó.
-Kayler Derasekrov llaman me. No, espera -Kayler se rascó la cabeza-. Me llaman Kayler Derasekrov, no me digas doctor, no me digas señor, dime Kayler.
Byrne alzó ambas cejas y se encogió de hombros, el doctor... Kayler, le pidió que dijera todo lo que le estaba sucediendo y porque lo visitaba. Pero ya tenía su expediente, Byrne sólo se mantuvo respondiendo a sus constantes preguntas.
¿Cómo te sientes? Bien. ¿Qué te trae por aquí? Pesadillas. ¿Cómo son tus pesadillas, Jared? Muy raras. ¿Eres sonámbulo?
Jared frunció el ceño ante la pregunta y negó rápidamente con la cabeza.
-¿Seguro, Jared? -preguntó, con ambas cejas alzadas-. He visto casos donde las pesadillas y terrores nocturnos derivan al sonambulismo. No me preguntes porque, no tengo forma simple de explicarlo.
Recordó el dolor en su cuerpo al levantarse y se quiso dar un golpe en la frente al darse cuenta de que nunca se lo había planteado. Se encogió un poco de hombros y bajó la mirada, con cierta pena de que sus hipótesis no tuvieran tanto sentido como lo que preguntaba el doctor.
-¿Cómo amaneces tras las pesadillas? Y... ¿Qué sueñas exactamente, Jared? -se subió los lentes con el dedo corazón, pues, se le habían caído un poco de la nariz.
-Yo... -Jared se sujetó el labio inferior con los dedos índice y pulgar-. ¿Me va a mandar a un manicomio? Esto está mal.
La angustia no se notaba en su voz, contra todo pronóstico de sus palabras. Pero en el rostro si, era como si la voz de Jared fuera un robot. ¿Cómo alguien podría regular el tono de su voz para que no concordase con su rostro? Era como si en realidad, no sintiera la angustia que quería sentir respecto a sus sueños, temió por un momento que esos sueños sádicos para él fuesen comunes, a pesar de que eran algo del día a día, Byrne se intentó convencer de que no eran normales, que nunca lo serían.
-Dime, no te preocupes, no es como si fuera a decirle a nadie. A menos que intentes asesinarme -bromeó el doctor, los ojos se le veían todavía más grandes con los lentes de pasta roja, al punto de verse caricaturesco-. Tienes todo el derecho de decirme, tal vez no tengas confianza de decirlo ahora, pero no importa. Yo me ganaré tu confianza, te ves como alguien que se guarda mucho.
Byrne se recostó más de la silla y soltó un pesado suspiro, se quedó ahí, en silencio, se tocó de nuevo el labio inferior, luego el superior, luego la punta de la nariz. Hizo una especie de patrón mientras se decidía como pintar lo que estaba soñando, a pesar de que genuinamente no le resultara tan anormal.
-Sueño que mato personas, no debería preocuparme. ¿Cierto? -añadió-. El problema es que cuando me despierto, siento dolor en todo mi cuerpo, específicamente en los brazos, me duele más ahí y en las manos.
Kayler Derasekrov se tocó los lentes de pasta y asintió, sin mostrar emoción alguna en su rostro, luego tomó un cuaderno y comenzó a tomar algunas notas.
Jared se distrajo un momento viéndolo escribir, observó su rostro, su nariz torcida y como apretaba los labios, era sin dudas el tipo de alguien como Ramona, a pesar de que ella nunca sentiría interés romántico en alguien, pero no era su tipo, era todo lo contrario.
-¿Tienes alucinaciones, Jared? -preguntó, subiendo la mirada un momento-. ¿Escuchas voces que no están?
-En la noche -contestó, de forma robótica, se dispuso a contarle todo, absolutamente todo, ¿Qué había de malo en ello? Le estaba pagando para eso-. En la noche hay voces que me incitan a dormir. A soñar. Pero en el día las cosas se me distorsionan, los rostros se ven grotescos. Pero no se preocupe, doctor... Kayler, usted todavía se ve espléndido -mintió.
Jared frunció los labios y asintió con la cabeza. -¿Alguien duerme contigo, algún familiar que viva cerca?
-Todos muertos a excepción de mi ex esposa y mis tíos, que nunca tuvieron hijos. Viven en Berlín.
-Pues te voy a pedir que invites a su ex esposa a tu casa a tomar una copa de vino, a hablar y a que te vea dormir. Debemos saber si eres sonámbulo. ¿Algo más que debas contarme? -preguntó él, con el dedo índice en el puente de la nariz-. ¿Algo más que debas añadir? ¿Tu número, tu Snapchat? Porque ya se nos acabó la cita.
Byrne soltó una risadota grave y se encogió un poco de hombros, pensando en que ese hombre no tenía códigos. ¿Pedirle el Snapchat a un enfermo mental que es tu paciente? Se encogió de hombros, tomó un papel y le arrebató el lapicero, escribió su número, su Snapchat. ¿Y por qué no? Igual el Facebook, pensó en que tendría que ir donde otro psiquiatra, porque este al parecer tenía por costumbre tener relaciones con los pacientes.
Kayler Derasekrov comenzó que atraerle de mil formas, con sólo haberlo visto una vez.
Finalmente le dejó el papel y se despidieron, Byrne haría lo que dijo, invitaría a Ramona a su casa y le diría lo que sucedía y listo, podría volver donde su psiquiatra, que probablemente le habría dado like a alguna de sus fotos de Facebook.
Fue a casa, invitó a Ramona, comenzaron a tomarse unas cervezas, porque el vino no les gustaba. Se hizo tarde, se quedó a dormir.
Todo estaba bien, no había visto nada más en lo que quedaba de la tarde, y en la noche, nadie le susurró palabras extrañas al oído, nadie hizo nada.
Byrne se despertó a media noche.
Fue consciente de que no podría ver más a su psiquiatra cuando sus manos se dirigieron al cuello de Ramona, muy consciente de ello. Pudo escuchar a Ramona pedirle piedad, cosa que no era propia de ella, sus manos estaban trabajando solas y Jared siquiera se vio capaz de llorar ante lo sucedido, sólo lo hizo, hizo lo que las voces le estaban ordenando.
Mató a Ramona sólo con sus manos, sin uso de armas, viendo como ella intentaba librarse de su estrangulamiento y su inexorable muerte.
Matala, ellas decían, es parte de tu deber, Byrne, ya sólo te quedaba ella. ¿Sabías que ya podrás descansar?
Él, un hombre común, de gustos normales, con un nivel de egocentrismo no proporcional a su estatura, había asesinado a su ex esposa, a su hermana, a su mejor amiga. Y no sentía absolutamente nada, nada de nada. Vacío, sólo un vacío oscuro dentro de él.
¿Descansar? Byrne quería descansar con ansias, quería dormirse, porque esta vez supo que no podría escapar, porque estaba despierto al momento del asesinato de Ramona, observó el cuerpo y se sentó al borde de la cama.
Todo sucedió rápido, la posibilidad de matarla lo sedujo. ¿Por qué? No tenía razón alguna, sólo las voces le habían ordenado aquello, el egoísta deseo de dejar de ver aquellas calamidades y dejar de soñar cosas tan dantescas le llamaba como el Edén mismo.
Las voces fueron tornandose tangibles, se tornaron en un ente oscuro que se erguía frente a él, que lo recostó de la cama, que lo hizo posar su cabeza en las almohadas y lo obligó a mantenerse total y completamente quieto, Byrne suspiró con pesadez, dejando la cabeza ahí apoyada.
Observó el rostro de la personificación de sus voces; tan cambiante, a veces de nariz perfilada, otra de nariz gruesa. Pero siempre era hermoso, tan hermoso como el de Kayler Derasekrov, que debía estar dándole like a su foto de perfil, o revisando el Snapchat. Sus voces estaban con cabello siempre negro y piel siempre pálida a pesar de su rostro cambiante, que se distinguían con un leve brillo en la oscuridad de la madrugada del 31 de Abril.
-Ya nos has servido todo lo que necesitamos -sentenció ella, con su cuerpo encima de él, y una sonrisa sangrienta ensombreciendo su bellísimo rostro-. Ya no te necesitamos, Byrne.
Él sólo cerró los ojos, sintiendo como las manos de sus voces lo desgarraban, pero no sintió dolor, sino una liberación estrepitosa. Admiró el silencio con el que la personificación ejecutaba el asesinato; tan profesional, tan fuera de sentimentalismos, la admiró cada segundo hasta que finalmente se dejó ir con un solo murmullo.
Su alma salió como una pequeña pluma flotante, tan insignificante, tan fácil de romper y desmenuzar. Y era cierto, Jared sólo era un hombre, de alma frágil y sumamente fácil de estallar.
Las voces admiraron como la pluma grisácea salía por la ventana, como la pequeña brisa nocturna se la llevaba, aquella fría madrugada, donde Jared Byrne había asesinado a Ramona Sadhalá con sus manos limpias y sin dejar rastro alguno de sangre, pero si claras muestras de estrangulamiento.
En las noticias, al día siguiente, Kayler vio como el rostro de Jared se presentaba. Hombre de aproximadamente treinta años asesinó a su ex esposa, con obvios rastros de estrangulamiento, el nombrado Jared Byrne tenía una posible enfermedad mental. Pero lo curioso del caso, es que el cuerpo de Jared igual fue encontrado en el mismo lugar, sin señales de que hubiese sido un suicidio.
Según sus vecinos, el hombre tenía ciertos percances mentales, a veces se le veía rondar por los pasillos del edificio a altas horas de la noche, en un estado donde no respondía a nadie, o hablando sólo, en plena luz del día.
Kayler suspiró y apagó la televisión. Todos sus pacientes siempre padecían lo mismo.
~***~
PRIMER RELATO.
Inspirado en "My Time" de "bo en".
RagamuffinFools Toma para ti. Pude hacerlo relativamente rápido, creí que no lo podría terminar. En lo personal, me ha encantado, al igual que la canción, que ha sido fácil de interpretar a mi propia manera y de tornar la melodía alegre en un relato de la Casa Jinsang.
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