
3 | Castigo
—¿Jin?
—Hola hermanita.
Él había encontrado a Nyx a mitad de la calle, a pocos metros de la casa de los Min. Supo de inmediato lo que había pasado, su colapso se veía venir.
Le dijeron que descansara, pero de todos modos salió de su habitación hacia las calles a pesar de la advertencia de su familia, ella quería ver lo que había causado para convencerse de que su decisión era la correcta. Y ver esos cuerpos amontonados, las cenizas y casas arruinadas, la hizo volver a casa. Se dio una ducha, ordenó su cuarto, vistió su mejor atuendo: uno de esos vaqueros de cuero y esa blusa con las que iba a cazar, y esperó a su familia para darles la noticia.
—Madre. Hermano— comenzó convencida de que era lo correcto, —ya es el momento de que me vaya.
Ambos se miraron preocupados. Sabían a qué se refería, sabían que ese momento llegaría algún día.
—Ustedes estarán bien sin mi, tendrán una vida tranquila, todos aquí.
—Hija, te estás precipitando. Estás joven, tu don es difícil de controlar, pero es un don al final de todo. Es una maravilla representar tus sueños, no toda criatura de Morfeo es maligna, mi niña...
—De qué me sirve si para todos es una atrocidad, una maldición. Aunque mis sueños sean hermosos y puedan crear mágicos pasajes, nunca lo verán así, madre. Yo ya no encajo en este mundo, ya es momento de partir.
—No lo hagas.
—Siempre fue mi destino.
—No, hija...
—Madre. Jin. Ya está decidido. Es lo mejor para todos.
Y su hermano al fin intervino. —Ella tiene razón, madre, respetemos su decisión, Nyx es inteligente y... valiente.
Nyx le dedicó una confusa mirada a su hermano mayor quien había dicho esas palabras con tanta seguridad y una expresión llena de confianza hacia ella, sintiéndose respaldada. Y agradeció que para esa situación tan difícil él se limitara a hacer alguna escena dramática porque era lo que menos necesitaba.
—Gracias, Jin, encárgate de mamá, no la dejes sola por favor.
Y así salió de casa, sin nada más que una pequeña bolsa de género, directo al bosque por el prado. No se despidió de nada, ni de nadie más que su familia. Camino unos veinte minutos sin importarle la dirección hacia donde iba. Su destino en cualquiera de ellos sería el mismo. Estaba oscuro, los atardeceres ahí eran temprano, solo unos minutos después de las seis de la tarde. Debería estar pensando en la cena, pero su cuerpo ya entendía que terminaría bajo el mar.
El sonido de las olas le dio a entender que se encontraba cerca de la quebrada. Que solo debía dar unos cuantos pasos más y todo acabaría.
Pero él quiso acabar con sus intenciones antes que se llevaran a cabo.
Apareció entre los árboles junto a dos de sus guardias. Sonrió de lado a lado cuando vio ese inconfundible cabello largo y negro tal cuál como la noche, tal cuál como su nombre.
—Señorita Nyx de la familia Kal, qué coincidencia encontrarla por acá.
Era el príncipe. Nyx se quedó petrificada sin poder reaccionar a tiempo. Solo se mantuvo en silencio sin mover ningún músculo y solo manteniendo la vista en un punto lejano sobre la cama de hojas que se encontraba sobre la tierra.
—No reverenciar a tu príncipe son de cinco a diez azotes, y... — comenzó a caminar con parsimonia alrededor de ella, —y la muerte a quién intente dejar el reino.
—¡Lo siento, mi príncipe! — pudo decir, cayendo al piso de rodillas para ofrecerle toda su benevolencia. —Mi intención nunca ha sido abandonar el reino, mi señor, yo... y-yo salí en búsqueda de nuevas especies para obtener nuevas plumas y ofrecerle los mejores productos para usted, señor— sus manos se mantenían pegadas al piso extendidas delante de ella.
—De pie.
Ella obedeció, levantándose con torpeza. ¿Por qué tenía tanto miedo? Pensaba. Si hace algunos minutos estaba convencida de arrojarse por el acantilado y ahora temía por un posible castigo.
—Joven aldeana, tú crees que me voy a creer esa historia. Buscas plumas en la noche y sin ningún farol...
—La luz de la luna es suficiente, tengo buena vista, mi señor— se aceleró en agregar.
Una fuerte risa hizo eco dentro del silencioso bosque. Un sonido de terror para lo que vendría. Él tomo fuertemente su cabello y lo jaló hacia atrás sin piedad.
—¿Por qué me espías? ¿Para quién trabajas? HABLA.
Pero ella solo podía emitir dolorosos quejidos desde su garganta. Dolía su cabeza como nunca.
—HABLA MALDITA PERRA.
—Y-yo n-no... N-no lo espiaba, s-señor... Solo ¡aah! Fue una coincidencia— sollozaba.
Otra vez comenzó a reír a la vez que aflojó el agarre sobre su cabellera. —Lo sé, lo siento.
—¿Q-qué? U-usted se burla de mí...
—Dime la verdad, Nyx... Porque aun así me has mentido.
—Yo... Está bien, le diré la verdad— dijo pensando en una mentira. —Tuve algunos problemas en mi casa y lo único que se me ocurrió fue escapar al bosque. Algo muy infantil, lo sé y le pido disculpas— limpió las lágrimas que antes habían mojado sus mejillas.
Volvió a burlarse de sus relatos, borrándose su sonrisa cuando escuchó otra voz. —Príncipe.
—Vuelve al castillo, estoy en un asunto importante.
—Mi señor, la muchacha dice la verdad— se aproximó a ambos con las manos descansando detrás de su espalda.
—No te metas— dijo entre dientes, mientras el otro llegaba a su lado, acercándose para susurrarle.
—Déjala en paz, es solo una adolescente. Hasta cuando desahogas tus males con inocentes, te aprovechas porque tu pueblo te estima más de lo que debería.
—Me estima porque soy un príncipe generoso.
—Lo es,... pero también es abusivo— su palma se estampó sobre su mejilla a tan solo un segundo luego de decirlo. Su cabello quedó sobre su rostro y su labio herido a causa de un anillo.
—Vete, Jungkook. DESAPARECE SI NO QUIERES QUE TE MATE AQUÍ MISMO— ordenó furioso. El doctor sin nada más que hacer subió a uno de los caballos, que Nyx había ignorado hasta ahora, y se fue directo al palacio.
Por otro lado, Nyx no dejaba de temblar. Cuando Jimin volteó a verla con el rostro oscurecido supo que ahora la situación había empeorado. Su humor se había arruinado y esa mirada perversa le dio escalofríos.
—Me cansé de ti, aldeana. Eres aburrida. Una adolescente estúpida que escapa de su casa en el peor momento. Creo que ya no te mataré— se alejó dándole una señal a sus guardias quienes se acercaron a ella afirmando sus brazos uno a cada lado. —Pero las faltas de respeto no las tolero. Cinco azotes porque no tengo demasiado tiempo— sacó un enrollado látigo desde uno de sus bolsillos, estirándolo con sus manos.
—¿QUÉ? NO, SU MAJESTAD— dijo aterrada, —POR FAVOR, USTED ME TOMÓ DESPREVENIDA ... YO JAMÁS LE FALTARÍA EL RESPETO, MI LEALTAD ESTÁ CON USTED— gritaba mientras le desgarraban la camisa por la espalda.
—Y ahora me culpas. Mejor quédate callada porque me va a importar una mierda mi itinerario... — exhibieron su espalda hacia él quien estiraba su cuello y brazos. —Puedo excusarme por los cinco minutos de retraso frente al Rey, es mi padre, pero tú... Diez azotes creo que serían demasiado para tu cuerpo tan pequeño.
—Mi príncipe— lloraba, lloraba más que nunca. Sus padres nunca la habían golpeado, en sus sueños el dolor era mínimo. Esto sería horrible, y ya lo estaba previendo. —Por favor, POR FAVOR... Tenga piedad.
Jimin observaba su piel de porcelana, pulcra y virgen. No escuchó sus ruegos, sus disculpas, ella había desobedecido el mandato real y su deber era corregir a quien se sublevase ante él. Así que extendió su brazo y dio el primer azote, dibujando una limpia línea de sangre y piel en la espalda de Nyx quien casi desgarra su garganta por el grito desolador.
Otro azote un poco más arriba que el anterior la hizo estremecer. El tercero la dejó de rodillas y sin aliento. El dolor era insoportable, su piel estaba al rojo vivo, siendo desgarrada sin piedad.
—No más... NO MÁS... DETENTE, POR FAV-AAH!! — el cuarto cruzó los demás, sintiendo con más detalle, su piel siendo abierta, quemada. Sintió que se desmayaría en cualquier momento.
Jimin no hablaba, tampoco se sentía consciente de lo que estaba haciendo. Era su deber, eso se repetía intentando paralizar cualquier sentimiento de arrepentimiento. Debía hacerse respetar.
Aguantó la respiración y dio el último azote, escuchando ese lamento desgarrador. Los guardias la soltaron dejándola caer sobre la tierra y volvieron a su lugar, al lado del príncipe.
—Espero hayas aprendido la lección. Reverenciar a tu príncipe es insoslayable— caminaron todos a sus respectivos caballos y desde ahí arriba volvió a hablar. —No vuelvas a escapar de casa, resuelve tus problemas como la adulta que eres. Buenas noches, Nyx, espero no me guardes rencor.
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