Años después...

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Prescott estaciona el auto en la entrada de la casa de mi madre y le hago una seña para que espere. No debería tardar tanto.

La ama de llaves sonríe cuando abre la puerta, luego se aparta para dejarme entrar como todos los días de los últimos años. Esta vez, no están en la sala hablando de los colores que serán tendencia este verano, sino en el patio trasero junto a la alberca.

—Ya llegué. —aviso, saliendo por la puerta corrediza.

Carla es la primera en mirarme, batiendo en el aire su enorme sombrero y una copa de cristal mientras me saluda.

—¿Tan pronto?

—Si.

Giro entonces para mirar a mi pequeña hija, llevando un sombrero idéntico y una copa de plástico en color rosa.

—¡Llegas tarde, Anastasia! —chilla con su vocecita—. Estaba pensando que te habías olvidado de mi.

Dios, ella es definitivamente yo.

—En primer lugar, no estoy segura que puedo olvidarme de ti —la miro con las cejas fruncidas—. Y en segundo lugar, ¿Qué estás bebiendo, jovencita?

Phoebe suelta una risita que cubre rápidamente con su pequeña mano, mirando a Carla para que la saque del problema.

—Tranquilízate Anastasia, es solo jugo de manzana —. Carla agita su copa—. Estamos haciendo planes para las vacaciones de verano.

Rayos.

—Bueno, suficiente por hoy. Esta niña y yo tenemos planes.

Ayudo a mi hija de 5 años a bajar de la silla, tomando su sombrero y copa para dejarlos en la mesa. Mi madre se quita el sombrero y me mira.

—Debiste llamarla Audrey, tienen tanta clase y estilo que sé que lo heredó de mi.

Ja.

—De hecho, Christian quería llamarla Grace como su madre. Creo que ella también pudo haberle heredado algo.

Carla hace un gesto con los labios en desacuerdo.

—Bueno, gracias al cielo no la llamaste así, suficiente carga para una pequeña niña tener que ser como la abuela.

—Lo sé.

Mamá me sigue hasta la sala, donde Phoebe le cuenta a Prescott algo sobre un crucero por el mediterráneo, como si su padre considerara seguro en barco en medio del mar.

—Despídete de tu abuela —le digo.

Ella corre hacia Carla y la abraza.

—Adios, abuela.

—Adios, cariño —se agacha para besarle la mejilla—. Te veré mañana.

Oh, si. Lo que iba a decirle.

—No será posible porque nos vamos a Aspen —fuerzo mis labios en una sonrisa—. Christian quiere pasar su cumpleaños esquiando.

—¿Y no estoy invitada? —chilla, pero no en el mismo tono que usaba antes.

—Por supuesto que no —pongo los ojos en blanco—. ¿Quién querría llevar a su suegra a sus vacaciones?

Esta vez no giro para mirar su mueca, sé que está frunciendo la boca de nuevo y llevo a Phoebe al auto.

—No estés triste, abuela —chilla mi hija—. Te traeré un folleto.

No puedo evitarlo, me río frente a mamá porque es cierto, lo único que obtendrá de nuestro viaje rápido será un folleto de lo bien que la pasemos.

—Claro que si, cariño —ignora mi risa y agita su mano hacia Phoebe—. Por cierto Ana, debes poner más atención en tu alimentación. Esa falda ya te queda demasiado ajustada.

Sigo su mirada hacia mi vientre, la falda de cintura alta que elegí hoy hace una pequeña caída cuando la blusa se mueve.

—Oh, por Dios —balbucea—. ¡Estás embarazada!

—¡Shh! ¡Shh! —la callo, mirando rápidamente hacia el auto—. Phoebe no lo sabe.

—¡Pero es una maravillosa noticia, hija!

—Lo sé, gracias —digo porque no tiene sentido ocultarlo, es el tercer mes y mi hija ya pregunta por qué no la cargo en brazos—. Planeamos decirle este fin de semana.

Carla me da una pequeña sonrisa de labios apretados que es más genuina que aquella donde muestra sus dientes.

—Estará encantada. —rodeo el auto para subir del otro lado, antes de que lo haga sus palabras me detienen—. Dile a Christian feliz cumpleaños de mi parte.

—Lo haré.

Prescott nos lleva hasta Grey House en un cambio de planes de último minuto, un imprevisto que mi esposo tiene qué solucionar antes de que podamos ir a cenar juntos.

El auto estaciona en el garaje junto al ascensor y Taylor se acerca para ayudar a Phoebe.

—Señora Grey, señorita Grey. —la toma de la mano y la lleva al ascensor—. Su padre la espera.

Prescott y yo los seguimos, y subimos juntos hasta el último piso.

—Tio Tay, dame tus lentes—. Phoebe estira la mano.

Taylor me dedica una mirada de molestia, pero se quita los lentes y se los pone a mi hija.

—Aqui tienes, nena. Enséñales quién manda.

Pongo los ojos en blanco y Phoebe asiente, al tiempo que se abre la puerta corrediza.

—Andrea —saluda ella con toda seguridad y sin detenerse.

—¿Christian está ocupado? —sonrío un poco apenada.

—Nunca para ustedes —Andrea sonríe—. Aquí están los itinerarios, Stephan los espera en  la pista a las 8 de la mañana.

—Gracias.

Tengo qué apurar el paso para alcanzar a Phoebe cuando empuja la puerta y se dirige a su padre.

—¡Papá! —él aparta la vista de la pantalla.

—Mi princesa —se pone de pié y la levanta en sus brazos—. ¿Qué tal estuvo tu día?

—Mmm, hablé de cosas importantes con la abuela Carla.

—Oh —las cejas de Christian se arquean—. Espero que fuera divertido.

—Si.

Christian gira y pone a la niña en su silla, luego se acerca para besarme.

—¿Cómo están? —desliza la mano discretamente por mi vientre.

—Con náuseas, pero bien.

—¿Le dijiste? —pregunta, y sé a qué se refiere.

—Si.

—¿Y? —ni él cree que tomara la decisión con calma.

—Phoebe prometió traerle folletos de Aspen.

—¿Folletos? —repite.

—Folletos. —confirmo.

¿De dónde sacó esa idea? No lo sé.

—Supongo que Jason tiene una nueva misión. —mi esposo sonríe—. Estará tan emocionado.

—Seguro.

Paso los brazos por su cuello y lo beso mientras Phoebe sigue sentada en la silla, mirando la pantalla. Tan pronto como sepa leer, querrá estar aquí todo el tiempo.

—Te amo, Christian.

—Te amo, Ana. —responde.

—Papá, —Phoebs interrumpe con las cejas fruncidas—. ¿Cuando voy a tener una oficina como la tuya? ¿Y una compudora?

Computadora quiero corregir, pero luce adorable con ese pequeño ceño arrugado.

—Pronto, princesa.

Pronto.

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Gracias por leer 😘

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