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Capítulo 6.

¿Y si no es un idiota arrogante?

¿Y si es solo muy reservado?

No, Ana. No te encariñes con él porque estás ahí para robar tu anillo y casarte con Paul. ¡Paul Clayton!

Y definitivamente no eres una asistente.

—Carajo. —dejo caer la cabeza contra mi escritorio, pensando en lo que pasó esta tarde. —¡Ese viejo idiota me hizo lavar el auto! ¡Y arruiné mi manicura!

El móvil vibra con otro mensaje de Paul y me debato si debería contestar o no. Lo he evitado por el asunto del anillo pero sé que no puedo hacerlo para siempre.

*Annie, princesa, ya perdóname por favor.*

*Aún estoy muy molesta contigo Pauly, pero te perdono. Y más te vale que en nuestra boda los camareros sean todos hombres.*

Paul no responde a mi petición directamente, pero envía una gran cantidad de emojis de corazón.

*Y para ya con las flores, mi mamá no tiene más espacio para ellas.*

Estoy cansada, exhausta física y mentalmente gracias a Grey y a su horrible empleado gruñón. ¿Quién le dió tanto poder para creer que puede tratarme así?

Me deslizo hasta mi cama suavecita y apenas pongo la cabeza en la almohada, me quedo dormida. Siento que apenas he dormido algo cuando el reloj comienza a sonar a las 6 de la mañana.

Miro fijamente el techo por un par de minutos, desorienta y somnolienta sobre por qué puse la alarma a esa hora.

—¡Carajo! —chillo y me levanto de un salto. —Tengo que ir hasta la casa de Grey para las instrucciones y lo que sea...

Salgo dentro de mis jeans, una camiseta blanca y el suéter amplio que disimula mi pecho pequeño, no es que tenga mucho qué ocultar.

Escondo la peluca dentro del bolsillo y bajo hasta la cocina para encontrar ahí a la ama de llaves.

—¿Señorita Steele? —me mira confundida. —¿Pasa algo?

—Tengo que salir, —tomo un pan tostado de la mesa y una naranja. —dile a mamá que regreso más tarde.

Conduzco hasta la casa de Broadview y me aseguro de no dejar el auto a la vista. Me pongo la peluca cuidando de esconder bien todos los mechones de mi flequillo.

Entro por la reja con más seguridad que ayer y voy directo a la puerta del personal.

—¡Buenos días! —saludo con mi voz grave fingida.

—Buen día, Andrew. —Gail sonríe. —Llegaste temprano, el desayuno aún no está listo pero tengo tu uniforme.

¿Mi uniforme?

Ella se aleja por el pasillo y vuelve con la ropa en sus manos, mismo tono horrible de gris pero luce un poco diferente.

—Espero que no te importe, le hice algunos ajustes para que te quede mejor. Pruébatelo.

Lo tomo para ir al baño y cambiarme. Por lo menos de esta forma, si Taylor decide ponerme a lavar el auto de nuevo, puedo cambiarme a mi ropa limpia y seca cuando vuelva.

Sonrío cuando veo que los pantalones se ajustan perfecto, la camisa no es tan amplia y el saco esas ajustado. Incluso la corbata lleva solo un clip para engancharse en el cuello.

—Gail, muchas gracias. —sonrío y giro para que me vea. —Quedó perfecto.

Ella también sonríe satisfecha y compartimos un pequeño abrazo de emoción.

Carajo.

Soy Andrew, ¿Qué estoy haciendo?

—Lo siento mucho, —me aparto con las mejillas rojas. —Gracias por arreglar mi uniforme, eres la mejor.

—Lo es, —gruñe una voz ronca que me provocó pesadillas.

Tengo que girar para mirarlo recargado en el umbral de la puerta, con el ceño fruncido por debajo de los lentes oscuros.

—El desayuno está listo, Jason. —Gail señala la barra. —Siéntense ambos mientras me aseguro que el señor Grey tiene todo lo que necesita.

Taylor me empuja cuando camina hacia la silla frente a la barra, así que lo sigo dejando en espacio libre entre los dos. Cuando la señora Jones ya no se escucha, es que él me habla.

—No fraternices con el resto de los empleados, chico.

—¿Te refieres a Gail? —pregunto con las cejas alzadas por la sorpresa.

—Si. Mantén tus manos para ti mismo, si deseas conservarlas.

—Mierda. —la palabra de escapa de mi boca.

Esa es una confirmación de que ellos están juntos pero, ¿Piensa que soy una amenaza? No me gustan las mujeres, eso es seguro.

Apresuro un bocado de mi plato para ignorarlo, aunque no funciona porque siento su mirada sobre mi. Cuando terminamos el desayuno, me hace una seña para que lo siga por el estrecho pasillo que conecta con la casa de Grey.

—Guarda silencio ahora, chico.

Nos detenemos en la sala de la casa y lo miramos sentado en su propia barra bebiendo café.

—Estoy listo, Taylor. ¿Cambiaste los códigos de Escala?

—Si, señor. También instruí al guardia de seguridad de GEH sobre los protocolos de visitantes no deseados.

—Bien. Asegúrate que todos los empleados porten gafete para poner entrar en la empresa, consigue uno para ti y dale uno a Andrew.

—¿Yo? —chillo bajito. ¿Para qué quiero uno si no soy empleado de su empresa?

—Andrew permanecerá aquí hasta nuevo aviso, señor. —parece tener la misma duda que yo. —El chico no es necesario en la empresa.

Grey se lleva la mano a la barbilla y apoya un dedo un los labios, su mirada recorriendo de arriba a abajo mi nuevo traje.

—¿Nuevo uniforme? —pregunta.

—Gail lo ordenó para mí, señor Grey.

—Bien. De cualquier forma, vendrás a la empresa hoy para que ayudes a Andrea con algunas cosas.

¿Andrea? ¿Ayudarla? ¿No tiene suficientes empleados ahí?

—Pero... Señor Grey —Taylor insiste.

Una sola mirada de Grey es suficiente para que el viejo cierre la boca y asienta, resignado por la desición de su jefe.

¿Y como se supone que me cuele en su estudio a buscar mi anillo si no estoy aquí?

Agh.

Estúpido Grey arruinando mis planes.

Taylor abre la puerta principal para su jefe y enciende el auto, dejándome subir en el puesto del copiloto. Gail me entrega el maletín de Grey para que lo lleve y luego él se desliza en el asiento trasero.

Creí que ambos me ignorarían todo el camino; Taylor por estar molesto y Grey por considerarme insignificante, pero siento la mirada de ambos sobre mi. Aunque solo la de Grey me pone un poquitito nerviosa.

¿Por qué es que me mira tanto?

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