Capítulo 20.
—No.
Sus finas cejas maquilladas se fruncen.
—¿Qué dijiste?
—Que no. No voy a llamar a ese idiota arrogante traicionero e infiel. He terminado con él.
Intento terminar la conversación, pasando por un lado de mi madre al interior de la casa pero me detiene, interponiéndose en el camino.
—No estoy bromeando, Ana. Vas a disculparte con Paul en este momento y así nos evitaremos el escándalo y la vergüenza.
—¿Evitarnos? —chillo de nuevo—. ¡Él me engañó! ¡Me merezco el maldito escándalo para que todo mundo sepa la clase de persona que es Paul Clayton!
—Anastasia... —su mirada se endurece, empujándome para que no entre en la casa—. Hablo en serio. O te disculpas en este momento con los Clayton y retomas el compromiso, o te vas.
—¿Qué? —balbuceo, desconfiando de mis oídos.
—Que te vas. No voy a permitir que tú berrinche arruine está familia y el apellido Steele, por el cual tu padre y yo hemos trabajado tanto.
—¡Eres mi madre! No puedes hacerme esto.
Sus cejas se arquean por la sorpresa.
—Claro que puedo, cariño. Ésta es mi casa, la ropa que vistes se compró con nuestro dinero, igual que tu comida, tu auto y todo lo que posees.
Sigo sin poder creerlo, ¿Ésta mujer es mi madre? ¿Su corazón de verdad es tan frío como para deshacerse de mi como si fuera una carga?
—Papá no permitirá que...
—¿Por qué no? Ya tienes 21 años y no deberíamos mantenerte, princesa malagradecida. ¿Quieres tomar tus propias desiciones? Hazte responsable de ti misma.
No salgo de la incredulidad cuando ella estira su mano hacia mi, señalando mi bolso. Bolso que contiene mis mesadas, mis tarjetas de crédito y la licencia de conducir.
—¿Me estás echando?
—Te hago un favor, Anastasia. Tal vez si pasas por todas las carencias que tu padre y yo tuvimos que soportar al inicio de nuestro matrimonio, aprenderás a valorar lo que tienes.
—Pero mamá... Paul me engañó. —susurro.
Algo de lo que dije la hace enojar, porque gruñe olvidándose de su actitud de dama recatada.
—Hay cosas peores que un marido infiel, niña. Prueba a pasar un día con hambre o no tener una cama donde dormir y verás que Paul Clayton no es tan mala opción.
Carla me arrebata el bolso y las llaves del auto, dejándome solo el móvil y la ropa que visto.
—Llámalo antes de que venza el pago de tu móvil, que también sale de mi bolsillo.
Y con eso, se gira para entrar a la casa y cerrar la puerta en mi nariz. Ella de verdad me echó. A mí, su única hija.
Sus palabras me recuerdan algo que creí olvidado. No es mucho lo que recuerdo de cuando aún vivíamos en Montesano cuando yo era una niña, solo que me quedaba a cargo de una vecina mientras ellos trabajaban. Nuestra comida era sencilla y la casa era humilde, pero nos teníamos.
¿No es eso lo importante?
—Agh, mis zapatillas se van a llenar de tierra —chillo mientras camino a la salida del residencial.
Sin dinero, sin auto y sin familia, lo único que puedo hacer es buscar algún refugio u otro lugar para descansar mientras se me ocurre qué hacer.
Lo gracioso es que trabajé para el hombre más rico de Seattle durante tres semanas y no cobré el estúpido cheque porque tuve la grandiosa idea de dar un nombre falso.
¿Aún podría reclamar ese dinero?
Me toma varios minutos llegar hasta un local de comida rápida y sentarme en una de sus mesitas del exterior para evitarme la vergüenza de confesar que no tengo dinero para comprar.
Tal vez si le digo a mi amiga Gail que se lo pida al señor Grey, y luego camino hasta Broadview, podría subsistir algunos días, espero que no tenga que ir a un motel de mala muerte.
Busco el contacto de mi querida señora Jones para escribirle un mensaje y así evito dar más detalles de mi extraña situación.
*Hola Gail, soy Andrew. Olvidé cobrar mis pagos al señor Grey y tengo algunas dificultades. ¿Podrías cobrarlo por mi?*
Espero algunos minutos observando a las personas que se acercan, demasiado ocupadas como para ponerme atención, hasta que mi móvil suena con una notificación.
*¡Hola, Andrew! Por supuesto que sí, puedo pedírselo al señor Grey. ¿Cuándo vienes a recogerlo?*
¿Cuántos días me tomará llegar hasta Broadview? O podría pedir un taxi y pedirle al perro viejo que lo pague, por todo el maltrato que sufrí.
*Andrew, ¿En dónde estás?*
¿Ella va a traer el dinero? Comienzo a escribir una respuesta que se ve interrumpida por otro mensaje de la dulce Gail.
*El señor Grey te dará el dinero en efectivo, solo dime dónde estás para llevártelo.*
Esto es mucho mejor de lo que supuse.
*Estoy en un local comercial, no sé exactamente la calle pero te enviaré la ubicación, ¿Te parece bien?*
Su respuesta llega de inmediato.
*Voy para allá, no te muevas*
—Como si pudiera ir a algún lado.
El par de chicas dentro del negocio me miran con insistencia, tanto que una se anima a salir para hablarme.
—Buenas tardes, señorita. ¿Puedo tomar su orden?
—Yo... Hmm, espero a alguien —me justifico—. Tal vez solo un vaso de limonada.
—Enseguida.
Espero que Gail no tarde o terminaré lavando platos en este lugar para pagar mi limonada. Afortunadamente el auto negro del señor Grey estaciona casi 20 minutos después de enviarle la ubicación desde el móvil.
Levanto la mano para saludar a mi amiga, pero no es ella la que sale del lujoso auto.
Rayos.
El señor Grey se ajusta el saco de su traje dirigiéndose directamente a mi y sentándose en la silla sin siquiera saludar.
Me observa en silencio de arriba a abajo y sonríe.
—Señorita Steele.
Mierda.
Lo sabe.
—Señor Grey.
No puedo creer que él esté aquí. Mis mejillas se colorean de recordar nuestra última salida.
—Tengo un pago pendiente a nombre de Andrew Morrison, que obviamente no es tu nombre real.
—No lo es —confirmo.
—Además, la señora Jones dice que estás en problemas, ¿Qué tipo de problemas tienes?
—Yo... —presiono los labios, indecisa sobre contarle todo a él—. Mi madre acaba de echarme de casa y no tengo a donde ir.
Sus cejas se fruncen en ese gesto que ya le conozco.
—¿Y qué hay de su prometido? El señor Clayton.
Ese maldito infiel.
—Ex prometido. Por eso estoy en problemas.
Grey también presiona sus labios, seguramente incómodo porque admitir la verdad frente a él ha acumulado algunas lágrimas en mis ojos.
Saca la cartera de su bolsillo y lanza un billete junto a mi vaso de limonada vacío.
—Ven, sube al auto. Te llevaré con Gail.
Se pone de pié y extiende su mano para que yo la tome.
¿Va a ayudarme?
Miro hacia su auto, donde Taylor abre la puerta del asiento trasero y asiente mirándome.
Todos ellos quieren ayudarme.
—Gracias, Señor Grey —tomo su mano y me pongo de pie—. Y puede llamarme Ana.
~ • ~
¡Hola!
Uno más para compensar la ausencia 😅.
Mañana toca el turno a Luke.
Gracias por todo el apoyo hermosas, ha sido un día maravilloso. 🥰♥️
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