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Capítulo 18.

Llegué a casa, tomé una ducha y me fui directo a la cama para reponerme de estas horribles semanas. No más levantarme temprano, no más arruinar mis uñas, no más del viejo perro Taylor.

Me levanto temprano al día siguiente para alistarme, y lo primero que hago es colocar el anillo de compromiso en mi dedo para exhibirlo.

—Por fin puedo recuperar mi vida. —suspiro mirándome en el espejo.

Voy a la cocina para encontrar a mi madre bebiendo café mientras lee la sección de sociales de Seattle Times, su favorita.

—Buenos días, mamá. —me siento a la mesa para que la sirvienta sirva mi plato—. ¿Algo interesante hoy?

Ella responde sin apartar los ojos del periódico.

—Aún siguen hablando del baile de máscaras de los Grey, recaudaron 2.5 millones de dólares.

—¿De verdad? Eso es genial.

—Lo es —por fin me mira, pero hace una mueca con la boca—. 2.5 millones es mucho dinero, ojalá yo lo tuviera para pagar unas hermosas vacaciones en Aspen.

Dios.

—Es dinero para la caridad, aunque no lo creas, ellos lo necesitan más que tú.

Carla frunce las cejas por un segundo antes de recordar que ese gesto le causa arrugas en la frente, luego relaja el gesto y sonríe de esa forma falsa que usa siempre.

—Yo también necesito cosas, Anastasia. Aún hay muchas cosas que quiero y tu padre no puede darme.

¿Humildad?

Sonrío para mí misma.

¿De dónde carajo salió ese pensamiento?

—Oh, Dios mío —chilla, cubriendo su boca cuando lee la columna de los chismes—. Pobre Grace.

El nombre me resulta ligeramente familiar, pero ignoro los jadeos de mi madre para sorber otro trago de mi jugo de naranja.

— Annie, tú bailaste con el hijo de los Grey, ¿Lo recuerdas?

¿Cómo olvidarlo?

—Si.

—Es gay.

El bocado se queda a medio camino mientras analizo lo que mi madre dijo, porque no estoy segura de haber escuchado bien.

—¿Qué dijiste?

—Que es gay, ¡Mira! —gira el periódico hacia mi y señala—. Lo vieron en este lugar con un jovencito.

No. Puede. Ser.

Ni siquiera me molesto en leer el texto y observo la fotografía borrosa que lo acompaña, claramente el señor Grey.

—¿Y si es un amigo? ¿O un socio de negocios? —ofrezco como alternativas.

—¿Y tocándolo de esa forma en la cadera? No señor, ese es un gesto demasiado íntimo para ser un amigo.

Carajo, ¿Quién se atrevió a tomar esa foto? Por suerte mi rostro no es visible y la peluca me oculta. Debo recordar deshacerme del traje que me prestó.

—Aún no entiendo cuál es el problema en que sea gay. —vuelvo a comer otro bocado—. Él parece una buena persona.

—¿Pero y los hijos? ¿Quién va a heredar toda esa fortuna?

—Adopción, mamá.

—No es lo mismo. —aparta el periódico lo suficiente para seguir bebiendo su café—. Gracias a Dios no tengo ese problema contigo, te casarás con Paul y tendrás hijos inmediatamente.

¿Qué?

—Soy muy joven para ser madre. —me quejo.

—Es mejor iniciar cuanto antes, créeme. Te tuve y luego tu padre quiso esperar a que fueras más grande. Y ahí está, nos quedamos solo contigo.

¿Gracias?

Estoy cansada de escuchar a mi madre planear mi vida, prefiero salir con Kate. Tan pronto como termino mi desayuno, vuelvo a mi habitación para llamarla.

—¡Kate! —chillo cuando contesta.

—¡Ana! ¿En dónde has estado todo este tiempo?

—Ocupada, ya sabes, con los preparativos de la boda —miento—. ¿Te gustaría ir de compras o algo?

—Lo siento, salí con mi madre a hacer algunas compras, te llamo más tarde.

—Si, bueno. Nos vemos después.

Al parecer mi mejor amiga no me extrañó, así que me decido por llamar a mi novio. Aún estoy molesta con él por abandonarme en el baile de los Grey, pero puedo hacerlo sufrir con una cita costosa.

—¿Annie? —saluda cuando contesta—. Hola, nena.

—Paul, hola.

Mi extraña conversación con el señor Grey aparece en mi mente, y me niego a aceptar que él tiene algo de razón.

—¿Ya no estás enojada conmigo?

—Estaba pensando que puedes compensarme con una cita esta tarde, estoy libre.

— Si, mira... Yo planeé una salida con los chicos y pues... ¿Podemos dejarlo para mañana?

—¿No vas a preguntar que he hecho los últimos días?

Permanece en silencio como si pensara en la mejor opción, luego suspira y lo escucho repetir las palabras.

—¿Qué estuviste haciendo estos días, nena?

—Trabajando.

Paul se ríe.

—Si, ya, en serio.

—De verdad, estuve trabajando como asistente casi tres semanas.

—¿Por qué? ¿Agotaste el límite de tu tarjeta otra vez?

—No.

Creo.

—¿Entonces por qué lo hiciste?

—Porque quería sentirme útil —miento—. Saber que puedo hacer algo por mi misma y ganar algo de dinero. ¿Alguna vez lo has hecho, Paul?

—¿Qué?

—Trabajar.

Paul vuelve a reír porque obviamente no me está tomando en serio.

—Sabes que trabajo con papá, nena.

—No, —chillo ofendida—. Acompañas a tu padre a todos lados y a cambio él te da una mesada. Eso no es un trabajo real.

¡Yo lavé un auto! ¡Y podé el estúpido pasto de la mansión! Y conduje... No fue un gran trabajo, pero lo hice con mis propias manos.

—Muñequita, tu sabes que yo voy a heredar los negocios de mi padre, eso es lo único que necesito saber.

—¿Qué? ¿Cómo gastarte el dinero en puros y whisky escocés importado? —gruño.

¿Por qué estoy tan molesta? ¿Y por qué de pronto Paul es tan irritante?

—¡Olvídalo! Ve a hacer lo que sea que estabas haciendo, y todavía estoy molesta conmigo.

—Muñequita... —me dice, yo termino la llamada sin querer escuchar más de sus justificaciones.

No nos hemos visto en casi tres semanas ¿y él lo toma como tiempo libre para salir con sus amigos?

—¡Imbécil! —chillo lanzando el teléfono a la cama.

No quiero, no voy a admitir que Grey tiene razón sobre mi y mi relación con Paul. Christian Grey no va a arruinar esto para mí. Suficiente tiempo he perdido recuperando mi anillo, no voy a darle también mis pensamientos.

He dicho.

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