✦; capítulo 6
⚠️ Advertencia de contenido sexual ⚠️
Esa noche, Harry no se preocuparía por el significado de la palabra remordimiento.
Para ser sincero, en ningún punto pensó en retractarse o en poner un alto, sería demasiado mentiroso si dijera que no estuvo ansiando ese momento, sencillamente se había dejado llevar por lo que el deseo le dictó y se hallaba concentrado en disfrutar de todos esos besos que le estaban robando el aliento.
Porque sí, era jodido que Louis conociera a la perfección todo lo que gustaba, el muy cabrón siempre sabía que hacer, para tenerlo jadeando entre sus brazos.
Ambos portaban únicamente su ropa interior, no tuvieron siquiera la decencia de quitarse la ropa en la habitación principal y sus prendas habían quedado regadas por las escaleras.
Y no se arrepentía, de verdad no sentía culpa por tener ese par de manos recorriendo su cintura otra vez, no le importaba que esos dientes se estuvieran encajando casi con odio sobre sus labios y mucho menos le daba recato gemir cada que su entrepierna era presionada por la rodilla ajena.
Ese fuego que por tanto tiempo creyó extinto, volvió a encenderse en un abrir y cerrar de ojos.
Su cuerpo encarcelado en contra del muro blanco, el corazón latiendo en su pecho a mil por hora y una pequeña capa de sudor brillando en su frente gracias a la desesperación que lo estaba calcinando.
Era un pecador que se encontraba en el mismo cielo, vaya ironía.
—Mierda, no sabes cuanto te extrañé —No pudo contenerse a murmurar, en medio del frenético roce de labios—. Tardaste en regresar...
—Ya estoy aquí para reclamar lo que es mío —El ojiazul refutó, deslizando la palma en su espalda baja—. No te preocupes, me haré cargo de ti.
Su abdomen se contrajo ante el hábil tacto y la mariposa que tenía tatuada pareció cobrar vida.
Juró que la sintió volar en su estómago.
—¿Vas a follarme? —Tuvo el descaro de preguntar—. Di que lo harás, por favor...
Obtuvo un gruñido como contestación rápida.
—Por supuesto que lo haré —La confirmación lo hizo estremecer—. Lo necesitas, estás rogando que te den como tanto te gusta.
—Mhn... ¿Será que aún recuerdas como debes hacerlo conmigo?
—¿Piensas que no?
—No lo sé...
Louis le presionó los dedos en los huesos de la cadera.
—¿Tú crees que voy a olvidar lo mucho que adorabas que te comiera el culo? —bramó, separándose apenas unos centímetros para poder mirarlo—. Que no se te olvide quién terminaba llorando de placer con la cara hundida entre las almohadas.
Harry derrochó una encantadora sonrisa y pestañeó.
—¿Y qué hay de ti? —Le colocó ambas manos en el pecho—. Tú siempre me rogabas que te chupara la polla y te corrías en cuanto la ponía en mi boca.
—No puedes culparme por eso —exclamó, empujando su cadera hacia adelante y los dos exhalaron un gemido ronco—. Desde que vi tus labios solo pensé en tenerlos a mi disposición.
—Te entiendo, Tommo... —Con blandura, lo sostuvo del mentón—. Aiden comparte esa idea.
—... ¿Qué cosa?
—Que Aiden también considera que mis labios se ven fabulosos alrededor de una polla.
La respiración del castaño se entrecortó.
Una primera bomba fue activada sin temor y él reaccionó hasta que Harry dejó escapar una risa burlona, plantándole un beso flojo al borde de la boca.
Eso de jugar con su paciencia no era un buen truco, los putos celos habían comenzado a quemar por debajo de su piel. El imaginarse que otro individuo había estado ocupando su lugar en los últimos meses, lo terminó sacando de sus casillas.
Notablemente molesto por la mención del tercero en discordia, se vio en la penosa obligación de sujetar con fuerza la melena del menor, enterrando las yemas en su cuero cabelludo y enseguida tiró desde la raíz para atraerlo, haciendo que despegara el cuerpo de la pared.
Con los dedos enredados en los mechones cafés, arrastró a Harry hasta el borde de la enorme cama que yacía pulcramente tendida en la habitación y con una fuerza desconocida que emergió de su enojo, lo arrojó sin cuidado hacia el colchón.
El pobre se fue de cara sobre su afelpado edredón gris, rebotando dos veces seguidas en el y jadeó suave cuando su mata fue liberada.
—Por favor, ¿en serio quieres involucrar al imbécil de tu novio? —Le preguntó y se acomodó la erección por debajo del bóxer—. Deberías callarte, estás pidiendo a gritos que no tenga autocontrol.
Y sí, lo estaba haciendo.
Cuando de placer se trataba, la vergüenza estaba de sobra.
—Solo fue un comentario —Hizo la mofa, apoyándose de ambos codos para levantar el torso—. No conocía esta faceta tuya.
—¿Cuál faceta?
—La de un celoso enfermo.
Louis bufó y entornó los ojos.
—La culpa es tuya —respingó, cruzándose de brazos—. ¿Cómo diablos se te ocurrió permitir que alguien más te pusiera un dedo encima?
Harry tragó duramente.
La cuestión se perdió en el aire, porque acabó enfocándose en aquellos músculos que se marcaban bajo la tinta de los tatuajes.
Había recordado la devoción que le tenía a esos bíceps.
—No te voy a pedir perdón por eso —Consiguió decir, al encoger las piernas—. Prefiero mostrarte algo, ¿qué dices?
—¿Qué me quieres enseñar? —Apuntó hacia su muslo al descubierto—. ¿Tú nuevo tatuaje?
—No.
—Bueno, como quiera es lindo —confesó. El tigre se veía precioso en esa pierna torneada—. Entonces, ¿de qué se trata?
El cumplido lo había hecho sonrojar, pero trató de que sus mejillas ruborizadas no fueran un impedimento y señaló hacia su armario con un cabeceo.
—Abre la tercera puerta y busca en el último entrepaño —ordenó—, sé que encontrarás algo que te gustará.
Dada la indicación, Louis sintió que la inquietud lo invadió y frunció el ceño.
Por ende, al ser víctima de una irremediable curiosidad, tomó la decisión de moverse e ir a explorar el closet de caoba que reposaba a un lado de la habitación y Harry suspiró al verle fisgoneando.
Aprovechó para acomodarse, sentándose sobre sus talones mientras aguardaba a que el pequeño tesoro fuese hallado. Contempló en silencio el modo en que su ropa era salvajemente revuelta y no evitó sonreír cuando lo escuchó maldecir con sorpresa al hallar una caja en el fondo del mueble.
Y mierda, claro que Louis la reconoció, por supuesto que la había visto con anterioridad en el cuarto de la universidad...
—Es una puta broma, ¿cierto? —El ligero tinte de emoción se asomó por su voz—. ¿Aún conservas esto?
Su semblante proyectó un fulgor diferente al tomarla y se giró veloz, cargando el empaque con una sola mano.
—Algo así —El colchón fue palmeado dos veces en una clase de invitación—. Anda, traela y ven acá.
Acató el mandato con una felicidad vergonzosa, se veía jodidamente animado andando hacia la king size y Harry le dio una mirada traviesa, echándose a reír cuando sus cejas se movieron de manera sugerente.
Después tomar asiento en el lugar correspondiente y de depositar la caja sobre la cama, procedió a retirar la tapa, revelando así su contenido.
—Mira esto —pronunció por lo bajo. Sus ojos azules brillaron—. Años de no utilizarlos...
¡Que dicha!
Se maravilló al captar la linda mordaza de silicón, esa que tenía la correa de cuero desabrochada y las hebillas listas para ser atadas por atrás de la cabeza. Además, halló ese par de pinzas para pezones, aquellas que él mismo compró en una sex shop como un atinado obsequio de cumpleaños.
Tuvo que inhalar hondamente, su polla le dolió más de lo normal y su mente revivió las incontables noches de desvelo que pasaron en compañía de esos objetos sexuales.
Había sido una época fenomenal.
—¿Y el resto de tus juguetes? —Torció el gesto al preguntar—. ¿Por qué solo tienes estos dos?
—Ya no tengo más, esto fue lo único que logré salvar —Sin darse cuenta, la nostalgia se apoderó de su tono—. Mis consoladores y vibradores fueron desechados.
—¿Por qué? —Lo miró, con la nariz levemente arrugada—. Te gustaban mucho, ¿qué les sucedió?
—Aiden no estaba de acuerdo con el uso de ese tipo de artefactos —resopló con franqueza y medio sonrió—. Un día llegué y ya no estaban, estos se quedaron porque los tenía guardados en otro lado.
Instantáneamente, a Louis le hirvió la sangre.
Sus facciones cambiaron, la alegría se evaporó en un soplo y ahora, otra tanda de furia se estaba esparciendo por las líneas de expresión que se marcaron en su rostro.
—Él te... ¿Tiró a la basura tus pertenencias? —Quiso confirmar lo que entendió—. ¿Las botó sin consultar?
—Supongo, no sé que fue de mi pequeña colección —Enroscó un dedo en la cadena metálica de las pinzas—. Aún así, ya no me dejaba usarlos, siempre dijo que para eso lo tenía a él y bueno... No es nada grave.
Al final, se resignó a su monótona vida sexual y ya no le causaba alboroto mantenerse en el rango de lo convencional.
Por otro lado, el mayor estaba sofocándose, con el pecho subiendo y bajando cuando la quemazón en su estómago se prolongó.
La boca se le había secado, ¿dónde mierda estaba parado su precioso príncipe y qué había hecho él para evitar la desgracia que estaba viviendo? Esa relación era igual a un martirio, no existía la libertad y hasta reprimía los gustos personales.
No, definitivamente esa boda no iba a suceder y él se encargaría de evitarla.
Con determinación, extrajo los juguetes de la caja, examinándolos por un buen rato antes de gruñir con enfado y patear el empaque vacío fuera del edredón.
Harry estuvo a punto de protestar por el maltrato a sus cosas, pero antes de que pudiera articular palabra, fue aventando con brusquedad hacia atrás y acabó tendido boca arriba sobre la cama.
Se quejó un poco por el choque abrupto, removiéndose en las almohadas hasta que sus piernas fueron sujetadas y separadas de golpe. Extendió los orbes cuando Louis se colocó entre ellas, había comenzado a acariciarle el interior del muslo izquierdo mientras levantaba la mordaza por la correa sintética.
—Mañana te compraré todo lo que quieras de tu sex shop favorita —informó, acercando la esfera plástica a esos labios regordetes que ya la esperaban—. ¿Te parece?
Al rizado se le fue la capacidad de hablar.
Asintió por inercia, abriendo la boca al recibir aquel objeto que tanto había añorado volver a utilizar y cerró los ojos, alzando la cabeza para que la hebilla fuese asegurada a la altura de su nuca.
Respiró por la nariz, clavando experimentalmente los dientes en la superficie e intentó acostumbrarse a la ya olvidada sensación de inmovilidad en su quijada.
Louis plasmó una sonrisa autosuficiente, complacido por el matiz escarlata que las mejillas contrarias estaban tomando y colmado de satisfacción, se inclinó hacia adelante, hundiendo la cara en el hueco de su cuello.
Inició con un camino de besos húmedos, arrastrando la lengua por la suave piel, rozando tentadoramente sus dientes en ocasiones y tronando los labios hasta que un primer gimoteo se disipó alrededor de la mordaza.
Harry se sacudió débilmente, quitándose los mechones cortos de la frente y al percibir un aliento caliente muy cerca de su pezón derecho, tomó por el cabello a quien le estaba saqueando el buen juicio.
—Me da nauseas que permitas que te traten así —farfulló, escupiendo un hilo de saliva sobre la diminuta protuberancia—. Tú te mereces más que esto y yo no voy a dejar que ates tu futuro a la miseria.
El líquido bucal fue derramado, escurriendo por el pectoral del más joven y lloriqueó en cuanto su pezón fue tomado por unos dientes que lo atarazaron sin compasión.
Y joder, Louis se dio cuenta de lo excitado que estaba por la dureza de aquella zona tan sensible, la ropa interior le apretó aún más puesto que su polla parecía implorar que se hundiera con prontitud en ese culo que nunca había dejado de desear.
Pero no pretendía hacerlo todavía, porque por ahora, quería tenerlo retorciéndose con ansia, oyéndolo chillar cada que le presionaba las yemas en el delicado sitio erógeno o cuando le restregaba la lengua, chupando con afición.
Toda su atención se centró en los pezones del rizado: los mordió, los pellizcó y los retorció hasta que se encontraron totalmente enrojecidos, tan irritados y listos para recibir las pinzas.
Llenó una de las abrazaderas de metal con más saliva, humedeciéndola en su totalidad y la abrió sin que Harry lo notara porque se hallaba demasiado ocupado sollozando por la estimulación.
Lo escuchó chillar, él levantó su rostro para deleitarse con la extasiante mueca que puso al cerrarle una de las pinzas en el lugar correcto, causando que sus pestañas se humedecieran por las lágrimas que salieron frente al disfrute.
—¿Ves? Yo sí sé lo que te gusta —estableció, al momento en que le colocó la abrazadera faltante.
Harry gimió alto, volcando los ojos e incluso pensó que podía venirse con solo ese tipo de juego previo.
Se hallaba rojísimo de la cara, apenas lograba inspirar para mantenerse con vida.
Todo se volvió más complicado cuando a Louis se le ocurrió tirar de la cadena que colgaba en su pecho y él deseó gritar por el regodeo provocado.
—Ve lo que eres, dudo mucho que esto, pueda provocarlo el aburrido de tu prometido —Repitió la acción de jalar los eslabones, causando otro sollozo enmudecido—. Tú me necesitas a mí, no a él.
Aunque no podía hablar, el aludido se las ingenió para darle la completa razón al mover la cabeza en afirmación.
Mentir ya no estaba en su radar.
El ojiazul exhaló, retirándose del espacio entre sus piernas y se relamió los labios resecos, previo a enganchar las puntas de los dedos a la bonita braga que se interponía en su camino. La quitó sin la tosquedad que habitualmente le caracterizaba, despojó a su hermoso príncipe del encaje y la boca se le hizo agua al ver que estaba obscenamente duro, tanto como él.
Los talones del menor se apoyaron en el colchón, flexionó las rodillas a los costados de Louis y un jadeo le fue arrebatado cuando el índice ajeno trazó una línea por su falo, desde la base hasta el glande hinchado.
—¿Cómo prefieres que te tome? —El castaño se sintió dadivoso, creyó pertinente pedir su opinión—. Elige la posición.
Bien, fue tonto que lo interrogara porque no podía resolver verbalmente.
Sin embargo, Harry no había dejado de ser muy hábil al expresar sus pensamientos, y aunque se encontraba privado del habla, le dio una pista acerca de la postura que anhelaba esa noche.
Se tomó la libertad de erguirse, rodando con torpeza hasta que se colocó en cuatro, descansando el pecho en uno de los cojines y se agarró una nalga, apartándola hacia un lado para dejar a la vista ese apretado agujero que necesitaba ser llenado.
Y podían decir que era un descarado, un insolente que se ofrecía como carnada a un depredador que buscaba devorarlo cuando menos se lo esperaba, y lejos de sentirse mal por eso, aceptó estar amando la adrenalina que le generaba la indebida situación.
La saliva ya chorreaba por sus comisuras, desbordándose en torno a la esfera de plástico porque la había acumulado y era casi asqueroso que la estuviera demarrando en la funda de su almohada sin poderla contener.
—¿Qué diría tu prometido si te viera así? —Louis gruñó y lo sostuvo del trasero. Sus palmas extendidas se restregaron con empeño—. ¿Será que se calienta o se molesta de verte siendo jodido por alguien que sí lo sabe hacer?
El ojiverde lloriqueó de nuevo, sus rodillas estaban sumamente frágiles y no pudo cavilar con claridad ya que una dura palmada se estampó en su culo, ocasionando que cerrara el puño en la esquina del edredón.
Atiborró sus pulmones de oxígeno, estremeciéndose al sentir que su orificio fue bordeado por un dedo mojado y al instante, un líquido caliente le cayó entre las nalgas. Fue algo que le envió un escalofrío por toda la columna vertebral y no demoró en descubrir que se trataba de la puta saliva del otro, bajando por el pliegue de su trasero luego de haberle escupido una sola vez.
Louis no pidió lubricante, optó por usar sus propios medios y eligió explotar sus habilidades para preparar debidamente a Harry, porque reconocía que se lo merecía más que nadie en el mundo.
Entonces se inclinó, no tuvo piedad al lamer una franja por encima de su ajustada entrada y sus párpados bajaron mientras se abría paso con la lengua por aquel angosto espacio que en minutos, planeaba destruir.
Notó como el rizado se debilitó por el placer, elevando el trasero hacia su cara y sin quererlo, le raspó el área íntima con su vello facial, proporcionándole un sutil color rojo a la pálida tez.
Por fin se enfocó en devorarle el culo, en meter y sacar el músculo húmedo, en morder de vez en cuando por distintas zonas en tanto le azotaba los muslos rechonchos.
Hacía bien su trabajo, lo supuso porque Harry se había convertido en un desastre de gimoteos; no tenía la fuerza ni siquiera para sostenerse, acabó con mejilla puesta en un cojín, con los ojos apenas entreabiertos y los pómulos tan ruborizados que parecía como si le fueran a explotar.
Sus manos se aferraron a la tela de felpa, el corazón le brincó en la caja torácica y en un arranque de lujuria, él fue quien jaló de la cadena para incrementar su propio regocijo.
De repente entornó los orbes a causa de un ardor inesperado, no fue consciente de que dos dígitos le fueron incrustados hasta los nudillos y quizá por eso su llanto regresó, derramando lágrimas en consecuencia al espasmo que le revoloteó en el abdomen.
Louis movió la muñeca como todo un profesional, girando los dedos al interior del anillo muscular y tensó la mandíbula al reparar como Harry se fue relajando a medida que se adaptaba a la intromisión.
Su índice y anular fueron succionados involuntariamente, el orificio en el que se sumergieron cedió con la exquisita invasión y un meneo discreto de caderas se presentó, transformándose en un ruego silencioso por más.
—¿Cuánto tiempo tiene que no te follan? —La lascivia flotaba en el ambiente, estaba completamente ido—. Estás muy apretado, príncipe, vas a asfixiarme la polla en cuanto te la meta...
Y bueno, la idea no sonaba tan mal a oídos de ninguno.
Harto del tejido aprisionando su polla, el mayor realizó una maniobra cómica para deshacerse del bóxer, sin parar en ningún momento de meterle los dedos a Harry y aún así, consiguió quitarse la ropa interior con éxito.
Con la exasperación rebasando su cordura, detuvo los movimientos de su mano, divisando aquel estrecho agujero que había quedado a su merced y suspiró, produciendo de nuevo una importante cantidad de saliva que escupió una vez que le apartó las nalgas con rigor.
—Perdón por no ser lo que esperabas —musitó, al restregarle el miembro erecto en el pliegue del culo—. Déjame remediarlo y demostrarte que yo puedo tratarte como debe ser.
A Harry se le dispararon los latidos, intentó voltear por encima del hombro para avistar al verdadero hombre de su vida y alcanzó a capturarlo de soslayo, con el llanto bajando por su mejilla sonrosada.
No entendía nada, y no le apetecía comprender más de lo que ya está seguro.
Louis y él tenían una conexión que no existiría con nadie más.
Y sí, nunca había estado tan decidido como ahora de cancelar su boda.
Quiso decírselo. Moría por jurarle que se había enamorado de él desde que lo vio el primer día de clases, quería confesarle que había caído en sus redes desde que se cruzó con su mirada indescifrable, pero no pudo.
Lo único que salió de su boca fue un gemido alto, uno que quizá le pudo desgarrar las cuerdas vocales y chupó la mordaza al sentir que su orificio fue estirado por la cabeza de una polla que se encajó sin avisar en lo más profundo de su cuerpo.
El ojiazul le apretujó la cintura mientras se hundía, jadeando cuando su pelvis chocó con ese trasero que siempre lo enloqueció y se reservó un santiamén, gozando de la sensación que le producía tener el pene enterrado en esa abertura tan malditamente ajustada.
—No vas a volver a follar con él... —Le propinó una violenta bofetada en la nalga derecha—. Yo me seguiré encargando de ti y a partir de hoy, solamente yo te tocaré.
Harry afirmó con frenesí, agitando las caderas al ya no aguantar y Louis le cumplió su demanda, dándole una estocada profunda que lo envió de bruces en el colchón.
Las embestidas fueron duras desde el principio, la velocidad con la que eran marcadas fue desquiciante y el impulso de las penetraciones hizo que el encuentro de sus pieles ocasionara un estruendoso eco bajo las paredes.
Ambos se olvidaron de lo que sucedía en el entorno, enviciándose con el intercambio de jadeos y el rizado admitió en sus adentros que otra vez lo tenía todo para ser feliz.
Louis se lo estaba follando como un puto salvaje, lo destrozó en su totalidad sin medir las secuelas de sus azotes, sin considerar que las marcas iban a prevalecer en sus piernas y tal vez su intención había sido dejar en claro a quien le pertenecía ese muchacho de encantadores hoyuelos.
Gruñó, golpeando sus caderas en el trasero lleno de manchas carmín y lo alzó con un tirón por la cintura al percatarse de que sus piernas estaban fallando antes de lo previsto.
No fue compasivo, continuó penetrándolo desde atrás, cambiando el ángulo de las acometidas con la meta de hallar su próstata y cuando lo vio arquear divinamente la espalda, advirtió que la encontró.
De pronto, la urgencia de escucharlo gemir arremetió en sus sentidos y se sintió muy generoso, por lo que se estiró hacia la hebilla de la mordaza, quitando el broche con agilidad y Harry se la arrancó, tosiendo por instinto mientras la aventaba lejos.
Sus labios estaban dañados y la mandíbula le dolía, pero eso no le impidió gemir al tiempo en que se balanceaba por una grotesca estocada que le originó un pinchazo en el vientre.
—¡Oh! Maldita sea, es ahí —sollozó, sin pudor alguno—. Sí, justo así...
Su punto g fue abusado por un glande que lo tocaba incansablemente y ni siquiera tuvo que masturbarse, pues con las rudas embestidas fue suficiente para que el remolino en su entrepierna creciera, el fuego se propagara por los rincones de su sistema y hasta dejó de escuchar cuando se corrió con un grito de por medio, aclamando el nombre del ojiazul entre obscenos gimoteos.
Louis plisó el entrecejo, amando el modo en que el otro cabalgó por el monte del orgasmo y sonrió con gusto al llamarse responsable de tan precioso caos.
Supo que había durado lo necesario, le dio lo que imploraba y eso que realmente le hacía falta, así que ya no se preocupó por su resistencia, estrellándole los testículos una última vez en sus redondas nalgas antes de dejarse ir en su interior, llenándolo de su candente corrida como en el ayer.
A Harry lo albergaron unos escalofríos intensos en la espina dorsal, a tientas logró deshacerse de las pinzas que tenía en los pezones, siseando por la sensibilidad desmedida en su pecho y jadeó al sentir que el semen empezó a gotear de su agujero después de que Louis le sacara la polla.
Anotó la tarea mental de cambiar el edredón que fue salpicado de su propia esencia y razonó que al terminar, debían tomar un baño porque el sudor les había dejado pegajosa la piel.
No obstante, sus propósitos se pausaron, ya que los dos se cegaron con la liberación, tumbándose como costales inertes en el lecho de un matrimonio truncado y se acurrucaron, aplazando la limpieza del cuarto.
En ese instante, lo que querían era permanecer abrazados, conversando de un par de cosas en lo que se recuperaban para una segunda ronda.
Por desgracia, ellos no se percataron de que su noche perfecta fue monitoreada por una cámara conectada a un circuito de voz y datos oculto, que para su mala suerte transmitió su fantástico polvo hasta la pantalla de un celular.
¿Qué tan malo podía ser?
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Holaaaa besties. 💘 Oigan se que me tardé en actualizar pero espero haya valido la pena pq es el capitulo más largo que tendremos de la fic, espero les haya gustado. 😩☝🏻
Nos leemos pronto (espero), les amo mucho y gracias por la paciencia.
María. ♥︎
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