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Capítulo 9: Odiar a los Ends

(Habla la autora :3 )
Actualizo doble porque al haber una elección final, tardaré más en escribir el siguiente.

Por cierto...

¿Molaría que Abe no Haruakira tuviera un "power up", una "transformación" en Kitsune para aumentar sus poderes?
Según el folclore japonés, es hijo de un humano y una kitsune, una mujer zorro, con lo cuál nació con la bendición de su notable sabiduría.
Las kitsunes se dividen por rangos de prestigio según el número de colas que tienen, y esa imagen tiene 8, la cuál es un número bastante bueno (4 creo que es lo más bajo y desprestigiado)
Es sólo un deseo mío al ver la imagen que quería compartir, a vosotras os molaría? :3

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Beretta se había escondido de los demás dentro de la forja durante un tiempo. Mientras los enanos trabajan tranquilos, ella descansaba en una esquina, al lado de la Gatling, mientras miraba su tambor de balas y pensaba en si podría fabricar el tipo de munición que utilizaba. Estaba colocándolo de nuevo en su sitio cuando Haruakira entró en la forja.

- Ah, Beretta, te estaba buscando... - dijo girándose hacia ella.

- ¿Qué tal la reunión? Ha durado toda la tarde, qué pereza... - dijo levantándose y sacudiéndose la paja y el polvo que quedó en su ropa.

- Larga, sí, pero necesaria - contestó con su característica seriedad.

La esperó y salieron juntos de la forja, y empezaron a caminar hacia el edificio central, aquel más importante y donde también estaban los cuartos de todo el personal.

- Pronto empezará el primer turno de cena - dijo - ¿Te unirás?

- Realmente no, comí algo en la tarde y ahora mismo no quiero nada más. Por cierto, podrías haberme dicho que no puedo salir de la fortaleza a menos que vaya acompañada.

Haruakira la miró y luego se llevó una mano a la cara con un gesto molesto.

- Oh, maldita sea... es verdad, lo siento. Es algo tan normal que se me olvidó avisarte. ¿Ha habido algún percance?

- Nada que no se haya solucionado sin víctimas ni heridos - contestó ella mirando al frente.

Haruakira la miraba mientras caminaban. En vez de tomar el camino recto hacia el edificio principal, la agarró del brazo y tiró de ella hacia un callejón.

- Tomaremos un desvío para hacer el camino más largo - dijo seriamente - Si alguien nos ve, te estoy enseñando la ciudad.

- De verdad no ocurrió nada malo... - ella le miró incómoda.

- Beretta - dijo mirándola y bajando la voz - Me comprometí a protegerte y cuidar de ti hasta que se pueda sacar la verdad de quién eres, aún cuando realmente odio a los Ends. Ponte en mi lugar, piensa un poco. Necesito saberlo todo, y no te conviene que me escondas nada o empezaré a desconfiar de ti.

- Si lo sé, tienes razón... - dijo continuando su marcha - Es sólo que no quiero que te enfades conmigo... fue culpa mía por salir, aunque nadie me avisó. Quería acercarme al pequeño bosque que hay a la derecha, pero noté una presencia. Allí me encontré a un End que confesó indirectamente haberme estado espiando desde que abandoné la fortaleza del Rey Negro.

- ¿Un End solo? ¿Tan cerca de nuestra fortaleza a plena luz del día? - Haruakira frunció el ceño.

- Sabe esconderse muy bien y es muy rápido y ágil. También me extrañó lo que dices, pero es un maestro escondiéndose. A no ser que estés muy cerca, no notas su presencia... y si él no quiere, todavía menos. Me enfadé, Haruakira... me provocó diciendo mentiras... y además de que pudo espiarme sin que mi tecnología le detectase.

- ¿Y a qué llevaron esas provocaciones?

- A que le provocara yo a él. También le disparé con la metralleta, pero no una ráfaga larga. Cuando pensé que lo mejor era refugiarme de nuevo aquí para que no pudiese seguirme, él quiso castigarme por mi insolencia cortando los cartílagos que sujetan mis rodillas... pero sólo se llevó una patada mía en la cara. Unos instantes después, llegaron Yoichi y los elfos al escuchar mis disparos, y terminaron de espantar al End.

- ¿Ellos llegaron a verle?

- Realmente no lo sé... Shala se quedó allí porque envió a unos elfos a mirar la zona... - Beretta caminaba mirando al suelo.

- Entiendo, luego les preguntaré.

Con esa frase tan corta y seca, Haruakira finalizó la conversación, dando lugar a un silencio muy incómodo entre ellos. Él caminaba recto, con las manos en la espalda y el rostro serio, Beretta con las manos en los bolsillos, encorvada y mirando al suelo. Luego se detuvo un momento, pensando en lo que iba a decir.

- Haruakira... ¿por qué odias a los Ends?

El monje se detuvo unos pasos más adelante y la miró sin cambiar su expresión.

- Los Ends son Drifters... que están en el otro bando - dijo mirándole con tristeza - Ambos grupos son reclutados por alguien de una manera diferente y llegamos a este mundo con la misión de luchar en un bando... - ella apretó la mano en la ropa de su bolsillo - Aunque no me creas... hay mucho dolor en las filas del Rey Negro... son guerreros a los que aplastaron sus ilusiones, destrozaron su vida o fueron usados y tirados.

Haruakira permanecía en silencio mirándola. La escuchaba, pero su rostro indicaba que no compartía su opinión en absoluto.

- La misma Juana murió quemada viva después de haber ofrecido su corta vida al rey, de llevar su religión en el corazón, fue tratada de hereje y bruja y sentenciada a la forma más dolorosa de morir. La usaron y la tiraron... ¿por ser quién era? Ahora tiene un lugar donde la tratan con el respeto que se merece...

- Beretta, basta.

- ¡Si hubiese sido un hombre, sería un héroe!

- ¡¡Basta!!

Beretta dio un respingo mirándole con los ojos muy abiertos. Haruakira había bajado la barbilla de forma desafiante, y sus ojos se habían rasgado más de lo normal. Su enfado era palpable, sobre todo cuando nunca gritaba. Luego inspiró profundamente y dejó salir el aire despacio, volviendo a levantar el mentón y abrir los ojos. Sin embargo, la tensión no desaparecía del ambiente.

- Dejaremos esta conversación aquí. Ahora volvamos, nos esperan.

Haruakira continuó caminando sin mirar hacia atrás, y Beretta apretó los dientes en un gesto de enfado amenazador. Dio un chasquido irritada y le siguió caminando, intentando pensar en algo que le quitase el mal humor que le había entrado.

Delante del edificio, se habían reunido todos los Drifters y demás personas importantes, algunas de las cuales no conocía Beretta. Al acercarse más, vio a un hombre alto y rubio con ropas llamativas, maquillado en sobremanera que miraba al resto por encima del hombro, al igual que dos parecían escoltas suyos, uno evitando mirar al joven Yoichi, y el otro al anciano Aníbal. Además de ellos, Beretta vio a otro chico de cabello blanco con uniforme de Octobrist y a un chico alto y fornido con dos orejas lobunas sobre su cabeza y una marca roja en su cara en forma de cruz. Le llamó la intención al momento, pues era una raza nueva para ella. Al llegar, se puso al lado de Olmine, y ella le dedicó una pequeña sonrisa.

- ¿Esta es la Drifter de la que hablamos en la reunión? - preguntó el hombre de ropas llamativas echándose el cabello hacia atrás, con una mirada que mostraba poco interés.

Beretta le miró, algo sorprendida. Tenía la voz increíblemente grave y bonita, cosa que no aparentaba en absoluto.

- Sí, esta es nuestra florecita nueva - contestó Nobunaga con una sonrisa - Que parece algo desanimada... ¿Qué te ocurre, pequeña, me echabas de menos?

- Más quisieras - contestó con una mueca sin dejar de mirar al frente.

- Oh, de verdad eres difícil de tratar...

Al grupo se sumaron los Wild Bunch, que acababan de lavar el carro después de traer varias piezas de caza para que no ensuciara mucho la sangre, y sus ropas venían algo mojadas, pero no participaron en la conversación.

- Si estás desanimada, ¡una buena cena es lo que necesitas! - afirmó Toyohisa asintiendo.

- Eres muy amable, pero de verdad no tengo hambre... prefiero descansar... - dijo apartando la mirada.

Toyohisa la miró de forma extraña, pues para él, alguien tiene que encontrarse muy mal para no querer comer. Olmine la tomó de la mano y la apretó mirándola con una sonrisa.

- Si estás cansada te acompañaré y te daré una habitación vacía. Mañana seguro que te encuentras mejor.

La sonrisa sincera y tierna de Olmine hizo sonreír lentamente a Beretta. No merecía que se preocuparan tanto por ella. Tras un último vistazo, les sonrió al resto y se despidió de ellos con la mano, a lo que respondieron con un gesto o un "buenas noches", menos Nobunaga, que era un poquito especial.

- ¿No me das un beso de buenas noches? - dijo con su sonrisa de siempre.

Todos giraron los ojos cansados de su actitud, pero Beretta se giró a mirarle con cansancio.

- Tal vez otra noche... - contestó sin más.

Y haciendo al Rey Demonio del Sexto Cielo sonreír gratamente, siguió a Olmine por unos antiguos pasillos bastante semejantes unos de otros hasta llegar a una puerta que no se diferenciaba en absoluto del resto.

- Siento si es complicado, a mí me costó adaptarme - le dijo con incomodidad - Pronto pondremos el nombre del dueño en la puerta, prometido. De momento, puedes quedarte en este.

Olmine abrió la puerta con una vieja llave de acero, enseñando un cuarto simple pero con todas las cosas imprescindibles: un armario, una cama, un escritorio y una mesa de noche, además de una ventana con un alféizar amplio.

- Aquí al lado tienes un pequeño cuarto con una tina - indicó ella - Puedes pedir que te traigan agua caliente y bañarte cuando quieras.

Beretta se asomó curiosa. Era una forma bastante anticuada para ella, pero no iba a quejarse en absoluto. Es más, le daba curiosidad probarlo. Al volver al cuarto, vio que la cama estaba sin hacer y que las sábanas estaban dobladas sobre ella.

- Muchas gracias, Olmine. Haré la cama mientras pido el agua y descansaré. Mañana volveré a ser la misma de siempre - dijo con una sonrisa.

- Descansa bien, buenas noches - dijo con otra sonrisa mientras le entregaba la llave de su cuarto, más pesada de lo que parecía.

Antes de marcharse, pidió junto a ella el agua caliente, y mientras colocó las sábanas a la cama tarareando tranquilamente. De la cantina venía el olor a carne y comida, por lo que prefirió cerrar la ventana mientras tanto. Cuando tres amables chicas le trajeron grandes cubos de agua caliente, dio las gracias con una sonrisa y las entró a ese pequeño cuarto, rellenando la tina con ellos, observando subir el vapor del agua.

Cuando vio que había espacio para meterse sin derramarla, metió un dedo a comprobar la temperatura.

- ¡Uff, quema, quema! - se dijo sacudiendo el dedo y soplándolo - Si me llego a meter de golpe me cuezo...

Luego fue hacia la puerta de su cuarto y metió la llave cerrando por dentro, para tener intimidad. No le importaba si alguien la veía desnuda, es más, le molestaba más que alguien entrase sin su consentimiento o tomase algo que era dado a su pertenencia sin consultarle antes, así que lo que protegía era la intimidad de su cuarto... aunque... tenía algo que tal vez no quisiera enseñar a nadie de su cuerpo.

Dentro del cuarto de la tina, se quitó sus armas, dejando la metralleta donde pudiese agarrarla al estar dentro de la tina. Luego su chaqueta, sus largos guantes hasta el hombro, su pegada camiseta negra rota sin sostén debajo, y dejó la ropa a su lado. Luego se agachó y desató sus interminables botas hasta poder quitárselas.

Se miró en un pequeño espejo que había, algo sucio y empañado, mientras se desabrochaba el cierre de su pantalón militar y se lo sacaba. Tras eso, se quitó un pequeño pantie negro de la misma tela que su camiseta que parecía un short y usaba de ropa interior, quedando desnuda. Se miró al espejo, observando su cuerpo, que personalmente, le encantaba.

Tenía firmes brazos de los que aparecían unos pequeños bíceps al levantarlos, su pecho firme y redondeado, su vientre plano con los músculos un poco marcados, sus bonitas caderas con la misma anchura que los hombros y sus firmes muslos... y para colmatar, dos piernas de metal que iban desde la parte superior de sus rodillas hasta la punta de sus pies, siendo su secreto corporal más escondido.

Eran dos piernas artificiales de metal de color gris brillante, con aspecto algo robótico, que conectaba sus nervios a la perfección, pudiendo moverlas como si fuesen suyas realmente, pero no sentía nada con ellas.

(Solo que más largas y más finas)

Ella amaba sus piernas artificiales, haciéndole tener gran fuerza en sus miembros inferiores, además de que eliminaba su sentido del dolor de rodilla para abajo. Podía mojarlas sin problema y era muy difícil que se rompiesen o estropeasen. No les veía ningún inconveniente. Sin embargo, en su época no pensaban así, pues allí, si perdías un miembro de alguna manera, podían implantarte uno con aspecto humano. Uno robótico era considerado un atraso, lo que le hacía un curioso inconveniente a Beretta a la hora de satisfacer sus deseos sexuales: sus piernas no resultaban eróticas.

Se metió en la tina con cuidado de que el agua no se derramase y se estiró a gusto con un suspiro, disfrutando del agua que estaba en su punto justo. Miró sus piernas apoyadas en el borde. Sabía lo que suponía tener unas piernas así, y años atrás tomó esa decisión y no se arrepentía ni un sólo día de sus piernas. Además, a ella le parecían preciosas, y era lo único que le importaba. Su propia decisión sobre sus propias piernas.

Se mojó el pelo hundiéndose y se masajeó la cabeza. La conversación con Haruakira volvió a su mente, haciéndola sentir mal. Ella no quería enfadarle ni ofenderle, sólo explicar lo que había visto y lo que sabía, pero no apreció buen momento tras enterarse de lo de ese End.

- Ojalá pudiese contárselo todo a Yamaguchi... él sí que me escucharía hasta el final con atención y paciencia... - susurró.

Miró su pulsera, aquella conectada con Heavy a kilómetros de distancia. Si no se había puesto en contacto con ella, era que todo iba bien por ahí. Eso le hacía sentir mejor.

Tras su baño, se levantó y secó, tirando el agua ya fría. Se frotó la cabeza para secarse el pelo con una toalla y luego el resto del cuerpo, cuando escuchó que llamaban a su puerta. Se detuvo a escuchar y confirmar, y notó nuevos golpes.

- ¡Voy! - indicó.

Ella miró al suelo, y se puso rápidamente sus pantalones sin la ropa interior, dando saltitos para que entraran, pues se pegaban a su piel mojada. Luego se puso la toalla tapando su pecho por respeto y educación, pero si ella fuera, abría con el pecho al aire. Luego giró la llave de su puerta y abrió, encontrándose con:

* Yoichi - Quiere retomar la conversación sobre lo ocurrido en el bosque y en la cantina.

* Sundance Kid - Quiere preguntar sobre su Gatling y el trabajo de la forja, además del trabajo de armera que puede desempeñar con sus armas, aunque tal vez lo use de excusa por la nueva timidez que tiene al hablar con ella cuando no está su compañero con él. (Tenía que decirlo, me parece un hombre que si le dejaran hablar un poco más, sería muy sensato, y en mi historia sería hasta cariñoso porque es que me encanta, además de parecerme muy elegante)

* Nobunaga - Aunque parezca despreocupado, el Rey Demonio sabe que hay algo alrededor de la chica que no va bien, y puede que también vaya buscando su beso de buenas noches.

* Toyohisa - No está convencido de que no tenga hambre y no quiere que ninguno de sus guerreros se vaya a la cama sin cenar, a sabiendas de que sólo dio un par de mordiscos a la carne que él el dio.

* Haruakira - Quiere excusarse por su comportamiento y hablar con ella de lo que piensa sobre los Drifters y los Ends.

Beretta: Haru~ estás para quitarte lo virgen.
Haruakira: O///~///O

* Butch - Limpio y aseado tras lavar el carro y los caballos, el forajido ya ha cumplido uno de los requisitos que Beretta le impuso aquella vez y se siente muy confiado. ¿Habrá conseguido cumplir el segundo?

* Conde de Saint Germi - El Conde esconde una personalidad muy maniática y calculadora, y no dejará pasar la oportunidad de conocer a solas a la joven de extraño aspecto.

* Opción sorpresa - El nombre lo dice todo :3

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