Capítulo 4 - Mis secretos
Me encanta la foto, son mis favoritos :3 (Si, Naoshi, cariño, tú el segundo o tercer favorito, si)
Lo dije en un comentario anterior, pero aquí nos enteramos mejor: si alguien quiere algún acercamiento con algún personaje que le guste, lo haré lo mejor que pueda :3
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Una alarma sonaba con fuerza e intensidad en aquel búnker. Las llamas, el cúmulo de personas, los gritos, el calor abrumador del acero caliente, el humo... todo era propicio para convertirlo en una situación de extrema urgencia, con grandes posibilidades de morir.
Nuestra protagonista estaba ahí, viendo con horror cómo su base era destruida y cómo todos los de su brigada morirían inevitablemente. Sus piernas temblaban sin poder moverse por el horror que estaba viendo, y retrocedió con suma lentitud hasta apoyarse en uno de los vehículos de combate que estaba supervisando minutos antes del estallido del primer misil.
Obligando a su cerebro y a sus piernas a funcionar, ni siquiera pensó en una ruta de escape. Sólo tragó saliva e intentó hacer caso omiso para acercarse al pequeño puesto de mando que tenía al lado, que tenía todas las alarmas sobresaltadas y una parte empezaba a echar humo. Aunque no pudiese salir, necesitaba desactivar los sistemas del cierre del búnker para que los que quedasen vivos pudiesen escapar, pero en el momento en que las yemas de sus manos tocaron los botones, una fuerte descarga eléctrica le sacudió desde las uñas por todo su cuerpo, sin ni siquiera dejarle salir un grito de pánico y dolor.
Tras esa descarga, el panel de control no pudo más y empezó a sobrecalentarse, provocando una explosión que sólo pudo escuchar antes de verse envuelta en metralla, humo y fuego. Cerró los ojos presa del miedo, y cuando quiso darse cuenta, el ruido había cesado. Todo el humo estaba detenido en el aire, las llamas no bailaban por los cables, y las chispas de la electricidad brillaban sin parpadear. Asombrada por ello, retiró lentamente las manos del panel completamente destruido, y se giró lentamente a ver al resto.
En lugar de lo que esperaba, volvía a ver la masacre que había en su búnker, todo el mundo con rostros de horror, corriendo entre cadáveres, huyendo del fuego, salvando nada más que sus vidas. Pero nada se movía, y el calor del fuego había desaparecido. Sólo hacía un frío glacial.
- Niña, levanta la cabeza - escuchó decir.
Sin poder creerse lo que veía, tragó saliva y la levantó temblorosamente. Un par de metros por encima de ella, una puerta se había abierto en el aire, y una chica no más mayor que ella estaba en el marco, con un bonito vestido negro y morado, con un gesto pícaro.
- Pobre niña, viviendo en un mundo dónde sólo hay guerra... sólo nacéis para satisfacer los placeres de esta, las necesidades de los de arriba, viviendo como meras marionetas del poder - dijo, y luego dio una risotada - Y yo que pensaba que en futuro seríamos más inteligentes y pacíficos...
La chica la miraba impresionada, sin saber quién era o qué estaba ocurriendo.
- Eres buena en lo que haces, lo disfrutas, incluso - dijo tendiendo una mano hacia ella - No te gusta entrar en conflicto directo, pero eres buena cuidando las espaldas, y muy fiel y leal. Dime, niña, ¿te gustaría tener otra oportunidad aportando tus habilidades a otra guerra? ¿Quieres huir de este mundo maldito? Ven conmigo... y te daré un líder que busca por encima de todo, la justicia...
Había algo en sus sonrisa que no daba buena espina. Era una sonrisa maldita, escondiendo mil secretos. Pero nuestra chica, por huir de ese mundo que tanto odiaba y poder por fin trabajar a gusto, sintiéndose útil y apreciada, podría aceptar un pacto con el mismo demonio. Como si una fuerza la obligase, levantó su mano hacia ella, y aún estando a algunos metros de distancia, pudo tomar su mano, sin saber cómo.
- Buena decisión - dijo alargando su sonrisa - ¿Y si te traes uno de estos vehículos tan chulos y algunas armas? - dijo con una risa entre dientes - Bienvenida a tu nueva vida...
*
Beretta abrió los ojos mirando al techo. De nuevo ese recuerdo otra vez, en sus sueños, apareciendo en forma de horrorosa pesadilla. Se incorporó y se sentó en la cama. Se apartó el pelo pegado a su cara por el sudor y se cubrió la cara con las manos. El almirante le dejó usar uno de los cientos de camarotes que había para no tener que dormir en su vehículo, cosa que agradecía. Un espacio entero para ella sola.
Miró sus manos, desnudas sin sus guantes negros, mostrando que la primera falange de estos tenía un color oscuro parecido al morado, y que las venas de sus dedos se pintaban de ese color hasta llegar a su palma como si fueran las raíces de un árbol. Al tensar un poco la mano, pudo hacer que de entre sus dedos saliese una pequeña chispa similar a un pequeño relámpago. Apretó los dientes y se puso los guantes rápidamente.
Tras levantarse y vestirse, miró por una de las pequeñas ventanas. Estaba a punto de amanecer, siendo muy temprano, pero seguro que Yamaguchi ya estaba despierto desde hace rato. Se recogió el pelo y salió del camarote, para ir primero al sótano donde tenía sus proyectos y descansaba su vehículo, siempre encendido.
- Buenos días, dueña. Hoy ha madrugado - le saludó.
- Sí, ha sido por eso otra vez... - dijo mirando que todo estuviese en orden.
- Tal vez debería comentarlo también al almirante Yamaguchi. Él puede darle su opinión más humana que la mía.
- A veces tengo el presentimiento de que le aburro con estos temas... pero... confío en él.
Tomó un pequeño objeto similar a un maletín y subió las escaleras con él a la sala donde recibían a las visitas. Mientras se servía un café, delicioso en comparación con el agua sucia de su época, vio al almirante estar fuera. Le gustaba mucho salir a ver el amanecer, pues como él decía, nunca sabes cuándo puede ser la última vez que veas algo tan hermoso.
Luego se sentó con el café y puso los pies en la mesa, abriendo el maletín y sacando algunas cosas. Dentro tenía la hierba seca, el fino papel y los filtros que usaba para hacer los cigarrillos, y aunque a muchos les parecía una tarea aburrida y monótona, a ella le entretenía hacerlos. Entre sorbos de café, el almirante entró cuando el sol estaba más alto.
- Si fueras uno de mis hombres llevarías rato levantado... - dijo mientras le tomaba uno de los cigarrillos.
- Pero como no lo soy, me levanto cuando quiero - le contestó lanzando el vaso vacío a la papelera.
- Hoy has madrugado... - le dijo mientras lo encendía.
- La segunda persona que me lo dice hoy, y sólo somos tres en el portaaviones. ¿Tan raro es?
El almirante le miró un segundo pensativo.
- Siempre se me olvida que consideras a tu vehículo como una persona... por un momento me he sobresaltado... - dijo con su característica tranquilidad.
- Pues no se le nota...
Habían pasado tres días desde que se marcharon los Drifters, y ellos seguían tranquilos como de costumbre en su portaaviones. La mirada algo distante de Beretta, alejada de su optimismo usual, hizo sospechar al almirante.
- ¿Hay algo que te preocupe?
- Hay muchas cosas que me rondan en la cabeza sobre los Drifters y los Ends...
- Puedes contármelas. Soy un buen conversador.
El almirante se sentó, sin darle a ella opción de retractarse sobre sus palabras.
- Tengo el recuerdo de llegar a este mundo grabado en mi mente... de una chica que me salva instantes antes de morir deteniendo el tiempo... y ofreciéndome venir aquí a cambio de vivir - dijo suspirando tras lamer uno de los papeles para pegarlo - Ese recuerdo se me aparece en forma de pesadilla varias noches...
- Una chica, ¿eh? Haruakira me contó que los Drifters son llamados por un hombre que se encuentra en el fondo de un pasillo, sentado, como si estuviese trabajando. Sinceramente, yo no lo llegué a ver, deduzco porque llegué dentro del portaaviones y no pude conocerle en esa situación. Así que para los Ends, una chica detiene el tiempo abriendo una puerta y salvándoos de la muerte...
- Sí, puede ser que sí... sólo puedo hablarte de mi caso, apenas hablaba con los otros Ends y no llegamos a un tema tan íntimo como nuestra llegada aquí - dijo lamiendo otro.
- ¿Y qué es lo que te atormenta tanto para tener esa pesadilla recurrente? - preguntó con suma tranquilidad.
Ella bajó sus manos, terminando de hacer un cigarrillo para meterlo en la cajetilla, sin poder mirarle.
- El hecho de que... he traicionado a esa chica... - dijo atreviéndose a mirarle - Ella me salvó de la muerte a cambio de venir a este mundo a servir al Rey Negro... pero yo no lo estoy haciendo...
Yamaguchi meditó sus palabras con las manos entrecruzadas sobre la mesa, con el cigarrillo encendido en sus labios. Luego cerró los ojos y expiró el humo.
- Lo comprendo perfectamente... es más, los japoneses somos personas con un alto sentido del agradecimiento y respeto. Sinceramente, no sé como puedo ayudarte con eso. Es una lección pura de moralidad y fortaleza mental tuya. Tal vez cuando pase el tiempo, te olvides de eso, si es lo que quieres. Si no, te atormentará siempre.
- Eso es lo que no quiero... tal vez... debería relajarme un poco... - dijo mirando al techo con las manos en la nuca.
De repente, la pulsera que llevaba en su muñeca comenzó a vibrar. Su vehículo le estaba enviando un aviso. Ella se puso la muñeca delante.
- Dueña, detecto cinco cuerpos de calor moviéndose hacia nosotros. La descripción física coincide con la última visita, dos caballos y tres hombres.
- ¿Son los Drifters? - preguntó algo alterada.
- Sí, confirmado.
Ella miró al almirante sin saber qué hacer. Él estaba tranquilo como siempre.
- Y sobre eso, ¿has pensado algo? Ellos vienen esperando una respuesta.
- Sinceramente... no se que hacer... pero una respuesta les voy a dar - dijo levantándose con decisión.
- Eso me suena a que vas a decirles la verdad... - dijo él siguiéndola con la mirada.
- Dudo entre hacerlo... o entre demostrarles por mi cuenta que pueden confiar en mí... - dijo cruzándose de brazos mirando por la ventana.
- Ambas opciones son valientes en su medida - Yamaguchi se levantó - Ahora deberíamos salir a saludarles y ofrecerles algo de comer, vienen temprano.
En realidad, ella le había dado vueltas y vueltas a la situación. Sabía que podría hacer algo por los Drifters, aunque sus armas sólo fueran de un siglo posterior a la de los Wild Bunch, había mucha diferencia. Ella podría haber traído armas de 500 años atrás, pero le gustaban mucho más las que aún disparaban balas. Entonces, ¿Qué novedades podría aportar? Dejó sus pensamientos cuando vio por el rabillo del ojo a los dos forajidos subir al portaaviones ayudando al pobre Haruakira. Se retiró a tomar algo de bollería que solía hacer para relajarse y ofrecerles con un poco de café.
Mientras el almirante les saludaba debidamente y era anunciado por Haruakira de que traían noticias frescas sobre alguien que podría ser de su misma época y además conocido, Beretta servía la mesa pensativa. Puede que ya hubiese tomado una decisión. Tras saludar levantando la cabeza a los tres hombres y pedirles que se sentaran, se sentó al lado del almirante.
- ¿Cómo se encuentran? - preguntó Haruakira observando el café.
- Bien, gracias por preguntar... - contestó Yamaguchi - Sintiéndolo mucho, no tenemos té para servirle, ya que está más acostumbrado.
- Aunque estoy secando algunas hierbas para poder prepararlo, no se muy bien cómo me saldrá... - dijo Beretta sin importancia.
- No se preocupen, puedo acostumbrarme...
Haruakira probó un sorbo del negro café y todos sus labios se arrugaron ante semejante amargor. Beretta, reprimió una risa y le lanzó deslizando por la mesa un sobrecito de azúcar.
- El caso es que hemos encontrado a otro Drifter que puede ser de su misma época, señor Yamaguchi...
Mientras Haruakira y Yamaguchi hablaban, Beretta se levantó tranquilamente, paseándose por detrás de los forajidos con suma agilidad con su elegancia de siempre, haciendo que ellos sintieran un leve cosquilleo en su oreja. Al tocarlas a la vez, ambos vieron que la chica había puesto dos cigarrillos sobre la oreja de Kid y dos cerillas sobre la de Butch. Cuando ellos fueron a decirle algo, ella había recogido las bandejas vacías y se había ido a otro cuarto sin decir nada.
Mientras que ella agudizaba el oído desde la otra sala al escucharles irse fuera a fumar, volvió luego a la sala donde sólo estaban ellos dos. Se aseguró de cerrar la puerta y mirar al joven vestido de blanco apretando los dientes. En ese momento, el almirante supo cuál era su decisión.
- Señor Haruakira... yo... debo confesarle algo... pero le rogaría que quedase como un secreto entre nosotros tres...
Haruakira la observó de arriba a abajo, notando a la chica con un nerviosismo que no era en absoluto propio de ella. Con un gesto, le pidió que se sentara, y ella fue dudosa hacia una silla a su lado. Se sentó con las piernas abiertas y se inclinó un poco hacia delante.
- Yo... yo quiero serle sincera... y espero que este paso lleve por buen camino... - ella miró de reojo al almirante, que le apremiaba con su gesto tranquilo - Usted dijo que debía ir con vosotros, estar con el resto de Drifters...
Ella esperaba una afirmación por él, pero Haruakira se limitó a escuchar mirándola.
- Era cierto que estaba terminando unos proyectos aquí, tampoco soy de esta tripulación ni pertenezco a este mundo... pero yo, señor Haruakira... no vi a un hombre en medio de un pasillo darme la entrada a este mundo...
- Hay algunas personas que por ciertas circunstancias no pueden verle... - indicó él - Suele ser cuando van en vehículos o en movimiento, lo suficiente para no pasar por una puerta.
- El caso es que yo si vi a alguien... pero no a quien me dice... alguien que me trajo a este mundo para que formase parte de las filas del Rey Negro...
Haruakira se levantó de repente de la silla, como si fuese un resorte, haciendo un ruido sordo al arrastrarla hacia atrás. Se había quedado de pie, mirándola, mientras que el nombre de esa persona pasaba por su mente una y otra vez.
- Sí, es justo lo que está pensando... - dijo bajando la cabeza - Soy una End...
Ella esperaba un gran rechazo, pero mantenía la esperanza de que Haruakira, siendo un hombre bastante inteligente, no reaccionase sin antes pensar. Ella vio por el rabillo del ojo como él se llevaba una mano a la boca y la otra la apoyaba en su codo, pensativo y digiriendo la información.
- Me sentí muy feliz cuando me llamaste Drifter... es lo que quiero... le pedí al Rey Negro marcharme y él estuvo de acuerdo... mis armas no tienen cabida en el mundo que él quiere crear... no le soy útil... ni yo quiero pertenecer a un mundo donde acaban de salir del Neolítico, en cuando a economía se refiere...
- Puedo entender que me digas esto sólo a mi por ser alguien más... vamos a decir que sensato - empezó Haruakira - Pero... no tengo pruebas de que lo que dices sea cierto. No tengo ninguna garantía de que todo sea una mentira tuya.
- Es cierto... de mi confianza sólo puede hablarte el almirante Yamaguchi... - dijo tras un suspiro - Pero te prometo que yo no soy una mentirosa, y espero que entiendas las razones por las que escondo mi secreto.
- El caso es que... hace relativamente poco matamos a un End - dijo caminando por la sala - Y Toyohisa no quiso matar a un segundo...
- ¿Matasteis a un End? - volvió a repetir ella sin dejar de mirarle.
- En efecto. Guilles De Rais. ¿Lo conoces? - dijo girándose a verla.
- De vista... nunca he hablado con él... - admitió sin dejar de mirarle - El otro End... ¿No sería Juana?
- Una chica usuaria del elemento del fuego, joven y descontrolada.
Ella bajó la cabeza asintiendo. No podría decirse que le alegraba lo que les había pasado, pero tampoco era algo que le importase mucho. Haruakira se giró hacia ella, avanzando lentamente.
- Pero tú dices que quieres ser un Drifter... ¿no es así? ¿Quieres pertenecer a nuestro bando?
- Realmente quiero - dijo asintiendo convencida.
- Bien - dijo tendiendo una mano hacia ella - Entonces ven con nosotros. Por mi parte eres bienvenida.
Beretta abrió los ojos mirándole. Continuaba sentada, con Haruakira enfrente, tendiéndole la mano con una sonrisa tranquila. Por un momento se vino a su mente un flashback, en el que se encontraban en la misma situación, salvo que en vez de Haruakira estaba esa chica del vestido negro y morado, ofreciéndole su mano, pero al momento cambió de nuevo a Haruakira, como si la vida le diese una nueva oportunidad.
- ¿Lo... dices en serio? - dijo con un hilo de voz al no poder creerlo aún.
- Completamente en serio - dijo asintiendo - Ha sido bueno que me confiaras este secreto. Si de verdad quieres estar de nuestro bando, deberás demostrarlo al resto con tu confianza y tu trabajo. Mientras tanto, yo, que me siento responsable de todos al ser el Drifter más antiguo cuidaré de ti. Cuando sea el momento de desvelar tus orígenes, estoy seguro de que no importará demasiado de dónde vienes, sino el camino que has elegido.
Cuando Haruakira se dio cuenta, la chica había saltado en el aire hacia él con los brazos abiertos, abrazándole en el aire y tirándole el suelo de espaldas, siendo lo suficientemente espabilada de rodear su cuello y nuca con las manos para impedir un desastre.
- ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Prometo que no os defraudaré, en absoluto, en absoluto!
Haruakira tenía los ojos muy abiertos, pues ni siquiera se dio cuenta de cómo había saltado con tanta potencia hacia él, y que mucho menos se esperaba un abrazo con tanto entusiasmo. Y su aún faltaba algo por hacerle bloquear sus sentidos, la chica empezó a besuquear su mejilla entre palabras, mientras movía los pies alternativamente de arriba a abajo con alegría.
- Gracias - beso - Haruakira - beso - Eres - beso - el - beso - mejor - beso.
Haruakira se puso rojo al notar a esa chica encima suya en una actitud tan cariñosa, y por si fuera poca embarazosa la situación, los dos forajidos entraron de nuevo en ese momento, tras terminar de fumar, y se quedaron observando la escena que tenían justo delante en el suelo con los ojos abiertos. Butch dio un silbido con una sonrisa contenida que le hacía los mofletes más grandes.
- Míralo, y parecía poco espabilado... - le indicó a su compañero.
- ¿No quedamos en que el monje era virgen? - le preguntó Kid a su amigo.
- ¡Vosotros dos! - Haruakira levantó la voz por primera vez con la cara completamente roja - ¡Salid fuera ahora, oportunistas!
- Llegamos siempre justo a tiempo - Butch se dio la vuelta riendo, saliendo de ahí.
Mientras Haruakira intentaba zafarse de los brazos de la chica alrededor de su cuello, mientras ella estaba apoyada en su pecho con una gran sonrisa, algo felina podríamos decir. En realidad, no tenía muchas ganas de apartarse, y esa reacción tan sincera e inocente por su parte le había parecido... eh... adorable, aunque sabía que no era realmente así, pero estaba pasando por un gran momento de angustia. Lo normal hubiese sido que ella agarrase al joven y lo estrujase contra su pecho llena de felicidad, pero ser besuqueado así... tampoco estaba tan mal. Puede que no fuese tan descabellado llevarla con ellos.
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