Mientras Kid pensaba en cómo evitar que disparase, vio cómo el dedo índice de la chica se tensaba, y en un segundo escuchó el sonido del percutor golpeando el arma disparada. Pero no sonó como un disparo, sino solamente un chasquido. Al recobrar la postura ante ese susto, vio que del pequeño cañón del arma salía una llama. Era un encendedor.
- ¿De verdad me tomabais por una persona tan rastrera? - preguntó ella con una sonrisa, sabiendo que les había asustado.
Kid relajó los hombros en un largo suspiro y Butch se cruzó de brazos enfadado tras un insulto entre dientes. La chica se rio y se bajó del pequeño tejado al suelo de un salto. Les encendió el cigarrillo a ambos con suma tranquilidad.
- Os podría haber lanzado el encendedor como hice con la cajetilla, pero tiene mucho valor sentimental para mí - se justificó - No quiero que nadie lo toque.
Y tras una sonrisa inocente, se guardó el encendedor en el bolsillo. Los forajidos se tomaron el tabaco con un suspiro que parecía relajarles a ambos, sentándoles bien. Después, una puerta se abrió, saliendo Haruakira y el almirante.
- ¿Terminasteis? - preguntó Kid.
El almirante asintió.
- Beretta, ven a conocer a Abe no Haruakira - pidió.
Ella se acercó con una sonrisa.
- Ah, si, el chico lindo - dijo poniéndose enfrente - Aquí, mi nombre es Beretta.
Haruakira dio un pequeño sonrojo ante el cumplido, y miró su mano tendida. La tomó con la suya de guante blanco impecable, saludándole.
- Soy Abe no Haruakira, de Japón... - dijo en voz baja.
- Sí, me sitúo más o menos - contestó con una sonrisa.
- ¿Cómo has dicho que... aquí te llamas Beretta? ¿Y tu nombre en tu mundo?
- Nº 2084 de la Brigada de Reparadores de Terrania A-4 - contestó con su sonrisa de siempre - Beretta es más bonito, ¿verdad?
- Eh... si... - Abe dio una pequeña sonrisa incómoda.
- En mi mundo, el nombre de las personas es el cargo que desempeñan en el lugar en el que reside, no es necesaria otra forma para mencionarnos. Ya si eres amigo o conocido, con el número basta, o si eres un bebé o un niño que no trabaja, se le llama "hijo de" y el número o los números que son sus progenitores.
- ¿El número... o los números... de sus progenitores? - A Haruakira le daba vueltas la cabeza.
- Sí, en mi época es normal entre las mujeres de la élite autofecundarse y tener una hija de sólo una madre, pues sólo pueden tener hijas por los gametos XX de las mujeres - ella lo dijo como si fuera lo más normal del mundo - Así se mantiene el linaje directo o si le tienen cierta aprensión al sexo masculino, o simplemente no quieren compartir el ADN de su hijo.
Ella se rio y dejó de hablar ante la cara de horror y desconcierto del pobre monje, que seguía tomando su mano y procesando toda esa información, sin saber ni qué era el ADN, ni qué eran los gametos.
- Lo siento, lo siento, pero me gusta comparar mi época con esta, contar que ocurre en el futuro y eso... Alguien de tu época se horrorizaría al vivir en la mía... no es fácil ni para nosotros mismos... - dijo desviando la mirada.
- Parece que... sois seres sin voluntad, por cómo son vuestros nombres y, cargos... - Haruakira no sabía ni que hablarle.
- La igualdad del hombre y la mujer ante los ojos de la sociedad nos costó muy cara... y el no actuar a tiempo en el siglo XXI contra las élites y los gobiernos también... - susurró con tristeza.
Se soltaron las manos a la vez, mientras ella mantenía la mirada desviada con ese pequeño atisbo de tristeza. Haruakira le observaba, intentando comprender el dolor de su época a través de sus gestos y sus palabras. Miró al almirante, que tenía las manos en la espalda y fumaba con la cabeza baja y los ojos cerrados. Seguramente ella le había contado cosas de su época también. Al volver a mirar a Beretta, ella le devolvió la mirada con una sonrisa, olvidando su mal estar.
- Por cierto, ¿habéis venido con caballos, no? ¡Yo quiero verlos!
Y sin esperar una respuesta, comenzó a correr por el portaaviones, hasta deslizarse e ir a la orilla donde estaba el carro. Butch la observó dando una calada.
- Por muy rara que sea su época no me creo que no haya visto un caballo nunca - dijo alzando una ceja.
- Para vuestras épocas son animales normales - la justificó Yamaguchi mirándole - Para la suya, son animales casi extintos. Sólo poseen unos pocos las élites superiores que los tienen como si fueran trofeos o emulando a antiguos reyes que posaban a caballo en las pinturas. Son sólo símbolos de reconocimiento, gordos e inútiles, que no son sacados a correr ni los cuidan como deben. Su mundo es una guerra continua, excepto para la aristocracia, que viven como reyes ajenos al mundo real. Ella nunca ha visto un caballo...
- Que asco... - Butch dio un bufido caminando detrás de ella, y Kid le siguió.
Kid sabía el amor que tenía Butch por los caballos, pues era experto en ellos y siempre se preocupaba por conseguir a los mejores para su grupo y tratarlos para que siempre estuviesen listos. Escuchar que ese sería el futuro de sus animales favoritos le había molestado mucho, y eso se reflejaba en la forma en la que mordía el cigarrillo en sus labios.
- ¿Vas a acompañarla? - le preguntó su amigo rubio.
- Ella nos ha dado el tabaco. Yo le mostraré los caballos.
- Es la actitud de un líder - Kid sonrió.
Butch ignoró el comentario y bajó hasta la orilla. Allí, a la sombra, la chica se acercaba lentamente a los caballo de frente, como si ellos fueran a inquietarse o encabritarse. Butch pasó por su lado tranquilamente hacia ellos, y puso la mano en el cuello de uno de los caballos castaños rojizos.
- Ven, son mansos, no te van a hacer nada - dijo.
Beretta le miró a él y luego a los animales. Se moría por tocarlos, pero debía ser algo prudente. Luego se acercó un poco más confiada a su lado y estiró una mano con lentitud, poniéndola al lado de la de Butch, en el cuello del animal.
- Acaricia, rasca y da palmadas. No tengas reparo en apretar, no les molesta. Cuando ellos te tomen confianza, puedes acariciar su morro y el hocico con suavidad.
Él se alejó un poco y ella le hizo caso. Acarició al animal con delicadeza, notando que le gustaba, el otro acercó el hocico, sintiéndose apartado. Fue cuando ella dio una enorme sonrisa y compartió sus caricias entre ambos hermosos animales.
Kid observaba a su amigo, sentado en la parte baja del portaaviones, pero desde donde pudiese vigilar la zona. Era algo que les salía natural a ambos por parte del contrario, pues siempre que uno estaba distraído o concentrado en una tarea, el otro se encargaba de vigilar y cubrirle las espaldas.
Miraba a su amigo y notaba su cierta frialdad a la hora de querer explicar algo o hacerle entender, pues su poca experiencia con mujeres le delataba. Butch tuvo alguna novia en el paso, pero hace muchos años, y desde que empezó su viaje con él hacia Bolivia no hubo nada más, pues ninguna mujer aguantaba su estilo de vida... excepto su esposa. Kid dio un suspiro mirando al cielo, a la vez que su compañero se acercaba.
- No puedo hacer más, no tenemos sillas de montar - dijo colocándose a su lado - Y ni ella ni esos caballos están listos para montar sin silla.
- Se te nota la inexperiencia tratando con mujeres... - le recalcó el rubio.
- Oh, venga, sabes de buenas a primeras que la mujer con quien más he tratado era tu esposa - dijo echándose las manos a la nuca.
Butch miró a su compañero cuando este soltó otro suspiro.
- Oh, siento habértela recordado... no me he dado cuenta... - admitió sin mirarle.
- No, ya estaba pensando en ella antes... - Kid jugueteó con la culata de su rifle.
Butch puso una mueca y volvió a mirar al frente cruzándose de brazos. La esposa de Kid, Ettha, les había acompañado en gran parte de su viaje. Era una chica mucho más joven que él, hermosa y muy inteligente. Sin embargo, ella se cansó de la vida que llevaban los forajidos, y pidió volver a casa. Después de ello, Kid y Ettha no se volvieron a ver, dejando detrás una relación que se había distanciado y enfriado.
El rubio lo sabía, y mucho, como también sabía las cosas que podrían estar ocurriendo en su rancho en ese momento, por lo que dejó de pensar en eso y vivir el momento. Ni siquiera su esposa lo había llamado "guapo" nunca, y no quería dejarse embaucar por esa chica futurista, que hablando de ella, apareció corriendo delante de ellos.
- Butch, ¿pido mucho si quisiera montar uno de ellos? Por favor... - dijo juntando las manos mirándole desde abajo.
- Ahora sí lo pides - contestó levantándose - No tenemos sillas aquí, tal vez en otra ocasión... y por un pago justo - dijo poniendo dos dedos en sus labios como si sostuviese un cigarrillo.
Ella asintió con una sonrisa satisfecha y llena de felicidad. Desde que había llegado aquí, deseaba tener contacto físico con animales, y haber acariciado un caballo le había llenado el día de felicidad, eso y conocer a auténticos Drifters, claro.
Cuando Yamaguchi y Haruakira terminaron de conversar, el de blanco se dejó deslizar por la cubierta torcida y mojada, pillando demasiada velocidad y sin poder controlarlo, pero cada uno de los forajidos le agarraron de los brazos antes de salir despedido contra la arena.
- Eres torpe, Haruakira - dijo Butch entre dientes con una risa.
Él puso una mueca, intentando esconder la vergüenza que pasaba subiendo y bajando del portaaviones. Luego miró a la chica en la arena poniéndose bien la ropa.
- Beretta, ya que eres un Drifter, ¿te gustaría venir con nosotros a conocer a los demás? Tal vez podamos encontrar el lugar donde serás más útil y te sientas satisfecha.
A Beretta se le iluminó la mirada, como si ese chico vestido de un blanco impecable tuviese la forma de un ángel que le anunciaba que emprendería un viaje donde saciaría su curiosidad infinita. Sólo había un concepto en sus palabras que le había hecho dar una punzada de dolor en su pecho, arruinando todas sus expectativas: Drifter.
Miró de reojo a los forajidos, que esperaban su respuesta con curiosidad, y luego al almirante, en lo alto del portaaviones, cuya mirada lo decía todo. Ella bajó los hombros con un suspiro resignado.
- Lo siento... creo que aún no estoy lista para ir con vosotros... - dijo sin mirarles a los ojos.
- ¿Lista? - preguntó Haruakira - Nadie viene listo y preparado a este mundo, Beretta...
- Lo entiendo, de verdad... salvo que creo que debería quedarme aquí un poco más, tengo unos proyectos en marcha dentro del portaaviones, y bueno... creo que si los termino correctamente serían muy útiles para el futuro - dijo con una sonrisa tímida.
- Como quieras - Haruakira se cruzó de brazos - De todas formas, tenemos que volver en unos días.
- ¿Lo pensarás? - preguntó Butch.
- Lo pensaré - dijo asintiendo más tranquila.
Tras despedirse con la mano del carro, que se marchaba por donde había venido hasta perderse entre los árboles de primera línea de playa, Beretta suspiró, y subió lentamente la cuesta del portaaviones hasta quedarse a un metro del almirante, que la miraba con los brazos a la espalda. Ella miraba al suelo, con los brazos caídos.
- Espero que entiendas mis motivos... - dijo el mayor finalmente.
- Perfectamente... no me siento molesta ni nada con usted... es sólo... me siento molesta con el papel que juego en este mundo...
Yamaguchi le tendió el brazo, para que ella lo tomase por el codo y empezar a caminar al interior del gran portaaviones.
- Ya hemos hablado de eso, Beretta...
- Es con usted con la única persona con la que aún me siento suficientemente bien para contarlo... no le he escondido nada... - decía sin poder levantar la vista del suelo.
- Se te nota que estás deseosa de estar junto al resto de Drifters, pero aún no es el momento. Necesitas que confíen en ti... no eres una de ellos.
- No, no lo soy... - repitió volviendo a suspirar - Pero a usted no le importó.
- Porque no sabía la diferencia entre un Drifter y un End. Te conocí de forma neutral, he descubierto quién eres y cómo eres. Tienes un aura que hace que seas de confianza. Sólo da algo de tiempo, y cuando sea el momento de decir la verdad, lo entenderán.
- Pero eso puede traer repercusiones... - ambos se sentaron en la mesa en la que charlaron anteriormente - Soy una desertora para los End, salvo para el Rey Negro... y hay uno de ellos que me tiene... un asco mayor que el resto... - dijo acordándose de su despedida con Rasputin - Con los End odiándome, sin poder integrarme en los Drifters... ¿a dónde pertenezco? - le preguntó con algo de desesperación en su mirada.
Yamaguchi dio una última calada a su cigarro y lo apagó en el cenicero con una tranquila sonrisa. Luego extendió las manos, indicando que mirase a su alrededor.
- Al portaaviones Hiryu - le contestó con tranquilidad - Aquí siempre serás bienvenida.
Ella dejó escapar un pequeño bufido de felicidad con una sonrisa, y se frotó un ojo, que quiso emocionarse y lagrimear.
- Y pensar que yo quería asaltar este lugar para saquearlo o hacerlo mi base... le debo mucho, almirante... - confesó.
- No creo que sea para tanto, después de todo, somos socios. Yo te doy un hogar y protección, tú construyes munición y arreglas mis pobres aviones destrozados...
- Uf, ¡y tiene mucho trabajo! - admitió - Se me dan mucho mejor las armas... y además... - admitió con una sonrisa - Me dio un nombre muy bonito...
- Sólo es el nombre de la marca del fusil de asalto con el que entraste al portaaviones - dijo recordando - Salí a encontrarme con el asaltante, y en un reflejo vi en tu arma Beretta...
Ella bebió agua y suspiró, más tranquila y conforme. Ese viejo almirante era muy sabio, y sabía usar las palabras correctas para calmarla. Ojalá sus antiguos superiores hubieran sido así...
- Creo que es el momento de que me enseñes esas balas explosivas... - comentó el almirante levantándose de la mesa.
- ¡Oh, sí! - ella se levantó detrás de él - Tengo que hacerlas servibles para más tipos de arma, pero lo considero un gran avance. Cuando la bala impacta en un cuerpo duro, como una armadura o similar, el choque actúa como percutor dentro de la pólvora de la bala y la hace explotar, además de la metralla que expulsa. Es algo muy destructivo.
Beretta bajaba las escaleras emocionada contándole sus avances al almirante, y él le seguía escuchándola complacido. Sabía que esa chica era decisiva para ganar una guerra... pero su inocencia podría ser usada por otros con unos fines no tan morales.
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