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Capítulo 25: Teorías y abstinencias

¿Alguien más como yo que quiera que Anastasia tenga más protagonismo?

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Habían pasado esos tres días desde el enfrentamiento de Beretta y Toyohisa y la posterior aparición de Hijikata. El samurái había pasado estos tres días durmiendo completamente, mientras su dolorido cuerpo se sanaba, y al tercer día despertó (al estilo de Cristo) y devoró toda la comida que le tenían preparada como si fuese una plaga de langostas llegando a un campo de cultivo.

El resto de Drifters esperaban a que terminase en la sala de reuniones, pues era importante que les contara de todo lo que se acordaba de la pelea y de la llegada de Hijikata, sobre todo. Sentados en la sala en el mismo orden que en la reunión que tenía a Beretta la End como principal tema, añadiendo una silla más en cada lateral para Naoshi y Escipión, miraron a la puerta cuando Toyohisa llegó, caminando sin prisa y vestido de cintura para abajo, llevando todo el vientre vendado y el brazo izquierdo, junto con un cabestrillo también hecho de vendas que le sujetaba el brazo que iba atado al cuello.

Sin mirar a nadie, fue hacia su sitio retirando la silla con la mano derecha y se sentó en el borde, echando el resto del cuerpo hacia atrás para que su vientre vendado no estuviese muy doblado ni se le saltaran los puntos.

 - Vaya, Toyo, que buena cara tienes - comentó Nobunaga, siempre con buen humor - Comer te sienta muy bien. Ahora explícanos el secreto de por qué demonios no te mueres.

 - No hay ningún secreto, viejo... - comentó él quitándole importancia.

 - Es demasiada suerte y mucha fuerza de voluntad - comentó Yoichi, que se había encargado de curarle, y con ayuda de Kid, habían retirado con cuidado las balas de su cuerpo - Los lanzazos de su vientre, los disparos sobre las heridas recién cicatrizadas, el brazo izquierdo... podría haber perdido su movilidad, pero increíblemente ahí lo sigue teniendo.

 - Esas pequeñas balas endemoniadas en el vientre son peores de lo que aparentan, yo no sobreviviría ni a una de ellas* - comentó Kid.

 - Oh, no digas eso... - Butch le miró con una de sus sonrisas, queriendo fingir pena, pero su forma de ser no lo permitía - No puedo vivir sin ti, mi querido amigo...*

Kid dio una leve sonrisa mirándole de reojo.

 - Son pequeñas pero matonas... como Beretta.

** - Ironía de autora, pues se dice que cuando emboscaron a este dúo en una casa y varias personas dispararon contra ellos desde fuera, sólo fueron heridos en las articulaciones mientras se defendían, pero Kid tenía un disparo en el vientre que le mataba del dolor. Butch agarró a su amigo y se ocultaron en la parte más protegida de la casa, y tras evaluar su situación, Butch disparó a Kid por la nuca practicándole una eutanasia, para instantes después suicidarse con un disparo en la sien al lado de su amigo.

 - Bien, ya que ha salido ese nombre... - comentó Nobunaga poniéndose cómodo en su asiento - Toyohisa, tienes que contarnos todo lo que recuerdes de esa pelea. ¿Por qué el enemigo querría el cadáver de uno de los suyos?

 - Es que Beretta no estaba muerta - contestó sin más mirando a la nada con seriedad.

Nobunaga soltó una risotada.

 - Sí, claro, no estaba muerta... ahora es una cucaracha para poder vivir con la cabeza cortada... - dijo acariciando su cabello.

 - Lo digo en serio - dijo levantando la mirada hacia él - Yo corté su cabeza, lo vi con mis propios ojos, como también escuché su último aliento y me agaché a cerrar sus ojos... pero unos segundos después de decirle lo que haría con su cadáver, cuando iba a irme escuché algo como: "Ponme una corona de flores o algo, ¿no? Para verme bonita". Cuando la miré, ella había abierto los ojos y me estaba mirando.

Todos le miraban completamente desconcertados, como si pensasen que él deliraba o se estaba inventando algo, incluso en la mirada de Yoichi había algo que quería parecer esperanza... pero todos ellos vieron la sangre salpicar de su cuello contra la pared cuando Toyohisa atizó su katana contra ella. Nobunaga le miraba con una sonrisa extraña y una ceja levantada, como si quisiera seguir tomándoselo a broma... a sabiendas de que Toyohisa nunca bromeaba.

 - Es cierto, viejo, no me mires con esa cara - dijo el samurái, algo cansado - Corté su cabeza... pero podía hablar con ella.

 - Entonces... - Yoichi se inclinó un poco para verle - Cuando ese hombre se la llevó... ¿Beretta seguía viva?

 - Sí, incluso le dijo que tuviese cuidado con ella y fuese más caballeroso... o algo así... pero en voz baja... - Toyohisa se rascó la cabeza, queriendo hacer memoria.

 - Suena a algo que diría Beretta en esas situaciones, sin duda - Butch sonrió cruzándose de brazos y poniéndose cómodo.

 - Es obvio que seguiría viva - Aníbal sonreía en su asiento - Un simple mortal como tú no puede matar a una diosa ni siquiera cortándole la cabeza.

 - Esto es horrible... - Escipión se agarraba la cabeza nervioso - No habrá calma para ira de todo el resto del panteón de dioses cuando sepan que un bárbaro le ha hecho eso a Belona... ¡ni sacrificando todos los toros y ovejas del mundo la ira de su esposo Marte se detendrá! ¡Perderemos todas las guerras y los soldados morirán de hambre y sus familias serán capturadas como esclavos y concubinas! - comentaba entrando en pánico.

Naoshi, sentado enfrente de él, agarró su vaso de agua y le lanzó el contenido a la cara, muy molesto.

 - ¡Cállate ya, Escorpión, que deliras demasiado! - le gritó.

 - ¡Es Escipión! - dijo dando un golpe en la mesa - ¡Y no deliro!

 - Vamos a calmarnos - Nobunaga se levantó poniendo orden con las manos.

 - Nos estamos yendo del tema importante - El Conde les miró molesto rizando un mechón de su cabello con los dedos - ¿Cómo una chica decapitada sigue viva?

 - Ese no es el tema - Toyohisa le apuntó con un dedo - El tema importante es que si esa chica no ha muerto ni yo tampoco, nuestra pelea no ha terminado. No ha ganado nadie.

 - Oh, venga, Toyo... - Nobunaga chascó la lengua.

 - Tú te desmayaste cuando ese hombre sacó su katana de tu hombro - le dijo Yoichi - Y ella después tenía los ojos cerrados cuando le grité que no la tocase, puede que se desmayara después. Así que has perdido. Deja que Beretta se quede.

 - Yoichi... - Harualira habló a su lado - Primero solucionemos lo que tenemos entre manos, después hablaremos de ese tema...

 - Dije que me negaba a aceptar una derrota si no acababa en muerte - Toyohisa seguía tan testarudo como siempre.

 - ¡Pero te salvó la vida, cabeza hueca! - Yoichi se levantó mirándole enfadado - ¡Yo lo vi cuando iba corriendo hacia ti! ¡Si estaba viva, esa descarga eléctrica que apareció detuvo a ese hombre de que no te volviese a atacar!

 - ¡Porque se metió en nuestro combate! - le replicó él levantándose también.

 - ¡¡Silencio!! - el conde levantó la voz dando un golpe en la mesa que hizo que todos diesen un sobre salto.

Cuando se volvieron a sentar lentamente bajo la maquillada mirada del Conde, él se levantó poniendo las manos en la mesa, y con un bufido, se apartó unos cabellos de la cara.

 - Esta reunión es para que Toyohisa nos cuente todo lo que recuerda, y hasta ahora es que Beretta no murió siendo guillotinada de esa manera. Así, ahora está con nuestros enemigos, los Ends, y no sabemos qué ocurrirá. En el caso en que volviese con ellos pensando en que ha perdido este enfrentamiento, podría dar fácilmente toda la información de nosotros que conozca y eso sería desastroso. ¿Teorías?

El conde les miró uno a uno, que meditaban sus palabras y pensaban.

 - No creo que Beretta regale esa información, sinceramente - Haruakira habló primero - Es más, creo que nunca lo haría, ni querría volver con ellos. Es cabezota... pero fiel a sus principios. Y lo puedo afirmar porque... creo ser quien mejor la conoce de esta mesa.

 - Entonces querremos creerte - el conde asintió.

 - Yo aún no me fiaría tan fácil de él - Toyohisa no le miraba, recordando su traición.

 - Toyohisa, no pido tu confianza de nuevo. Sólo que por lo menos, aceptes que mi intención es ayudar - Haruakira le miró.

 - Y veremos a quién quieres ayudar... - murmuró el samurái, mirando a otro lado enfadado.

 - Por favor, continuemos... - el conde se llevó una mano a la cara, pensando que en esa mesa sólo había niños pequeños.

 - No hay más teorías - Aníbal le miró - Los dioses no pueden morir asesinados por un mortal, mucho menos la diosa Tánit.

 - Bien, ahora por favor, ¿alguien tiene una teoría BUENA? - el conde se dejó caer en su asiento.

 - En realidad... yo creo tener una - Yoichi se levantó.

 - Habla, joven arquero - indicó el rubio de largos cabellos.

 - La situación de un cuerpo mutilado que debería haber muerto y no lo hace... me recuerda a ese mastodonte al que tuve que enfrentarme en el bosque - dijo con seriedad.

 - ¿Ese con el que tuvimos que gastar nuestro último cartucho de la Gatling? - preguntó Kid - Y ni aún así murió.

 - Guilles de Rais - mencionó Haruakira - Era la mano derecha de Juana de Arco, muy fiel a ella.

 - Es una buena pista... - comentó Nobunaga pensando - Aunque lo único que parece relacionarlos es su condición de End... tal vez no puedan morir tan fácilmente.

 - Ese End murió después de ver al dragón que se llevó a la chica End fuera de ahí... - comentó Yoichi - Y después de eso se transformó en sal.

 - Deberemos estudiar bien a ese End fallecido y las causas de su muerte si queremos saber cómo derrotar a nuestros enemigos con más facilidad - comentó el Conde - Por ahora deberíamos dejarlo... veo mucha tensión en las mesas y puede que algunos aún no se tomen las cosas en serio.

Los hombres comenzaron a levantarse y a marcharse progresivamente, mientras que otros se quedaban pensativos en lo comentado. Yoichi seguía pensando en qué era lo que mantenía a Guilles de Rais en pie después de haber perforado tantos puntos críticos de su cuerpo y cómo lo podía comparar con Beretta, pero la voz de Haruakira le sacó de sus pensamientos.

 - Me alegro de que te tomes esto tan en serio - comentó el monje de blanco - Se nota que Beretta te importa mucho.

 - Ah... - dijo él destensando su rostro en una pequeña sonrisa - Pienso que es lo correcto por mi parte...

 - Por cierto... es cierto eso que has dicho - Haruakira miró a la puerta, mientras Toyohisa se marchaba a paso lento - Si Toyohisa se desmayó antes que Beretta, ella habría ganado.

 - Pero no creo que ninguno de los dos aceptase lo ocurrido - Yoichi se levantó - Beretta realmente quería ganar... yo... deseaba que ganara de esta forma, sin perder a nadie... pero no que todo acabase así. Y sé que ninguno de los dos dará su brazo a torcer si se vuelven a encontrar.

 - Vaya... pareces que la conoces incluso mejor que yo - comentó Haruakira más sorprendido.

 - Es lo que ocurre cuando observas mucho a alguien - confesó él dándole la espalda para que no vea la sonrisa que le aparecía con naturalidad al decir eso - Comprendes su forma de ser... le entiendes...

Haruakira esperaba callado, sabiendo que había algo más que quería decir. Yoichi salió de sus bonitos recuerdos con un suspiro y bajó un poco la cabeza.

 - Creo que... la próxima vez que veamos a Beretta... - dijo bajando la voz - No será la misma que hemos conocido...

*

Castillo del Rey Negro, base de los Ends:

*

Estos tres días, Beretta los había pasado postrada en la cama del que era su antiguo cuarto, más semejante a una prisión de paredes de piedra y con gran ausencia de muebles salvo por la cama y poco más. 

Lo que podía recordar con claridad, fue el primer sueño que tuvo después de caer desmayada. Notaba unos dedos fríos, grandes y ásperos que movía su cuerpo usando sólo las yemas de estos. Estos dedos, fríos como los de una parca, acariciaban su cuello por la parte cortada lentamente, rodeándolo todo, y yendo luego a la herida de su frente. Luego, se deslizaba por las demás que eran menos graves, dejando por donde pasaba una sensación placentera de un calor medicinal.

Luego, cuando notaba que esos dedos dejaban de acariciarla, notó un olor pesado llegado como una sacudida, oliendo a primero a madera y algún aroma dulce afrutado que no sabía distinguir, pues pocas frutas conocía, seguido de un triste olor metálico y a sudor. Después de eso, todo fueron delirios, convulsiones, taquicardias, noches de insomnio, angustia, fiebre e interminables dolores musculares.

En sus momentos más lúcidos, notaba a alguien limpiar su frente de sudor y que a la vez colocaba sus sábanas bien cuando pataleaba por los espasmos en sus muslos, puede que sin mucha gana, pero lo hacía por ella. Internamente, aunque no sabía ni dónde estaba, con quién estaba, ni qué le ocurría, agradecía enormemente no estar sola y que alguien demostrara un mínimo de cariño hacia ella.

Mientras tanto, en un torreón, el Rey Negro observaba al moribundo dragón del que extraían bronce en silencio, hasta que escuchó los pasos de varios seguidores suyos.

 - Sigo molesto, Rey Negro... - comentó la irritante voz de Rasputín - No creo que haya sido acertado curar sus heridas.

Tras él, Hijikata, Juana y Mitsuhide aparecieron. Juana se mantuvo de pie con las manos en las caderas, Hijikata se apoyó en la pared y Mitsuhide se sentó en el suelo cruzando las piernas. El Rey Negro se giró hacia ellos.

 - "Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen fuera demonios. De gracia han recibido; den de gracia."* - recitó el Rey Negro.

* - Mateo 10:8

 - Realmente no creo que esa pequeña bastarda aprecie su "gracia", mi señor... - comentó Rasputín con una mueca de asco - Sin embargo, ha permitido que padezca esos nuevos síntomas que se agravan con el tiempo...

 - No sientas rencor, Rasputín - comentó el Rey Negro acercándose unos pasos, apoyado en su bastón - Ten fe en mis acciones... porque el justo cae siete veces y vuelve a levantarse; pero los impíos caerán en la desgracia.* Si he dejado que ella sufra ese dolor es un castigo por su necedad. 

* - Proverbios bíblicos 24:16.

Rasputín puso una sonrisa sarcástica escondida tras su ancha manga. El Rey Negro tenía esa esperanza de que una lejana humanidad como Beretta pudiese haber sufrido lo suficiente como para lamentarse por sus pecados y aferrarse a la salvación... pero Rasputín no lo creía así.

 - ¿Has analizado su sangre? - preguntó el enorme encapuchado.

 - Por supuesto - dijo sacando un pergamino de su manga - Bien, lo que he podido ver en su sangre es que se encuentra llena de sustancias desconocidas para mí, pero sin embargo, puedo reconocer algunas de ese extraño mejunje que se inyectó: veo los componentes de la diamorfina, o más conocida como heroína. Que yo recuerde, en mi época se vendía y consumía como un remedio parecido a la morfina... pero con esta cantidad y mezclada con el resto... puedo asegurar que es mucha más de la que su cuerpo necesita.

El Rey Negro meditaba en silencio. ¿Cuán mala puede ser la humanidad que para sacar todo el potencial de una persona les permitiesen tomar eso?

 - Podemos decir que provoca hiperactividad, euforia máxima, aumenta los reflejos y anula varios sentidos y sistemas haciendo que no padezca ni dolor ni cansancio.

 - Es como un súper soldado... - comentó Juana en voz baja mirando al suelo.

 - La cantidad es extrema, más de la que necesitaría - él se subió las gafas con un brillo - Además, con el nuevo descubrimiento de sus piernas metálicas, esta especie de droga formada por heroína y más sustancias que den esos efectos se concentra más en su pequeño cuerpo, aumentando el efecto. Ahora pasará unos malos días de abstinencia sufriendo las consecuencias.

 - Gracias por tu trabajo, Rasputín - comentó el Rey Negro volviendo a mirar al dragón - Quiero que sigáis con los turnos de vigilancia que he asignado. Si por alguna razón no podéis cumplir el vuestro, que otro ocupe su lugar... pero nunca la dejéis sola.

A nadie le hacía ilusión ni mucho menos tener que cuidar de Beretta, pero eran órdenes que cumplían sin ilusión. Aunque a dos de ellos les resultaría muy divertido encontrarse a solas con esa chica que tanto les molestó estando ahora tan vulnerable y débil...

Mientras, de nuevo en el cuarto de Beretta, Anastasia, su cuidadora por ahora, volvía a secar su frente con seriedad mientras la chica resoplaba, delirando sin poder dormir. Cuando abrió los ojos con un leve resquicio de lucidez, la más joven la miró.

 - ¿Puedes oírme? - preguntó - Contéstame si así es. ¿Quién soy?

Beretta le miró con un surco grisáceo alrededor de sus ojos, con la piel blanquecina y sus ojos verdes apagados. Levantó una mano por fuera de la sábana, acercándola a ella. Anastasia abrió sus ojos un poco más cuando notó que Beretta había agarrado uno de sus pechos.

 - ¿Cómo puede ser...? - susurró Beretta moviendo la cabeza jadeando - Tienes 17 años y unas tetas enormes... yo quiero tus tetas...

Y tras esa última petición, dejó su mano caer de nuevo al colchón, agotada y dolorida. Anastasia seguía sin moverse, procesando lo que había dicho. Beretta realmente la había conocido, pues se sabía su edad, pero no podía decir más que tonterías por sus delirios por la fiebre. Muy en el fondo de su helado corazón, Anastasia sentía pena por ella, pues al ser una chica muy enfermiza, sabía bien lo que era delirar por la fiebre, aunque ella parecía pasarlo mucho peor por el resto de sus síntomas de abstinencia frente a la cantidad de droga que había soportado su organismo. Sólo quedaba esperar a que su cuerpo lo eliminara.

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Hola mis queridas! Sólo quería compartir unas graciosas anécdotas mientras escribía el capítulo, pues lo hice de golpe pues necesitaba evadirme un poco.

La primera sería ser pillada por mi hermano cuando buscaba los síntomas de la abstinencia de la heroína 😂 y llegar a preguntarme si me encontraba bien y necesitaba ayuda 😂

Y la segunda sería ser de nuevo pillada por mi hermano buscando versículos de la Biblia para mejorar el personaje del Rey Negro 😂 me ha dicho que está bien que busque ayuda en Dios, pero que tal vez no sea lo correcto en estos casos 😂😂😂

Bueno, nos leemos pronto! ^^

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