Capítulo 21: Mi último amanecer
Antes de empezar me gustaría compartir esta imagen de Shimazu Toyohisa vestido modernamente para que no se enfaden con él :3
Ya podemos continuar :3
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La noche se había hecho bastante corta y complicada para Beretta, pues no pudo pegar ojo por más que lo intentara. Muchas veces le recorría el pensamiento de que Toyohisa estaría durmiendo a pierna suelta, sin preocuparse por nada de lo que pasara en ese amanecer, pues ya estaba acostumbrado.
Cumpliendo con lo que dijo anoche, se sentó en el alféizar de su ventana a ver la salida del sol, mientras balanceaba suavemente una pierna. Realmente era un bello espectáculo, y pensó que por qué no lo habría hecho más veces... entonces recordó que su pereza era demasiado fuerte. Ella sonrió al ver el bonito brillo del sol en un cielo sin contaminar, y le daba felicidad que a varios kilómetros de donde estaba ella, el almirante también le acompañaba viendo la salida del sol.
Una de sus piernas tenía un pequeño compartimento abierto en la zona de la rótula, de donde Beretta había sacado un pequeño cilindro semejante a una inyección con la que jugueteaba en sus manos. Lo miró contra la palma de su mano, lleno de un líquido color marfil.
- Jugar todas mis cartas... ¿eh? - se dijo así misma - No sé si mi cuerpo y mi mente están preparados para esta de aquí...
Ella se estiró con un bostezo disimulado hasta que hizo crujir su espalda satisfactoriamente.
- Me salté todas las pruebas y entrenamientos de este arma cuando supe que no volvería al campo de batalla... pero no me importa - ella forzó una sonrisa - Si muero, por lo menos mi cuerpo servirá para hacer pólvora... me convertiré en parte de un arma, no está tan mal.
Volvió a guardar eso en su pierna cerrando el compartimento y fue a vestirse, con lentitud y firmeza, mientras se miraba a un pequeño espejo. Se puso el cinturón con la munición, cargó sus armas y limpió bien las miras. Se peinó el cabello sintiéndose linda y confiada, y salió de la habitación manteniendo la serenidad. Todo estaba tranquilo y en silencio, respetando la batalla que habría a continuación, y cuando Beretta se acercaba a la escalera, fue cuando se escucharon unos rápidos pasos.
- ¡Beretta, espera!
Ella se detuvo y se giró. Yoichi corría hacia ella sin hacer mucho ruido y se lanzó a sus brazos sorprendiéndola. Con el retroceso, ella chocó su cintura contra la barandilla de la escalera, frenándose, mientras el joven la abrazaba escondiendo su cara entre sus largos cabellos. Ella parpadeó, y con una suave sonrisa correspondió a su abrazo, apoyándose en su hombro y cerrando los ojos.
- ¿Qué significaba ese abrazo? - pensaba ella - Yoichi... ¿es un abrazo para darme ánimos...? ¿Es una despedida? ¿Me estás dando las gracias por algo?
Beretta sonrió, pero abrió un ojo cuando notó el fino cuerpo del arquero temblar bajo sus brazos, así como notaba contra su oído su mandíbula apretada. Acarició con una mano la longitud de su cabello recogido en una cola y con la otra le frotaba la espalda, queriendo destensarle.
- Hey... - susurró ella - No me gustan los abrazos de este tipo... me gusta abrazar a alguien mientras se parte de risa, por ejemplo...
- Lo siento... - susurró él - Pero no puedo reírme de nada en este momento...
- Oh, mi pequeño samurái... - ella lo abrazó más fuerte - No tengas pena por mí, yo me lo he buscado...
- Pero...
- ¿Recuerdas cuando me dijiste en la cantina que no podías ser hermoso? ¿Qué eras el menos agraciado de todos tus hermanos? ¿Qué de sus cabellos lisos y suaves como un puro y elegante fluir de agua caían pétalos de cerezos al caminar?
Ella sacó algo de los cabellos de Yoichi que tenía enredado, y el chico se apartó a mirar al sentir el pequeño tirón de la mano de Beretta, enseñándole dos pequeñas hojas secas.
- Pues a ti se te caen hojas de almendro secas del pelo - dijo con una sonrisa.
Él dio un pequeño resoplido con una pequeña sonrisa recogiendo las hojas de sus manos, aún rodeando su cuello con un brazo.
- Al menos ya no estás tan tenso y he podido ver un poco de tu sonrisa - Beretta estaba muy tranquila, rodeando con un brazo su cintura aún.
- De verdad, eres... - él buscó las palabras para decirle algo único para ella, pero no le salían.
Beretta se dio cuenta y sonrió más, acariciando la mejilla del chico.
- Mi joven samurái... me gusta verte sonreír - admitió sonriendo.
Él se apegó su mano a su mejilla girando un poco la cabeza, dejando ver su otro ojo mientras se relajaba. Él quería seguir mirándola un buen rato, queriendo grabar todas sus facciones en su memoria para siempre.
- Siento tener que decirte esto, pero voy a llegar tarde si seguimos así... - comentó ella con algo de tristeza - No quiero que después de todo me regañen, aunque confieso que me gustaría seguir así horas y horas...
Yoichi sonrió un poco más, y separó despacio la mano de Beretta de su mejilla para sujetarla por la muñeca sin apretar, dejando su pulgar presionando suave en su palma, y moviendo su otra mano de su hombro a su nuca. Beretta conocía esas intenciones tan puras y tan sinceras, y se mantuvo en silencio, curiosa de saber si sería capaz de continuar él solo. Pero Yoichi no era un cobarde, y aunque fuera un chico joven aún, era un hombre y tenía sus instintos. Además, sabía que Beretta no le iba a juzgar.
Cerró los ojos lentamente cuando notó los suaves labios del chico ponerse sobre los suyos, dándole un beso semejante al que ella le dio, pero este iba cargado de cariño y con un sentimiento lleno de dolor y culpa, haciendo que no fuese muy intenso y durara poco tiempo.
Después, Yoichi se retiró tan despacio como se había acercado, bajando la mirada a sus pies y escondiéndola bajo su flequillo.
- Lo siento... - murmuró.
- No es bueno quedarse con las ganas - contestó ella con una sonrisa.
Yoichi soltó su mano y su cabello retrocediendo un poco. En realidad, no se disculpaba por besarla, pero era lo que quería hacerle entender. En realidad se disculpaba por no haber podido hacer nada para evitar esta situación... pero no era fácil engañar a Beretta. La chica dio una suave sonrisa, y comenzó a bajar las escaleras.
- Nos vemos, Yoichi - dijo con su sonrisa de siempre.
Y dejando al chico, que levantó una mano para despedirse de ella, bajó las escaleras hasta el descansillo, mientras se encendía un cigarrillo para matar los nervios que empezaba a tener por dentro. Tras dar una calada y bajar del todo, se encontró a sus dos forajidos favoritos esperándola abajo.
- Buen día chicos - saludó sonriendo.
- ¿Ves, Kid? - mencionó Butch - Esa es la cara que me gusta antes de morir.
El rubio giró los ojos, y Beretta se acercó a ellos.
- Qué pocas esperanzas tienes en mí Butch... ¿quieres que muera para quedarte con mis armas? - dijo lanzándole a la cara el humo de su boca, sin que a él le importara en absoluto, haciéndole sonreír más.
- Chica lista... aunque no podré evitar acordarme de ti con ellas...
- Un buen intento de piropo, pero insuficiente - ella se quitó el cigarrillo de los labios.
- Ten suerte ahí fuera - le dijo Kid - Nosotros hemos visto pelear a ese samurái loco y no es algo que tomarse a la ligera... no mueras - pidió como de costumbre.
- Que dulce eres con esa petición, muy característica tuya - ella sonreía - Es lindo por tu parte.
Ella se acercó a él y le tomó de la perilla, haciéndole dar un pequeño sobresalto tenso cuando tiró de su labio con su pulgar para bajarlo un poco. Entonces metió su cigarrillo en su boca, regalándole lo que le quedaba.
- Nos vemos, chicos - ella sonrió saliendo después de dar una palmadita en los hombros de cada uno.
Butch miró a su amigo con una sonrisa de medio lado.
- Vaya, vaya... años sin querer compartir un cigarrillo conmigo por no tocar mi saliva y ahora lo haces con ella...
- Sería de mala educación rechazarlo... - contestó el rubio.
- Ya, o porque lo consideras un beso indirecto - él se puso las manos en las caderas - Incluso besando a la chica te he ganado.
Kid ignoró el comentario, pues sabía que Beretta estaba al otro lado de la puerta, saliendo a la calle, pero sus dos locos de siempre la detuvieron.
- Mi diosa Tánit - la nombró Aníbal acercándose con algo entre las manos - He estado toda la noche forjando esto para usted, por favor, tómelo.
Beretta, detenida en la puerta y llena de curiosidad, miró las manos del viejo, pensando encontrar un arma, pero en vez de eso, había una pequeña estatuilla de cobre de una mujer.
- Es un exvoto* - dijo bajando la cabeza y ofreciéndoselo - Le deseo valor y fuerza en este combate, y no ponga en duda que rezaré por usted y dedicaré alabanzas en su próxima victoria.
* - Los exvotos son pequeñas figuras de metal, principalmente hierro, de la cultura ibera que se ofrendaban a las divinidades. Estas figuras podían tener forma humana, animal, o incluso de partes del cuerpo, que se ofrendaban pidiendo o no algo a cambio, como puede ser fertilidad, la sanación de un dolor, etc. En este caso, Aníbal ha hecho un exvoto femenino que no pide nada para él, sino que ella tenga suerte.
- Oh, Aníbal... - dijo ella viendo esa figura dorada, algo mal hecha y desproporcionada, pero con buena intención - Es un gran detalle... muchas gracias - dijo metiendo la figurilla en su escote y guardándola.
Y con una sonrisa, se acercó al anciano que bajaba la cabeza con respeto, y le tomó de las mejillas para dar un beso en la frente. Pero ese tierno momento iba a ser interrumpido por su gran rival, pues Escipión llegó rápido como una bala y apartó a Aníbal de un gran empujón, quedando delante de Beretta.
- Mi señora Belona, no haga caso a las mentiras y falacias de este bárbaro del sur - pidió arrodillándose, llevando un cuenco en sus manos - Yo tengo una ofrenda única de vuestro poder.
Beretta abrió más los ojos, viendo que el romano tomaba un puñal y se lo llevaba hacia el brazo para hacerse una herida.
- ¡Escipión, no! - gritó abalanzándose sobre él, agarrando la mano que tenía el puñal.
- ¡Déjeme ofrecerle mi sangre como hacen los belonarios*, por favor! - pidió el cónsul.
* - Sacerdotes de Belona.
- ¡No hace falta, de verdad! ¡Con tu apoyo me basta y me sobra!
- ¡Pero el cartaginés le ha dado una ofrenda hecha por él mismo! - dijo señalando a Aníbal, que se levantaba del suelo sonriendo.
Naoshi apareció por detrás de ellos y pateó al romano en la nuca haciéndole caer de frente, con su gesto de enfado de siempre.
- ¡Imbécil! ¿¡Pero que haces queriendo perder tanta sangre, eh?! ¡Si te quieres desmayar, me dices que te golpee! - él le gritaba detrás.
Ella negó mirándolos y dejó el cuenco con un suspiro, al ver que ahora se estaban peleando los tres. Vio a Nobunaga llamarla desde la calle principal con la mano, y se acercó a ver, mientras veía al Conde sentarse en una decorada silla a la sombra y sus dos guardaespaldas le abanicaban con unas enormes plumas. No muy lejos, Haruakira caminaba de prisa de un lado a otro, nervioso, como si fuese un león enjaulado.
- Buenos díaaaas - saludó ella con tranquilidad.
- Ah, la calma antes de la tormenta... - comentó Nobunaga al verla - ¿No estás nerviosa?
- Pues, un poco, sinceramente, pero no tanto como Haruakira - contestó mirándole - Como siga así va a erosionar el suelo y a hacer un foso él solo.
Haruakira se acercó rápidamente al verla.
- Por favor, dime que has pensado en algo - pidió, viéndosele desesperado - Yo no he encontrado ninguna solución a esto...
Beretta sonrió levantándole un pulgar y guiñándole un ojo.
- No se me ocurrió nada tampoco - contestó con su mejor sonrisa.
El monje la miró en silencio sin saber qué decirle, y finalmente se llevó una mano a la cara dejando bajar sus hombros con un suspiro.
Nobunaga dio una risa amarga poniendo sus manos en sus caderas.
- Hablé con Toyohisa... - dijo girándose hacia la calle, en cuya mitad estaba el samurái, sentado en el suelo con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas, meditando - Quise que aceptara el noqueo como forma de victoria, y finalmente lo he conseguido. Pero eso no quiere decir que lo lleve en práctica, ni que lo acepte si lo consigues de esa forma. Los bárbaros como él son muy testarudos.
- Lo agradezco, Nobunaga - contestó ella avanzando hacia Toyohisa.
Tras detenerse a una distancia segura, haciendo que el resto se colocara donde quisiera para ver la batalla, Toyohisa abrió los ojos con gran seriedad.
- Aquí estás, End - dijo mientras se levantaba despacio - No me gusta que me hagan esperar.
- He llegado a mi hora, querido - contestó con su sonrisa tranquila.
- Sinceramente me esperaba que desertaras... otra vez - dijo desenvainando su katana con el suave sonido del acero golpeando en la funda.
- No deserto de lo que me gusta y me importa - contestó ella sacando su metralleta de su cintura - Realmente quiero ser una Drifter, pero no me gusta liderar.
- No creo que te encuentres en posición de opinar ni de cambiar las reglas del juego - Toyohisa que puso en posición de combate - ¿O me estás queriendo decir que no me matarás si tienes la oportunidad? Eso sería denigrante para mí.
- ¿Crees que mis balas no pueden matarte, Toyohisa? - ella le quitó el seguro al arma con una sonrisa ladina.
- Estoy deseando ver eso - dijo con su sádica sonrisa - Entonces, Beretta, no te contengas, pues aunque seas mujer, no tendré piedad de ti como tuve de la otra chica End.
- En fin... parece que eso de haberme querido ganar tu confianza antes de saber la verdad no ha sido algo acertado para ti - ella sonrió cariñosamente, queriendo ser juguetona como siempre.
Toyohisa juntó los labios en una larga sonrisa, y abrió un poco más los ojos mirándola, con una expresión vacía de empatía.
- Esto es la guerra. No hay excusa para tomar la cabeza del enemigo.
Entonces, tras eso, tendió la mano derecha hacia ella, haciéndole un gesto para que empezara ella yendo hacia él. Beretta sonrió con un movimiento de cabeza, dándole las gracias, y cuando dobló sus rodillas para empezar a correr hacia él, giró raudo sobre sus talones y corrió en dirección opuesta a Toyohisa, huyendo de él.
El samuráis abrió los ojos sorprendido, y luego cambió a una expresión de enfado al instante.
- ¿¡A dónde vas, cobarde?! - le gritó empezando a correr detrás de ella.
Ambos pasaron por delante del edificio principal, donde varios de ellos estaban de espectadores. Haruakira no quería mirar, y se tapaba con las manos, no por vergüenza, sino porque Beretta había conseguido hacer enfadar a Toyohisa justo al inicio del combate, complicándolo todo. Beretta corría a gran velocidad por las calles, mientras pensaba una estrategia y ganaba tiempo, a la vez que el enfado del samurái aumentaba.
- Los samuráis como Toyohisa son guerreros de batalla a corta distancia, a diferencia de mí que prefiero el largo alcance. Eso ya me da una ventaja siempre que mantenga la distancia de seguridad - comentó en voz baja mientras corría velozmente, escuchando detrás de ella las sandalias de Toyohisa - El problema es que este molesto samurái es muy veloz y puede acortar la distancia rápidamente, pero yo soy más rápida.
Beretta dobló un callejón rápidamente, lanzando unas cajas de madera al camino, sin que eso detuviese la velocidad de Toyohisa.
- El día en que le vendé las heridas pude ver que tiene un ozutsu*, y por lo que veo ahora, es zurdo para usar la katana. Sabiendo lo bruto y fuerte que es, seguramente pueda usarla con una sola mano, aunque eso disminuye su precisión. Además, la técnica de huir, cansarle y enfadarle, hace que su evasión y su concentración disminuya - Beretta sonrió - Ah, demonios, esto lo podría haber pensado anoche, pero soy demasiado vaga hasta para salvarme el culo...
* - Es el arma de fuego que podemos ver que tiene Toyohisa en el primer capítulo, cuando dispara a su enemigo cuando es atravesado por las lanzas. Se usa a dos manos, de un único disparo hasta nueva recarga.
Llegados a una enorme calle, ella aumentó la velocidad, al ver que no podía esconderse en ninguna parte.
- No creo que sea tan estúpido de gastar la carga de su única arma de fuego a esta distancia con tal de frenar mi carrera - ella sonrió convencida.
Pero el sonido de un disparo cargado de pólvora se escuchó, y la bala salió despedida llegando a una de sus botas, haciendo un sonido metálico al chocar contra su pierna derecha de metal, sin que ella sintiese nada.
- ¡Maldición! - se le escuchó gritar desde atrás - ¡Juraría que le había dado!
Beretta giró rápidamente por un estrecho callejón y saltó por una ventana a una de las casas abandonadas, recuperando el aliento.
- Imbécil... - insultó algo asustada - Si apunta un poco más arriba me mata muy rápido... de verdad no va a tener piedad conmigo...
Mientras recuperaba el aliento y Toyohisa se acercaba, ella observaba que no perdía el tiempo en recargar su arma, y seguía alerta mientras se acercaba. Cargar el arma suponía dejar su katana y concentrarse en otra tarea, y era una debilidad que Toyohisa no estaba dispuesto a pasar, aunque sabía que era una ventaja frente a una chica muy bien armada. Y también sabía, que si esa chica se escondía bien y sacaba su escopeta con la mira, podía acabar con él de un sólo disparo sin que llegara a darse cuenta. Sin embargo, Toyohisa contaba con la ventaja de que Beretta no llevaba armadura alguna, haciendo cualquiera de sus golpes uno bastante doloroso y efectivo contra ella.
Mientras Toyohisa caminaba entre los callejones buscándola en silencio, Beretta, oculta en una casa semiquemada, pensaba en su próximo movimiento.
- Ahora que no dispone de su arma de fuego... - murmuró en voz muy baja - El siguiente paso es inutilizarle la katana... o mejor dicho... si ataco a sus manos, podía evitar que agarrase las katanas y hacer que perdiese movilidad. Es rastrero, no hay duda... pero no pienso dejarme vencer.
Y con una sonrisa decidida, agarró su metralleta mientras se levantaba del suelo, un instante antes de que la pared de madera quemada se rompiese, dejando ver al samurái empujando su arma con el rostro oscurecido.
- Te encontré... - dijo sonriendo.
Ella dio un grito de miedo a la vez que veía moverse la katana hacia ella, parándola usando su propia metralleta, haciendo que se abollara. En el siguiente tajo, ella retrocedió un salto, llegando el filo a cortar sólo la cuerda que sujetaba su escopeta a su hombro, haciendo que esta cayera al suelo a unos metros de ella.
Beretta salió corriendo de la casa, maldiciendo por haber perdido un arma y rezando por que su metralleta no se hubiese roto por ningún lugar importante y le impidiese disparar.
- ¡Vuelve aquí! - le gritó él señalándola con la katana, mientras salía entre el polvo y las cenizas de la casa, con los ojos brillantes, ansioso de batalla - ¡Deja de huir y ataca!
Beretta se detuvo a una distancia segura, mientras que los demás miraban desde lejos. Apretó los dientes frustrada sin saber qué hacer, pues no quería dispararle... pero a este paso, era lo único que podía hacer.
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