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Capítulo 2: Beretta

Un carro tirado por caballos iba a trote por el camino de tierra, lleno de baches, que hacían que sus viajeros se moviesen suavemente de un lado a otro. Atrás, en el carro, un joven iba de brazos cruzados, pensativo. Sus ropas blancas eran envidiables, y tras los mechones de su cabello negro se escondían unos ojos brillantes del mismo color. Cuando acabó el camino lleno de baches, vieron el mar aparecer. Uno de los conductores, de cabello negro y ojos verdosos, dio un silbido.

 - El mar... qué recuerdos... - dijo mirándolo.

 - No se parece al que estamos acostumbrados a ver... - el rubio, a su lado, lo dijo tras un suspiro.

El chico de blanco levantó la cabeza a verlo. Era de medio día, y hacía calor, así que se quitó la gorra para abanicarse con ella.

 - ¿Es aquello de allí? - preguntó el rubio con sombrero.

El chico de blanco se asomó a ver, encontrando con el destacable portaaviones de guerra de la segunda guerra mundial.

 - Sin duda - afirmó - El gran barco de metal.

El rubio, conocido por Sundance Kid, volvió a mirar al frente. Veía por el rabillo del ojo la pierna derecha de su amigo y compañero Butch Cassidy, moverse con nerviosismo apoyado en la punta. La abstinencia del tabaco le ponía muy nervioso, más nervioso e impulsivo de lo que era de por sí, y aunque a él también le afectaba, sabía guardar las formas apoyado en su tranquilo temperamento.

Al llegar a la arena, Butch condujo el carro hasta la sombra de las rocas, para reposo y descanso de sus caballos, y luego se bajaron. Rodearon lentamente el lugar, encontrando la entrada por la parte más volcada del portaaviones, algo empinada, pero era la única forma de acceder a la parte superior. 

Llegaron primero los dos forajidos, de piernas fuertes y trabajadas, encontrando a un hombre mayor con uniforme azul marino, de espaldas y en la sombra, observando el mar y sumido en sus pensamientos. Lo primero que les llamó la atención fue el pequeño hilo de humo que subía desde su cabeza, indicando que estaba fumando, algo a lo que Butch no pudo resistirse.

 - Eso tiene muy buena pinta, ¿tendrías otro para darme? - preguntó deteniéndose a una distancia prudencia.

 - Otro para mí, si no es mucha molestia - dijo Kid poniéndose a su lado.

El hombre giró la cabeza, viéndolos a ambos, y guardando silencio. Uno, y dos, y armados.

 - ¿Uh? ¿No dices nada, viejo? - Butch levantó una ceja.

 - No es educado por tu parte - añadió Kid.

Finalmente, el hombre abrió la boca.

 - ¿Y el tercero? - preguntó.

Los dos forajidos se miraron. ¿Cómo sabían que había un tercero? Miraron luego hacia atrás, para ver que el monje japonés tenía serias dificultades para subir por que sus botas se escurrían.

 - Haruakira... - Butch suspiró y se acercó con su compañero a ayudarle a subir.

 - Perdón, es por el agua... - se excusó mientras le ayudaban a subir.

El hombre con uniforme los seguía mirando, ahora se había girado hacia ellos. Su rostro tranquilo e incluso algo aburrido parecía guardar una mente maravillosa. Abe no Haruakira se acercó e hizo una reverencia.

 - Disculpe la intromisión, señor - dijo bajando la cabeza - Soy Abe no Haruakira.

Él abrió levemente los ojos, con algo de sorpresa.

 - Abe no Seimei... entiendo... - dijo - Debería sorprenderme, pero es totalmente posible.

 - Me gustaría comentarle en la situación en la que se encuentra en este lugar, si me lo permite. En absoluto somos el enemigo y venimos en son de paz. Nos hacemos llamar Drifters.

 - Drifters, ¿eh? Ya he oído ese hombre antes... por lo visto, yo también soy uno de ellos - dijo quitando el cigarrillo de su boca - Si venís en son de paz, no entiendo por qué tengo delante de mí a dos bandidos armados.

 - Hey, hey, viejo, no hemos tocado las armas - Butch de lado sonrió levantando las manos.

 - Las armas forman parte de nuestra vestimenta de una forma u otra - añadió Kid.

El hombre les observó detenidamente. Luego cerró los ojos asintiendo lentamente. Levantó una mano e hizo un gesto con ella hacia una torre de control alejada de su posición. Haruakira miró en esa dirección.

 - ¿Qué acaba de hacer? - preguntó.

 - Guardar mis armas - contestó poniéndose bien el uniforme - Ahora yo, el almirante Yamaguchi Tamon, les invito a pasar a mi humilde portaaviones para hablar.

 - Es muy amable por su parte confiar en nosotros - Haruakira sonrió.

El almirante caminó hacia esa torre de control, abriendo la puerta y dejando pasar a sus invitados con educación.

 - Si queréis tabaco, deberéis pedirle a ella - indicó mientras pasaban los forajidos por su lado.

 - ¿A ella? - preguntó Butch.

 - Ahora la conoceréis.

Dentro de esa sala hacía fresco y se estaba muy bien. Había una gran mesa en el centro y tenía funcionando ciertos electrodomésticos de lo más curiosos para ellos, como eran unas máquinas para hacer café y otras bebidas, convirtiéndolo en una sala de juntas o de descanso. Yamaguchi les invitó a sentarse mientras servía como buen anfitrión unos vasos para que se sirvieran agua u otra bebida disponible. 

 - Beretta, tenemos invitados - indicó sin mirar a ningún lugar en particular.

 - Vaaaale - se escuchó decir - Tengo que ir a mirar las balas ahora que se deben haber enfriado.

Los dos forajidos, de pie detrás de Haruakira sentado, vieron a una chica bajar del piso superior llevando en sus manos lo que les pareció un rifle, siendo en realidad un rifle de francotirador McMillian Tac-50. Ni le vieron el rostro y no mucho más de su esbelto cuerpo y cintura desnuda, pues ella no fue hacia la sala, yendo a bajar otras escaleras despreocupadamente.

 - ¿Tiene usted una sirvienta? - preguntó Haruakira.

Él dio una sonrisa amarga, dejando su cigarrillo en el cenicero.

 - Que no te oiga ella decir esa palabra, tiene mucho carácter. No es mi sirvienta, tampoco alguien de mi tripulación. Es... mi socia, una joven promesa del armamento.

 - No me figura que haya otro Drifter por aquí... y no he podido verlo bien, pero ese arma que llevaba... era muy contemporánea - Haruakira se giró hacia los forajidos, y ellos asintieron.

 - Tampoco es alguien de por aquí... son temas más íntimos y privados que por ahora no os incumben - Yamaguchi se sentó, guardando la compostura.

 - Siento la insistencia, pero si es alguien llegado de otro período, debería saberlo - insistió Haruakira - Aunque también respeto su postura de no querer hablar por otros.

Yamaguchi asintió complacido, viéndoles a los tres beber agua fresca tras ese caluroso viaje. Tras eso, se escucharon unos disparos en una sala inferior, que hicieron ponerse alerta a todos menos al almirante, que seguía fumando tranquilamente. Dos segundos más tarde, se escucharon tantas explosiones como disparos hubo, seguidas por un grito de alegría.

 - ¡Lo he conseguido! - gritó la chica de antes con energía - ¡Almirante, están terminadas!

Luego se escucharon los pasos apurados de la chica que subía las escaleras rápidamente, y se presentó en la sala con una sonrisa de oreja a oreja y la cara algo manchada de un tizne negro. Su ropa color camuflaje, junto con esas botas altas y su camiseta pegada, bastante roída y rota era una vista bonita para ver la forma de sus pechos y el bonito escote que le hacía, mientras jugueteaba con las medallas que llevaba en el cuello. Al ver a los invitados, sólo levantó una mano saludando con una sonrisa inocente.

 - Felicidades, estoy deseando verlo, en serio - el almirante asintió complacido - Me tienes muy satisfecho.

 - Que lindo, si yo sabía que eras un hombre muy dulce y tierno bajo tu fachada de almirante seriote y mandamás - dijo ella sonriendo, sintiéndose orgullosa.

Los tres invitados miraban esa actitud tan extrañamente cariñosa de la chica, más su forma de vestir y su forma tan desvergonzada de tratar con alguien mayor que ella, que al almirante no parecía importarle.

 - Me voy a fumar y descansar para celebrarlo - dijo ella abriendo una puerta que daba al exterior.

 - Como gustes - Yamaguchi entrecruzó las manos.

Ella salió cerrando la puerta, y el almirante miró a sus invitados. Se les notaba bastante impresionados por conocerla, y era bastante obvio que no era de ninguno de sus períodos.

 - Ella - indicó el almirante - A ella le debéis pedir el tabaco, es quien lo tiene.

 - Una chica... experta en armas... - Haruakira parpadeó asombrado.

 - Mucho mejor que cualquier hombre que he conocido - admitió el almirante - Y ni siquiera es un soldado.

 - Pero esa actitud... y su ropa...

 - Con eso no tengo ningún problema - Yamaguchi habló con voz más dura - Ella entiende que soy de una época anterior, y yo comprendo que ella viene de una época muy lejana a la mía. Ella tiene su forma de ser y forma de vestir que se le ha inculcado y admitido en su mundo, así que mientras que respete las mías, yo respetaré las suyas. Es lo que hacen los socios y la gente con respeto - él se inclinó hacia delante - Ahora me gustaría que hablásemos del motivo por el que ha venido.

Haruakira tragó salivo y asintió, poniéndose cómodo en la silla. Butch dejó su vaso en una pequeña mesa.

 - Nosotros nos vamos fuera - indicó.

Él salió, y Kid agradeció con la cabeza el agua dejando el vaso donde estaba su compañero. Salieron y cerraron, dejando a los dos hombres hablar.

 - Bueno, a ver dónde está esa jovencita... - dijo Butch para sí mirando por los alrededores con una sonrisa.

 - No puedes quitarte de la cabeza el tabaco, ¿verdad? - preguntó su amigo.

 - Eso y ahora más cosas - contestó con su sonrisa de lado.

 - Mantén las formas, ella nos podría estar escuchando...

En efecto, la chica se había subido a lo alto de la sala, encontrándose unos dos metros por encima de ellos en el techo. Estaba tumbada boca abajo, con un brazo bajo el pecho resaltando su escote y para encontrarse más cómoda, y meciendo los pies suavemente, les observaba mientras daba pequeñas caladas a una cigarrillo.

 - Vaya, vaya... miren que dos forajidos tan guapos han venido... aunque el otro también es muy lindo... - dijo dando una calada.

Ambos levantaron la cabeza la vez al escucharla. Butch sonrió poniendo sus manos en las caderas y a Kid le dio un poco de vergüenza escucharla decir eso.

 - Saludos, señorita - comenzó Butch con una sonrisa - Señorita, eh... ¿Beretta?

 - No es mi nombre, pero podéis llamarme así - dijo meciendo sus pies, con suma tranquilidad - Es más corto y más bonito que Nº 2084 de la Brigada de Reparadores de Terrania A-4.

Ambos se miraron incrédulos, sin creerse que eso fuera de verdad su verdadero nombre. Más bien parecía el cargo que desempeñaba.

 - Señor forajido, por favor, quítese el sombrero - dijo con una pequeña sonrisa algo orgullosa mirando a Kid - Está delante de una señorita.

 - Es cierto, me disculpo... - Kid se quitó el sombrero con lentitud y lo puso en su pecho.

Le frustraba, pues la sombra de su sombrero podía haber escondido ese leve rubor que apareció en sus mejillas ante la idea de que una joven tan linda le llamase "guapo".

 - La buscábamos para preguntarle si por casualidad no le sobraría un cigarrillo para nosotros. La abstinencia nos vuelve más agresivos de lo que somos por naturaleza - Butch la miraba tranquilamente, alternando entre sus ojos y su escote.

 - Ah, la abstinencia... es un problema que conozco - dijo dando otra calada - Soy generosa, y no es por faltar de modestia, pero aún así me gustaría saber a quién le doy regalos... y si pueden ser mis amigos o aliados... o no... - dijo sonriendo.

 - Butch Cassidy, ladrón - dijo con una mano en el pecho y una muy leve reverencia - mi amigo y compañero, Sundance Kid - dijo señalándolo con la mano, a lo que el otro respondió con una reverencia de cabeza más adecuada.

 - Oh, Wild Bunch... - dijo ella con una leve impresión en sus ojos - Sí, os conozco... también es comprensible que no os presentéis por vuestros nombres reales, esos molan más.

Los dos forajidos se miraron y parpadearon.

 - Es buena... - susurró Kid a su amigo.

 - ¿Qué es eso de "molan más"? - le preguntó Butch en voz baja.

Kid se encogió de hombros con una mueca confusa, y luego volvieron a mirarla. Ella estaba metiendo la mano en uno de los bolsillos de su chaqueta, sacando una cajetilla blanca.

 - Sí, me quedan dos - dijo lanzando la cajetilla hacia ellos.

Butch la tomó al vuelo con una sonrisa, abriéndola para ofrecerle a su amigo primero.

 - Un bonito gesto, señorita, tal vez ofrecido a las personas equivocadas - dijo con su característica sonrisa.

 - Yo no estoy tan segura - dijo estirándose - Ah, y no me rompas la cajetilla, la necesito para tener dónde guardarlos cuando haga más.

 - ¿Cuando hagas más? - repitió Butch mirándola con el cigarrillo apagado en sus labios.

 - Sí, eso he dicho - dijo moviendo la mano, exigiendo la devolución de la cajetilla.

 - Espero que para entonces te acuerdes de tus nuevos... amigos - contestó el líder lanzando la cajetilla a sus manos.

 - ¿Ahora no sois las personas equivocadas? - contestó sonriendo  y atrapándola al vuelo.

 - Somos personas que cuidamos el trato con quien nos trata bien sin miedo. ¿Me entiendes?

Ella sonrió de lado guardándose la cajetilla en el bolsillo. No podía comprender muy bien lo que ellos sentían en ese momento, pero intentando ponerse en su lugar, sabía que la vida de los forajidos no es fácil, y que no están acostumbrados a recibir nada de los demás si no es a la amenaza del cañón de una pistola.

La perspectiva de los Wild Bunch era algo diferente. Cierto es que estaban acostumbrados a salirse con la suya mediante la amenaza de armas y la intimidación, pero ni siquiera la habían usado contra esta chica que accedió a dar sus últimos cigarrillos de buena voluntad. Además, aunque la hubiesen amenazado con sus armas, nada les garantizaba ganar, pues ya habían visto que ella también sabía usar armas, y fuera seguramente la que le cubría las espaldas desde su puesto de francotiradora al almirante Yamaguchi cuando ellos dos llegaron. Tan sólo podían confiar en su inocencia y generosidad desinteresada.

 - ¿Necesitáis fuego? - preguntó ella.

Ellos se echaron mano al bolsillo. Las cerillas que tenían encima se les habían echado a perder un día de lluvia intensa, y las pocas que quedaron fueron gastadas para conseguir un fuego caliente. Ella movió un dedo indicando que Kid se acercara mientras daba la última calada a su cigarrillo antes de apagarlo contra el tejado plano donde estaba tumbada, y con la otra mano buscaba en su otro bolsillo. Cuando pensó que le daría un encendedor o cerillas, le sorprendió ver a la joven sacar un Derringer Remington de su bolsillo y apuntarle con el a la cara a muy poca distancia.

El arma, más pequeña que su mano que podía esconder con suma facilidad, no era un arma temible, pues a más de tres o cuatro metros de distancia, no era mortal, pero a un metro de su cara, si. El forajido rubio se había quedado helado ante esa declaración de guerra de la chica, que mantenía su cara impasible con el mismo gesto relajado de antes, mientras le miraba con sus ojos penetrantes y a la vez vigilaba a Butch.

El forajido moreno, lentamente, deslizaba su mano, sin pausa y sin prisa, hacia su cintura, dispuesto a agarrar una de sus pistolas para socorrer a su amigo de esa traicionera emboscada mientras mantenía su ceño fruncido.

 - Ssshhhh... - susurró la chica al descubrirle intentar tomar sus armas.

Y sonriendo y ante descubrirle, levantó el pulgar para quitar lentamente el seguro de su pequeña arma. Kid había fruncido los labios. No sabía si usar una pequeña distracción que tuviese ella para golpear su mano y arrebatarle el arma, pues seguramente tenía mucha más fuerza que ella, pero se arriesgaba a que tuviese buenos reflejos y recibir un buen disparo en la cara.  Su sonrisa ladina hacía la situación un tanto incómoda, pues no se podía saber qué era lo que pasaba por la cabeza de la chica...


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