Capítulo 18: Mi lindo teniente
- Dime, Escipión... - preguntó Beretta una vez que ya volaban por los aires - ¿Por qué estás bajo el mando de Naoshi?
El cónsul, abrazado con timidez a la cintura de Beretta y con las piernas encogidas sin mirar al suelo, abrió un ojo al escucharla.
- Oh, esa es una buena pregunta, ciertamente...
- ¿Cómo te ha dominado?
- No es así... este chico tiene una enorme motivación, todas las cualidades de un líder más la insensatez, que lo dificulta todo. Además, es joven, pero tiene valor. Ha sido capaz de civilizar a estos pueblos indígenas de hombres animales, prefiere atacar a repeler ataques... y eso requiere mucho valor. Enseñándole un poco, este hombre puede llegar lejos, y yo ya estoy mayor para comandar un ejército... prefiero meditar las estrategias y... enseñarles latín cuando no se da cuenta.
Beretta se rio. Le divertía esa ansia colonizadora de los romanos por enseñarle latín a todo el mundo, y estaba bien, pero... ¿para qué quieren los furros aprender latín si todos se comunicaban con el hechizo de Haruakira? Eran preguntas para las que Beretta nunca obtendría una respuesta.
A varios metros de distancia, volando a su misma altura, Naoshi iba sólo en su pájaro, con las gafas de aviador puestas, mirando hacia Beretta y Escipión. Los veía hablar sin poder escuchar lo que decían por el viento, la veía sonreír y dejarle que él se aferrase a ella, y cuando quiso darse cuenta, estaba apretando demasiado los dientes y haciéndose daño. Se sacudió la cara y se golpeó un par de veces las mejillas para espabilarse. La chica era prisionera proveniente de una guerra desconocida para él, iba armada y jugaba a la seducción. No era trigo limpio y no se podía despistar con ella.
La visión del mar apareció muy pronto, y con ella fue fácil encontrar el gran portaaviones encallado en las rocas y en la arena de la orilla. Beretta no tenía miedo, pues su vehículo tenía activado el sensor de calor y seguramente la reconociera... aunque viniese montada en un gran gorrión.
Apuntando hacia la pista de aterrizaje de los aviones, ambos aterrizaron como pudieron uno detrás de otro, y si Beretta no llega a estar agarrada por Escipión, se cae hacia delante. Este último llegó mareado, aún con la cabeza dándole vueltas, pues es la primera vez que volaba. Por una de las compuertas rotas, apareció la figura del almirante, con las manos a la espalda como siempre, y con su relajante tranquilidad. Naoshi miró a su alrededor, con una sonrisa.
- Realmente es el Hiryu... - dijo admirándolo todo, aunque estuviese casi destruido.
Luego se giró hacia el almirante y dio una sonrisa convencida empezando a caminar hacia él.
- ¡Teniente Naoshi Kanno, del escuadrón aéreo 343 de...!
Pero Beretta le adelantó corriendo como si fuera una niña pequeña.
- ¡Almirante, he vuelto! - gritó con una sonrisa corriendo hacia él.
Ella le abrazó con una sonrisa, mientras él pasaba un brazo por sus hombros con tranquilidad y Naoshi abría la boca impactado. ¡Realmente su prisionera se llevaba bien con el almirante!
- Que alegría volver a verte, Beretta - le comentó - Tenemos muchas cosas de las que hablar.
- ¡Sí! ¿Has estado bien? No quería llamar a Heavy aquella vez, pero era necesario... nos atacaba un dragón... - dijo con algo de pena.
- No te preocupes, hiciste bien. Aquí todo está tranquilo como siempre. Ahora si me disculpas, tengo que saludar a este teniente.
- Es demasiado joven para ser teniente... - murmuró apartándose con un pequeño puchero y sentándose sobre unos restos de chatarra.
La razón principal por la que Beretta había dejado aquí a Heavy y lo había devuelto era por la región cercana, una muy interesada en adquirir el Hiryu que ya habían visitado al almirante varias veces, con intenciones de comprarlo. Tenía miedo de que le atacaran para quitárselo a la fuerza, pues él era sólo un hombre contra todo un ejército. Escipión se sentó a su lado, con mejor cara, mirándolos a los dos.
- ¿Vas a vomitar? - preguntó Beretta mirándole.
- ¡Faltaría más! - se quejó - Se necesita mucho más para hacerme revolver las tripas...
- Muchas veces lo pensé en el vuelo y temía por mi pelo - confesó riendo.
Un golpe les sacó de su conversación, pues Naoshi y Yamaguchi se había agarrado de los brazos, Naoshi con una gran sonrisa, Yamaguchi sin inmutarse, y forcejeaban entre ambos mientras se contaban la situación de la guerra en sus últimos momentos en su época.
- ¿Se pelean? - preguntó Escipión mirándolos.
- Parece sumo... es un combate pero no parecen querer pelearse... - contestó Beretta.
- Sumo, ¿eh? - se preguntó así mismo mirándolos - Tal vez es un saludo de los salvajes de cara plana...
- ¡Ánimo, almirante Yamaguchi! - animó ella moviendo los brazos contenta.
- ¿¡Eehh?! - Naoshi se giró hacia ella molesto - ¿¡Y a mí por qué no me animas?!
- ¡Porque me tomaste prisionera, me diste una patada en la cara y me rompiste la camiseta! - le gritó ella con las manos a los lados de la boca.
- ¡Y tú me rompiste la nariz! - se quejó él.
Su cuerpo empezó a flaquear y a temblar un poco, perdiendo la batalla contra el almirante. Al volver a centrarse en él, algo en los ojos del almirante había cambiado.
- ¿Eso le hiciste a Beretta? - preguntó con su voz monótona de siempre, pero había algo oscuro en ella - Vaya, qué descortés... parece que necesitas que alguien te enseñe modales sobre cómo tratar a las mujeres.
Y de un enorme empujón que Naoshi no pudo detener, lanzó al joven piloto a varios metros de distancia rodando sobre sí mismo hasta terminar de bruces contra el suelo, mordiendo el polvo. El almirante se puso bien la ropa mientras Beretta saltaba como animadora detrás de él. Luego se acercó corriendo hacia él.
- ¿Te tomó de prisionera porque descubrió que eras...? - preguntó en voz muy baja el almirante.
- No, en absoluto - dijo ella dándole un nuevo abrazo - Me confundió con una tal Pavlichenko y me llamó "maldita zorra bolchevique" porque no sabía decirle dónde está mi país...
El almirante se giró hacia Naoshi, que volvía sacudiéndose el polvo del cuerpo.
- Chivata... - murmuró enfadado.
- Pavlichenko es ucraniana - le corrigió el almirante - Entiendo que la hayas confundido, pero no tienes que ser tan explosivo con ella - dijo poniendo una mano sobre su pelo, haciendo que ella sonriese más - Sus razones tenía para no saber decirte de dónde viene.
- Lo sé, lo sé... - él se frotaba la nuca mirando a otro lado.
Beretta mientras tanto, le miraba con una sonrisa apoyada en el pecho del almirante. Era una sonrisa de satisfacción al ver que le regañaba y que a ella la protegía y mimaba, una sonrisa que hacía fastidiar al piloto. El almirante vio ahora a Escipión con curiosidad.
- ¿Y este hombre vestido con túnica? - preguntó.
- Se llama Escorpión, y es el estratega de mi ejército - Naoshi sonrió orgulloso.
- ¡Es Escipión! - le corrigió él de nuevo cansado de lo mismo.
- Escipión el Africano - le dijo Beretta mirándole - El que combatió en las guerras púnicas...
- Oh, entiendo... - comentó él impresionado - Realmente han pasado cientos de años desde nuestros períodos - comentó acercándose a estrechar su mano - Bienvenido a mi portaaviones, Escipión.
Él le dio la mano algo confuso aún, viendo lo que había llamado "portaaviones".
- ¿Ha dicho... cientos de años? - preguntó.
- Es muy curioso... - comentó mirándole a los ojos - Entre usted y yo, hay más o menos 2000 años de diferencia. El mundo ha cambiado mucho.
Escipión abrió sus ojos azules con una impresión desconocida para él, y luego miró a Beretta, que asintió sonriendo confirmando lo que decía.
- Y conmigo te llevas 2500 años, más o menos - ella sonrió orgullosa.
- ¿Dos mil... quinientos? - él aún no se lo creía, pero rápidamente sus ojos se llenaron de lágrimas, y sonrió con orgullo - ¡Mi diosa Belona ha sobrevivido con el paso del tiempo nada más y nada menos que 2500 años! ¡Por favor, mi diosa, cuénteme que es lo que ha ocurrido en el mundo en estos 2500 años!
- Sí, como que te lo puedo contar en una tarde... - dijo con sarcasmo - Son 2500 años, Escipión...
- ¡Pero usted, mi diosa, los ha vivido! - dijo arrodillándose suplicante - Desde el Sacro Imperio romano de ahí en adelante...
Yamaguchi le miraba confundido a la vez que Naoshi, que tenía un enfrentamiento mental en si había estado abusando de los servicios de un gran militar romano o no. Beretta les miró negando y susurró.
- Me confunde con una diosa, está un poquito mal de la cabeza... y no es el único...
- En fin... vayamos dentro - comentó él - Seguramente querréis descansar y comer algo, tomadlo con calma.
Beretta sonrió asintiendo y tomó del brazo a Escipión para guiarlo por el portaaviones para entrar. El almirante y el teniente entraron juntos.
- Por cierto, almirante - comentó Naoshi - Tengo un ejército marchando hacia acá.
- Eso es una buena noticia, seguramente pueda acogerlos, dependiendo de la cantidad - comentó - Lo que es un problema es conseguir comida y agua para ellos.
- ¡Ellos saben! ¡Son excelentes cazadores, no se preocupe por ello! - él sonrió ampliamente.
Yamaguchi asintió y fueron dentro. Beretta había dejado a Escipión en la sala de reuniones, mientras él miraba todo asombrado y había bajado corriendo a los garajes, en busca de su querida Heavy.
- Sigue a Beretta a los garajes - sugirió Yamaguchi tomando unos vasos para servir algo a Escipión - Mira si caben todos allí o hace falta habilitar algo más, ahora te sigo en cuanto sirva a nuestro antiguo invitado.
- ¡Sí señor, muchas gracias!
Naoshi siguió por las escaleras el sonido de la voz de Beretta, bajando cada vez más, llegando incluso a escucharla hablar con otra mujer.
- ¿Entonces has estado bien? ¿No has localizado nada extraño? - preguntaba ella.
- Lo más extraño fue verte llegar en el radar a lomos de un ave gigantesca.
Beretta rio, y Naoshi se sorprendió pensando en que le gustaba ese sonido. Al acercarse a una puerta abierta, se asomó para ver dentro de un gran hangar a Beretta al lado de un enorme coche, pero sin rastro de la otra mujer con la que hablaba. Ella llenaba el depósito del vehículo con un bidón mientras le contaba sus experiencias.
- Sí, he conocido a gente muy pintoresca, tú has conocido a algunos.
- Elfos, enanos... ¿Qué más?
- A un loco dios del cielo y furros - contestó con una sonrisa cariñosa.
Naoshi sonrió un poco desde el marco de la puerta, aún sin entrar y un poco escondido. Seguía mirando el hangar, en busca de la otra mujer concentrado también en Beretta, que no escuchó los silenciosos ya de por sí pasos del almirante detrás de él, que le observaba atentamente.
- No es de buena educación ni de ejemplo a seguir que un teniente espíe a una mujer - comentó.
Naoshi dio un salto con un escalofrío al ser pillado y se excusó rápidamente. Sabía que esos dos se llevaban extrañamente bien y no estaba bien faltar el respeto a Beretta en su presencia.
- Perdón, señor. Quería saber con quién hablaba cuando la veo sola - respondió.
- ¿Y por qué no le preguntas? Te sorprenderá la respuesta - él dio una pequeña sonrisa.
- Sí, eso haré... por cierto, aquí caben de sobra mis soldados, no es necesario nada más...
- Excelente pues.
Naoshi tragó saliva al ver que el almirante no se marcharía hasta que él fuera con ella, por lo que salió de su escondite yendo hacia Beretta y el vehículo. Ella le miró dejando el bidón.
- ¿Caben los furros aquí? - preguntó.
- Sí, sí... esto... - dijo desviando la mirada un poco - ¿Con quién hablas?
- Con Heavy - contestó con una sonrisa ladina.
- ¿Podrías presentármela? - preguntó con algo de timidez.
- ¿Para qué? - preguntó acercándose seductoramente - ¿Para que te guste más que yo?
- ¿¡Qu-Qué dices?! - él se sonrojó poniéndose de nuevo con ese enfado defensivo - ¡Es por educación!
- ¿La que te falta para espiar detrás de las puertas a las señoritas? - ella tomó su bufanda para juguetear con ella con una sonrisa socarrona.
Él profundizó su sonrojo al ser descubierto y le quitó la bufanda de las manos, sintiéndose algo vulnerable en su enfado. Ella seguía sonriendo.
- Qué tímido... - susurró - Bueno, Heavy, saluda al teniente Naoshi Kanno de las fuerzas aéreas de no se qué de la Segunda Guerra Mundial.
El vehículo encendió sus luces en un parpadeo con un sonido.
- A su disposición, teniente Naoshi - habló - Soy el vehículo de combate TRS-19, fabricado para servir a Terrania A-4 en la Quinta Guerra Mundial. Puede dirigirse a mí por el nombre Heavy, proporcionado por mi dueña.
Naoshi abrió la boca impresionado mirando el enorme vehículo, y luego miró a Beretta para confirmar que de verdad estaba hablando el coche.
- Increíble... así que esta es la tecnología del futuro... - dijo poniendo una mano en la enorme rueda delantera, más alta que él.
- ¿Y sabes qué es lo mejor? - dijo ella sonriendo - Es más rápido vía terrestre que tu avioncito volando.
- ¡Imposible! - replicó molesto - ¡No existe un vehículo más rápido que un avión!
- Pórtate bien y mañana tal vez te de una vuelta.
- "Pórtate bien", dices... - repitió molesto - Y sin embargo eres tú quien disfruta molestándome. No sé que clase de actitud es esa en una mujer - comentó cruzándose de brazos.
- La actitud dominante - contestó sonriendo - Me gusta hacer intimidar a los chicos como tú - dijo con una cariñosa voz.
Él frunció el ceño con vergüenza mirándola de reojo.
- ¿Estás segura de que quieres seguir molestando a un teniente del ejército? - preguntó sin mirarla esta vez.
- ¡Siiii! - contestó ella con una amplia sonrisa de dientes juntos.
- ¡Pues si consigues enfadarme no respondo! - gritó.
- ¿Me castigarás? - preguntó ella buscando su mirada.
- ¡T-Te golpearé más fuerte! - contestó esquivándola - ¡Aunque seas una mujer!
- Quiero ver eso entonces.
Y con una sonrisa traviesa, agarró el gorro y las gafas de Naoshi y huyó con ellos. Él se llevó las manos a su cabeza descubierta y dio un grito enfadado mirándola.
- ¡Oye, tú! ¡Devuélveme eso! - gritó corriendo tras ella.
- Que optimista eres pensando que eres más rápido que yo - contestó ella con una sonrisa.
Y de uno de sus saltos, subió a lo alto de una de las ruedas del vehículo mientras miraba el gorro y las gafas.
- ¡Baja de ahí! - gritó llegando debajo.
- No me culpes, Naoshi, quería ver si de verdad eras tan lindo sin el gorro como me imaginaba - contestó sonriendo coquetamente.
Él se sonrojó más, estando con las piernas abiertas y los puños apretados, con su gesto de irritación. Tenía el cabello despeinado y negro, que originariamente estaría más corto al entrar al ejército, y tras el tiempo había crecido un poco.
- ¿¡Y-Y bien?! - preguntó en voz alta con el sonrojo, queriendo saber su opinión en realidad.
- Mejor de lo que me esperaba... mis felicitaciones, mi lindo teniente ❤ - dijo levantándole el pulgar con una sonrisa coqueta.
Él apretó más los dientes con su sonrojo molesto, reconociendo que internamente le gustaba lo que le decía. Esa chica le había hecho sonrojarse en unas horas más que él sólo en toda su vida.
- Bien, ya lo has visto... - dijo intentando relajarse - ¿Me lo devuelves ya?
- No, aún no - contestó mientras se daba la vuelta y seguía dando saltos por su coche, subiendo hasta el techo.
- Maldita niña... - murmuró enfadado mientras iba a agarrarse a la escalera.
Beretta se sentó cruzándose de piernas en el techo, observando su trofeo del robo, y Naoshi subía por la escalera en su búsqueda murmurando maldiciones. Cuando llegó arriba y pudo poner los brazos sobre el techo, Beretta estaba sentada delante de él con su gorro puesto y las gafas en sus ojos, quedando muy bien sobre todos los mechones de cabello que tenía y que salían bajo el gorro. Naoshi se detuvo mirándola con una expresión confusa de la que volvía a aparecer un sonrojo al ver a una mujer como ella con su gorro. Beretta sonrió de lado poniendo la mano en su frente escondiendo el dedo pulgar bajo la palma, como los saludos militares.
- ¡Oficial Beretta, del escuadrón aéreo japonés 343! ¡A sus órdenes, mi teniente!
Él la miraba con un ojo más abierto que el otro, mientras su sonrojo se intensificaba al verla tan adorable... pero no lo admitiría nunca.
- ¿Me queda bien? - preguntó ella sacando la lengua.
Él contestó arrebatándole el gorro de la cabeza con brusquedad y poniéndoselo en la suya bajando bien las solapas, apretándolo bien, sin darse cuenta que había soltado las dos manos de la escalera y se mecía suavemente hacia atrás. Beretta sonrió de lado y agarró su bufanda antes de que fuera demasiado tarde, dejándolo suspendido hacia atrás. La bufanda tenía un nudo cerrado de forma que no podía ahorcarle con él.
- Que torpe es mi lindo teniente... - comentó ella con su sonrisa de lado, y después lo atrajo despacio a que pudiese agarrarse a la escalera - Ya sabes, me debes la vida.
Y llevándose dos dedos a sus labios, dejó un rápido beso en ellos para luego llevarlos a los labios del piloto y rozarlos mientras soltaba su bufanda, mientras que a él le salía humo de las orejas del sonrojo y del calor que le ocasionaba esa chica.
Desde la escalera del hangar, el almirante observaba con una sosegada sonrisa a los dos jóvenes. Inspiraba la tranquilidad de un abuelo al ver jugar a sus dos enérgicos nietos mientras fumaba con los brazos a la espalda, y ver esa energía y juventud en el Hiryu hacía que él también se sintiese más joven.
*
Esa misma noche, en la base de los Drifters, el turno de comida de los enanos había terminado, y con él el de los Drifters. Toyohisa salía de la cantina estirándose mientras miraba a la luna en el cielo y luego se tocó su barriga llena de comida. Se apartó para dejar salir a varios enanos que se disponían a irse a dormir. Escuchó sin querer la conversación de dos de ellos.
- Sí, la señorita Beretta me enseñó a usar esos moldes para las balas - comentó - No es nada difícil, salvo que nuestros dedos no son tan finos como los suyos.
- La he echado en falta hoy - contestó el otro - Siempre ronda por la forja y hoy no ha vuelto de su misión. Esperemos a mañana.
Toyohisa sonrió mirándolos. Parecía que no era el único en absoluto que se enorgullecía de ella. Detrás de ellos aparecieron los dos hermanos pequeños que Shala, los que le salvaron en el bosque la primera vez que llegó a este mundo, que sacudieron su ropa llamándole la atención.
- Señor samurái, ¿cuándo va a volver Beretta? - preguntó uno.
- Ella nos dijo que nos enseñaría a hacer puntas de flecha de obsidiana para que no pesaran tanto y llegaran más lejos - siguió el otro - Ya se lo hemos preguntado a Shala y a Yoichi pero no saben respondernos...
- Debería haber vuelto hoy - les contestó - Pero por lo visto ha ido a visitar a un conocido, así que esperemos a mañana.
Los dos jóvenes elfos asintieron más contentos, a la vez que su hermano mayor salía para regañarles y mandarles a comer. Toyohisa sonrió y caminó hacia el edificio de las habitaciones. Ellos no eran lo únicos que ya le habían preguntado por Beretta, pues Doug ya lo había hecho antes y el abuelo frambuesa preguntaba por una desconocida "diosa Tánit".
Entró en su cuarto y cerró la puerta, dando un gran bostezo que tapó con su mano. Abrió la ventana de su cuarto para que entrase el aire, y cuando le dio la espalda para empezar a cambiarse de ropa, un sonido silbante pasó muy cerca de su oído para terminar con una flecha clavada en la madera de su armario.
Rápidamente se dio la vuelta y apoyó un pie en el alféizar de la ventana, buscando rápidamente al atacante nocturno a lo largo de la muralla... sin encontrar a nadie. Nadie había visto ni oído nada, salvo él.
Con la mandíbula apretada de molestia, se giró a ver la flecha clavada en su armario, que tenía atado un pequeño pergamino con un cordel. La arrancó del mueble y sacó el papel, que abrió quitando el cordel y empezó a leer.
Shimazu Toyohisa, líder de los Drifters:
¿Tan orgulloso te sientes de los tuyos que no dudas ni por un momento de su fidelidad hacia ti?
Siento que seamos los propios Ends los que tengamos que darte la noticia, pero parece que no te das cuenta tú mismo que el mismo Abe no Haruakira te está ocultando algo bastante serio. Aquel hombre que se jacta y se orgullece de "odiar a los Ends" ha infiltrado uno de los nuestros entre tus filas haciendo creer que es un Drifters cuando no lo es.
¿No te parece suficiente humillación haber sido engañado por una mujer que usa sus encantos para hacer lo que quiere con los hombres hasta ganarse la confianza de los Drifters habiendo llegado a este mundo como una End? Claro, eso no te lo ha dicho Abe no Haruakira.
Esperamos que hagas lo correcto con esa intrusa si quieres ser tomado en serio por el resto de las tropas del Rey Negro.
Toyohisa volvió a leer el mensaje y luego levantó una mirada seria y enfadada mientras arrugaba el pergamino entre sus manos al apretar tanto los dedos. Ahora mismo no sabía cómo sentirse, si creer que eso era una broma o una mentira de los Ends para provocarle ira, o sencillamente era una verdad y había sido traicionado tanto por Haruakira como por Beretta.
Eso era algo que sólo un hombre ahora podía responderle, y más le valía que esta vez fuese con toda la sinceridad del mundo. Apretando la carta en su mano, salió con paso decidido hacia el lugar donde Haruakira organizaba a los Octobrist.
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Se prendió esta mierda yaaaaa, Toyohisa se enteró de la peor forma...
Y debo deciros que estoy in love con Naoshi Kanno.
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