
Capítulo 17: La carta del almirante
¡Muchas gracias por el primer 1k de visualizaciones! ¡Este adorable Doug y yo les amamos!!
😍😍😍
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
La pelea finalmente había terminado. Los dos forajidos tuvieron que meterse a agarrar a Beretta y apartarla, a la vez que dos hombres-perro hacían lo mismo con Naoshi mientras ellos seguían lanzándose maldiciones al aire y miradas que no aseguraban nada bueno. Como Drifters "intrusos" en las zonas conquistadas por el Dios del Cielo, este mandó que le ataran las manos a la espalda y le quitaran las armas.
Beretta no estaba nada contenta. Sentada en el suelo con las manos atadas, si fuera una mujer-gato tendría las orejas echadas hacia atrás y movería la cola muy molesta. Le consolaba el hecho de que habiéndole quitado el rifle y la metralleta la creían desarmada, cuando no era así. Un hombre-perro se acercó para desabrochar su cinturón de balas, pero ella se negó con la excusa de que se le caerían los pantalones.
Ella miró a Butch y a Kid, que estaban detrás de ella guardando sus armas.
- Esto es una traición muy grande... - les murmuró enfadada.
- Nosotros no nos arriesgamos a pelearnos con él - le contestó Butch - Pero ahora queda confirmado que tienes muchas agallas.
- Tranquila, no pasará nada - le aseguró Kid.
Ella bufó y miró al frente, donde notó una presencia acercarse. El hombre rubio había hincado las dos rodillas en el suelo y se había dejado caer hacia delante realizando la reverencia más solemne y exagerada de todas, como si realmente estuviese delante de una fuerza divina.
- ¡Oh, señora que arrasa campos de batalla! ¡Señora que por dónde pasa su carro siembra la destrucción e infertiliza los campos de cultivo del enemigo! ¡Yo, Publio Cornelio Escipión Africano, general militar y cónsul de nuestra patria Roma, no tengo palabras para excusar la insensatez de este hombre, si así se le puede llamar! - dijo refiriéndose a Naoshi, que al saber que hablaba de él se giró enfadado con un sonoro ¿¡Eeehhh?! - ¡Aún temiendo su ira y estando a su merced, pido solemnemente que no se le castigue, pues para los necios es sólo usted una mujer, para los sensatos es usted la representación de todas las victorias de Roma!
Beretta lo miraba incrédula con una ceja levantada, habiéndose quedado en la mitad de su discurso. No estaba acostumbrada a esa forma de usar las palabras de forma tan antigua, pero le entendía. Y creía saber quién era ese personaje que añadía una nueva diosa a su panteón ficticio.
- Escipión... ¿el Africano? - preguntó.
- Así me conocen y así me llaman - contestó sin levantar la cabeza.
- Déjame verte... - pidió ella suavizando la voz - Levántate...
El hombre tragó saliva y levantó sus manos y frente del suelo para terminar sentado sobre sus rodillas, mirándola de frente con convicción y los puños cerrados. Ella sonrió mirándole con curiosidad.
- Así que este es el hombre que ha puesto tantas veces a Aníbal Barca contra la espada y la pared... - dijo con una pequeña sonrisa llena de curiosidad.
Ella creyó ver un brillo de alegría y orgullo en sus ojos azules. Él se llevó el puño al pecho.
- Mi señora, he derrotado a los cartagineses en varias batallas en Hispania, y todas y cada una de ellas apoyado por usted. Me llena de orgullo que usted me reconozca por esos méritos.
- Qué lindo eres también... - dijo con una sonrisa cariñosa - Pero siento decirte que yo no soy ninguna diosa. Soy humana, me llamo Beretta y vengo de una época posterior a la tuya, de un lugar llamado Terrania A-4.
Escipión la miraba sin moverse de su lugar, como si sus palabras no le hubiesen afectado lo más mínimo. Luego cerró los ojos y sonrió convencido.
- Mi señora, mi alma no es tan perturbable. Soy consciente que aquí hay muchos grandes personajes de épocas posteriores a la mía y que todo conlleva una evolución, pero eso no me hará dudar sobre usted y las pruebas de confianza a las que me someta. Beretta puede ser la evolución lingüística de Belona con el paso del tiempo, pues ahora tengo entendido que nuestra patria Roma se hace llamar Italia y que es más pequeño. El lugar de su templo puede haber sido otra colina y llamarse ahora Terrania, que es de dónde dice venir. No, señora mía, con todos mis respetos, no dude de mi fe hacia usted, pues su alma bélica no puede ser aplacada por los siglos que pasen ni sus atributos del carro y las armas ignorados de esa manera.
Beretta cerró los ojos y suspiró internamente. Nada, era otra cabeza dura como Aníbal, y parecía que no había más remedio.
- Escucha, Escipión... - dijo cruzando las piernas - Estoy de tu bando, ¿de acuerdo? Ahora mismo hemos llegado todos a este mundo extraño y todo lo que conlleva, pero con ello agradecería que me trataras como un igual a ti. No me importa como me llames y quién creas que sea, pero ahora mismo estaría todo bien así... ¿me harías ese favor?
Escipión pareció algo perturbado, pero inclinó la cabeza con otra reverencia.
- Aunque su petición sea pedirle que la rebaje al nivel de un mortal, lo haré su es su deseo, pero no dude nunca en pedirme cuando debo corregir mi actitud hacia usted. A partir de ahora, la trataré como un soldado, aunque eso me duela más de lo que cree.
- Gracias, es un alivio...
Ella dio un suspiro. Notó que Escipión se levantaba y acercaba demasiado, y al abrir los ojos, notó que limpiaba la sangre de su nariz con un paño de seda con algo de timidez por hacerle daño.
- Siento el repentino acercamiento, pero incluso con mis soldados lo hago si tengo oportunidad - comentó el cónsul.
Beretta sonrió de lado mirándole más tranquila. Luego miró hacia atrás, hacia los forajidos.
- Podría acostumbrarte a esto y todo... - comentó - ¿Vosotros no conocéis a ninguna diosa?
- Lo más parecido que conocemos es a la Virgen María - comentó Kid.
- Uh, yo a esa no me parezco en nada - dijo dando una risa coqueta.
- ¿¡Qué hace la prisionera riéndose?! - Naoshi los miró apartando de una patada al hombre-perro que curaba su nariz rota - ¡Que nadie hable con ella salvo yo! - dijo acercándose enfadado.
Beretta giró los ojos con un resoplido mirándole.
- Señor, dame paciencia... - susurró - Creo que no hemos empezado con buen pie...
Ella se aguantó la risa al mirarle a la cara, pues seguía teniendo la huella de su suela en la cara y además de su chiste de empezar con buen pie le había hecho reír internamente. Naoshi se enfadó y volvió a gritar, sin que ella le prestase mucha atención.
- ¿Te suena el nombre de Yamaguchi Tamon? - preguntó interrumpiéndole.
Él se detuvo al momento, y al juzgar por cómo había cambiado su rostro, parecía ser una respuesta afirmativa.
- ¿¡Quién no lo conoce?! - dijo con una sonrisa cruzándose de brazos - ¡Es el almirante del Hiryu, el mayor portaaviones de Japón y del mundo entero!
- Pues ese mismo hombre está en este mundo también. Haruakira le habló de tu existencia y tengo una carta escrita para ti de él. Lo malo es que nadie conocía tu nombre para poder decírselo.
- ¿¡Cómo que nadie me conoce?! - gritó volviéndose a alterar - ¡Soy Naoshi Kanno, teniente del escuadrón aéreo japonés 343!
- Vale, vale, entonces seguro que os conocéis. El escuadrón aéreo y el de la marina iban de la mano en la Segunda Guerra Mundial para tener donde aterrizar, sé la historia... - continuó ella - Ahora bien, tendrás que coger la carta, tengo las manos atadas.
Él se acercó murmurando entre dientes, arrodillándose enfrente de ella y buscando en los bolsillos de su chaqueta y sus pantalones, encontrando sólo la cajetilla de tabaco.
- Ahí no la tengo, la podría perder - confesó mirándole - Está en mi escote.
- ¡No me jodas, niña! - le gritó de nuevo - ¿¡Quién te manda meter una carta tan importante ahí?! - dijo algo nervioso.
- Su importancia, exactamente - contestó desafiándole con la mirada - Así la noto en todo momento y no se pierde. ¿Quieres verla? - dijo inclinándose echando los hombros hacia atrás para que mirase en su escote.
- ¡No hagas eso! - gritó retrocediendo, más nervioso, con un curioso sonrojo en las mejillas - ¡Eres muy... depravada!
- No me ofende nada de lo que digas - contestó - Pero necesito que metas la mano aquí y tomes la carta, si tanto la quieres.
- ¡Jamás! - gritó levantando las manos con el sonrojo más notable - ¿¡Pero tú eres consciente de lo que me estás pidiendo?!
- Sí, te estoy pidiendo que metas la mano y tomes la carta, no que me sobes los pechos - Beretta giró los ojos.
Naoshi se acercó hacia su cara apretando los dientes sobre el filtro de su cigarrillo con rostro de enfado y molestia, pero con ese sonrojo en sus mejillas. Beretta sonrió satisfactoriamente. Butch sonrió y se acercó.
- Te ayudo a buscar la carta.
- Sí, Butch... - pidió Beretta - Como este chico no es capaz... - dijo con decepción mirándole de reojo con una sonrisa.
- ¿¡Que no soy capaz?! - gritó alarmado y repitió - ¿¡Que no soy capaz?! ¡Nunca le digas a Naoshi Kanno que no es capaz de hacer algo!
Y con una ardiente decisión y sin quitar su sonrojo, metió la mano rápidamente en su escote, notando rápidamente la carta y tirando de ella, junto con el sonido de la tela rasgándose. El top de Beretta, algo roto anteriormente, se había rajado un poco más ampliando su escote por la brusquedad de Naoshi. Ella se miró y luego frunció el ceño a verle a él.
- Bruto... - insultó frunciendo el ceño.
Naoshi le había dado la espalda sentado en el suelo con las orejas rojas de vergüenza tapadas por su gorro, mientras leía el nombre del almirante de la carta. La abrió con rapidez y empezó a leer con avidez, mientras el resto esperaba. Escipión se quitó su toga y se la ofreció a Beretta para tapar su pecho, pero ella la rechazó con una sonrisa indicando que no estaba incómoda y dando las gracias. Finalmente, Naoshi se levantó del suelo con decisión.
- ¡Iremos en su encuentro! - indicó con una sonrisa - ¡Escorpión, organiza a mis tropas!
- Es Escipión... - dijo con un suspiro - Total, nunca me escuchas...
- ¿Entonces ya viste que no soy una enemiga? - preguntó Beretta - ¿Me desatas?
Él la miró con desconfianza, volviendo a aparecer ese sonrojo al ver ahora su mayor escote.
- Mis ojos están más arriba, ¿o acaso estás viendo el estropicio que has hecho con mi ropa? - preguntó más melosamente.
Él desvió la mirada enfadado con un chasquido de lengua, mientras Kid usaba una navaja para cortar sus cuerdas. En realidad a Beretta le parecía lindo que quisiera esconder su vergüenza de esa manera. Podía entenderlo, un joven teniente de la Segunda Guerra Mundial alistado al ejército desde muy joven con apenas contacto con una mujer y que ahora aparezca ella y su típica forma de ser. Era otra joven alma de las que a ella le gustaba corromper, pero era muy paciente y había que saber atacar en un lugar y en un momento muy determinado. Beretta agradeció a Kid con la mirada y unos morritos de cariño mientras se frotaba las muñecas.
- Entonces nosotros hemos terminado aquí - dijo ella volviendo a mirar a Naoshi - Nos vamos, adiosito~
Cuando ella se dio la vuelta para irse con los Wild Bunch, notó una mano aferrarse a su muñeca.
- De eso nada, tú no te vas a ningún lado - la voz del piloto se escuchó a sus espaldas - Sigues siendo mi prisionera y sigo dudando de ti. Además, tienes que llevarme hacia el almirante Yamaguchi si es que realmente le conoces.
Beretta lo miró parpadeando confusa, y luego miró hacia los forajidos. Ambos se habían parado un par de metros por delante, y ambos miraban al joven con una profunda seriedad, Butch entre su flequillo, y Kid bajo la oscuridad del ala de su sombrero. Ese niño se quería quedar con su Beretta.
- Eh, japonés... - le llamó Butch ocultado su brillante mirada en su flequillo - Haz el favor de soltar a la chica si quieres que sigamos siendo amigos.
Kid no dijo nada, pero su mirada y su pulgar jugando con el seguro de su escopeta decían mucho más que todas las palabras del mundo. Beretta meditó un momento. Sabía lidiar con este Drifter y claramente Escipión estaba de su lado, además, quedarse con ellos haría que volviese a ver al almirante Yamaguchi después de una semana. Sonrió y se quitó despacio la mano de Naoshi de su muñeca.
- Me quedaré aquí por voluntad propia - les dijo a Wild Bunch - Quiero volver a ver al almirante, y además sé como volver con mi vehículo.
- ¿Por voluntad propia? - preguntó Butch alzando una ceja - ¿Estás segura de lo que dices?
- ¿Quieres volver a ver al almirante? ¿Tan cercanos sois? -interrogó Naoshi.
- ¿Qué es un vehículo? - preguntó Escipión detrás con inocencia.
- Tranquilos, no pasará nada - negó ella con una sonrisa - No padezco el Síndrome de Estocolmo ni nada parecido... por ahora...
Ella acarició la mejilla de Naoshi con un dedo con una sonrisa traviesa, haciendo que se sonrojara y sobresaltara con el ceño fruncido.
Los dos forajidos se miraron. Kid suspiró poniendo su escopeta al hombro, y Butch dio una sonrisa traviesa.
- Bien, bien... pero te recuerdo que cuando regresemos un monje cascarrabias estará esperándonos, y cuando se entere de que no vienes con nosotros, nos va a regañar...
- Oh, es cierto... ¿quieres algo para hacer oídos sordos? - preguntó con una sonrisa.
Ella recogió su cajetilla de tabaco del bolsillo y se acercó a él. Se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla con una sonrisa, e hizo lo mismo para el forajido moreno, que dio un pequeño sonrojo. A este último le dio el paquete de cigarrillos.
- Os doy todos los que tengo encima. Quédatelos tú y los racionas, que de Butch no me fio.
Kid miró la cajetilla y luego a ella. Dio un suspiro guardándola en su gabardina y le devolvió su metralleta y rifle.
- Cuídate - pidió - No mueras.
- Obvio que no - ella sonrió poniéndose sus armas -¡Buen viaje de vuelta!
Y con una sonrisa, corrió hacia donde estaba Naoshi dando indicaciones a un hombre-perro y a un hombre-gato. Esos dos furros organizaron sus tropas y marcharon rumbo al mar, mientras dos enormes gorriones aterrizaron a su lado. Beretta chilló emocionada y se acercó a ver a uno rápidamente. Naoshi la miró alzando una ceja.
- Vale que sean grandes como aviones, ¿pero nunca has visto un gorrión?
Beretta le miró por encima del hombro, y su mirada cambió a una más triste. Luego negó acariciando las plumas del pecho del ave.
- ¿Te estás quedando conmigo, no? - preguntó molesto acercándose a ella.
Beretta volvió a negar con la mirada perdida. Luego dio una pequeña sonrisa volviendo a la normalidad.
- En este mundo es la primera vez que veo animales y puedo tocarlos... - admitió con una voz triste.
Naoshi miró sus ojos, sabiendo que aunque le costase asimilarlo, decía la verdad.
- ¿En ese país llamado Terrania ya no hay animales en el futuro? - preguntó algo curioso.
- Ni en mi país ni en casi todo el mundo... quedan sólo las especies más comunes de las que el ser humano puede abastecerse - ella se giró hacia él, con esa mirada triste queriendo conservar su sonrisa positiva - Vengo de la Quinta Guerra Mundial, y el mundo ha cambiado mucho desde la segunda... si esto sigue así no habrá una sexta guerra porque seguramente nos mataremos entre nosotros y los pocos que vivan no podrán sanar el planeta.
Ambos se habían quedado mirando fijamente, con seriedad, una eligiendo sus palabras y el otro escuchando con atención. Finalmente, Naoshi tendió su mano derecha hacia ella.
- Si realmente eres un soldado, aplaudo tu valía. Te puedo comprender, pero aún no te has ganado mi confianza.
Beretta sonrió un poco, y tomó su mano apretándola con fuerza.
- ¿Escuadrón aéreo, marina o ejército de tierra? - preguntó dando una sonrisa el chico.
- Primero ejército de tierra - contestó ella con una sonrisa - Luego tuve un accidente que me incapacitó un tiempo y acabé en los talleres de reparación de armamento y vehículos. También tengo conocimientos de medicina.
Él sonrió un poco más mirándola, mientras ella se llevó las manos a las caderas. Luego él levantó un dedo como si fuera una advertencia.
- No me vuelvas a llamar "enano japonés" - dijo volviendo con su seriedad - ¡Estoy en la media!
- Oh, venga, no me pareces un enano - ella se acercó con una sonrisa, poniendo un pie delante del otro - Me sacas un par de centímetros, sí, pero a mí también me gustan los chicos con tu estatura... así puedo mirarles de cerca y darles un beso sin tener que ponerme de puntillas.
Naoshi volvió a sonrojarse fuertemente al verla de cerca y sin pensarlo la empujó por los hombros para alejarla. Ella puso una mueca molesta.
- Maldito tsundere japonés... - susurró mirándole.
- ¡Monta con Escorpión! - indicó él yendo a un gorrión - ¡Él se marea!
- Escipión - le corrigieron a la vez girando los ojos.
Beretta miró el gorrión a su lado y se subió de un salto, poniendo las piernas por detrás de sus alas para no molestarle.
- Escipión, ponte detrás de mí para que puedas agarrarte.
El viejo cónsul tragó saliva y se subió detrás de ella, sentándose y agarrándose a las plumas. Ella sonrió.
- No me molesta si te agarras a mí, entiendo que no quieres caerte.
- ¿Sabes.... manejar esto? - preguntó él, costándole tratarla de "tú".
- Alguna vez he volado, pero no, no sé. Aunque no debe ser difícil... - dijo mirando el pájaro - Esto no tiene botones...
*
Una vez montados en el carro de nuevo, los dos forajidos suspiraron.
- Haruakira se va a enfadar bastante - comentó Butch.
- Siempre somos nosotros quien acabamos de malos - siguió Kid - Ah, maldita niña astuta... - dijo mirando la cajetilla.
- ¿Qué? ¿No me digas que nos ha engañado con eso? - Butch se acercó.
- No, tiene tabaco, pero... - dijo mirándole a él - No nos ha dado el fuego.
*
En la fortaleza del Rey Negro, un joven se movía oculto por las sombras. Había pasado así varios días, sin querer verle la cara a nadie, hasta que el morado de su mejilla se había curado y no dejaba marca, acordándose de esa patada todos los días. Su cabello negro ondeaba mientras caminaba sin hacer ruido por los pasillos en busca de su habitación, donde rara vez pasaba tiempo, hasta que una risa conocida le hizo detener sin cambiar su rostro de molestia. Las redondas gafas de Rasputín brillaron unos metros por delante de él.
- Por fin te encuentro, Minamoto no Yoshitsune... - comentó saliendo de la oscuridad con una sonrisa de lagarto - ¿Te lo has pasado bien escondiéndote hasta que se sanaran tus heridas? No es propio de un samurái.
Él frunció aún más el ceño. Había ido sin permiso a provocar a Beretta y había vuelto magullado en la cara. Su orgullo sería herido si alguien le descubría.
- No me mires así, no vengo a burlarme ni a chivarme - dijo caminando un poco hacia él, escondiendo las manos en sus mangas - De todas formas, hemos hecho lo mismo... nos hemos presentado allí sin invitación y hemos querido provocar a esa maldita chica, saliéndonos mal las cosas...
- ¿En serio? - la voz de Minamoto tenía un poco de curiosidad.
- En serio - confirmó él - Por eso necesito tu ayuda. Se acabaron los jueguecitos para ella. Tiene que pagar y tiene que sufrir.
Finalmente, Minamoto no Yoshitsune desfrunció el ceño dejando una sonrisa de lado.
- Te escucho... ¿qué tienes en mente?
----------------------------------------------------
Me gustaría enseñaros en fanart que me hizo amar a Naoshi Kanno :3
Me parece realmente precioso, se despide de su escuadrón aéreo con un saludo antes de ser estrellado cuando fue derribado, sabiendo que va a morir, y lleva una sonrisa. En realidad, nunca encontraron los restos de este piloto... ¡porque se fue al mundo de Drifters!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro