Capítulo 16: El dios del cielo
Murasaki dejaba su cigarrillo encendido en el desbordado cenicero de colillas, mientras se cruzaba de piernas para ponerse más cómodo con el periódico en las manos. Al pasar de página, encontrando las siguientes en blanco, un anuncio apareció en una primera página, donde salía Beretta curando las heridas de Toyohisa. El título y el subtítulo eran grandes y claros:
"Shimazu Toyohisa, orgulloso de su nueva incorporación"
"Beretta, la militar futurista ilegal, se gana poco a poco la aceptación en el grupo de los Drifters. Sin embargo, su secreto sigue oculto para todos excepto para Abe no Haruakira y Yamaguchi Tamon"
Él dio una pequeña sonrisa leyendo y volvió a llevarse el cigarrillo a los labios, y cuando dobló el periódico para cerrarlo, descubrió a Easy a unos pasos de la mesa, con muy mala cara y los puños cerrados.
- ¿Qué? - preguntó molesta - ¿Contento de haberme quitado a la chica?
Él dio una calada en silencio, dejando de mirarla y pasando a ignorarla, como solía hacer. Murasaki no solía hablar en absoluto, pero Easy sabía lo que quería decirle con sus gestos.
- ¡No me ignores, Musaraki! - le recriminó - ¡Seguro que piensas que me lo tengo merecido por romper las normas trayendo a una ilegal, pero no es ilegal del todo! ¡Es una don nadie! - maldijo - Pero esto no va a quedar así... ella no me la va a jugar. Es una End, Murasaki. Y los Ends pueden hacer daño a tus Drifters de mil maneras que aún no conoces.
Y con esa amenaza, dio media vuelta haciendo ondear su vestido y se marchó dando fuertes pasos frustrada. Murasaki la miró de reojo. Sí, ciertamente pensaba que se lo merecía por haber traído a una ilegal a su "juego", pues claramente había roto una de sus normas: "Queda terminantemente prohibido traer a un Drifter/End de una época posterior a la de ellos". Y sin embargo, Easy quiso jugar con fuego trayendo a Beretta para que impulsara el armamento de los Ends, sabiendo que sería más fácil dar un soldado raso experto en armamento para que tuviese órdenes que acatar del Rey Negro. Beretta era perfecta para ese trabajo... y su traición le estaba costando muy cara a Easy.
*
A la mañana siguiente hacía un poco de viento fresco, y aún no había salido el sol. Hacía una temperatura muy agradable para los amantes del viento frío, y a Butch le agradaba, sobre todo cuando estaba acostumbrado al calor de las llanuras. Esperaba apoyado en el carro, mientras fumaba un cigarrillo y esperaba a que apareciesen los demás. Se lo quitó de los labios y expulsó humo un poco frustrado.
- Demonios... ¿Dónde se ha metido Kid? - se preguntó en voz baja.
Haruakira salió fuera, ajustándose su gorra y mirando al cielo con tranquilidad. Al ver la ausencia del forajido y de Beretta, le preguntó al restante.
- ¿No estáis preparados aún? Luego más tarde hará calor...
- Llevo listo un rato - admitió Butch sin mirarlo - Pero es que no se dónde están estos dos. Hasta he pensado en irme solo.
- Pero estoy muy seguro de que no lo harías - Haruakira sonrió cuando no le miraba.
- Yo no voy a ver ese loco caído del cielo solo, aunque ahora parece que no la toma conmigo.
Haruakira sonrió mirando a la calle. Beretta había pedido la noche anterior acompañar a Kid y a Butch cuando iban a ir a ver a los dos Drifters que faltaban, ya que los quería conocer y además darle a uno de ellos la carta que le escribió Yamaguchi Tamon. Haruakira estaba un poco incómodo, porque eso significaría quitarle los ojos de encima a Beretta. Butch dio un bufido al verlos venir caminando desde la forja.
Beretta iba sonriendo, mientras le contaba algo que a Kid le parecía bastante interesante, mientras ella caminaba a su lado tomándole del brazo como una señorita. Iban sin prisa y tranquilamente, cosa que molestaba más a Butch.
- Cuando los señores quieran nos vamos, que yo no tengo prisa - indicó con un marcado sarcasmo cuando ellos llegaron.
- Ay, mi querido Butch, ¿no te ha sentado bien el cigarrillo mañanero? - preguntó ella, que llevaba uno encendido entre los dedos de la mano derecha.
- Al final habéis hecho las paces, por lo que veo - dijo con indiferencia.
- Te dije que me perdonaría... - Beretta se apegó más al brazo del rubio con una sonrisa, sabiendo que había sido perdonada después de molestarle lanzándole piropos, y luego dio un bostezo tapándose con la mano.
Él dio una pequeña sonrisa mirándola, y luego se movió el cigarrillo a un lado de la boca para hablar.
- Beretta estuvo hasta tarde con la Gatling. Ha conseguido fabricar munición y ha hecho unos moldes para las balas muy buenos, por eso venimos de la forja.
- Kid es adorable con su Gatling - admitió ella coquetamente - Realmente parecen tener una relación de padre e hija, es como un hombre soltero haciéndose cargo de una bebé a la que colma de mimos.
- Bueno... - murmuró Butch con su sonrisa ladina - Soltero, soltero no es...
Kid le miró de reojo y rodeó el carro para subirse por su lado, sin comentar nada. Beretta se subió de un salto al carro y se sentó, apoyada en el borde mirando a Haruakira. Él se acercó un poco.
- ¿Vas a tener cuidado, verdad?
Aunque parecía una petición innecesaria sobre cuidarse, ella sabía que se refería a que no se emocionase ni delatase nada que hicieran sospechar al resto de sus orígenes en este mundo.
- Por supuesto, soy una niña buena... - comentó con una sonrisa coqueta - Pero hay sitios y lugares donde me gusta portarme mal...
- Voy a ignorar eso - comentó girando los ojos - Nos vemos luego, tened cuidado.
Tras ello, se escuchó la sacudida de las riendas golpeando el lomo de los caballos, y empezaron a avanzar por el callejón sin prisa en dirección a la puerta de la muralla, casi terminada de arreglar. Los enanos, madrugadores, comentaban mientras empezaban a preparar las herramientas que faltaban, y se despidieron con la mano de Beretta, quien les devolvió el saludo con una sonrisa. También vio a Doug, que al despedirse de él, le lanzó un beso con la mano.
Y entre los enanos pudo ver a un chico más alto que ellos, vestido de rojo y negro, con algunas vendas, y frunció el ceño. ¿Qué hacía Toyohisa ya levantado? ¿Ya se encontraba bien?
- Butch, ¿puedes parar un momento? - preguntó desde atrás.
- Este carro sólo hace una parada para vaciar la vejiga y me parece un poco pronto para hacerla - comentó con algo de burla.
Ella puso una mueca. Luego miró hacia el portón al que se acercaban, y apretando la madera del carro con las manos, se apoyó en ella y dio un salto hacia fuera del carro.
- ¡Luego os atrapo entonces!
Y con esto, corrió con la gran velocidad que sus piernas de metal le permitían en dirección a los enanos, mientras los dos forajidos la miraban como si estuviese loca. Beretta corrió hasta girar una calle, y ver al samurái caminar con los enanos.
- ¡Toyohisa, que me voy! - le gritó corriendo.
Él se giró mirándola, manteniendo algunos vendajes y dio una pequeña sonrisa levantando una mano.
- ¡Buen viaje pues! - le indicó.
Pero no entendía por qué la chica seguía corriendo hacia él con esa velocidad vertiginosa. Luego dio un salto con potencia, haciendo que Toyohisa abriese un poco los ojos y levantase la cabeza a verla.
- ¡Atrápame! - pidió con una sonrisa.
Automáticamente, él dio un paso atrás para aguantar su caída y tendió los brazos para recogerla con fuerza cuando cayó sobre él.
- ¡Wow! ¡Que increíble salto! - comentó sorprendido.
Beretta lo cayó juntando su boca con la suya en un rápido movimiento, dejando tiempo al samurái de que comprendiese que estaba siendo besado, que ni siquiera había cerrado los ojos aún encontrándose tranquilo con ese beso mientras notaba las manos de la chica en su cuello. Luego ella se separó con una sonrisa.
- ¡Cuídate, maldito kamikaze! - le advirtió - ¡Volveré pronto y entonces te tocará dármelo tú a mí!
Y soltándose de sus brazos, volvió a correr en dirección opuesta con una pequeña risa a la vez que se despedía con la mano. Toyohisa levantó la mano para corresponderle, y se llevó la otra a los labios, tocándoselos con curiosidad. Al girarse, sorprendió a todos los enanos mirando, pero se giraron rápidamente y actuaron como si nada hubiese pasado.
Beretta salió del callejón corriendo hacia la principal, viendo el carro salir por la gran puerta de la muralla, y aceleró el paso para atraparlo cuanto antes. También tuvo tiempo de despedirse con la mano de Shala y Yoichi, que estaban sobre la muralla vigilando en el primer turno de la mañana.
Antes de que el carro pillase velocidad al salir al camino, Beretta dio uno de sus potentes saltos apuntando hacia él, cayendo con un gran ruido sobre la madera y haciendo gritar a ambos forajidos, y además haciendo encabritar a los caballos.
- ¡Beretta! - gritaron a la vez mirándola.
Ella se llevó una mano a la nuca y sacó la lengua, con una expresión adorable de saber que lo había hecho mal, pero no se arrepentía en absoluto. Luego se tumbó en el carro detrás de ellos, quedándose tranquila y relajándose, esperando a que pasara el tiempo.
El carro avanzaba a un paso constante, buscando la sombra de los árboles por el camino y teniendo cuidado con los baches. De vez en cuando, alguno de los dos miraba hacia atrás, hacia donde Beretta estaba acostada y encogida sobre sí misma, dormida en el carro. Se aburrían, y tal vez les gustaría que ella les contase algo que para ellos era desconocido, pero la chica estuvo hasta altas horas de la noche en la forja y hoy tuvo que madrugar... eso sumado a su pereza y al vaivén del carro hacía que el sueño fuese bueno pero un tanto ligero cuando tomaba un bache.
Cuando estuvieron cerca del sitio, avisados por los ojos que les espiaban entre la maleza y los sonidos de que no estaban solos, Butch sacudió el hombro de Beretta.
- Venga, se acabó la siesta - le dijo sacudiéndola.
- Mmm... cinco minutos más... - pidió ella golpeando su mano un poco molesta.
- Pero si estamos casi ya.
- Entonces otro paseíto pequeño... - pidió alejándose de él rodando sobre sí misma.
Él suspiró un poco cansado y miró a la carretera. Movió un poco las riendas y metió el carro a un poco más de velocidad en un bache, haciendo que la rueda se hundiera y el delgado cuerpo de Beretta saltase sobre el carro y se golpease la cabeza contra la madera, dando un quejido mientras se frotaba.
- ¡Butch! - le llamó con una mirada llena de reproche.
Pero él la miró por encima del hombro con una sonrisa victoriosa, y volvió a mirar al frente.
- Ahora mismo estamos siendo vigilados, no te asustes.
Beretta se incorporó mirando alrededor, notando que varios ojos de multitud de colores estabas escondidos entre la maleza, arbustos, árboles... y varias sombras se movían rápidamente entre el bosque.
- Son los guerreros de uno de los Drifters, que se ha autoproclamado jefe o algo así - comentó el moreno.
- En realidad es como su dios - siguió Kid - Cayó del cielo y esta tribu indígena lo aceptó como su dios, así que ahora los dirige y está conquistando por su cuenta territorios y anexando guerreros. El otro Drifter es su esclavo estratega.
- Por lo que me contáis tiene carácter... - comentó ella sentándose entre ellos, quedando algo apretada, pero mirando hacia atrás, vigilando sus espaldas.
Los dos forajidos se miraron de reojo con expresión de circunstancia.
- Carácter tiene, pero no es sólo eso... - susurró Kid.
- Yo diría más bien que cuando se cayó del cielo se golpeó la cabeza y se volvió loco y agresivo - siguió su compañero.
- ¿Entonces cómo me recomendáis que trate con él? El otro Drifter parece más tranquilo...
- Tú dile siempre que es genial y no le hagas enfadar, aunque no le creas - Butch se aguantó la risa.
- Que si no, te patea - Kid le miró de reojo con la sonrisa contenida.
- Tiene al otro Drifter sometido en un régimen del terror y obligado a dirigir sus tropas - Butch también miró de reojo a su amigo.
- Ese se acuerda todos los días del momento en que se cayó del carro y maldita fuera su suerte - Kid empezó a reír con suavidad, seguida por la escandalosa risa de Butch.
Beretta, sentada a la inversa que ellos, los miraba sin comprender, como si se hubiese perdido algo importante.
- Pues no se me da muy bien hacerle la pelota a la gente... - admitió ella - Sobre todo si tienen mal genio...
- Entonces nos apartaremos y disfrutaremos del espectáculo - Butch la miró con una sonrisa y los ojos abiertos, sabiendo que se iba a divertir.
Llegando el carro a un claro, se detuvieron donde empezaba una pequeña colina. A lo lejos se escuchaban gritos de enfado, órdenes y ánimos. Los forajidos miraron hacia la colina con un suspiro.
- Hoy está alterado... - comentó Butch.
- Todos los días está alterado... - siguió Kid - Aunque a ti te tiene algo de aprecio.
- Se le olvidará si se entera de dónde venimos en realidad...
Ambos tomaron un pequeño saco del que traían algunos alimentos y cosas indispensables, obsequio de Haruakira para ellos y empezaron a subir la colina con lentitud. Beretta iba detrás de ellos, reconociendo los sonidos de una batalla al otro lado de la colina, con ausencia de armas de fuego. Miró en el cinturón y en su hombro las suyas, y se preguntó si no parecería un poco peligrosa con ellas.
Al llegar casi a la cima, lo primero que le llamó la atención a Beretta es que los soldados que aparecían y desaparecían de la zona, acercándose a hablar con su dios, tenían el cuerpo recubierto de pelo. Ni siquiera Doug, siendo un hombre lobo, era así.
- ¿S-Son furros? - preguntó algo alarmada acercándose más a lo forajidos.
- No sé lo que significa eso - comentó Butch - Pero se llaman hombres-perro y hombres-gato.
- Dios, en serio han existido furros... - decía mientras los miraba con ojos abiertos.
A ella le parecían unos seres un tanto primitivos, pues llevaban armas rudimentarias y habían creído que un hombre caído de un avión era un dios, pero ella no era nadie para cuestionarles si eso beneficiaba a los Drifters. Vio a un hombre-perro, de pelaje platino acercarse corriendo a dos patas hacia lo alto de la colina, donde justo en la parte más elevada, un loco daba ánimos y órdenes sin sentido, con afán e ímpetu.
- ¡Mi dios del cielo! - aclamó - ¡Han llegado los Drifters!
- ¿¡Ehh?! - dijo con la voz raspada de tanto gritar, girándose hacia él con un rostro de pocos amigos, con un cigarrillo masticado entre los labios.
Al verles, Beretta notó como a sus acompañantes les daba un enorme escalofrío por todo el cuerpo al tener que hacerle frente. Butch tragó saliva y se acercó levantando una mano.
- ¡Eh, japonés! - exclamó con una sonrisa amistosa algo fingida.
- ¡Eeehh, Bolivaa! - le gritó él bajándose - ¿¡Cómo estás, hombre?!
Al bajarse y llegar a su lado, le chocó la mano dando una sonora palmada.
- ¡Es BolivÍa! - le corrigió Butch.
Beretta le miraba, sabiendo que Butch le gritaba para estar a su altura y no dejarse amedrentar. Le parecía curioso como este chico, que puede que tuviese 15 años menos que él, era capaz de intimidarlo con su mal genio. Aunque tuviese ese gorro de aviador y esa ropa que cubría todo su cuerpo, Beretta podría adivinar que no era mucho más mayor que ella, además con su cara plana y ojos rasgados, seguramente sería otro japonés mal de la cabeza.
Cuando el chico aviador la miró a los ojos, Beretta también sintió ese escalofrío que antes le dio a sus compañeros. Había entrecerrado los ojos viendo su vestimenta y ahora se acercaba a él con pasos en los que levantaba mucho las piernas, como queriendo aparentar ser más grande aunque no era muy alto.
- ¿¡Pero esto que broma es?! - gritó estando cerca de ella - ¿¡Una chica militar?! ¿¡Qué clase de uniforme es ese?! ¿¡Dónde está cosida la bandera de tu país?!
Beretta alzó una ceja mirándole sin moverse ni asustarse, manteniendo su curiosa seriedad. Él la amenazó con voz siseante señalándola con un dedo.
- ¡Dime ahora mismo de qué país eres!
- ¿Tratas a la gente que conoces en función del país del que provienen? - preguntó ella algo molesta.
- ¡Aquí las preguntas las hago yo que soy el Dios del Cielo! - le recriminó nervioso.
Beretta veía que se movía demasiado, tanto por sus nervios como por ansias de parecer y aparentar poder, además de que era bastante joven. Ella miró en su uniforme esa bandera blanca con el sol rojo, confirmando que pertenecía a Japón, seguramente un aviador de la Segunda Guerra Mundial.
- Soy de Terrania A-4 - le confesó ella sin inmutarse.
- ¿¡Te estás quedando conmigo o qué?! - le gritó más fuerte, acercándose más a ella - ¿¡Eso dónde narices está?! ¿¡Es uno de esos países africanos perdidos o qué demonios?! ¡No me jodas, niña!
A Beretta se le estaba empezando a acabar la paciencia. No le gustaba que le gritaran tan de cerca, y mucho menos que le salpicase hasta saliva. Se frotó la cara con el puño empezando a notarse una vena en su frente del mal humor.
- No me estoy quedando contigo, escandaloso - le contestó molesta - Simplemente mi país no existe en tu época.
- ¿¡Entonces es como la mierda esa de Prusia y Yugoslavia?! - él seguía gritando - ¡Entonces dime en que zona del mapa está para saber en qué maldito país permiten a las mujeres alistarse en la guerra!
Eso terminó por hinchar la vena de la frente de Beretta, quien puso su misma expresión de enfado y comenzó a gritar y plantarle cara.
- ¿¡A ti que carajo te importa de dónde venga?! ¡Y que conste que mi país no es para nada parecido al tuyo, no lo encontrarías ni situarías en un mapa de tu época por muy listo que te creyeses!
- ¡¡¿¿Aahhh??!! - él se alteró todavía más al ver que le plantaba cara - ¡Si no quieres decir nada es porque estás mintiendo sobre tus orígenes! ¡Seguro que tu país es uno de las Potencias Aliadas!
Kid y Butch se habían hecho a un lado rápidamente, viendo el espectáculo delante de ellos. Caminando despacio, apareció a su lado un hombre un poco más adulto que ellos, rubio de ojos azules, vestido con una túnica y expresión agotada. Al ver a los dos peleando, soltó un suspiro.
- No tengo suficiente con un mono aullador como ese "dios del cielo" que habéis atraído a otra... - comentó con desgana - Os juro que maldigo el día en el que me caí del carro...
Los dos forajidos se miraron con una sonrisa ladina escondiéndola de él, sabiendo que era lo que habían comentado sobre él anteriormente. Luego volvieron a mirar a Beretta con el aviador.
- ¡Te llevo de ventaja tres Guerras Mundiales como para que ahora me importen las Potencias Aliadas y las Potencias del Eje, enano chillón! - le gritaba ella - ¡Deja de gritarme si no quieres que te pegue un tiro en el entrecejo!
Ella dio un giro de cadera haciendo que su rifle cayese sobre sus manos, apuntando al chico para que se alejara de ella. Al abrir un ojo más que otro, el japonés puso una mueca, pero al verla en esa postura, algo hizo clic en su mente. Tenía delante de él a una mujer militar, de cabello albino y con un rifle de francotirador. Además de eso, había visto que era un japonés y ocultaba sus orígenes diciendo que venía de un país que no existía. Sólo podía ser una persona en la mente de Naoshi Kanno.
Tras retroceder dos pasos la apuntó incriminatoriamente con un dedo dando un fuerte grito enfadado.
- ¡¡Pavlichenko*!! ¡¡Maldita zorra, te he descubierto!!
* - (Lyudmila Pavlichenko fue una francotiradora del ejército Rojo, y fue la que más bajas nazis proporcionó para la URSS, declarada por Stalin como una heroína. Por lo tanto, pertenecían a los enemigos que tenía Japón en la Segunda Guerra Mundial)
Beretta alzó una ceja mirándolo, sin dejar de estar enfadada.
- ¿Tú deliras o qué? ¡Me llamo Beretta!
- ¡Eso suena a italiano, ese maldito país de comedores de espaguettis! ¡Traidores todos! ¡Sigues sin caerme bien!
Los forajidos miraban la pelea, sin saber si divertirse y relajarse o en alarmarse de que pudiese ir a peor. A su lado, el cansado hombre, respondiendo al nombre de Escipión "El Africano", los miraba, con la leve esperanza de que esa mujer pudiese derrotar a su raptor y secuestrador.
- ¿Acaso la diosa Belona* ha venido a rescatarme, a mí, su fiel servidor y conquistador de las Hispanias a manos de los cartagineses, de las garras de este hombre déspota y temible para darme valor e infundirme en la lucha? - preguntó el romano.
* - (Belona es una diosa muy conocida en el panteón romano, siendo la diosa de la guerra y esposa del dios Marte. Belona es una diosa despiadada y violenta que infunde miedo y terror a sus enemigos y suele aparecer sobre un carro, motivo además para que Escipión piense que es su representación humana)
Los dos forajidos le miraron y luego lo hicieron entre ellos.
- Otro que la menciona como una diosa... - comentó Kid.
- Pensaba que los japoneses eran los que estaban todos locos... pero estos viejos también... - susurró Butch.
Y dando un salto sin miedo a que ella le estuviese apuntando con el arma, se atrevió a acercarse demasiado y a estrellarle la suela de su bota en el centro de su cara, haciendo que ella se cayese hacia atrás, quedando sentada sobre su trasero. Beretta abrió los ojos sorprendida, mientras que notaba el escozor de la suela en su piel y el dolor de su nariz. Se la tocó, viendo como salía sangre de una de sus fosas nasales. Eso hizo que volviese a aparecer la vena de su frente.
- ¿¡A eso lo llamas tú una patada, maldito enano japonés?! - insultó levantándose de un salto - ¡Esto es una maldita patada bien dada!
Y con uno de sus saltos potentes que sorprendió al aviador, Beretta estrelló la suela de su bota en el centro de la cara del chico, haciendo que cayese de espaldas después de tambalearse y querer rodar un poco colina abajo. Luego él la miró con enfado, quedando perfectamente retratada la huella de su bota en el centro de su cara, con la nariz rota.
- ¡Eso es una buena patada, mocosa! - admitió levantándose enfadado - ¡Pero yo no he acabado contigo, me da igual que seas una mujer! ¡Eres una de esas malditas bolcheviques!
- ¡Aquí te espero, enano de cara plana! - le gritó ella.
Y lanzándose el aviador a por ella en un acto de insensatez promovido por su ira, se ensalzó con Beretta que quedaría reducida a ojos de los demás por una nube de polvo de la que aparecían brazos o piernas de ambos mientras se insultaban y peleaban, sin ningún tipo de consideración.
Los hombres-gato y los hombres-perro habían hecho un corro alrededor y victoreaban y animaban a su dios del cielo, más por miedo a que él ganase la batalla y les replicase por no animarle que por hacerlo por propia voluntad. Escipión alzó un puño mirándolos.
- ¡Insensatos! ¡Detened vuestros abucheos, pues se dirigen hacia el contrincante equivocado! ¡Seréis víctimas de la ira despiadada de la diosa Belona si no estáis a su favor!
Pero Escipión recibió la misma atención que si le hubiese hablado a una pared. Nulo. Los híbridos temían más a su dios del cielo y a su ira que a la de la recién llegada.
Butch y Kid se habían quedado dentro del corro hecho por los animales, al igual que Escipión, y ahora no sabían bien que hacer. Como esto siguiese a malas podrían terminar unidos a la pelea y no era algo que les hiciese mucha ilusión. Podrían considerarse que ahora eran los únicos que estaban en su sano juicio ahora mismo...
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